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General: En Colombia : La pobre salud de los pobres
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De: Ruben1919  (message original) Envoyé: 20/10/2012 21:58

La pobre salud de los pobres

Por: | 7:11 p.m. | 19 de Octubre del 2012

Arturo Argüello Ospina

Los que se mueren en las salas de espera de las EPS y aguardando una bolsita de solución salina en el pasillo de un hospital son los pobres.

 
 
 

Tengo la sensación, triste y fundamentada, de que un porcentaje importante de las 10.587 instituciones prestadoras de servicios de salud del país (IPS) que aparecen en el registro especial de prestadores tiene servicios funcionando sin cumplir los requisitos necesarios para la habilitación. Esto significa, en palabras más sencillas, que las condiciones mínimas para ofrecer una calidad básica en la atención no se están cumpliendo en su totalidad.

Para ser más claro, hay servicios de urgencias que atienden pacientes las 24 horas del día que no tienen los elementos necesarios para ocuparse de un parto; farmacias en las IPS sin ninguna clase de antibióticos y con muy escasos antihipertensivos; marcada escasez de personal; camillas en salas de partos oxidadas, medicamentos vencidos, etcétera. Pero esta realidad no es un secreto. Muchos ya lo saben. Gerentes, médicos, enfermeras, secretarias y, probablemente, hasta el mismo Ministerio. El problema real no es que estos hechos no sean de común conocimiento, sino que ese porcentaje de instituciones que no puede garantizar una mínima calidad en la atención en todos sus servicios, son, desafortunadamente, los hospitales que atienden a los más pobres, a la mayoría de la población colombiana, y los territorios y el Estado parecen preferir servicios de muy insuficiente calidad a no prestar ninguno en lo absoluto. Si no, que vayan y visiten hospitales por allá en Cauca o Casanare o, para no trasladarse tan lejos, alguno de los gigantes especiales, y los no tanto, que tiene Bogotá.

Hay que aceptarlo, los pobres, que son la mayoría en este país, no tienen casi oportunidades; pueden encontrar trabajos supuestamente dignos que tan sólo les permiten tener una calidad de vida indigna; pueden acceder a una educación básica y media que no va a transformar jamás sus realidades; incluso, pueden soñar con la educación superior, pero, aun así, se les cerrarán muchas, muchísimas puertas porque no pertenecen a una determinada rosca; por el sólo hecho de ser pobres en un país corrupto donde lo que importa no pasa y lo que pasa no importa, ellos, sus hijos y los hijos de ellos, están condenados a seguir siendo eternamente pobres y a no tener, ni siquiera, acceso a un servicio de salud decente. Y nosotros, los indiferentes, los que nos creemos buenos, seguimos viviendo como tontos conformes con la realidad, como borregos.

Pero la situación es aún más grave. Sólo hay 25 IPS acreditadas, y 16 de ellas son privadas; 25, de más de diez mil, tienen una calidad apropiada que aquí llamamos con orgullo "alta", para prestar un servicio digno, el mínimo que se espera. Y dos, únicamente dos, de todas las que existen, son comparables en calidad con las mejores IPS del mundo, es decir, sólo dos cuentan con una acreditación internacional; por supuesto, y como era de esperarse, las dos son de carácter privado, aunque creo honestamente que esta última lista podría aumentarse un poco más.

Departamentos no tan pobres, como San Andrés y Providencia, tienen, según las estadísticas de capacidad instalada del Ministerio de Salud y Protección Social, tan sólo 62 camas para adultos, 16 para pediatría, seis salas de cirugía, tres salas de partos, tres ambulancias básicas, ninguna ambulancia medicalizada, ni una cama de cuidados intensivos de adultos ni pediátrica, ni una sola cama de quemados, ni de cuidados intermedios adultos o pediátrica. Todo ello, para una población no tan pequeña que parece no tener derecho alguno a enfermarse.

Entonces, ¿por qué no dejar de hablar de cobertura y de sacar pecho diciendo que está cercana al 90 por ciento o que se unificarán los POS subsidiado y contributivo, y empezamos a hablar de acceso real a servicios de calidad para ver si, midiendo nuestra realidad así, llegamos aunque sea al 10 por ciento?

Pero mientras tanto, mientras eso pasa, nosotros, los que tenemos prepagada, los que aprendimos a desconfiar del precario POS y del afán de lucro de las EPS y tenemos un ingreso adicional que, con un esfuerzo o no, nos permite pagar un plan complementario, no nos damos cuenta de una realidad que no nos debería ser ajena y que pretendemos ignorar a toda costa. Finalmente, ¡qué más da!, los que se mueren en las salas de espera de las EPS y aguardando una bolsita de solución salina en el pasillo de un hospital son los pobres. Por eso, ¡qué más da que el sistema de salud siga tal y como está!



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