Bárbaro García Méndez vaga por la capital habanera desde hace tres años. Dos de ellos, diagnosticado con cáncer avanzado en el pulmón izquierdo y metástasis en los huesos.
En las noches coge autobuses de un lado a otro de la ciudad o duerme en terminales de ómnibus. En las mañanas generalmente merodea por el Parque Central. Los policías no lo arrestan, pues él enseguida les enseña una historia clínica y un documento de un funcionario de la Dirección Municipal de la Vivienda (DMV) de Diez de Octubre, el cual jocosamente Bárbaro dice que es su "licencia para deambular".
"Mi vida ha ido de menos a menos, caí preso a los 16 años, no me justifico, pero cumplí lo que me tocaba", cuenta a DIARIO DE CUBA este hombre de 53 años, natural de la capital, analfabeto y proveniente de una familia pobre integrada por 12 hermanos. "Todo lo he aprendido en la escuela de la calle", confiesa.
Cuando salió de la cárcel, su familia lo botó de la casa. Sabida es la escasez de vivienda en la Isla. Cuando egresan del centro penitenciario, algunos reclusos pretenden reintegrarse a la sociedad, pero no son amparados por sus familiares.
Según cuenta Bárbaro, tuvo la suerte de ser acogido por una señora llamada María Regla. "Viví con ella más de diez años, como si fuera mi madre. La cuidé mientras estuvo enferma. Me dijo que cuando muriera la casa sería mía".
"Cuando su salud empeoró, mi esposa Marlene Palomares rápidamente buscó a un notario amigo suyo y según ellos el testamento no podía salir a mi nombre porque yo había estado preso".
"Yo no tenía cabeza para preocuparme de eso, pues solo pensaba en la salud de la anciana. Finalmente el testamento se otorgó a favor de Marlene, quien me prometió que luego me donaría la vivienda".
Tras el fallecimiento de la propietaria, la Dirección Municipal de la Vivienda de Diez de Octubre, en fecha 18 de agosto de 2005, autorizó la donación a favor de García Méndez, cuyo trámite debía concluir ante notario público. Pero esto nunca sucedió. Según Bárbaro, "esas personas se aprovecharon de mi ignorancia. Los hijos de Marlene me sacaron de la casa a patadas".
"Fui a la policía, a la DMV y al Gobierno de Diez de Octubre, pero nadie me brindó protección. Me decían cualquier cosa y me espantaban del lugar".
El 18 de mayo de 2011, Daniel Burgos, director de la Unidad Municipal de Atención a Comunidades Tránsito, de la DMV de Diez de Octubre, remitió el caso de Bárbaro a un funcionario del gobierno. En la misiva le refirió "que analicen y valoren su situación por ser deambulante". Sin embargo, hasta la fecha no ha recibido respuesta.
La delgadez de Bárbaro revela que no mantiene la alimentación adecuada para su padecimiento. Confiesa que recibe una dieta, pero no tiene dónde cocinarla. Una amiga enfermera a veces le suministra unos sueros con vitaminas o lo busca por los lugares donde transita habitualmente, para llevarle un pozuelo de comida.
"No es fácil aguantar los dolores y la falta de aire en estas condiciones. Y ahora vienen los días fríos. Cuando estaba preso por lo menos tenía un techo y comida", se lamenta.
En el examen periódico universal pasado, el gobierno cubano expuso ante el Alto Comisionado de las Naciones Unidas que en la Isla no había ni un solo ser humano desatendido. En el próximo examen, a celebrarse en el venidero 2013, de seguro los diplomáticos cubanos negarán la existencia de deambulantes en el país.
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