LA HABANA, Cuba, noviembre, www.cubanet.org -Esta frase de Eduardo Chibás –que posiblemente resume el conflicto ético principal de la sociedad civil en la etapa republicana, y una de sus mayores frustraciones políticas– tiene plena vigencia en estos días. El gobierno actual sigue dando ejemplos ilustres de cinismo, avaricia y desvergüenza, que son dignos de incluirse en las mejores antologías de la Historia del Totalitarismo, como aquel episodio del famoso departamento secreto de la Dirección de Inteligencia del Ministerio del Interior, que fue conocido como MC (Moneda Convertible), y que el pueblo choteaba, llamándolo con el nombre de Marihuana y Cocaína.
Ya es un comentario popular que el gobierno está vendiendo en sus tiendas los productos de las donaciones que le han regalado los países amigos, para aplacar la miseria y la desesperación que ha constreñido el Oriente tras el paso del huracán Sandy. Mientras que la sociedad civil –a través de los actores de la oposición política– ha organizado, gestionado, ofrecido y hasta comprado con su dinero los productos básicos y necesarios para enviar a los damnificados del huracán, usando a la Iglesia católica como mediadora para su distribución, el gobierno cubano está lucrando con la miseria de esas pobres gentes, que ya casi pudieran llamarse indigentes. Mientras que la oposición política –tan denigrada en los medios oficiales de prensa, que la tilda de grupos inmorales y oportunistas, interesados sólo en ganar dinero– compra artículos y se los quita para regalar, este gobierno les vende a los propios necesitados lo que originalmente les había sido regalado a ellos.
Curiosamente, el nombre de esas tiendas es por sí mismo una declaración oficial de sus verdaderas intenciones: “tiendas recaudadoras de divisa”, o TRD. Es decir, que su intención primaria jamás ha sido prestarle un servicio a la población, sino quitarle su divisa, o más bien, la de sus familiares en el exterior, y con unos precios que son, además, absurdamente caros. Sin embargo, por algunas anécdotas cosechadas durante años (como aquella de un empresario que vio por casualidad en una tienda uno de sus productos, que él había donado; o la de un cargamento de artículos deportivos, regalados para un equipo nacional, que terminó en las tiendas de Adidas), hay quienes afirman que eso de las donaciones vendidas ha sido “desde siempre”.
Tuve el orgullo de ayudar a Antonio Rodiles en la preparación y embalaje del primer envío de donativos a Santiago de Cuba; y aunque la recogida de artículos para el segundo no se ha detenido, nuestra prioridad ahora (la de sus amigos) es liberar a Antonio cuanto antes.
Otra de las desvergüenzas que por estos días resalta es el comportamiento de ETECSA y de Cubacel respecto a los teléfonos de los amigos e implicados en la última ola de arrestos que se inició el 7 de noviembre, cuando fue arrestada la abogada independiente Yaremis Flores.
Ya no voy a quejarme por esos precios de monopolio, que cobran por 31 segundos de conversación 45 centavos de CUC – una moneda artificial, que para colmo aparenta ser más valiosa que el dólar–, ni porque los mensajes de texto se cobren como enviados, aunque no lleguen a su destino; sino que además, y lo que es más grave, ETECSA bloquea (y muy discriminadamente) a los actores de la sociedad civil cuando siente el peligro asociativo de las redes sociales, y también cuando quiere, les restituye sus servicios.
Evidentemente, esta empresa no está “en línea con el mundo”, como dice su eslogan, sino en línea con el Ministerio del Interior, o para decirlo con un viejo eslogan de los CDR, está “en línea con Fidel”, que en este caso pudiera significar, en línea con su recio espíritu de censura. Aunque les tengo una noticia incómoda: si esas empresas nos privaran de sus servicios en un momento álgido de preocupación colectiva, nos darían entonces la oportunidad y el placer de visitar las casas de nuestros amigos, pues todos estamos unidos por una red mucho más fina y poderosa que la de ondas electromagnéticas, y es la red de los sentimientos, y la amistad, de la compasión y la solidaridad.