Álvaro Darío Lara
Escritor/Poeta/Colaborador de Trazos Culturales
“¿Adónde va la América, y quien la junta y guía? Sola, y como un pueblo, se levanta. Sola pelea. Vencerá, sola”. J. Martí.
El 28 de enero de 1853, nació en suelo cubano, uno de los más grandes patriotas, intelectuales y escritores latinoamericanos, que rubricaría con sangre, su amor incondicional a Nuestra América, ese es: José Martí, llamado, el Libertador Poeta.
Martí el gran promotor de la Guerra Necesaria, y soldado, finalmente, de la lucha por la independencia cubana, caería un memorable 19 de mayo de 1895, a sus tempranos 42 años. Sin embargo, ya Martí había visto y conocido intensamente el mundo cultural y político de su tiempo, desempeñándose como periodista, diplomático, político y escritor en significativos viajes y estancias por la Patria Americana.
Indiscutiblemente, los escenarios históricos entre el siglo XIX de Martí y el siglo XXI de Nuestra América son distintos. Aunque esencialmente es muy poco lo que ha cambiado en relación a las mayorías pobres, ahora cada día más afectadas por las políticas del decadentismo imperial: la globalización económica, política y cultural que privilegia a las minorías de siempre, ahogando a los más desfavorecidos.
En este duro contexto, ya no encontramos con tanta facilidad a patriotas, escritores e intelectuales de la talla de Martí. Esos intelectuales que abrazaron las luchas independentistas y que luego, tuvieron la tarea de organizar, en medio de toda clase de problemas, las incipientes vidas republicanas de nuestros pueblos. Muchos ideales se truncaron en estas regiones, y lamentablemente, los períodos republicanos implicaron la continuidad, y en muchos casos, el incremento, de la grave exclusión social de las mayorías.
La personalidad de Martí se caracteriza por un hondo sentido de la dignidad nacional, esto es, un fuerte componente ético; y una formación académica muy sólida adquirida en la época de sus estudios en España (Madrid y Zaragoza), que lo llevaron a licenciarse en derecho, filosofía y letras.
Además, al igual que un número significativo de intelectuales y luchadores sociales latinoamericanos de la época, Martí fue masón. Sobre esto, apunta el estudioso guatemalteco Marco Vinicio Mejía, en su ensayo: “Masonería y Krausismo en la ´revelación guatemalteca´ de José Martí” (Martí: un diálogo permanente. IV Conferencia Científica José Martí y los desafíos del siglo XXI para Centroamérica y el Caribe, 2004, USAC, Guatemala, p.p. 117-118) lo siguiente: “José Martí se integró en Cuba a la “Gran Logia de Colón”. Se inició en la masonería durante su destierro en España, entre 1871 y 1874, donde alcanzó el grado de Maestro Masón en la Logia “Armonía” y desempeñó el cargo de orador. Debido a las características de esa logia, también alcanzó la dignidad de Soberano Príncipe Rosa Cruz, grado 18, de la masonería filosófica”.
La adscripción de Martí a la masonería, debe entenderse –históricamente- en el marco de la predominancia de esta institución en la América Latina de la época, como un escenario alternativo de ideas no convencionales, a las ortodoxias vigentes, y como un espacio que aglutinaba la conspiración política de signo liberal y progresista, aparte de las simpatías que el poeta profesaba hacia los fundamentos doctrinarios masónicos, tan arraigados en el discurso de la libertad, la igualdad y la fraternidad, y que se traslucen en buena parte de los escritos del patriota.
Toda la biografía y obra martiana, nos testimonia un paradigma ético del intelectual comprometido con su tiempo, y con los abandonados de todos los tiempos: los pobres. Así el poeta expresa en “Versos sencillos”: “Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar…”.
¿Qué ha sucedido, entonces, con los intelectuales progresistas de Nuestra América en estos últimos tiempos? Tras la crisis del socialismo, luego de la caída del muro de Berlín y del desmoronamiento de la URSS, y después del final de las guerras de guerrillas en la región centroamericana, y en la casi totalidad de América Latina, el movimiento de izquierda sufrió un proceso, no fácil, de reacomodo ideológico y de redefinición política a las nuevas realidades.
En el este contexto centroamericano, los intelectuales experimentaron una desmovilización de las formas convencionales de entender ideológicamente y políticamente su papel dentro de los procesos de transformación histórica. Muchos de ellos sufrieron desencantos con los nuevos procesos, y renunciaron a la política de los partidos de izquierda, al no encontrar ni espacios democráticos incluyentes, y en algunos casos, ni proyectos confiables. Otros fueron absorbidos por la dinámica económica, política y cultural del neoliberalismo y su consecuente planteamiento posmoderno de claro corte conservador, que los convirtió –con su consentimiento- en intelectuales orgánicos del sistema dominante, tecnócratas, cotizados en una salvaje jungla signada por la oferta y la demanda.
La experiencia del cono sur, con sus aciertos y bemoles, ha sido distinta, en tanto las avanzadas democráticas y las luchas populares de Venezuela, Bolivia, Ecuador y otras naciones, han generado procesos políticos que han contado con el acompañamiento y la integración de importantes figuras de la intelectualidad y de la institucionalidad cultural latinoamericana.
Sin embargo, durante décadas nuestro modelo educativo y cultural, nuestra vida universitaria, ha sufrido el impacto de las dinámicas económicas, dictadas por los intereses de las grandes corporaciones mundiales, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.
Asimismo, asistimos a la plena vigencia de modelos privatizadores que han desarticulado y erosionado dramáticamente al Estado. A esto se suman los medios de comunicación, controlados por los mismos intereses, que se convierten en los actuales referentes culturales de la población.
Los intelectuales latinoamericanos y centroamericanos, deben asumir la rearticulación del proyecto utópico, buscando desafiar continuamente a las actuales estructuras, a través del ejercicio de la crítica y del quehacer académico y cultural, haciendo frente común con los intereses mayoritarios.
Deben volver a incidir creativa y decididamente en la realidad social de nuestros pueblos, con la sensibilidad, el rigor y la honestidad que les caracterizó en el pasado. Y en esta tarea, José Martí, está ahí, 159 años después, como un faro insoslayable. Su vida y obra deben servirnos como fuentes inagotables de inspiración y compromiso con los más urgidos de nuestra siempre convulsa realidad.
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En éste espacio y en honor a Martí traeré breves biografías de hombres de Nuestra América que hoy ... sin necesidad de mostrarse mucho contribuyen con su gran valía a hacer historia por la liberación de nuestros pueblos .-