EL VERSO ENCENDIDO DE PERE CASALDÁLIGA
A propósito de Sonetos neobíblícos precisamente
1. Introducción
Sonetos neobíblicos precisamente es -al menos que nosotros sepamos- la más reciente entrega u ofrenda lírica del obispo y poeta hispanobrasileiro Pere Casaldáliga. Publicada en bella edición por Editorial Nueva Utopía (Madrid, 1996, 76 pp.), sin embargo no habríamos de considerarla enteramente "nueva" si tuviéramos en cuenta que repite algunas composiciones ya recogidas en poemarios anteriores tales como El tiempo y la espera (Sal Terrae, Santander, 1986, 128 pp.) y Todavía estas palabras (Verbo Divino, Navarra, 1989,104 pp.).
Pero aun así, en las tres entregas a que hacemos referencia figuran los incardinados dibujos -en una suerte de fidelidad a la "noble causa del pastor amigo"- de Maximino Cerezo Barredo, muy inspirados, al igual que la poesía a la que ponen imagen, en motivos del pueblo. Los tres breves pero lúcidos y eficaces prólogos a los tres poemarios reseñados, se deben al hace apenas unos años fallecido José M. Valverde, quien fue Catedrático de Estética en la Universidad de Barcelona y, además de ensayista investigador de temas literarios, filológicos y de crítica de la cultura, poeta de entre los calificados de machadianos, esto es, cultivadores de una poética anhelante de emoción humana perdurable, desde la palabra emocionada en el tiempo, y en mayor o menor medida ajena esa misma emoción poética a las estridencias hueras y acrobáticas de ciertas modas estéticas demasiado ligeramente reputadas de vanguardistas e innovadoras, en tanto verdaderamente no parecen aspirar a más que ser "fuegos de artificio".
Pere Casaldaliga1 (o Pedro, en castellano, pero en ambos casos nombre tan episcopal, tan de pastor, lo sabemos) es más bien un poeta de "ofrendas líricas" a Dios y a los seres humanos antes que uno de los tantos poetas, artistas, pensadores y literatos de la comúnmente llamada en nuestros días postmodernidad, empeñados más bien estos últimos en el canto de las excelencias del sistema actual (neoliberalismo), o bien en la denuncia sobre los excesos e injusticias causados por éste, pero ello sin tensión utópica alguna, sin aliento profético2, ni en el fondo ni en la forma. O lo que es lo mismo: planteando las críticas o posibles alternativas desde altas dosis de desesperanza y, lamentablemente, sin querer bajarse del burro de los privilegios, montura sobre la cual hasta las posturas de apariencia insurgentes pueden llegar a convertirse en cómodas o acomodaticias.
Pues en efecto, al igual que sucediera con el hoy clásico y siempre esperpéntico Ramón María del Valle-Inclán (con toda probabilidad el más refinado de entre los autores del 98, cuyo centenario celebramos), que quiso proclamarse a sí mismo en algún momento de su vida "carlista por estética" siendo él más bien de ideología republicana, en nuestros días aparecen las formas de una rebelión, una vez más, de cafetín, de pose publicitaria.
Muy al contrario de lo anterior, la vena lírica de Casaldáliga, la voz profética de su verso encendido, no va por ahí, creemos, y se nutre, no de los "restos del naufragio de lo que queda del hombre" como suelen proclamar las tendencias más nihilizantes del pensamiento y el arte modernos, y sí de otra fuente, que es la misma (apuntando lo siguiente por situar al obispo catalán sobre una cierta tradición literaria) de que nos habla otro de los tenidos por representante del 98, Antonio Machado, a quien acudíamos en el párrafo primero de la presente reflexión, en unos conocidos versos suyos3. Así pues, similarmente a autores ya
clásicos como el hindú Rabindranath Tagore o el libanés Gibrán Jalil Gibrán -por citar solamente a dos ampliamente reconocidos- Casaldáliga ofrece en su poesía un canto a tres niveles, a saber: exaltación de Dios que es Creador-Padre, exaltación de la Naturaleza que es madre y hermana, y exaltación de lo glorioso que habita en la persona, en toda persona, a la que se le debe por ello la máxima dignidad por su condición de criatura privilegiada por Dios.
Así expuesto éste podría ser, bien que muy esquemáticamente considerado, el "trípode" sustantivo o fundamental de su discurso poético, que es utópico -insistimos-, ética y estéticamente considerado.
2. Sonetos neobíblicos precisamente4
Sonetos neobíblicos precisamente está conformado por un total de veinticinco sonetos, de estructura métrica y rítmica bastante flexible, y todos ellos inspirados en motivos y temas bíblicos -vetero y neotestamentarios- incrustados o incardinados en la realidad sufriente de Iberoamérica, o Amerindia, como suele llamarla nuestro poeta. Por ende, la fiebre o sed de justicia-utopía del autor, llena de esperanza liberadora, voz de los que no tienen voz, bebe de la literatura religiosa de siempre: desde los clásicos sapienciales de la tradición judía -el Cantar de los Cantares, los Salmos- hasta la ascética y mística del Renacimiento y Barroco español, llegando hasta experiencias más recientes de poesía de sentimiento religioso y de compromiso ético-social, cuyos antecedentes primeros en este siglo cabría que los buscáramos, de entre otros muchos autores en el cubano José Martí, en la chilena Gabriela Mistral, o en el peruano César Vallejo (si bien en éste, más que en José Martí, lo religioso cobra significación o alcance heterodoxo, e incluso insurgente), sin olvidarnos de la expresión lírica robusta, como crispada e imprecadora, de un autor como Miguel de Unamuno; sólo que en el filósofo vasco acaba permaneciendo la duda metafísica, la turbación del potente yo filosófico, exaltado ante el todo o la nada, ante la sed de infinito siempre insatisfecha (en la línea del concepto de angustia de Kierkegaard, para quien ésta es consustancial con la naturaleza humana), en tanto que en la experiencia poética del obispo catalán inculturizado en medio de los pobres del Brasil -o por mejor decir, empobrecidos-, las zozobras cotidianas, los gozos y las sombras del peregrinar de todos los días hacia la casa del Padre, estalla en proclamación gozosa, en entrega y salutación filial, agradecida, en esperanza afirmativa y proyectiva: en un proyecto que no ha de ser otra cosa que la construcción del Reino de Dios, construcción que comienza su andadura en la Tierra. Puesto que la voz agradecida de nuestro poeta estalla en un
Tú salvaras la causa de mi nombreque sólo quiere ser la causa Tuya.> (pp 44,45)
Con toda justicia ese peregrinar activo, fatigado y compartido y a la vez gozoso y militante nos lo describe bellamente en el soneto titulado "En éxodo". Nos dice
yendo y viniendo de misión cumplida,árbol entre los árboles me calloy oigo cómo se acerca tu venida.Cuando menos Te encuentro, más Te hallo,libres los dos de nombre y de medida.Dueño del miedo que te doy vasallo,vivo de la esperanza de Tu vida.Al acecho del reino diferentevoy amando las cosas y la gente,ciudadano de todo y extranjero.Y me llama tu paz como un abismomientras cruzo las sombras, guerrillerodel Mundo, de la Iglesia y de mí mismo.> (pp.22,23)
Veinticinco sonetos, por tanto, implicados en la lucha misionera o militante por rehacer la "esperanza contra toda esperanza" (por extensión entenderíamos la desesperanza, contra toda desesperanza), parafraseando un soneto suyo recogido en el poemario que nos ocupa5 restituyendo a los empobrecidos lo que en justicia se les debe y ya no poseen a causa de la rapiña imperialista del neoliberalismo multinacional. Nos lo dice en "Después del diluvio":
Las aguas de la insania volveránal cauce de la vida, y el aromade nuestra piel será de tierra y pan.Nos quedan la paloma y la protestafrente a las seducciones de Wall Street;la alianza del jardín y la floresta;los salmos y la honda de David;la risa de los niños, desarmada;el viejo catecismo de la azada;la cara de la Paz ¡y su reverso!;la mano que te doy, la que me tiendes;la voz de Raboní, mi pobre verso,¡tu corazón herido, Chico Mendes!<6 (pp.20,21)
3. Desde la perspectiva militante de la poesía de P. Casaldáliga
Presentado ya con los sucintos trozos precedentes el núcleo esencial del universo poético del autor que nos ocupa, detengámonos a continuación un poco más en una cierta confrontación, tal vez breve pero tal vez también clara, con la línea ética y estética dominante en nuestros dios, caracterizada -como ya adelantábamos desde un primer momento de esta reflexión- por el amaneramiento, la superficialidad y el concluyente nihilismo.7 Y es que en realidad, nada debe extrañarnos que la sociedad de consumo no dé más de sí, sobre todo en materia de solidaridad y preocupación por el otro. Ella sigue siendo, muy a pesar de todos los generosos esfuerzos de grupos, colectivos y personas de buena voluntad, creyentes y no creyentes, la corriente cultural dominante en nuestros días. Dicho en mejores palabras con el ensayista argentino Eduardo Azcuy en su excelente ensayo Juicio ético a la revolución tecnológica8:
A la periferia exportan la muerte del sujeto colectivo, el fin de los grandes relatos En América Latina obstruyen el proyecto de integración continental. Entretanto ellos transforman los niveles y proyectan lo nacional en lo regional. Construyen superestados, acumulan poder y avanzan sin pausa. Con evidente habilidad exhiben en su seno sociedades blandas de libertad irrestricta, mientras sus "bordes" son duros y espinosos. Esto es preciso tenerlo claro. La protesta social, neutralizada por el alto nivel económico, se suple por la rebeldía esteticista. La frivolidad y el refinamiento de los artistas y poetas postmodernos, que practican una poética inesencial y un irracionalismo extravagante de cenáculo, no afectan las estructuras ni logran modificar en lo más mínimo el rumbo de la sociedad robotizada.
Sin embargo -y aquí se patentiza el sentido perverso del traslado- cuando esas extravagancias estéticas, esas "nuevas tendencias" plenas de pastiches, trizaduras e injertos, se proyectan "inocentemente" a los países del hemisferio Sur que se debaten por superar la miseria, se convierten en drogas heroicas que atomizan los valores, la memoria histórica, la imaginación creadora, e inhiben en las nuevas generaciones la reacción hacia la autonomía y la justicia.>
4. La poesía de la afirmación humana en medio de la estética de la debilidad
Naturalmente, frente a la panorámica anterior acusada por el escritor argentino, versos como los de P. Casaldáliga llegan a nosotros como agua de mayo. Y casi ni que decir que la sintonía débil de nuestros días ( con su fin de la historia y demás debilitamientos axiológicos ) no ha de prestar, naturalmente, suficientes altavoces y atención a experiencias poéticas -ni literarias en general, ni tampoco artísticas ni filosóficas ni éticas- como la reseñada aquí. También en el arte y la literatura, una de las principales intenciones de la sociedad de consumo tiene mucho que ver con la manipulación de la conciencia del ciudadano de finales de siglo, con el objeto de abocarlo al consumo. Exagerando un tanto los términos, cabría que consideráramos el efecto de la sociedad actual post-industrial sobre la conciencia humana en la línea de unidimensionarla, parafraseando el conocido y ya clásico ensayo de H. Marcuse, El hombre unidimensional.
De ahí la relevancia y actualidad de discursos poéticos como el tratado en las presentes páginas, abiertos a la esperanza fraterna -fundamentada en este caso en un Padre común de la humanidad-, al amor solidario, al misterio de la persona, a lo comunitario como mejor forma de organizar mejor la vida de las personas y de las sociedades, a la defensa de los débiles frente al poder omnímodo -y omnívoro- de los poderosos de este mundo.
En el seno de semejantes discursos poéticos -por los que quieren suspirar y apostar certeras intuiciones como la reproducida aquí de Eduardo Azcuy, mas la esperanza de los desposeídos del Sur que también existe, que diría el uruguayo Mario Benedetti-, programáticos, proyectivos y utópicos, no podemos dejar de escuchar, y no muy lejanamente por fortuna, el eco de unas palabras de Antonio Machado, igualmente certeras. No porque nos quepa conjeturar una posible dimensión utópica en la poesía, prosa y pensamiento del autor de Juan de Mairena9,con el propósito de compararla con la presente en la poesía de P. Casaldáliga, sino más bien porque en este último permanece una de las intuiciones mejores debidas al maestro sevillano, o que la crítica acostumbra a relacionar con su obra; nos referimos a la idea de que la poesía debe ser palabra emocionada en el
tiempo. Y en efecto, palabra emocionada quiere ser la poesía del obispo catalán, teniendo en cuenta que hoy en día una de las mayores emociones que nos toca vivir, si no la mayor mírese desde el lado en que se mire, es la vivencia o no de unos valores distintos a los mayoritariamente vigentes. De ahí que sea tan viejo a pesar de su aparente y aparatosa novedad buena parte del arte de nuestros días, desde las canciones melosas de Michael Jackson -constituido en auténtica máquina de hacer millones y millones de dólares- hasta las sensiblerías superficiales de Marta Sánchez, pasando por los fueros hedonistas de Amistades peligrosas, hasta...
Pero dispongámonos a acabar de similar manera a como comenzábamos, esto es, con una referencia en forma de cita a Antonio Machado, a cuya poética de la emoción humana perdurable hemos querido arrimar la poesía de P. Casaldáliga. Es la que sigue:
preguntan cuál es el sentido de esa libertad del Arte. Unos piensan que la libertad para el Arte es el derecho a acotar su terreno, a separarlo radicalmente de las otras actividades del hombre -religión, ciencia, ética, negocios- para entregarse, en este campo sagrado, a toda suerte de bellos simulacros, al esport, al juego libre, o supremo juego, de que nos habla el maestro Valle-Inclán. Otros piensan que la libertad para el Arte es, en el fondo, lo contrario: un derecho a socavar todos los campos y a saltar por encima de todas las vallas. El Arte no será el producto de una actividad superflua, sino una actividad integral, de que son tributarias, en mayor o menor medida, todas las actividades del espíritu. El Arte necesitará entonces que sus raíces puedan ahondar y extenderse por todo el campo de la cultura humana. Si se me obliga a elegir, yo me decidiré siempre por esta segunda concepción del Arte.>10
Por lo tanto, concluyamos por fin afirmando que la poesía de P. Casaldáliga se mueve, nace y se nutre de la segunda concepción del arte a que hace referencia Antonio Machado, creemos que ello queda con lo previamente expuesto en la presente reflexión ya en suficiente claridad; también, el espíritu inspirador de la presente reflexión; también, el urgente y necesario arte militante para nuestros días. Porque de momento estamos bastante inclinados a considerar que en nuestros días urge el cultivo de un arte afirmativo y propositivo, militante, abierto a la esperanza, nutrido en la fraternidad... y con irreemplazable vocación estética (de una estética que no querría reconocerse en lo panfletario ni en las nostalgias tipo "cualquiera tiempo pasado fue mejor"). Y si puede que venga a ser desproporcionado y hasta injusto solicitar de todos sintonía o simpatía con el corazón religioso de tal propuesta poética, no sería por su parte menos desafortunado el hecho de ocultar al lector interesado testimonios líricos tan interpelantes como el que nos ha ocupado. La sed de eternidad (en nuestro poeta, se siente en Sonetos neobíblicos precisamente como ansia de nombrar el Absoluto. No solamente, pues, es ésta una voz lírica tendida hacia la Luz, sino que es ella misma luminosa, camino luminoso ya que, como bien creemos conocer entre nosotros los que nos queremos sensibles a lo eterno, "todo acto de amor no decapitado desemboca en la trascendencia". Y trascendentes, históricos y transhistóricos, se quieren los versos que nos han ocupado. Sin olvidar, desde luego, que son los de P. Casaldáliga versos válidos para todos aquellos que sientan o crean moverse en las filas o límites del humanismo agnóstico o ateo, a condición de que quieran luchar por la solidaridad y la justicia, y en general son versos que gozarán de la aprobación -nos atrevemos a conjeturar- de todos los amantes de la belleza poética.
1. Del que podría afirmarse que es verdadero poeta,verdadero obispo y verdadero profeta de los pobres del Continente americano, y además verdadero controvertido por sus críticas y pronunciamientos a veces oportunos, necesarios y a veces parece que no tan oportunos ni necesarios hacia la Iglesia, de la cual es uno de sus pastores, insistamos, más emblemáticos por lo que respecta al compromiso liberador de los pobres.
2. Obviamente, al hablar de aliento profético estamos relacionando al autor que nos ocupa con la sed de justicia y de denuncia características de los profetas del Antiguo Testamento.
3. Nos referimos al numerado LIX, del que reproducimos los siguientes versos: . En Antonio Machado. Poesías y Prosas Completas, Escasa Calpe, Madrid, II tomos, p. 471.
4. Por el conocimiento que tenemos de la poesía del autor que nos ocupa -nunca exhaustivo, pero quisiéramos suponer o confiar en que al menos suficiente-, nos atrevemos a teorizar afirmando que en cualquiera de sus libros poéticos están presentes en buen grado las principales características de su discurso poético. Por eso quien lea una obra como la propuesta aquí -Sonetos neobíblicos precisamente- alcanza un conocimiento muy cierto sobre el resto. Pues como sostuvieron en su momento destacados autores, lo que generalmente escribe un poeta a lo largo de su vida es un solo poema provisto de multitud de matices o variantes.
5. Se trata del soneto titulado "Esperar contra toda esperanza", dedicado al teólogo brasileño de la teología de la liberación Leonardo Boff
6. Repárese en la sucesión de imágenes populares y bíblicas: la paloma -símbolo universal de la paz-, el aroma, la tierra y el pan, el jardín y la floresta, los salmos y la honda de David -frente al Goliat imperialista que es Wall Street-, la risa de los niños, el viejo catecismo, la azada, el personaje emblemático de Chico Mendes, ecologista solidario brasileño, asesinado por su defensa de los legítimos intereses de los campesinos sin tierras y de la selva amazónica, saqueada principalmente por las multinacionales depredadoras, las cuales vienen a ser auténticos pulpos voraces, según reza el título de un estudio reciente publicado por Acción Cultural Cristiana ( Cf. Luis Capilla, Las multinacionales. Voraces pulpos planetarios, A.C.C., Madrid, 1996, 90 pp. ). Y por último la voz de Raboní, la voz del Maestro que nos in-voca y convoca.
7. Y si no, léanse unas muy recientes y frescas declaraciones del flamante último Premio Planeta, el joven escritor español Juan Manuel de Prada, en El País semanal n. 1.102, noviembre de 1997. Discípulo literario de ese pope de la progresía llamado Francisco Umbral, es fácil imaginarse o conjeturar sin necesidad de haberlo leído exhaustivamente cuáles pueden ser sus motivos éticos y estéticos de interés, en el campo de la creación literaria, a tenor de sus palabras. En realidad, Juan Manuel de Prada se manifiesta de momento como un artista de la palabra en clave decadente, a-moral (es decir, sin moral y más allá del bien y del mal, y el resto de lugares reflexivos comunes de todos los que se sienten hijos putativos de autores como Rousseau, Nietzsche, Baudelaire, Rimbaud ... ) Ni un gramo de solidaridad, compasión o apertura generosa al otro hemos detectado hasta el momento en su literatura. Naturalmente, tampoco puede impedirse que sus aportaciones literarias sean hoy muy apetecibles, en línea -y esa es nuestra tesis- con la sociedad de consumo materialista, individualista e insolidaria que no en vano necesita de una estética -artística, literaria, cultural- que haga juego con el inmueble.
8. Eduardo A. Azcuy, Juicio ético a la revolución tecnológica, A.C.C., Madrid, 1994, 126 pp.
9 Antonio Machado, como escritor muy próximo y hasta emparentado con la generación del 98, presenta en su obra un pensamiento claramente regeneracionista. Machado entra en contacto con la Institución Libre de Enseñanza, por vía paterna resultaría muy fuerte ese influjo sobre él, y en su producción literaria toda es patente la huella del ideario de esa institución.
10. Cf. "Dos preguntas a Tolstoi: ¿qué es el arte?, ¿qué debemos hacer?" En Antonio Machado. Poesías y Prosas Completas. Espasa Calpe, Madrid, edición con motivo del cincuentenario de la muerte del autor.