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General: El Golpe en Chile cumple 39 años
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من: Gran Papiyo (الرسالة الأصلية) |
مبعوث: 10/09/2012 23:46 |
Lunes, 10 de septiembre de 2012
Miles de personas se movilizaron ayer en Santiago en un mes simbólico
Chile recuerda a sus víctimas
Mañana se cumplirán 39 años del golpe de Estado. “Renovamos nuestro compromiso de conquistar un Chile justo como soñaron nuestras víctimas”, dijo Pizarro, presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos y Desaparecidos.
Los manifestantes partieron desde la plaza Los Héroes y terminaron en el cementerio general.
Cerca de cinco mil personas marcharon en Santiago para recordar a las víctimas de la dictadura militar liderada por Augusto Pinochet, quien interrumpió el orden constitucional de Chile, durante 17 años, tras el golpe contra el gobierno del presidente Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973. La protesta finalizó con ocho detenidos. “A pesar de la tristeza que tiene el recordar 39 años desde el golpe de Estado y lo que significó para nuestro pueblo y nuestros familiares, ¡cómo no sentir satisfacción de que seamos un pueblo que tiene memoria y conciencia!”, exclamó la dirigente de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD), Mireya García, aludiendo a la multitudinaria marcha. Por su parte, el diputado comunista Hugo Gutiérrez manifestó que cada día está más contento de que la gente guarde en su memoria a Salvador Allende y a todos los que fueron víctimas de la violencia genocida de un dictador.
En tanto, la presidenta de la AFDD, Lorena Pizarro, hizo un llamado para que el gobierno de Sebastián Piñera dirija “un país donde la gente los eligió no para reprimir, no para invisibilizar los derechos humanos, sino para terminar con la impunidad y avanzar en verdad y justicia”. “Hoy, a 39 años del golpe fascista, nos reunimos una vez más en nuestro Memorial, donde renovamos nuestro compromiso de conquistar un Chile justo como soñaron nuestras víctimas de ayer y hoy”, dijo Pizarro.
Los manifestantes partieron desde la plaza Los Héroes, en el centro de Santiago, con pancartas, banderas chilenas y del Partido Comunista (PC), cantando y bailando, para terminar en el cementerio general, donde se erige el Memorial del Detenido Desaparecido y Ejecutado Político, que recuerda a las víctimas del régimen militar. La protesta también recuerda el suicidio del ex presidente socialista Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973, durante un bombardeo al Palacio de La Moneda, en medio del golpe militar.
Otro nombre que fue reiteradamente mencionado en la manifestación fue el del reconocido cantautor chileno Víctor Jara, detenido el día en que se produjo el golpe militar y asesinado cuatro días después. “Estos actos me dan esperanza para hacer una campaña para buscar justicia para Víctor, queremos que él sea punta de lanza para que se ponga fin a la impunidad de los asesinos”, dijo Joan Jara, viuda del artista. La marcha, que homenajeó a los presos, asesinados y desaparecidos por el terrorismo de Estado chileno, dio comienzo a las actividades en conmemoración al golpe de Estado, que continuarán mañana con una visita al monumento de Allende ubicado frente a La Moneda y una concentración con velas encendidas fuera del Estadio Nacional de Chile, emblemático centro de torturas.
En el cierre del acto, efectivos de las Fuerzas Especiales de Carabineros se enfrentaron con manifestantes en cercanías del cementerio general. Los hechos se produjeron luego de que la manifestación se desarrollara en forma pacífica, cuando cerca de cincuenta encapuchados comenzaron a armar barricadas, que prendieron fuego, ocupando semáforos, señalética pública y carteles de propaganda electoral en la entrada del cementerio municipal. El accionar de los encapuchados desató la reacción de los uniformados, quienes comenzaron a enfrentarse con los manifestantes, utilizando carros lanzaagua y gases. Asimismo, según precisó el portal del diario El Mercurio, los manifestantes atacaron a integrantes de la prensa que se encontraban cubriendo la manifestación, lanzándoles proyectiles.
La dictadura de Pinochet dejó 3200 muertos y fueron 28.459 los presos políticos, según datos oficiales. El dictador fue perseguido por la Justicia, que lo mantuvo bajo arresto domiciliario por dos casos de violaciones a los derechos humanos, pero murió el 10 de diciembre de 2010 sin recibir ninguna sentencia. Un total de 76 agentes de la dictadura fueron condenados hasta mayo pasado por violaciones a los derechos humanos, y 67 de ellos fueron encarcelados, según un reciente estudio de la privada Universidad Diego Portales. Los tribunales chilenos mantienen abiertas 350 causas por desapariciones, torturas, encierros ilegales o conspiraciones que datan del período dictatorial y que involucran a unos 700 militares y agentes civiles.
SALUDOS REVOLUCIONARIOS  
(Gran Papiyo) |
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A 39 años del golpe de Estado, Chile reclama el regreso de Allende
Caracas, 10 Sep. AVN.- A 39 años del golpe de Estado en Chile y asesinato del presidente constitucional Salvador Allende, miles de chilenos se mantienen en las calles en demanda el regreso de las políticas de igualdad que este gobernante logró instaurar o estaban en proceso de implantación en beneficio de todos los habitantes del país.
Las movilizaciones estudiantiles, que se intensificaron en 2011, son un reflejo de esta realidad. Los estudiantes chilenos piden volver al modelo educacional planteado durante el gobierno de Allende; que establecía la gratuidad de la enseñanza, donde el Estado se hacía cargo de garantizar este derecho a todos por igual.
De acuerdo a una reforma a la Constitución aprobada tras la llegada de Allende al poder se estableció “la libertad de enseñanza. La Educación Básica es obligatoria. La educación es una función primordial del Estado, que cumple a través de un sistema nacional del cual forman parte las instituciones oficiales de enseñanza y las privadas que colaboran en su realización, ajustándose a los planes y programas establecidos por las autoridades educacionales”, artículo 10 reformado de la Carta Magna.
“Las Universidades estatales y las particulares reconocidas por el Estado son personas jurídicas dotadas de autonomía académica, administrativa y económica. Corresponde al Estado proveer a su adecuado financiamiento para que puedan cumplir sus funciones plenamente, de acuerdo a los requerimientos educacionales, científicos y culturales del país”.
Además añadía “Los estudiantes universitarios tienen derecho a expresar sus propias ideas, y a escoger, en cuanto sea posible, la enseñanza y a los profesores que prefieran'”.
También el sector económico y el control estratégico de los recursos naturales del país tuvo prioridad en los tres años de gobierno de Allende. En ese sentido se nacionalizó la industria del Cobre en 1971, con el Estado bajo control del 100% de la misma.
En términos generales, el plan del gobierno de la coalición Unidad Popular incluían: nacionalización de las áreas claves de la economía chilena, aceleración de la reforma agraria, control de precios, aumento de salarios a todos los trabajadores, reforma constitucional y creación de una cámara única en el Congreso.
"Salvador Allende fue un hombre que luchó cincuenta años por mayor justicia social para que este país fuera diferente", dijo en una oportunidad la senadora María Isabel Allende, hija del ex gobernante.
Golpe de Estado
No obstante, todos estos cambios se vieron truncados en 1973, cuando el 11 de septiembre un comando encabezado por el general Javier Palacios asaltó La Moneda (casa de Gobierno), por órdenes de Augusto Pinochet, jefe del Ejército, con el objetivo de derrocar al gobierno socialista de Allende.
Los medios de comunicación jugaron un papel relevante para la concreción del golpe, proceso que se inició desde el mismo momento de la asunción de Allende al poder.
Después del asalto, Pinochet asumió la Presidencia de facto hasta 1990. En este período se desató una ola de violencia represiva sin precedentes, sobre todos los barrios populares que fueron ocupados militarmente.
Cifras de organismos de derechos humanos señalan que hubo 3.200 muertos, 8.000 torturados y cerca de 300.000 exiliados.
Políticas de Pinochet
La precarización laboral, sobre todo en el sector minero, la extranjerización de la economía, y la mercantilización de la salud y la educación son las marcas más profundas que la dictadura militar de Pinochet dejó en el país.
Durante la dictadura de Pinochet se establecieron una serie de normas, todavía vigentes en Chile, que ampliaron la brecha entre los más ricos y los más pobres del país; y dejaron la conducción de la nación suramericana en manos de sectores burgueses imbuidos del ideal neoliberal y de las consignas de los Chicago's Boys.
“A partir de la dictadura de Pinochet vivió un profundo cambio en la arquitectura del estado, caracterizado por la privatización de sectores, como la salud, previsión y educación. Este largo proceso fue llevado a cabo en un ambiente de represión, bajo la aspiración de cumplir todas las máximas neoliberales propuestas por la llamada Escuela de Chicago, del economista Milton friedman”, de acuerdo a la profesora chilena Monica Peña Ochoa.
Ochoa dice además que, por ejemplo, “el modelo educacional pasó de ser público a uno descentralizado, caracterizado por la municipalización de las escuelas públicas, así como el nacimiento de un sector particular – subvencionado administrado por privados que reciben financiamiento, al igual que las escuelas municipalizadas, a través de una subvención a la demanda, es decir una subvención económica calculada a través de la asistencia de alumnos”.
Para sellar las políticas en materia de educación aplicadas previamente, con un ideario empresarial, se promulgó el 10 de marzo de 1990, último día de la dictadura, la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (Loce), sobre la cual el ahora presidente Sebastián Piñera tuvo una influencia importante; pues era quien proponía un desplazamiento de las funciones del Estado chileno: que no tenga como meta garantizar la educación sino velar por los créditos financieros.
En cuanto a la industria del Cobre, el régimen de facto aplicó en 1981 la ley Orgánica Constitucional de Concesiones Mineras. Con esta normativa, los yacimientos de minerales pasaron a ser concesiones plenas, abriendo la explotación a compañías privadas que además recibían rebajas tributarias.
Este proceso tuvo sus efectos negativos, en 1973 el 94% de la producción cuprífera estaba en manos del Estado, para 2007 ese porcentaje se reducía a 31%.
Las políticas pinochetistas también provocaron una reducción del gasto público, despido de trabajadores públicos, aumento al Impuesto al Valor Agregado (IVA) y la anulación del sistema de ahorro y préstamos de vivienda.
Estas medidas neoliberales siguen vigentes 22 años después del fin de la dictadura. Por esa razón los chilenos se encuentran en las calles, para pedir una reforma constitucional, cambio al sistema educativo, renacionalización del cobre, entre otras medidas que beneficien a la totalidad de los habitantes de este país suramericano.
También, familiares de víctimas de la dictadura denuncian impunidad.
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Claro que Allende vive en la memoria de nuestros pueblos, esos pueblos que vimos con horror cómo se ponía fin a la esperanza de Chile, cómo asesinaron al Compañero Presidente Salvador Allende, así las pruebas a sus restos digan que se suicidó, total, murió por sus sueños..lo mataron el dolor de pensar en ver a su pueblo bajo las botas del buitre Pinochet.
Allende vivirá por siempre en nuestros corazones. ¡Honor y Gloria para el Compañero-Presidente!
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Allende Sin Pedestal
Por: Manuel Cabieses Donoso
Director de la Revista Chilena Punto Final
El escritor Fernando Alegría lo comparó con un gallito de la pasión. Y en realidad tenía la pinta: pechugón por su tórax de nadador, un plumaje brillante -de chaquetas, camisas y corbatas de marca- y un aire bizarro al caminar. Pero no era la pura pinta. Allende también tenía el coraje y la sangre indómita de un gallito de pelea, como lo demostró hasta el último respiro. Se midió de igual a igual con generales traidores y rastreros que el 11 de septiembre mandaron tropas, blindados, artillería y aviones a atacar por tierra y aire al indefenso palacio de gobierno. Los jefes sediciosos inútilmente le intimaron rendición y hasta intentaron engañarlo con la oferta de un avión para él y su familia. Pero esos palurdos con condecoraciones de las guerras de nunca jamás -cobardes, ladrones y miserables, cuyos nombres escupirá la historia-, se encontraron ante una fuerza que era desconocida para ellos. Desafiándolos con un fusil en las manos, se encontraba un hombre de honor que había jurado lealtad a su pueblo, a la Constitución y a las leyes de la república. Justamente lo que no enseñan en la escuela militar. El presidente de Chile ni siquiera se dignó a tratarlos como jefes militares, lo cual habría significado reconocerles una pizca de honorabilidad. Y los derrotó con su gesto final que puso en evidencia lo que eran: bestias carroñeras que tuvieron que conformarse con hozar los despojos del héroe de La Moneda y asesinar, luego de infligirles horrendas torturas, al puñado de valientes que se jugaron la vida en defensa de la libertad.

El heroísmo de Allende, que no alcanza a superar ninguno de los militares que aparecen en la historia épica de Chile, tampoco lo esperaban muchos políticos que combatieron a su gobierno y otros que lo apoyaron, incluyendo temibles “revolucionarios” hasta el día anterior, que a temprana hora del 11 hacían cola en las embajadas pidiendo asilo. Unos y otros tenían la visión de un Allende articulador de acuerdos y compromisos, un experimentado parlamentario, duro en la polémica pero amistoso y tolerante en el trato personal. En su trayectoria apenas existía el lejano antecedente de una decisión extrema: el duelo a pistola, en 1952, con Raúl Rettig, que después fue su gran amigo y embajador en Brasil.
Era fácil engañarse con Allende, y muchos dirigentes de Izquierda se equivocaron. Desconfiaron de su consecuencia revolucionaria porque le reprochaban sus gustos personales, sus modales de caballero, su distancia del estereotipo proletario o del guerrillero. Confundieron su larga lucha por la unidad de la Izquierda y del pueblo con la ambición personal. El mismo bromeaba: “El epitafio de mi tumba será: aquí yace el futuro presidente de Chile”. Los que midieron a Allende por las apariencias, se equivocaron. No percibieron la madera de inmortalidad con que estaba tallado ese hombre.
En Punto Final lo escuchamos en la intimidad de conversaciones sinceras. Algunos compañeros eran sus amigos de confianza, sobre todo Augusto Olivares, Jaime Faivovich, Jaime Barrios, Alejandro Pérez y Carlos Jorquera. Allende se presentaba a veces en las reuniones que el consejo de redacción de PF hacía en el departamento de Jaime Faivovich -abogado y taquígrafo de la Cámara de Diputados, cuyo salario le permitía ponerse con ostras en los meses sin erre-. Pero no siempre lo hacía para compartir el análisis de la coyuntura política. A veces iba a criticarnos una portada o algún artículo. El reproche estaba dirigido a mí, director, y a Mario Díaz, jefe de redacción, que éramos responsables de la edición. Y se armaba la discusión. Era claro que existían diferencias entre la línea editorial de Punto Final y las opiniones de Allende. Pero sus críticas nunca impugnaron lo esencial de nuestra política. La influencia ideológica de la Revolución Cubana y el ejemplo ético del Che servían de sustento al pensamiento político de ese grupo y esto lo compartía Allende. Existía una base muy sólida para tratar las discrepancias en el marco de una relación fraternal y respetuosa. Desde las páginas de la revista sosteníamos un enfrentamiento -que iba subiendo su diapasón a medida que hervía la lucha de clases- con las tendencias reformistas y electoralistas que entonces, como ahora, predominaban en la Izquierda. Eso, sin duda, entorpecía el trabajo político de Allende, decidido partidario de la vía pacífica al socialismo. Así llegó el 4 de septiembre de 1970 y el triunfo del cual muchos dudábamos. Aunque votamos por Allende, lo hicimos jurando por lo bajo que sería la última vez. Olivares, Faivovich, Barrios y Jorquera fueron llamados a ocupar cargos en el gobierno. Pero la identidad política y la amistad del equipo fundador de PF se mantuvo inalterable. Con Allende estuve dos o tres veces durante su gobierno. Una cena en la residencia de Tomás Moro en la que también participaron Tati Allende y el novelista Jorge Edwards (Edwards, que iba a abrir la embajada de Chile en La Habana, relata este episodio en su libro Persona non grata . Pero su imaginación y anticomunismo me convierten en un frío e inescrutable “comisario político” al que Allende habría invitado para visar su designación diplomática. La verdad es que yo no tenía idea ni me importaba lo que hiciera o dejara de hacer el tal Edwards). Otra visita a Tomás Moro fue una noche acompañando a dirigentes del MIR. Casi fuimos testigos de la muerte accidental del presidente. Eduardo Paredes, director de Investigaciones, mostraba a Allende una pistola-ametralladora israelí, nueva y reluciente, y se le escapó un rafagazo que por suerte no hirió a nadie, aunque causó conmoción en la guardia presidencial. La última vez vi a Allende en La Moneda; yo presidía el sindicato de trabajadores del diario Ultima Hora , propiedad del Partido Socialista, y habíamos votado la huelga. El presidente llamó a la directiva sindical para pedir que no paralizáramos el diario y nos hizo ver la cantidad de problemas que agobiaban a su gobierno. Desde luego, accedimos y creo que así le proporcionamos un momento de una alegría que ya escaseaba en La Moneda. Pero Allende ignoraba que de ningún modo íbamos a ir a la huelga. Sólo queríamos presionar a la empresa para que aceptara nuestro pliego de peticiones.
En la mañana del 11 de septiembre de 1973, desde la terraza de Ultima Hora -donde, oh ingenuidad, ¡preparábamos una edición especial llamando al pueblo a resistir!- vimos el ataque aéreo a La Moneda. Era la notificación brutal de que los golpistas estaban dispuestos a todo para arrancar de cuajo lo que Allende había sembrado en la conciencia de los trabajadores chilenos.
Han pasado los años, las sombras del olvido empiezan a cubrir el terrorismo de Estado de militares y empresarios vende-patria, la lucha clandestina, la resistencia y sus miles de héroes y mártires. Se desgranan, uno a uno, los pusilánimes y monótonos años de corrupción y oportunismo de la Concertación. Sin embargo, la admiración y respeto por el compañero Allende han crecido. Su valor y consecuencia de estadista y revolucionario alientan a retomar la lucha por el socialismo. Es cierto que vivimos en un mundo muy distinto al que conoció Allende. Pero los objetivos por los que luchó -y que conquistaron amor del pueblo chileno y admiración universal-, son los mismos. En América Latina han surgido nuevos líderes. El sueño socialista y democrático de Allende ha prendido. Y aunque estos gobiernos afrontan las mismas dificultades y amenazas imperialistas que encaró la experiencia chilena, sus pueblos están luchando. La epopeya de Allende confirmó lo que anticipaba el Che: que en una revolución verdadera, como la que se desencadenó en Chile, se triunfa o se muere. Es la lección de Chile. El pueblo de Allende, sin duda, volverá a luchar por una sociedad más justa sin olvidar esa enseñanza.
(Editorial de revista Punto Final”, edición Nº 665, 26 de junio de 2008, Centenario del Presidente Salvador Allende)
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