¿Es el sistema de salud cubano tan bueno como se dice?
El tema de la salud en Cuba resulta controvertido. Si hacemos caso a la propaganda oficial —repetida hasta el aburrimiento por autoridades y medios de comunicación—, los servicios de salud cubren a todos los ciudadanos de forma gratuita, tanto en los dispensarios de los médicos de la familia como en policlínicos y hospitales. Existen programas de vacunación y campañas profilácticas para evitar y combatir las epidemias y, cuando éstas se producen, se emplean todos los recursos humanos y materiales necesarios para erradicarlas.
Por otra parte, en clínicas y hospitales especializados, previo pago en divisas, se ofrece atención médica a extranjeros. Miles de profesionales de la salud prestan servicios en el exterior, tanto en misiones humanitarias como de otras índoles, obteniendo por ello una remuneración que, en gran porciento, termina en las arcas estatales habaneras.
Analizado el conjunto, todo resulta maravilloso. Deberíamos sentir orgullo… si no fuera porque aquí hay mucho de "cuento chino".
En realidad el sistema de salud, aunque masivo, deja mucho que desear, debido a la sobreexplotación del personal médico y de enfermería, la escasez de equipamiento tecnológico, la carencia de medicamentos y el estado deplorable y antihigiénico de los hospitales, donde el enfermo, al ingresar, debe prácticamente realizar una mudada, trasladando desde su hogar ropa de cama, toallas, útiles de limpieza y aseo, bombillos eléctricos, ventilador, cubo, palangana y, a veces, hasta el agua para beber y asearse. A esto hay que agregar los alimentos, pues los que ofrecen en los hospitales por lo regular están mal elaborados y no poseen diversidad.
Aunque el médico que presta el servicio sea responsable y preocupado, al no disponer de equipos o solo poder hacer uso de ellos en casos extremos, además de carecer de los fármacos necesarios, es poco lo que puede hacer, como no sea dar un buen consejo o recomendar la búsqueda de algún familiar o amigo que resida en el extranjero y que le envíe lo necesario.
No debe confundirse la atención y el trato de los que prestan sus servicios en el extranjero (mejor estimulados materialmente), con el de quienes los prestan aquí (peor pagados, mal atendidos y con demasiados problemas), tan preocupados como cualquier cubano de a pie por la sobrevivencia diaria. Debido a ello, aunque no sea ético, no es raro que a veces sea necesario ofrecer algún "obsequio", para lograr una buena atención, un tratamiento efectivo.
Por supuesto, existen dispensarios del médico de la familia, policlínicos y áreas en hospitales escogidos que resultan muy diferentes a los que corresponden a los cubanos. Sirven, entre otras cosas, para ser mostrados a visitantes y delegaciones extranjeras que aceptan lo que se les muestra sin intentar siquiera comprobar el total de la realidad, cooperando de esta forma al mantenimiento del mito del sistema de salud cubano.
Al cese del poder español en Cuba, este era un país de elevada mortalidad. El paludismo, la viruela, el tétanos infantil, la tifoidea, la fiebre amarilla, etcétera, diezmaban a la población. Iniciada durante la primera intervención norteamericana la labor de saneamiento e higienización en las ciudades más importantes, ésta continuó con otras medidas en las cuales participaron eminentes médicos cubanos y norteamericanos, logrando erradicar del país el azote de las enfermedades endémicas que, a veces, se convertían en epidemias.
Durante la República se desarrolló y perfeccionó el sistema creado, incorporándose las casas de socorro, que prestaban servicios de emergencias, y una amplia red de hospitales municipales, provinciales y nacionales, así como algunos dedicados a especialidades médicas. A ellos se sumaban las clínicas privadas y los centros mutualistas de las sociedades españolas, establecidos en la mayoría de los pueblos y ciudades, que prestaban servicios completos por módicas cuotas mensuales (dos pesos con cincuenta centavos, la mayoría).
A pesar de la existencia de este sistema, aún no se habían logrado cubrir todas las regiones del país, principalmente las más apartadas y sin vías de comunicación, lo que hacía que sus residentes pasaran grandes trabajos para recibir atención médica, teniendo que trasladarse enormes distancias para ello.
En realidad, la infraestructura creada y desarrollada durante la República, bastante deteriorada y abandonada durante los últimos años, es la que sirve aún de principal sostén al actual sistema de salud, con algunos agregados y adecuaciones, pero no con mayor calidad que la que existía entonces, en correspondencia con los adelantos y medios de la época.
Esta situación, sufrida por los cubanos que tienen la desgracia de enfermarse, demuestra que la "salud para todos", como reza la consigna oficial, deja bastante que desear. Ahí están, como malos ejemplos, las repetidas equivocaciones en los diagnósticos, los errores en las intervenciones quirúrgicas, las infecciones, los virus en los salones de cirugía, las hemodiálisis con filtros reciclados y hepatitis B asegurada, las confusiones en los análisis, la colocación de cristalinos incorrectos en operaciones masivas de cataratas, la utilización de prótesis inadecuadas en operaciones de cadera, etc.
Dado que la atención es "gratuita", se carece del derecho a indemnización, y los "errores médicos", como se dice en la calle, "siempre se tapan con tierra o se incineran".
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