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Es junio un mes sosegado, pero pródigo en acontecimientos que acuñaron en la historia días de gloria y de celebraciones. Honremos por esta fecha a quienes también con infinito amor nos dieron la vida, ya que como sentenciara José Martí: “Amigos fraternales son los padres, no implacables censores. Fusta recogerá quien siembra fusta; besos recogerá quien siembra besos”.
Aunque has sido subestimado, por prejuicios y tradiciones machistas o feministas, tú, padre, puedes significar tanta dedicación y ternura para un hijo como la madre, por eso, en esta ocasión, queremos recordarte lo importante que eres en nuestras vidas, si nadie como tú sabe de las alegrías y penas que provoca ser padre. Para qué pedirte que nos quieras más si nunca salimos de tu pensamiento y nuestros problemas no escapan de tu esfuerzo para encontrar soluciones.
Ya sabemos que ninguna muestra del cariño que te profesemos sería suficiente para llegar a la meta del amor incansable que nos brindas. Ya sé que ninguna de nuestras preocupaciones por contentarte, compensarán las noches de insomnio que nos has dedicado.
Por eso hemos preferido llenarte de la luz que necesitas para que sigas viviendo para nosotros. No creemos que algo pueda vencerte en tu empeño de ser el mejor. Como tampoco quisiéramos que existiera para nadie la mala suerte de la distancia y el olvido.
Abrazarte siempre con nuestro respeto y amor inmenso es el mayor de los premios y el contar contigo es nuestra gran necesidad porque, al final, somos testigos de este mar infinito de sueños y pasiones que engendraste.
Llegue hasta ti, este 17 de de junio, nuestra más sincera ¡FELICITACIÓN!
PARA REFLEXIONAR…
Hijo: ¿Cómo estás?
Padre: Sigo en pie por amor, por cosas mías.
Hijo: Te echo de menos.
Padre: No creas que al volver antes estuve ausente de
tu verde pradera.
Yo he vivido en tu cielo y en tu nube soñando
sin cesar estoy volviendo.
Y al despertarme igual no me sorprendo
de andar por tus caminos todavía.
Hijo: Estoy esforzándome por cumplir lo que acordamos.
Padre: Vive un millón de amores cada día
levántate al clarín que da la vida.
En tu enorme sonrisa se confía
para seguir la obra acometida.
Hijo: Te quiero mucho.
Padre: Tú eres mi mano
si a lejanos amigos no puedo saludar.
Tú eres mi voz
si en tribunas de ideas no puedo denunciar.
Tú eres mi risa
si a la hora más pura no puedo consolar.
Tú eres mi sueño
si llegado el momento no puedo soñar.
Hijo: ¡Felicidades Papá!
(Tomado del Portal Educativo de mi Universidad)