Los afectados de Cajío esperan desde 2004 por las casas y la reconstrucción que el Gobierno prometiera. Y ahora tienen menos posibilidades.
En el año 2004 el huracán Charley allanó Cajío, un pueblo de pescadores al sur del municipio Güira de Melena. A pesar de su pobreza, el poblado despuntaba como lugar turístico. La playa y un modesto hotel a la orilla del mar atraían a los residentes de la zona para el disfrute del verano. Dicen que más de un extranjero se las agenció para levantar casas en el asentamiento.
Pero el mar se empeñó en cobrar terreno, impulsado por el huracán avanzó seis kilómetros tierra adentro, destrozando lo que encontraba a su paso. La mayor parte de los pobladores de la playa Cajío fueron albergados en la escuela Ciro Berrio Medina. Otros, con mejor suerte, resultaron acogidos por familiares y vecinos.
Nueve años después de los sucesos, veintisiete familias de Cajío que perdieron sus propiedades viven albergados, en casas de familiares y en ranchos levantados a la orilla de la playa o en algún rincón del pueblo. Ya no piensan en las promesas que el Gobierno hizo de reconstruir el poblado, sino que se conforman con una casa, aunque sea sin terminar, como las que han entregado.
A Ofelia Abat y su esposo Jorge Luis Delgado el paso destructivo de la tormenta tropical Sandy por las provincias orientales les aniquiló las esperanzas. "Si antes no nos escucharon, ahora menos, que todos están concentrados en reconstruir los daños de Sandy", advierte Ofelia.
El matrimonio forma parte de las nueve familias que desde el paso del huracán Charley viven albergadas en la escuela Ciro Berrio Medina. Carlos tiene una colostomía permanente que se dificulta ante la falta de agua existente en el albergue. "Aquí llega una pipa de agua cada 15 o 20 días", refiere. Las condiciones de insalubridad del albergue convierten el lugar en inhabitable.
Arletis Hernández del Toro tiene 24 años y el Gobierno le celebró sus quince en el albergue Ciro Berrio Medina durante el paso del huracán. Su mamá guarda la foto que salió publicada en el periódico Granma, en la que la joven aparece junto al Comandante de la Revolución Ramiro Valdés y los secretarios del Partido y Poder Popular de turno.
El artículo aparecido en el órgano oficial del Partido Comunista refiere la alegría de los albergados y la seguridad de que la revolución les ayudaría a levantar sus casas. En aquel entonces, Arletis declaro que tenía la intención de estudiar Derecho. La muchacha de ahora piensa diferente, las promesas de la revolución las palpa todos los días en su casa sin techo o cuando la zanja que pasa por el frente inunda los restos de su vivienda.
Roberto y Omar del Sol también forman parte de las 25 familias del pueblo a las que aún no le han sido restituidas las viviendas. Durante nueve años han residido temporalmente en las casas de familiares y vecinos, hasta que decidieron levantar ranchos en cualquier sitio del pueblo.
"En una ocasión, los funcionarios de Vivienda y el Poder Popular me llevaron a un terreno y dijeron que allí se levantaría mi casa", cuenta Roberto. "Meses después de depositar los materiales en el lugar, un buen día, se lo llevaron todo", agrega, "y ahora dicen que no hay materiales". Entretanto, el rancho que él ha podido levantar, "se inunda cuando la zanja del pueblo se desborda".
Cansados de esperar y con las propiedades de viviendas inexistentes en sus manos, Omar y Luis viven en casas de madera improvisadas que ceden ante los eventos meteorológicos.
De las familias que aún no tienen hogar, Mariela Mora es una de las agraciadas. A ella le asignaron la casa en un barrio de Güira de Melena, llamado Barrio Cajío. El único problema es que no sabe si algún día se la entregaran.
"El año pasado escribí al periódico Granma y ellos respondieron que mi caso lo había tomado el Poder Popular Provincial", declara. "Dicen que hay constancia de mi situación, que en diciembre resolverán el problema, pero todo es mentira".
La madre de cuatro hijos se declaró incapaz de levantar una casa con esfuerzo propio como se lo pidieron los funcionarios del Instituto de la Vivienda. La mayor ayuda que tenía era de su madre, pero desde que el huracán Charley arrancó su casa de la tierra, Esther Quintana vive albergada en una de las oficinas de la empresa forestal donde trabaja.
Todos recuerdan las promesas del Gobierno días después del paso del Huracán Charley por el poblado de Cajío. Las autoridades se reunieron con los pobladores para discutir el proyecto de reconstrucción del poblado con nuevas casas, que comprendía el asfalto de las calles, reparación de las aceras, un parque infantil y la instalación del servicio de agua potable para el pueblo.
Después de mucho batallar, se construyeron casas que debieron reconstruir los favorecidos cuando comenzaron a residir en ellas. "Tuve que reclamar fuerte para que me entregaran la taza del baño y el lavamanos", recuerda Amada, beneficiada por la entrega de casas en el barrio nuevo de Cajío.
La ambulancia entregada al pueblo por aquel entonces desapareció, las calles son terraplenes que hunden al pueblo en un lodazal sin precedente en su historia. El agua potable solamente llegó hasta las casas nuevas y allí quedó con las promesas de la revolución.
Las familias afectadas por el huracán Charley que todavía se encuentran sin hogar no vislumbran la solución del problema. Ellos ven que el Gobierno repite el discurso de reconstrucción para los damnificados por la tormenta tropical Sandy, y recuerdan el titular del periódico Granma del 3 de septiembre del 2004: "Reparados casi todos los daños que ocasiono el Huracán Charley".