Hay personas que entran en nuestras vidas con rumbo a nuestra estrella. Es muy importante que observemos los cambios que ocurren después de esas entradas.
Mientras más estrecho es nuestro lazo con ellas, más evidentes se hacen los cambios.
El matrimonio es, entre otras cosas, un ejemplo bien claro de esto.
Hombres y mujeres que, cuando eran solteros, tenían un brillo y una apariencia muy definidos, de repente, después del matrimonio, se apagaron, perdieron ese matiz carismático y seductor.
Se volvieron descuidados, opacos, con la mirada fija en el suelo como si no quisieran ver un futuro ni un poco promisorio.
Pero también puede ocurrir exactamente lo contrario:
Hay personas que ganaron más vida, más realce, éxito y muchas conquistas después del matrimonio.
Es un asunto de "quien vino para realzar o hacer bajar el brillo dela estrella del otro". Eso no es a propósito, pero sucede por montones.
Mientras más dejamos que otras personas nos "apaguen", más caemos en sus manos y viceversa.
¡Felices aquellos que se dejaron caer en buenas manos! Ese "dejar" demuestra que somos responsables de nuestra Luz.
Si no lo permitimos, nadie podrá apagarla, así como tampoco nadie podrá encenderla, y todo depende de quien somos nosotros para con nosotros mismos y de cuánto nos valoramos.
Aquí el matrimonio fue solo un ejemplo, ya que lo mismo puede ocurrir en la más variadas formas de relación con: amigos, hijos, hermanos, padres, parientes, vecinos, jefes, etc.
Si tu luz no está brillando, busca acordarte de cuándo comenzó a apagarse. ¿Quién entró en tu vida en esa época? ¿A quién le diste permiso para oscurecer tu espacio interior, otrora luminoso?
Y esto también vale para tu lado exterior: ¿Cómo está tu apariencia física y tu salud?
Acuérdate de los que ya entraron, de los que ya salieron y principalmente de lo que tú harás con las futuras "entradas".
No permitas que alguien pueda arruinar una vida que es sólo tuya, porque nadie morirá en tu lugar.