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General: PEDRO CASALDÁLIGA
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De: cele19331 (Mensaje original) |
Enviado: 11/12/2012 20:49 |
Pedro Casaldáliga Plá C.M.F. (en catalán: Pere Casaldàliga i Pla) Balsareny (Barcelona), 16 de febrero de 1928, es un religioso, escritor y poeta español, que ha permanecido gran parte de su vida en Brasil. Ha estado siempre vinculado a la teología de la liberación y ha sido siempre un defensor de los derechos de los menos favorecidos.
Hijo de una familia de campesinos, Casaldáliga se trasladó a Vich para estudiar en el seminario. El 31 de mayo de 1952 fue ordenado sacerdote en Montjuic (Barcelona) y se unió a la orden de los claretianos.
En junio de 1968 se trasladó como misionero al estado del Mato Grosso en Brasil. El 23 de octubre de 1971 fue ordenado obispo de Sao Felix do Araguaia. Su diócesis es una de las más extensas del país, ocupando una superficie de cerca de 150.000 km², habitados en su mayor parte por indígenas terratenientes así como del régimen militar existente en ese momento en Brasil. João Bosco, su vicario, llegó a ser asesinado por unos sicarios que confundieron a Bosco con el propio Casaldáliga (1977). En esos momentos recibió total apoyo del Vaticano, especialmente por parte del papa Pablo VI, pero esto no siempre sería así.
Aunque jamás ha regresado a España y siempre se ha mostrado reacio a viajar por miedo a no poder entrar de nuevo en Brasil; en 1985 realizó una polémica visita a Nicaragua. Casaldáliga se trasladó hasta ese país para mostrar su solidaridad con los religiosos nicaragüenses. En 11988 viajó hasta el Vaticano y fue recibido en audiencia por el Papa. La visita no fue plenamente satisfactoria y unos meses más tarde recibió una seria advertencia por parte de la Santa Sede que criticó su apoyo a la causa sandinista y de la Teología de la liberación.
Al cumplir los 75 años, a Casaldáliga se le recordó desde el Vaticano que —como todos los obispos al llegar a esa edad— tenía que presentar su dimisión. El religioso decidió permanecer en la diócesis que había presidido durante más de 35 años, reclamando la participación de la comunidad en la elección de su sucesor, a pesar de que la Santa Sede le recomendó abandonar el país. Enfermo de Parkinson desde hace algún tiempo, Pedro Casaldáliga no quiso abandonar la lucha por la defensa de los derechos de los menos favorecidos.
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Déjeme Cele acompañar su hermoso escrito sobre el gran obispo Pedro Casaldáliga con otro ( sobre Camilo Torres )que nos enseña que el deber de todo cristiano es ser revolucionario y el deber de todo revolucionario es hacer la Revolución ..... :
Camilo Torres Restrepo: a 40 años de su muerte Fecha Viernes, 24 de Febrero del 2006 (18:46:22) Tema Nuestra América
"El deber de todo cristiano es ser revolucionario, y el deber de todo revolucionario es hacer la revolución"
por Gilberto López y Rivas
Recordar a Camilo Torres Restrepo a los 40 años de su muerte en combate es hacer memoria de una historia de congruencia y compromiso personal con la causa de los explotados de Nuestra América. Es revivir del pasado cercano la figura de un revolucionario, trasgresor de barreras y convencionalismos, colombiano universal que murió luchando, como escribe su mentor y amigo, Françoise Houtart, por un sueño que "tendría tres dimensiones, colombianas, latinoamericanas y globales. Siempre tendría también tres bases: sociales, humanistas y espirituales".
Habiendo nacido en una familia acomodada, Camilo cruza su primera frontera, la de clase, al escoger el sacerdocio como expresión de la brújula que guió la brevedad de su vida: el amor al prójimo, que mucho predican los mojigatos que nos gobiernan en México hoy en día y que poco practican en la cotidianidad. Sin embargo, en la búsqueda de explicaciones terrenales a los problemas sociales de su pueblo y respondiendo a la honda huella de rebeldía e inconformidad que impactó a la generación que fue testigo del triunfo de la Revolución Cubana, Torres Restrepo encuentra en la sociología un instrumento idóneo para adentrarse en la interpretación de la lacerante realidad colombiana.
Es explicable que, habiendo estudiado en Lovaina, halló no la ciencia social que elabora complejas justificaciones a la pobreza y coberturas a la explotación, sino explicaciones basadas en una interpretación marxista, de la cual retoma sus aspectos metodológicos y su tradición humanista. Nunca se consideró comunista, pero jamás se sumó a la campaña furibunda contra el comunismo de las oligarquías y el imperialismo, tan común en esos días, a través del bombardeo masivo desde los medios de comunicación y los pulpitos al servicio de los poderosos.
La convergencia entre cristianos y marxistas lo describe como un hombre flexible y nada afecto al dogmatismo que ha menguado tantos afanes de la izquierda. Con toda justeza pedía al marxista que evolucionara de la perspectiva simplista de la religión como "el opio del pueblo" y, por otra parte, pedía a los cristianos que reconocieran la utilidad del materialismo histórico para la práctica revolucionaria y la idea de que también existen valores fundamentales fuera de la iglesia y las creencias religiosas. Muy oportuna y conocida su frase al respecto: "Es absurdo pensar que comunistas y cristianos no pudieran trabajar juntos por el bien de la humanidad y que nosotros nos ponemos a discutir sobre si el alma es mortal o inmortal y dejamos s in resolver un punto en que si estamos todos de acuerdo y es que la miseria sí es mortal".
También como sociólogo, Camilo cruza otra frontera, la de la ciencia contemplativa, y se adentra en el territorio de la acción política con fundamento en un criterio que da origen a la teología de la liberación: "el deber de todo cristiano es ser revolucionario, y el deber de todo revolucionario es hacer la revolución".
Como dirigente político se topa en un momento dado con las limitaciones impuestas por la represión a la lucha institucional y cruza la frontera definitiva que lo llevaría a la lucha armada y a la muerte, la cual en este caso, debiera ser interpretada como sacrificio desde sus concepciones cristianas. Sin embargo, es significativo que un sacerdote católico haya decidido dar tan singular paso. Houtart lo explica a través de su propia experiencia de joven seminarista con el dilema de ver su patria (Bélgica) ocupada por las hordas fascistas: no había otra opción que no fuera resistir con las armas en la mano.
Se pregunta Françoise: "¿Cómo conciliar una opción cristiana, de amor al prójimo, al enemigo, del perdón, de la no violencia con la lucha armada?" Y él mismo se responde: "los principios no se viven en abstracto...Se trata de elegir las ambigüedades de los oprimidos o las de los dominantes. El Evangelio exige claramente la identificación de los pobres. Sin embargo, esta opción exige un juicio político y un juicio ético...Para Camilo, eso era claro: transformar una sociedad totalmente injusta por la vía armada porque todas las otras maneras de realizar el sueño se habían agotado".
Hay un aspecto en Camilo que lo caracteriza y que explica sus frecuentes rupturas: por un lado, su honradez sin concesiones, su coherencia, que lo llevan a transitar por la vida incesantemente y, por el otro, su criterio de eficacia: él quiso dar eficacia al sacerdocio, a la sociología, a la acción política y al compromiso revolucionario. "Para que el amor sea eficaz" podría ser una de las frases que lo definieran.
Es sorprendente actual la perspectiva de Camilo sobre su confianza en el pueblo, sobre la necesidad de organizar de "abajo arriba, de la vereda hacia el pueblo, del barrio hacia el centro, del campo a la ciudad". Él afirmaba que la verdadera organización es la que el pueblo asume como propia y construye como acción colectiva y autónoma. Esto lo hace un libertario y un enemigo de las burocracias.
No podríamos recordar la caída en combate de Camilo Torres Restrepo hace 40 años sin hacer referencia a la realidad actual de su patria, Colombia, desgarrada por decenas de años de muerte de sus mejores hijas e hijos, de terrorismo de Estado, de intervención estadounidense, de paramilitarismo, de dominio del narcotráfico en amplios espacios del Estado y la sociedad.
Hace algunos años asistí en Colombia a la firma de un dialogo que, como en el caso mexicano, no prospero. Ahora esta en marcha otro dialogo en La Habana entre el gobierno y el ELN. Hacemos votos por que la terrible problemática que vive ese país hermano tenga una solución por la vía del poder popular, la democracia participativa de las mayorías, la independencia plena y, sobre todo, la paz.
Tomado de La Jornada
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De: albi |
Enviado: 11/12/2012 21:27 |
El padre Mugica y su militancia social |
Carlos Mugica no fue el único, pero fue uno de los más emblemáticos sacerdotes que, siendo un joven estudiante proveniente de una familia acomodada, se transformó en los años 60 y 70 en un sacerdote que hizo lo que después se llamó la “opción preferencial por los pobres”.
Nacido el 8 de octubre de 1930, se había orientado inicialmente hacia el estudio del Derecho, pero decidió ingresar al seminario de Villa Devoto, ordenándose sacerdote en 1959. Entonces, pasó casi un año junto a monseñor Juan José Iriarte en el Obispado de Resistencia, cumpliendo tareas en el chaco santafesino, en los pueblos devastados por La Forestal. De regreso a Buenos Aires, fue nombrado vicario cooperador de la parroquia Nuestra Señora del Socorro, asistiendo al cardenal Antonio Caggiano. En tanto, participaba como asesor de jóvenes universitarios y profesor de teología en la Universidad de El Salvador.
En estos años de juventud estaban marcados los dos caminos, el de la alta institucionalidad episcopal y el de la asistencia a los pobres, que lo llevaría, luego de realizar estudios por un año en Francia, a formar parte de los Sacerdotes Tercermundistas en 1968 y del Equipo Pastoral para Villas de Emergencia, que lo llevaría a militar activamente en la villa de Retiro. La misma realidad y las fuertes convicciones por la justicia social le harían además acercarse a las nacientes guerrillas urbanas como Montoneros, a quienes defendería públicamente en varias oportunidades, aunque manifestara que su desacuerdo con la lucha armada, al declarar que estaría dispuesto a que lo maten, pero nunca a matar.
El 11 de mayo de 1974, después de tener una charla con parejas que se preparaban para el matrimonio y luego de celebrar su habitual misa vespertina de sábado en la parroquia de San Francisco Solano, fue ametrallado en la calle, apenas salía. Miles de personas desfilaron ante su féretro y lo acompañaron durante 50 cuadras hasta Recoleta. El laico y fundador del CELS, Emilio Mignone, diría tiempo después: “Su muerte fue un preanuncio de lo que vendría. Era una figura simbólica y carismática que la oligarquía -que lo consideraba un traidor a su clase- y las fuerzas armadas, no podían tolerar viva mientras preparaban el gigantesco genocidio.”
En esta oportunidad, recordamos palabras del Padre Mugica que muestran el profundo compromiso que sentía por la causa que defendía.
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Fuente: Juan E. Gutiérrez, La fuerza histórica de los villeros, Buenos Aires, Jorge Baudino Ediciones, 1999.
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“Nada ni nadie me impedirá servir a Jesucristo y a su Iglesia, luchando junto a los pobres por su liberación. Si el Señor me concede el privilegio, que no merezco, de perder la vida en esta empresa, estoy a su disposición.”
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Carlos Mugica
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