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De: Nobotuma (Mensaje original) |
Enviado: 30/10/2012 22:32 |
El 30 de octubre de 1910 nace en Orihuela, España, el poeta y
dramaturgo Miguel Hernández. Poeta de gran relevancia durante el siglo
XX. Cuando estalló la Guerra Civil española, Miguel Hernández se incorporó como combatiente del lado de los republicanos. Su primer hijo murió a los pocos meses de nacido y a él le dedicó un hermoso poema titulado "Hijo de la luz y de la sombra". A su segundo hijo, Manuel Miguel, le dedicó la famosa "Nanas de la cebolla", poema escrito desde la cárcel de Sevilla.
( Hijo de la sombra )
Eres la noche, esposa: la noche en el instante mayor de su potencia lunar y femenina. Eres la medianoche: la sombra culminante donde culmina el sueño, donde el amor culmina.
Forjado por el día, mi corazón que quema lleva su gran pisada del sol adonde quieres, con un sólido impulso, con una luz suprema, cumbre de las montañas y los atardeceres.
Daré sobre tu cuerpo cuando la noche arroje su avaricioso anhelo de imán y poderío. Un astral sentimiento febril me sobrecoge, incendia mi osamenta con un escalofrío.
El aire de la noche desordena tus pechos, y desordena y vuelca los cuerpos con su choque. Como una tempestad de enloquecidos lechos, eclipsa las parejas, las hace un solo bloque.
La noche se ha encendido como una sorda hoguera de llamas minerales y oscuras embestidas. Y alrededor la sombra late como si fuera las almas de los pozos y el vino difundidas.
Ya la sombra es el nido cerrado, incandescente, la visible ceguera puesta sobre quien ama; ya provoca el abrazo cerrado, ciegamente, ya recoge en sus cuevas cuanto la luz derrama.
La sombra pide, exige seres que se entrelacen, besos que la constelen de relámpagos largos, bocas embravecidas, batidas, que atenacen, arrullos que hagan música de sus mudos letargos.
Pide que nos echemos tú y yo sobre la manta, tú y yo sobre la luna, tú y yo sobre la vida. Pide que tú y yo ardamos fundiendo en la garganta, con todo el firmamento, la tierra estremecida.
El hijo está en la sombra que acumula luceros, amor, tuétano, luna, claras oscuridades. Brota de sus perezas y de sus agujeros, y de sus solitarias y apagadas ciudades.
El hijo está en la sombra: de la sombra ha surtido, y a su origen infunden los astros una siembra, un zumo lácteo, un flujo de cálido latido, que ha de obligar sus huesos al sueño y a la hembra.
Moviendo está la sombra sus fuerzas siderales, tendiendo está la sombra su constelada umbría, volcando las parejas y haciéndolas nupciales. Tú eres la noche, esposa. Yo soy el mediodía.
II
( Hijo de la luz )
Tú eres el alba, esposa: la principal penumbra, recibes entornadas las horas de tu frente. Decidido al fulgor, pero entornado, alumbra tu cuerpo. Tus entrañas forjan el sol naciente.
Centro de claridades, la gran hora te espera en el umbral de un fuego que al fuego mismo abrasa: te espero yo, inclinado como el trigo a la era, colocando en el centro de la luz nuestra casa.
La noche desprendida de los pozos oscuros, se sumerge en los pozos donde ha echado raíces. Y tú te abres al parto luminoso, entre muros que se rasgan contigo como pétreas matrices.
La gran hora del parto, la más rotunda hora: estallan los relojes sintiendo tu alarido, se abren todas las puertas del mundo, de la aurora, y el sol nace en tu vientre, donde encontró su nido.
El hijo fue primero sombra y ropa cosida por tu corazón hondo desde tus hondas manos. Con sombras y con ropas anticipó su vida, con sombras y con ropas de gérmenes humanos.
Las sombras y las ropas sin población, desiertas, se han poblado de un niño sonoro, un movimiento, que en nuestra casa pone de par en par las puertas, Y ocupa en ella a gritos el luminoso asiento.
¡Ay, la vida: qué hermoso penar tan moribundo! Sombras y ropas trajo la del hijo que nombras. Sombras y ropas llevan los hombres por el mundo. Y todos dejan siempre sombras: ropas y sombras.
Hijo del alba eres, hijo del mediodía. Y ha de quedar de ti luces en todo impuestas, mientras tu madre y yo vamos a la agonía, dormidos y despiertos con el amor a cuestas.
Hablo, y el corazón me sale en el aliento. Si no hablara lo mucho que quiero me ahogaría. Con espliego y resinas perfumo tu aposento. Tú eres el alba, esposa. Yo soy el mediodía.
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MIGUEL HERNÁNDEZ : UN POETA REVOLUCIONARIO
6 marzo 2010
HISTORIA CONOCIDA
Es una historia conocida, amigos,
Todos la recordamos,
-viento del pueblo se perdió en el
pueblo-
pero no ha terminado.
Hace tiempo hubo un hombre entre
Nosotros,
Alegre, iluminado,
Que amó y vivió, cantaba hasta en la
Muerte,
Libre como los pájaros.
¡Que bonito sería! Nace, escribe,
muere desamparado.
Se estudian sus poemas, se le cita,
Y a otra cosa, muchachos.
Pero su nombre continua, sigue,
Como vosotros, esperando
El día que este asunto , y otros
Se de por terminado.
¡Que bonito seria! Nace, escribe,
muere desamparado.
José Agustín Goytisolo
Con este lenguaje críptico, recurso utilizado por todos los escritores que abordaban temas prohibidos por la censura bajo la dictadura franquista, el poeta José Agustín Goytisolo, abordaba así la figura de Miguel Hernández.
Nacido este el 10 de octubre de 1910 en Orihuela (Alicante), en el seno de una familia humilde dedicada a la crianza de ovejas y cabras, él mismo será pastor desde temprana edad.
A pesar de todas las dificultades ( entre ellas la hostilidad paterna a us deseo de estudiar, por lo precario de la economía domestica), puede asistir a la escuela hasta los catorce años.
De formación autodidacta, lee todo aquello que cae en sus manos y comienza a escribir versos a los dieciséis años.
Tras un fracasado intento de abrirse hueco en el mundo literario de Madrid, durante su primer viaje a esta ciudad en 1931, regresa a Orihuela donde escribe su primer libro, Perito en luna, que se publica en 1933. Al año siguiente se traslada de nuevo a Madrid y su obra comienza a tener el reconocimiento que se merece. Influido por el ambiente revolucionario de la II República y su amistad con Pablo Neruda, Miguel adoptará en lo sucesivo y hasta el final de su vida el compromiso en la lucha de liberación del hombre por el hombre de todas las miserias materiales y espirituales a que le somete la opresión social.
En 1936 aparece El rayo que no cesa. donde la voz del poeta ya ha adquirido su propia personalidad. Cuando estalla la revolución Miguel Hernández se adhiere al PCE y se alista en el Quinto Regimiento de Milicias Populares. Soldado y comisario de cultura recorrerá los frentes, donde, llegando a las mismas trincheras, recitará sus poemas a los soldados.
En 1937 publica Viento del Pueblo, autentica poesía revolucionaria que ha ido surgiendo a lo largo del guerra. Refiriéndose a su propia obra, el poeta dirá que “había escrito versos y dramas de exaltación del trabajo y condenación del burgués, pero el empuje definitivo que me arrastró a escribir mi poesía en forma de arma me la dieron aquel iluminado 18 de julio: intuí, sentí venir contra mi vida, como un gran aire, la gran tragedia, la tremenda experiencia poética que se avecinaba, y me metí, pueblo adentro, mas hondo de lo que estoy metido desde que me parieran, dispuesto a defenderlo firmemente.”
Los últimos años de su vida serán trágicos para Miguel. Muere su primer hijo y nacerá el segundo al terminar la contienda. A la amargura de la derrota se añade la difícil situación que padecen su compañera y su hijo, mientras, una vez detenido, recorre diversas cárceles. El 28 de marzo de 1942, Miguel Hernández muere en la cárcel de Alicante a los 32 años, victima de la tuberculosis. Sus últimas obras. El hombre acecha y Cancionero y Romancero de ausencias expresan la angustia del poeta en tan difíciles circunstancias, y a pesar de todo, su fe en el hombre.
Enrique Alejandre Torija
NOTA; la foto está sacada del libro de Jesus Galvez Yagüe, “José Herrera Petere. Vida, compromiso político y literatura”. Ediciones de la libreria Rayuela. Sigüenza.2000.
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Para la libertad sangro, lucho, pervivo. Para la libertad, mis ojos y mis manos, como un árbol carnal, generoso y cautivo, doy a los cirujanos.
Para la libertad siento más corazones que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas, y entro en los hospitales, y entro en los algodones como en las azucenas.
Para la libertad me desprendo a balazos de los que han revolcado su estatua por el lodo. Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos, de mi casa, de todo.
Porque donde unas cuencas vacías amanezcan, ella pondrá dos piedras de futura mirada y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan en la carne talada.
Retoñarán aladas de savia sin otoño reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida. Porque soy como el árbol talado, que retoño: porque aún tengo la vida.
MIGUEL HERNÁNDEZ, El hombre acecha, (1938-39)
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De: albi |
Enviado: 30/10/2012 23:37 |
ANTES DEL ODIO
Beso soy, sombra con sombra. Beso, dolor con dolor, por haberme enamorado, corazón sin corazón, de las cosas, del aliento sin sombra de la creación. Sed con agua en la distancia, pero sed alrededor.
Corazón en una copa donde me lo bebo yo y no se lo bebe nadie, nadie sabe su sabor. Odio, vida: ¡cuánto odio sólo por amor!
No es posible acariciarte con las manos que me dio el fuego de más deseo, el ansia de más ardor. Varias alas, varios vuelos abaten en ellas hoy hierros que cercan las venas y las muerden con rencor. Por amor, vida, abatido, pájaro sin remisión. Sólo por amor odiado, sólo por amor.
Amor, tu bóveda arriba y no abajo siempre, amor, sin otra luz que estas ansias, sin otra iluminación. Mírame aquí encadenado, escupido, sin calor, a los pies de la tiniebla más súbita, más feroz, comiendo pan y cuchillo como buen trabajador y a veces cuchillo sólo, sólo por amor.
Todo lo que significa golondrinas, ascensión, claridad, anchura, aire, decidido espacio, sol, horizonte aleteante, sepultado en un rincón. Esperanza, mar, desierto, sangre, monte rodador: libertades de mi alma clamorosas de pasión, desfilando por mi cuerpo, donde no se quedan, no, pero donde se despliegan, sólo por amor.
Porque dentro de la triste guirnalda del eslabón, del sabor a carcelero constante, y a paredón, y a precipicio en acecho, alto, alegre, libre soy. Alto, alegre, libre, libre, sólo por amor.
No, no hay cárcel para el hombre. No podrán atarme, no. Este mundo de cadenas me es pequeño y exterior. ¿Quién encierra una sonrisa? ¿Quién amuralla una voz? A lo lejos tú, más sola que la muerte, la una y yo. A lo lejos tú, sintiendo en tus brazos mi prisión, en tus brazos donde late la libertad de los dos. Libre soy. Siénteme libre. Sólo por amor.
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El rayo que no cesa’, de Miguel Hernández
Poeta del “amor que no acaba”, Miguel Hernández tuvo en Josefina Manresa su gran pasión, aunque no fue la única. Desde esa primera novia adolescente que le rechazó en su Orihuela natal por tener” ojos de loco, como si quisieran salirse de sus órbitas”, hasta sus flirteos con la artista Maruja Mallo o sus escarceos con María Zambrano o María Cegarra, las mujeres estuvieron siempre detrás de sus versos como gran inspiración lírica. Fueron ellas las que sin duda le aportaron esa alegría de vivir que su injusta vida le fue arrebatando lentamente.
Miguel no era un poeta-pastor, era un pastor-poeta, un amante de la Naturaleza, de los árboles, de los animales, del ganado, de la vida sencilla del campo. Cuando le conoció Pablo Neruda en Madrid (vestido con campesina pana y calzado con alpargatas) le confesó que nunca había oído al ruiseñor, pues en América este pájaro no existe. Y “el loco de Miguel”, queriéndole ofrecer al admirado maestro “la más viva expresión plástica de su poderío”, se encaramó a un árbol de la calle y, “desde las más altas ramas, silbaba o trinaba como sus amados pájaros natales”.
También dejaba desconcertados a los urbanos poetas, Neruda el primero, explicándoles
“cuán impresionante era poner los oídos sobre el vientre de las cabras dormidas. Así se escuchaba el ruido de la leche que llegaba hasta las ubres, el rumor secreto que nadie ha podido escuchar sino aquel poeta de cabras”.
El rayo que no cesa (1936) está considerada la obra cumbre de Miguel Hernández, nacido en Orihuela (Alicante) el 30 de octubre de 1910 (horóscopo Escorpio) y muerto tuberculoso el 28 de marzo de 1942. Salvo la desgarradora elegía a su gran amigo muerto Ramón Sijé, está todo él dedicado a Josefina.
“A ti sola, en cumplimiento de una promesa que habrás olvidado como si fuera tuya”.
Pinchando en este enlace podéis leer el libro completo. ¿Cuál de sus 20 poemas es vuestro favorito? El mío, que hoy os recomiendo, es el soneto número 4, un “desgarrón afectivo” bellamente influido por el “doloroso sentir” amoroso de Garcilaso de la Vega:
Me tiraste un limón, y tan amargo
con una mano cálida, y tan pura,
que no menoscabó su arquitectura
y probé su amargura sin embargo.
Con el golpe amarillo, de un letargo
dulce pasó a una ansiosa calentura
mi sangre, que sintió una mordedura
de una punta de seno duro y largo.
Pero al mirarte y verte la sonrisa
que te produjo el limonado hecho,
a mi voraz malicia tan ajena,
se me durmió la sangre en la camisa,
y se volvió el poroso y áureo pecho
una picuda y deslumbrante pena.
Seleccionado y comentado por César-Javier Palacios.
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" Una querencia tengo por tu acento una apetencia por tu compañía y una dolencia de melancolía por la ausencia del aire de tu viento.
Paciencia necesita mi tormento, urgencia de tu garza galanía, tu clemencia solar mi helado día, tu asistencia la herida en que lo cuento.
¡Ay querencia, dolencia y apetencia!: tus sustanciales besos, mi sustento, me faltan y me muero sobre mayo.
Quiero que vengas, flor, desde tu ausencia. a serenar la sien del pensamiento que desahoga en mí su eterno rayo."
Tambien de Miguel Hernández |
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