Lo vieron venir y se apresuraron a salvar lo posible, pero llegó el momento en que ya no tenían nada más que hacer, solo esperar el golpe y apelar a la suerte. Días después del porrazo muchos de ellos cruzaron caminos fangosos para comprobar realmente qué había pasado.
«Lo peor no fueron los granos perdidos, sino las matas que murieron aplastadas por los árboles», señaló con pesar Boris Leonardo Sánchez, un caficultor de la región oriental del país, al verificar los estragos de Sandy en las plantaciones de café.
Su sentencia mueve a la reflexión profunda. No solo se ha de pensar en los millones de granos que el huracán pudrió o arrastró con sus aguas, sino también en las afectaciones a los cafetales abatidos por las ramas y hasta por los troncos de árboles.
Por ejemplo, en Santiago de Cuba, mayor productora del cerezo en la nación, la combinación de ambos factores dañó 13 200 hectáreas (de las 27 941 del territorio) y 2 000 fueron destruidas totalmente. Los municipios más afectados fueron Santiago de Cuba, San Luis, Palma Soriano y Songo-La Maya, según datos brindados a JR por el ingeniero Carlos Manuel Arzuaga, subdelegado de Café y Forestal en la provincia. Allí se estima que el 12 por ciento del café en los campos quedó inutilizado por las «mordidas» del meteoro.
Mientras, en Guantánamo —segunda en la producción del país—, el vendaval perjudicó unas 171 000 latas, de las cuales solo pudo recuperarse el siete por ciento. El resto se pudrió en los campos. Del total de pérdidas, el 80 por ciento se concentró en los municipios de Maisí, El Salvador y Yateras, los tres más productivos del territorio. Y en general, el 74 por ciento de las áreas dedicadas a este cultivo en Guantánamo sufrieron daños.
Estas cifras, unidas a otras 23 697 latas perdidas en Granma (tercera productora de café en Cuba) revelan un serio impacto en este cultivo, ya resentido por otros problemas de antaño.
William Chávez, subdelegado del Ministerio de la Agricultura en este último territorio, apuntó que el paso del ciclón no solo implicó pérdidas por el grano arrastrado o sobrepasado de maduración, sino también una merma en la calidad de lo recolectado. Porque no es lo mismo el café obtenido de la planta con todos sus atributos, al sacado del suelo con golpes en su «anatomía».
Agreguemos otra consecuencia nefasta para el futuro: la desprotección que sufren ahora algunos campos por el desplome de los árboles de sombra. (Sería imperdonable olvidar que los cafetos no lían mucho con el sol).
Para atenuar esa «indefensión», en Guantánamo se están repoblando en este instante algunos campos con higueretas y matas de plátanos para crear una sombra provisional; también ha empezado a reemplazarse la sombra permanente, pero eso requiere de años de paciencia.
Antes de Sandy
Algo ha de quedar claro: no se puede culpar a Sandy de toda la angustia de los cafetos, porque antes del meteoro los planes en estas tres provincias, que concentran la mayor parte de la producción del café cubano, ni se parecían a los del pretérito.
Como trascendió en estas mismas páginas, en las últimas décadas las producciones del grano han experimentado retrocesos, debido a la pérdida de competitividad por el bajo precio que tuvo el café en relación con otros cultivos, la insuficiente concreción del programa de reordenamiento cafetalero, con sus exigencias de rehabilitación (reposición de las plantas que se malogran) y renovación de áreas (plantar de nuevo el cafetal, generalmente por envejecimiento de las plantas), la carencia de viveros para su fomento, además del azote casi permanente de fenómenos climatológicos de todo tipo.
Citemos, para ilustrar, que hace 30 años los caficultores de Guantánamo lograron recolectar 7 352 toneladas del grano; mientras que los de Santiago llegaron a unos 8 400. Hoy día la suma de todo lo cosechado por estas dos provincias más lo que acopia Granma ni se acerca a la primera cifra citada.
William Chávez señaló que décadas atrás en las montañas granmenses (fundamentalmente las de Guisa, Bartolomé Masó y Buey Arriba) en un momento la cosecha rondó los cuatro millones de latas; ahora, en cambio, el plan de acopio se estimaba en algo más de 417 000; es decir, no pellizcaba el medio millón.
En Guantánamo, por ejemplo, durante un recorrido de este diario por áreas cafetaleras de Niceto Pérez, ya en plena cosecha y meses antes de que pasara el huracán, el panorama no era nada halagüeño cuando se suponía que los cafetos debían estar cargados y esperando a los recolectores.
Ese municipio, que el pasado año aportó 46 000 latas del cerezo, en este solo planea entregar unas 19 000, y «estirando la soga», como recalcó Lorenzo Bueno Zamora, director de la Empresa Agropecuaria Casimba, pues en lo que iba de año la media de precipitaciones, según un pluviómetro de esa demarcación, era de 63,5 milímetros.
«Como resultado, más de 670 hectáreas de cafetos dejaron de florecer, y a eso se sumó la mala calidad de las pocas flores que salieron en los campos. En algunos lugares, por ejemplo, hubo pero no acabó cuajando el grano, o se dio pero muy pobre», explicó el agricultor.
Pero no fue solo en Niceto, cuyo aporte a la zafra no es de los más significativos: Maisí, el gigante productor de esta provincia y que según viejos campesinos llegó a producir más de un millón de latas del grano, para esta cosecha solo se comprometió a colectar 267 400 latas, mientras que Yateras y El Salvador, los que le siguen en aportes en este territorio, estimaron 183 800 y 163 799, respectivamente.
En opinión de Rafaela Díaz Velázquez, directora del Centro de gestión del Grupo empresarial de agricultura de montaña en Guantánamo, una de las causas del descenso estriba en el bajo e irregular régimen de lluvias durante la primavera, etapa en que ocurre la floración de los cafetos. Tal situación se confirmó con el sistema de Recursos Hidráulicos, que identificó que en cinco municipios de este territorio los acumulados de lluvia, hasta junio, no rebasaban el 40 por ciento de su promedio histórico.
El rendimiento de las cosechas venideras se comprometió en Guantánamo además, más allá de los efectos de Sandy, por el incumplimiento del plan de siembra de este año, que se quedó al 82 por ciento, con los mayores atrasos en Niceto Pérez (37 por ciento), y Baracoa (69 por ciento).
Entrevistas con algunos productores de la provincia más al este de Cuba, revelaron que además de la sequía en la primavera, otra causa que determinó el incumplimiento del plan fue el atraso en la producción de posturas por la falta de semillas que salen de un banco certificado y deben llegar a los viveros por gestión empresarial, así como el atraso en el llenado de las bolsas de polietileno.
Estas situaciones provocaron que las posturas no estuvieran a tiempo en las manos de los productores y, ya en el campo, no pudieran aprovechar la poca lluvia que cayó.
El café se siembra y le tiene que caer agua en 12 días, de lo contrario la planta se seca, por eso ante la sequía los campesinos prefieren esperar a que llueva para plantar. Existe una segunda campaña de siembra, la de frío, que es en septiembre, pero por lo regular se aprovecha bien poco, debido a que los productores prefieren concentrar la fuerza en la recogida del grano para esa fecha.
Pero tanto directivos como caficultores saben que otras de las raíces fundamentales del problema de la producción de este rubro están también en el envejecimiento de muchas plantaciones, las que ya «no daban la cuenta».
A eso se unen las migraciones de caficultores hacia el llano, ciertas desatenciones con el cultivo y la extensión de las zafras más allá de lo prudencial, lo que conlleva a repasar una y otra vez los campos. Es como un perro que se muerde la cola. Lo ideal