Hacer
sufrir
José María Castillo, teólogo
Teología sin censura
18 DIC 2012
Es evidente
que en España, ahora mismo, hay demasiada gente que está sufriendo más,
bastante más, de lo que humanamente se puede soportar. Es imposible hacer la
lista de gentes que sufren.
Y más complicado aún, exponer los motivos por los que sufren. Pero el hecho es
que llevamos un año espantoso. Y se nos avecina otro que seguramente será
todavía peor.
Las
personas que se suicidan, las familias destrozadas, los jóvenes que se tienen
que ir huyendo de su patria y de su casa, las protestas callejeras que a gritos
piden que esto se acabe ya, todo eso, y tantos dramas secretos, que ni podemos
imaginar, tanto atropello y tanto destrozo, no está ocurriendo porque así lo
hayan decidido los banqueros más poderosos del mundo, ni porque así lo ha
dispuesto Bruselas o la señora Merkel. Estamos sufriendo más de lo que podemos
soportar porque así lo ha decidido el Gobierno que manda en España.
¿Que la
economía mundial está en crisis? Por supuesto. Pero, para gestionar una
situación de crisis, se pueden tomar muchas clases de medidas. Lo que, desde
luego, y en cualquier caso, no se puede hacer – si es que nos queda algo de
humanidad en nuestras entrañas – es decretar las medidas más duras precisamente
contra los más débiles, al tiempo que se organizan las cosas de manera que son
los ricos y los poderosos los que, en esta situación, están ganando más dinero;
y son ellos los que disfrutan de los más abundantes privilegios. Gobernar así,
pudiendo hacerlo de otra manera, eso es maldad. Yo no enjuicio las conciencias
de los gobernantes. Yo enjuicio los hechos que estamos viendo. Y los hechos,
ahí están. Cada día, más gente pidiendo limosna y viviendo del plato de comida
que les dan. Y cada día también, más gastos suntuosos y en cosas de lujo, de
mucho lujo.
¿Esto tiene
alguna explicación? ¿Cómo se entiende que quienes se nos presentaron como
salvadores de la patria y promotores de los más rectos valores y de la más
ortodoxa religión, ahora nos estén gobernando en solitario y por decreto ley,
recortando derechos, sueldos, puestos de trabajo, maltratando la educación, la
sanidad, humillando a tantas familias, crispando a la sociedad cada día más,
haciendo más difícil el recurso a la justicia….. ¿Qué demonio está pasando
aquí? ¿Estamos locos los que nos quejamos? ¿O se han vuelto locos los que nos
gobiernan? Insisto, ¿no se podrían haber repartido las cargas y los recortes de
otra manera?
Si nos
dejamos de dar rodeos y vamos derechamente al fondo del asunto, yo aquí no
puedo evitar acordarme de un texto estremecedor que escribió F. Nietzsche, en
su “Genealogía de la Moral”
(II, 6): “Ver-sufrir produce bienestar; hacer-sufrir, más bienestar todavía –
ésta es una tesis dura, pero es un axioma antiguo, poderoso, humano- demasiado
humano… Sin crueldad no hay fiesta: así lo enseña la más antigua, la más larga
historia del hombre”. ¿Por que disfruta tanto la gente viendo sufrir a un
animal (en las fiestas de toros), viendo humillado al adversario (en el
futbol), viendo que lo pasa mal el vecino que nos resulta insoportable, viendo
que fracasa el que no piensa como yo….?
El mito de
Caín y Abel es el paradigma, no sólo de la crueldad, sino de algo peor: el
resentimiento. España es un país “cainita”. Un país en el que los resentimientos
son más profundos de lo que imaginamos. Y no olvidemos que el resentimiento
está tan metido en nuestras venas, que hasta Santo Tomás de Aquino llegó a
formular la más sobrecogedora tesis que se puede pronunciar sobre este asunto:
“Los bienaventurados verán en el reino celestial las penas de los condenados
para que su bienaventuranza les satisfaga más” (Sum.Theol., Supl., q. 94, a. 1).
Jesús de
Nazaret puso en marcha el cristianismo para humanizar esta brutal
des-humanización. Pero, ¡Estamos tan lejos todavía! ¿Y quieren la clase de
religión para fines políticos?