“La Isla” es mía y se encuentra por su condición insular rodeada por el mar. No es una cualquiera, fue el paraíso prometido donde no solo se comieron las manzanas. Pecado peor fue convertir el árbol en leña para cocinar todas nuestras pasiones, odios, envidias, cobardías, delaciones, enajenaciones, morbosidad, complicidad, silencios. La Isla es el campo donde se desarrolla una interminable batalla entre el ser y la conciencia del autor. No ajeno a ella, es contagiado en ocasiones por ese virus que logra enfermar a todos. Su mundo no es ése y nos muestra su inconformidad de diferentes maneras. Es sumamente vulgar en oportunidades y su lenguaje soez se comporta como una coraza protectora dentro del medio donde se desarrolla. Ataca sin piedad a quienes le destruyeron sus sueños y sumaron una línea más a la obra de las frustraciones que allí se viven. Sin embargo, hace regresos a todo el amor incubado en su mente y corazón, lo refleja cuando habla con cariño de personas que influyeron en esos sentimientos que nunca lo abandonaron.
Incursiona en la poesía y las escribe como les llegan a la mente sin exigirle consejos a la musa. La isla guarda en su seno varios artículos políticos muy bien logrados y que fueran llevados a la prensa escrita y otras páginas virtuales. Muchos de sus cuentos luchan por mostrar un paisaje surrealista y le resulta casi imposible apartarse de nuestras realidades. Amor, sexo, promiscuidad infinita, infidelidades, erotismo, aventuras carnales, son algunos de los ingredientes que lo persiguen en cada uno de sus puertos y costas. El recuerdo de un simple beso, la sonrisa de una muchacha, la sábana sucia de una posada, la angustia por vivir en un paraíso donde ya no existen manzanas y sobran razones para pecar, son muchas de las emociones reflejadas en cada uno de sus trabajos, unos buenos, otros regulares y algunos malos.
“La Isla” es el breve paseo de un marino por las intimidades de una tierra donde una vez nació y a la que nunca quisiera regresar. Sus nostalgias fueron sepultadas hace muchos años y hoy, solo aspira a vivir de sus recuerdos y el abrazo de todos sus fantasmas.
Esteban Casañas Lostal