Por estos días he sabido, aunque aún no se haya dado a conocer públicamente que al Historiador de La Habana, Dr. Eusebio Leal Espengler, le ha sido retirado su motor económico: 'Habaguanex". Estoy seguro que este señor pasará como uno de los pocos ciudadanos del archipiélago cubano que en los últimos cincuenta y cuatro años ha hecho una labor loable y constante por mejorar nuestro país. Creo, sin temor a equivocarme, que si se efectuaran elecciones libres, sería uno de los seguros candidatos a la Presidencia de la nación, ganado con su carisma, inteligencia, sacrificio y honestidad.
También me ha sido imposible evitar recibir noticias de que sus hombres de confianza en la constructora "Puerto Carena" están siendo procesados por malversación. Y ha comenzado el llamado “efecto dominó”. Esto ha servido como bandeja de plata para los hermanos Castro, que desde hace tiempo tenían sus dientes afilados hacia el dinero que reporta el casco histórico de la ciudad de la Habana. Sin el Dr. Eusebio Leal, gran parte de ella se hubiera colapsado y los millones de dólares que hoy danzan en las arcas del estado estuvieran ausentes.
Ahora pondrán, en su puesto de Habaguanex, a algún ex oficial de la "Fuerzas Armadas" que responda ciegamente a Raúl Castro y, por supuesto, el deterioro y descontrol será mayor. El análisis de los problemas no debería centrarse en las consecuencias, lo he repetido muchas veces, el desgobierno de los Castro siempre hace lo mismo: botan el sofá para evitar ir a las causas que originan que un pueblo en su gran mayoría deba sobrevivir de lo que esté al alcance de sus manos. No es un secreto que La Habana Vieja se ha recuperado gracias a la mano gestora del Historiador; y también, sin que se haya podido evitar, la reconstrucción de viviendas en general le ha impulsado un brío saludable a la bolsa negra que pulula en el territorio nacional, y que algún día habrá que hacerle un monumento como la gran salvadora del pueblo cubano.
Intuyo que el éxito de la labor del Historiador se debió gracias a la independencia que tuvo en todos estos años de trabajo arduo, que él nos regaló para darnos la imagen palpable de revivir el lugar dónde venimos. Ahora temo que si se detiene o se entorpece la base económica necesaria para continuar su empresa de salvaguardar una de las ciudades más hermosas del hemisferio, nuestra historia arquitectónica, que es parte de nuestra esencia insular, quedará en peligro de extinción; y, sin los espacios que crearon nuestros antepasados, nunca sabremos orientarnos en este laberinto de confluencias que fue "San Cristóbal de la Habana".
Ángel Santiesteban-Prats