'El novelón comenzó en el verano de 2011 con la primera operación quirúrgica que se le hizo al presidente de Venezuela en un hospital de La Habana.'
Los cubanos que veían alelados el capitulo de una telenovela brasileña el pasado 8 de diciembre tuvieron que interrumpir el seguimiento de la historia porque un locutor, más serio que una tusa, se asomó a la pantalla y anunció una información en vivo desde Caracas. Y apareció Hugo Chávez con un avance del culebrón de su enfermedad, una superproducción cubano-venezolana llena de intrigas, sobresaltos y secretos.
El novelón comenzó en el verano de 2011 con la primera operación quirúrgica que se le hizo al presidente de Venezuela en un hospital de La Habana. Desde entonces el tema aparece con tonos dramáticos, reaparece con oleadas de optimismo y fe en la recuperación de la salud del dirigente, se pierde en los mundos misteriosos que preparan los equipos de guionistas estatales y se administra a conveniencia para que no baje la tensión.
Los grandes sectores de los habitantes de ese país, en el que las altas esferas solían presentar a Chávez con el rango de otro presidente (como si no bastaran los dos que llevan más de medio siglo) tienen una visión del líder extranjero en la que se mezclan el rechazo y la indiferencia. Si bien es cierto que nadie va a celebrar su muerte con una fiesta, tampoco habrá sesiones tormentosas de llantos y lamentos. Allá adentro hay lutos propios.
Para la gente de la calle y de las bicicletas chinas, el venezolano es un amigo fiel, un cómplice y proveedor del grupo de poder. Un señor que, con el petróleo y otros recursos de su patria, sacó al régimen de la ruina en la que lo dejó el fin del campo socialista. Y lo mantiene a flote. En la Cuba profunda lo único que en realidad preocupa es que cuando se cierre la telenovela se pase de esa pobreza fija sin libertad y sin porvenir que facilita el chavismo a la miseria pura y el hambre que dejó la viudez de los hermanos soviéticos.
La verdad es que quienes le han hecho apuntes al guión en el borde de las hojas clínicas tuvieron tiempo de amarrar bien las cosas, como dicen los viejos cuadros del Partido Comunista. Y en los capítulos que vienen después de su desaparición física, la presencia de Chávez tiene un tiempo de garantía en Cuba y en Venezuela. Está en el libreto escrito para el sucesor Nicolás Maduro, un hombre obediente que usa en Caracas sombrero de guano cuando hay sol en La Habana.
Este artículo apareció en El Mundo. Se reproduce con autorización del autor.
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