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General: Raúl Sendic, un personaje descomunal
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De: Ruben1919 (Mensaje original) |
Enviado: 16/11/2012 14:16 |
Raúl Sendic, un personaje descomunal
Entrevista con Daniel Chavarría, el laureado escritor uruguayo-cubano, quien publicará en los próximos meses una biografía novelada sobre el político y guerrillero tupamaro
PEDRO DE LA HOZ pedro.hg@granma.cip.cu
Quienes han leído, o mejor aún, escuchado a Daniel Chavarría, sabrán que detrás de cada palabra suya hay una fuerte carga de pasión, pero a la vez se advierte una notable lucidez en sus argumentos. Una y otra se articulan nuevamente, al explicar en esta entrevista las razones y el alcance de su más reciente producción literaria, una biografía novelada sobre Raúl Sendic, que debe estar al alcance de los lectores iberoamericanos a mediados del año entrante.
Raúl Sendic luego de sufrir largos años de prisión por sus ideas revolucionarias.
Sendic (1925-1989) fundó en 1962 el Movimiento Nacional de Liberación-Tupamaros, que se propuso la transformación radical revolucionaria de la sociedad uruguaya mediante la movilización popular y la guerrilla. Luego de 12 años de tortura y prisión, fue liberado en 1985 con el retorno de la democracia. Los guerrilleros se integraron al Frente Amplio, hoy gobernante en Uruguay. Ese es el personaje real que puebla las páginas de la novela de Chavarría.
Sendic es una figura mítica de la insurgencia latinoamericana. ¿Cómo y por qué vías te acercas a él? ¿Llegaste a conocerlo personalmente?
Daniel Chavarría, el más cubano de los escritores uruguayos.
"No lo conocí en persona. Yo me fui de Uruguay en mayo de 1961 y viví en la Argentina hasta marzo de 1963. Para todo el que no tuviera algún vínculo de militancia con el Partido Socialista uruguayo, en el que Sendic se destacara como dirigente desde muy joven, fue un desconocido. Solo cobró renombre nacional cuando llegó a Montevideo la Primera Marcha de los ‘peludos’, que él organizara al frente de los cañeros de Bella Unión, extremo norte de Uruguay. Estos personajes desarrapados, desnutridos, tiznados por el humo de la caña, produjeron una conmoción en la capital. Hasta Buenos Aires me llegó el eco de los encontronazos entre los marchistas, la policía, el ejército y el sindicalismo amarillo. Pero no supe de la existencia del líder Raúl Sendic hasta varios años después, en Colombia, cuando colaboraba con un proyecto guerrillero que encabezara Monseñor Gerardo Valencia Cano, un obispo de izquierda, teólogo de la liberación. Fue él quien me elogió en el año 1968, las proezas combativas e intelectuales de Sendic, que Monseñor conocía bien por sus contactos con varios movimientos guerrilleros de América".
Al definir al personaje en el prólogo de la novela hablas de "su triple grandeza de taumaturgo humanista, eruditísimo visionario político y guerrillero visceral, de una originalidad combativa sin precedentes". ¿De qué maneras articulas estas tres facetas?
"De su taumaturgia dará sabrosa cuenta mi libro, por ahora titulado Biografía de Raúl Sendic. Pueden servir de ejemplo el Abuso, como los tupas llamaron a la célebre fuga de la cárcel de Punta Carretas en la que 110 presos se evadieron por un túnel excavado con cucharas; o la incautación de una enorme caja fuerte en el domicilio de los Mailhos, familia de la alta rosca monopolista, vendepatria, lacaya de los gringos, promotora de contubernios especulativos, evasión de capitales, violadora impenitente de la Constitución y otras gracias. Y la tal caja fuerte se la llevaron una mañana, de un edificio céntrico. Emplearon una grúa que bajó el armatoste desde un cuarto piso hasta una rastra que esperaba al pie. Y al otro día, todo el país pudo leer los folletos impresos por los tupas, donde se documentaba con fotos la delincuencia de la distinguida familia Mailhos.
"Sobre su erudición visionaria, me refiero a un lector polilla, universal y memorioso, con un caudal enorme de conocimientos, y para analizar cualquier momento político, estaba dotado de la vista larga de las águilas. Incluso, muchos hechos del presente, los previó en los años sesenta y setenta.
"El guerrillero visceral alude a su regodeo en el peligro y a la necesidad de participar en cuanta acción o combate tuviera ocasión de arriesgar el cuero".
Al integrarse el Movimiento Tupamaro a la vida política legal uruguaya, María Esther Gilio le preguntó a Sendic si el MNL iba a ser un partido más de izquierda y este le dijo que no, "porque —cito— nuestro pasado es inconfundible". ¿Conocen los jóvenes de hoy esa inconfundibilidad de Sendic, eso que él llamaba ser auténtico, meter el pellejo en las cosas que se hacen?
"En 1804, José Gervasio Artigas, nuestro Padre de la Patria, en su desvelo por proteger a los pobres de la tierra, redactó un Reglamento Provisional de la Campaña, para asegurar a los peones del campo, al gauchaje errante, a la indiada masacrada por la colonización, una parcela para vivir de un trabajo digno. Y yo creo que ‘esa inconfundibilidad del pasado’ es su sentimiento de que debemos retomar la batalla inconclusa de Artigas, como Hugo Chávez retoma la de Bolívar.
"Raúl Sendic leyó el Reglamento de 1804 cuando tenía 14 años y era un estudiante de secundaria, y esa obra, ese llamado del pasado patrio, le marcó la inconfundible tarea que se fijó en la vida.
"Además, en numerosos artículos sobre historia, política, economía y denuncias de las relaciones de producción y explotación en el campo, Sendic fue delineando ese NO a convertirse en partido político a la usanza tradicional, para no perder atributos que consideraba esenciales en la lucha; para no perder unidad, al acceder a pactos oficiales con miras de formar gobierno; para no perder proyección de futuro, al aceptar compromisos y mediaciones con fines electoreros; para no dilatarse en debates parlamentarios, y quizás lo más importante: no perder efectividad en las medidas, al carecer del factor sorpresa y velocidad de ejecución, naufragados en los avatares de los diálogos políticos".
En tu narrativa siempre ha habido protagonistas adelantados, gente que asume la aventura política y vivencial con ardor hasta las últimas consecuencias. ¿En qué se parece el tupamaro Sendic a tus más entrañables personajes de ficción?
"Hay personajes descomunales, que se roban cualquier escena. El éxito de Valerio Manfredi con su Alexandros lo atestigua. El mérito del biógrafo de un personajazo, se reduce a investigar su vida y contarla como fue, sin apelar a más recursos que la tradicional narración omnisciente con diálogos directos.
"Alejandro de Macedonia nace del matrimonio entre Filipo y Olimpia. El padre, un tirano loco, borracho y brutal; la madre, una bruja de la Molossía, entendida en venenos, que comparte su lecho con serpientes; pero el niño Alejandro, para equilibrar su sombrío ancestro, se educa con el luminoso Aristóteles de Estagira, y a la edad de 22 años resulta el mayor conquistador de territorios en la historia de la Antigüedad.
"Con Sendic se trata de lo mismo. Es el personaje total. Mi única tarea es enterarme de lo notable que hizo, dijo o escribió todos los días de su vida, seleccionar lo más importante y esperar el éxito. No puede ser de otra forma".
¿Qué aspecto del legado de Sendic quisieras encarnara ahora mismo en las circunstancias del continente?
"Los promisorios líderes del ALBA, más Lugo, Cristina, el Pepe, Dilma y los que sin duda vendrán, ya poseen necesariamente las mismas virtudes que Sendic; unos la vista de águila, otros la audacia, o la resistencia a la adversidad o una gran capacidad analítica, y todos son tenaces en la lucha. Ojalá encarne en todos ellos la convicción, que Sendic aprendiera del Che y Fidel, de que con principios inclaudicables y la filantropía universal por meta, siempre se triunfa, incluso en las aparentes derrotas".
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Daniel Chavarría novela la vida del líder de los Tupamaros, Raúl Sendic
El escritor Daniel Chavarría, Premio Nacional de Literatura de Cuba y autor que homenajeará la próxima Feria del Libro en la Isla, trabaja en estos momentos en una biografía del legendario líder del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros de Uruguay, Raúl Sendic.
Daniel nos ha hecho llegar el prólogo de su nueva obra que compartimos con los lectores de La Pupila insomne.
Prólogo del autor
Yo fui un comunista del que Sendic se habría burlado. Mi afiliación al PC uruguayo no provino de luchas obreras, campesinas, o pedreas estudiantiles. Ni por haber leído a Marx o a Lenin. Ni por padecer en carne propia ninguna injusticia o violencia. Yo fui comunista por obra de dos franceses: Víctor Hugo y una muchacha, llamémosle Henriette. El primero me hizo vibrar y llorar a la edad de doce años, ante el trágico destino de Jean Valjean; y me sembró la intuición de que la sociedad burguesa era inmoral, abusiva, y creaba leyes pérfidas contra los humildes. Y Henriette, cintura flexible, piernas de campeonato y un paso inolvidable, me enamoró a los 19 años; me adoctrinó de apuro con un marxismo de barricada, y me arrastró a las pegatinas nocturnas del PC francés y al ramassage de periódicos viejos para Presses Universitaires de France.
Cuando entré al PC uruguayo en 1957, tras cinco años de convivencia entre comunistas europeos y compatriotas, algo había entendido de cuestiones sociopolíticas y económicas, y ya podía por mis propios medios, desechar el mito de la Suiza de América; pero me tragué completo el otro, de que nuestra relativa bonanza montevideana durante los años 40, lo era de todo el país y se debía a nuestro civismo y a los beneficios que nos reportaran las exportaciones de trigo y lana durante las dos guerras mundiales.
Otra falacia muy en boga durante mi adolescencia y juventud, atribuía a los uruguayos un antimilitarismo visceral y congénito, que nos habría vacunado contra toda dictadura. Yo mismo, durante mucho tiempo, me ufané en divulgar patrañas criollas sobre nuestra prosperidad de clase media, que se permitía el lujo de exhibir bichicomes gordos, por el mucho y buen alimento que encontraban en los tarros de basura. (Doy fe de que mi económica abuela, cocinera de nuestra familia de padre obrero y madre maestra, cuando cocinaba veinte milanesas gordas para cinco personas, envolvía en papel de estraza las que sobraban, las bendecía, y las colocaba en lo alto de la basura.)
De Marx y Lenin, yo sólo repetía lo que se me pegara de oído, pero no leí sus obras hasta pasados los cuarenta, cuando me exiliara en Cuba, y de modo muy fragmentario e insuficiente. Creía de buena fe en que la única vía para llegar a la justicia social y derrotar al poderoso imperialismo yanqui, consistía en apoyar la unidad del movimiento obrero mundial, capitaneado por la heroica Unión Soviética y el camarada Stalin. Ese era también el ideario de mis compañeros y nos movía, en primer orden, el amor a la humanidad. De modo que todo el que no siguiera esta línea, como los troskos o anarcos, favorecía la insidia de nuestros enemigos. De esa miopía y torpeza me honro todavía. Nunca me he arrepentido, porque creía con sincera bondad y sin cálculo, en lo que divulgaban las publicaciones soviéticas de los años cincuenta.
No obstante, mi militancia en el Seccional Puerto del PC uruguayo sólo duró un año y medio. En el 59 me designaron para trabajar en la solidaridad con la Revolución Cubana. Y esa tarea me abrió los ojos sobre cuánto sectarismo irracional padecía mi partido de aquellos años. Desafiliado en el 61 y ya fuera del Uruguay, tuve mis coqueteos con el trotskismo y desde entonces, fui un férreo creyente en la urgencia de la lucha armada.
A Sendic lo oí mencionar a fines de los 60 cuando colaboraba con guerrillas colombianas. Luego, en el 70, ya exiliado, me ufané de que los tupamaros se fugaran de Punta Carretas y secuestraran a Dan Mitrione, tierno amante de los perros y profesor de tortura para los esbirros de la policía en Montevideo. Pero la colosal estatura política e intelectual de Raúl Sendic, sólo pude aquilatarla en el 87. Ese año regresé a Cuba de un rápido viaje al Uruguay, tras 24 años ausente del Río de la Plata, con una docena de libros escritos por autores de indudable autoridad documentaria y ética.
Desde entonces veneré al Bebe Sendic, como al héroe nacional que es hoy; pero cuando ya me acerco a los 80, veo con tristeza que ni siquiera en Cuba se lo conoce bien. Y me decidí a difundir su vida pasmosa para presentarlo a un gran público latinoamericano que simpatiza y apoya las causas justas, aunque jamás lea ensayos ni literatura política. Pero muchos consumen narrativa de ficción, por llegar más rápido y con menos trabajo al corazón que la verdad científica; como llega una cápsula de glucosa a la sangre, antes que una cucharada de azúcar. Quiero movilizar la emoción, pero no sólo de mis compatriotas que ya conocen y se han emocionado lo suficiente con el gran líder. Me dirijo también a las mayorías que al menos lo respetan por sus hormonas o por su inteligencia justiciera. En cuanto a los muchos que todavía lo odian, no son enanitos de este cuento.
Sin falsear los hechos, apelaré a esa licencia permitida al autor de biografías para insertar diálogos o pensamientos que no existieron como tales, pero corresponden por su tipicidad, a los esperados de ciertos personajes en situaciones concretas.
Considero una injusticia que ya casi a un cuarto de siglo de su muerte, el Sendic profundo, dual, visionario político, originalísimo y osado en el pensamiento y el combate, sea todavía un desconocido fuera del Uruguay.
Para desagraviarlo con una obra de fácil lectura, hay autores mucho más autorizados que yo, residente fuera de la patria desde el 61; pero he pensado que mi oficio de novelista puede contribuir a divulgarlo con una versión abarcadora y amena que llame el interés del Continente, desde el Río Bravo a la Patagonia. Para ello, creo indispensable no obstruir la amenidad de su vida novelesca, con una cascada de información sobre la discrepancia ideológica, controversias tácticas y sutiles matices entre las muchas izquierdas de nuestra compleja historia política, que no entenderían los lectores de Nuestramérica.
En resumen, esta obra es colección, amalgama y síntesis de lo mejor que he leído sobre su liderazgo guerrillero, humanismo y pensamiento augural. A mi aire, a mi estilo, y en algunos casos con segundas partes, coro y orquesta, vaya pues, esta novela histórica; y mi gratitud para todos los hombres de letras, ensayistas, investigadores, testimoniantes y periodistas que cito en mis notas y bibliografía general. En muchos casos dan respaldo verídico a mi ficción, e inspiran anécdotas, viñetas y mucha dramaturgia. Gracias a ellos, mi otrora culto profano a Sendic, es hoy reverencia concienzuda ante su genio múltiple.
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