CONTEXTOS Y DESCONTEXTOS
Por Hugo Chinea.
La descontextualización es una astucia. No puede pasar, no puede ser vendida como un análisis serio de la realidad cubana. A medio siglo de un proceso que no ha dejado de ser cambiante y dinámico, caracterizado precisamente por su capacidad de adaptación según las circunstancias, suprimir los contextos es más que un crimen de lesa ignorancia: es una acción consciente de desvalorización.
Apenas iniciado el año 59, Eisenhower, Presidente entonces de los Estados Unidos de Norte América, no se ocultó para nada en descalificar la Revolución cubana y organizó los primeros actos de terrorismo de estado y desestabilización con la desembozada intención de liquidar a Fidel Castro y ahogar la Revolución que en fecha tan temprana procuraba, esforzadamente, saldar deudas de justicia social y equidad con su pueblo neocolonizado hasta entonces.
Los muchos emigrados, todos apresuradamente idos de Cuba a Estados Unidos, principalmente a Miami, con la intención de regresar enseguida, nada más derrocado el poder revolucionario que para ellos era inminente -acostumbrados a ver caer gobiernos progresistas, líderes de izquierda asesinados, instauración de dictaduras y gobiernos lacayos subordinados y sobornados a la preeminencia yanqui en toda la línea- no cesaron de instigar, conspirar y organizarse para el regreso que, a la altura de 196l, ya habían comprendido que no podría ser de otra manera que por las malas, es decir, por la fuerza.
Ataques terroristas desde el mar, secuestro de buques y de pescadores, de aviones de pasajeros, infiltraciones clandestinas, contagio de plagas a animales y plantas, la creación de más de una decena de organizaciones contrarrevolucionarias clandestinas, de focos de alzados en diferentes puntos de la geografía montañosa, la preparación de un ejército de mercenarios para desembarcar con la intención anunciada de reinstalar la republiquita de políticos corrompidos y burgueses entreguistas al mando yanqui desde su embajada en La Habana, conformaron todo una urdimbre de presiones, acoso y guerra contra el país.
Estados Unidos canceló la cuota azucarera que Cuba vendía en el mercado norteamericano, principal ingreso de la economía, con la perversa intención de doblegar al gobierno revolucionario. Se negó a aceptar la nacionalización compensada – un derecho de todos los pueblos de la tierra- de parte de las propiedades de las transnacionales ese país en las esferas más productivas y sensibles de la economía cubana. Rompieron sus relaciones diplomáticas y decretaron el bloqueo más injusto y prolongado de la historia. Frente a todo, Cuba, firme, no hacía más que defenderse y acelerar el proceso de profundización y radicalización de la revolución cubana.
Por otra parte, representantes de las fuerzas políticas internas en el gobierno y otras estructuras no cejaban de poner zancadillas y todo tipo de impedimentos al programa de liberación nacional emprendido desde los primeros días de 1959.
La URSS decide comprar nuestra azúcar, suministrar el petróleo necesario para evitar la paralización del país y, además, facilitar créditos y otros insumos materiales indispensables para mantener la nación con vida, iniciándose una relación económica y también política que con el paso de los años se haría más decisiva y profunda.
La reacción interna creó las condiciones para acaparar productos de primera necesidad con la finalidad de crear la escasez y con ella el malestar, la insurrección, el clima necesario para violentar la vida del país y promover la contrarrevolución abierta y la consecuente caída de la Revolución.
Siempre en una relación defensiva-ofensiva, la Revolución cubana no tenía más alternativa que procurar neutralizar, primero, y descabezar, después, las fuerzas internas que desde la política y la economía pretendían escamotearle al pueblo sus conquistas. Segura de la justeza de las medidas y de la capacidad del pueblo para respaldarlas, la dirección revolucionaria optó entonces por normar los alimentos estableciendo una cuota y la libreta de abastecimiento -que dura hasta nuestros días- con el propósito de garantizar un mínimo indispensable de productos a la población, y emprendió la denominada ofensiva revolucionaria de 1968, que no dejó títere particular con cabeza en la producción ni los servicios, extendiéndose hasta las más simples barberías, cafeterías y vendedores de rasco rasco…
La libreta de abastecimiento no constituía ninguna novedad. Después de la II Guerra Mundial prácticamente toda Europa se vio en la necesidad de establecer cartillas de racionamiento de alimentos y otros productos. En Cuba las autoridades le auguraban una corta duración, no más de seis u ocho meses. Se trataba, entonces, de aguantar el palo.
En la vida política se hacía indispensable un partido, el brazo político de la revolución para conducir desde ahí el proceso. Surgen así, sucesivamente, las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI); más tarde con la denominación de Partido Unido de la Revolución Cubana (PURS) y finalmente, en 1975 como Partido Comunista de Cuba.
El país entraba en una fase crítica de protección y defensa de lo alcanzado y de lo que en aquellos años era considerado el modelo de sociedad a seguir, lejos del capitalismo depredador y más cercano a una especie de profesión de fe, tal vez como la de aquellos primeros cristianos ajenos al lujo de las iglesias y su corruptela, los que se realizaban en la lucha, del lado de los más pobres y desposeídos. Fue ese el periodo del combate al cabello largo y los pantalones enfundados, a las parejas de novios en las escuelas, a las creencias religiosas y reticencia a las diferencias y preferencias sexuales; el culto a vestir de miliciano, no beber en público, ser honrado, ser cortés; la épica de los trabajos voluntarios, de los cortes de caña, de subir al pico Turquino, de enrolarse como combatiente; de los variados extremismos…
Ni socialista, ni comunista, pese a la denominación del Partido Comunista y único del país, más fidelista que otra cosa, el país se adentró en un proceso que, aislado del mundo exterior -bloqueado, acosado por el imperialismo yanqui y toda su cohorte de lacayos de los más disímiles pelajes y países, de la manipulación de sus medios de difusión, de cultura y entretenimiento- se unió como un solo bloque detrás de su líder máximo, el que había rescatado al país y continuaría, a pesar de los pesares, de lo desmesurado de los gastos en comparación con el nivel de la economía, los programas de educación, de salud, ciencia, cultura y deportes. Esos que han hecho grande a este país.
En definitiva comer, aunque fuera magramente, sin morirse de hambre, bien valía la pena para sostener lo que para muchos en el mundo tales empeños y logros parecían quimeras.
Cuba se convirtió en un bastión de resistencia frente al imperialismo yanqui. De unidad de todo un pueblo junto a su líder y al Partido; de un país de analfabetos en uno de los más sobresalientes en los niveles educacionales de su población. En un pueblo sano, dotado de un sistema de salud que hoy es referencia mundial y en el que los niños son sus joyas más queridas. En un referente científico. En uno de los países más solidarios del planeta… En un ejemplo revolucionario para América Latina y para los pueblos sometidos y desesperanzados. Pueblos pobres. Pueblos marginados. Pueblos no pueblos
De una u otra manera, los principales dirigentes de los movimientos y gobiernos revolucionarios, los que ha alcanzado el poder, y los que aún no, reconocen la influencia, el papel de Cuba, en el proceso revolucionario que se vive hoy en toda América Latina.
¿¡Qué habría sido de Cuba si se somete en cada coyuntura?! ¿¡ Qué de América Latina?!
¡Salve la existencia de un Partido único y de un dirigente sin par como Fidel Castro!
Una etapa nueva se abre ahora. Efectivamente. Como sentenciaba el Che, si no lográbamos remontar los rezagos de la vieja sociedad con métodos diferentes, “habría que volver a los caminos trillados”
Se camina ahora, más vale tarde que nunca, por esos caminos. De aprovechar todo lo bueno que el capitalismo ha creado, descortezándolo, conservando el ideal de equidad y justicia que ha inspirado la Revolución, del desarrollo en todos los campos de la economía y la vida social con la introducción de las técnicas más avanzadas, vengan de donde vengan, conservando la unidad del pueblo en defensa de sus conquistas, con la elección y promoción de los mejores para todos los cargos y responsabilidades y con un Partido -uno solo, uno es suficiente- que dé cabida al debate y la crítica constructiva y sea capaz de continuar representando y de guiar al pueblo.
De sujetar vanidades, es posible discernir, utilizando nada más que un tilín de inteligencia y sentido común, lo que este país ha creado en medio siglo y el tamaño de su compromiso histórico.
Y contextualizar la historia. Contextualizarla, amigos. Que las coyunturas tienen su propia leyenda. Tirar por los pelos no hala gigantes.
Lo mejor es rectificar, lo peor es persistir en los errores.
Errores habidos hay, pero en la balanza de la Gloria, apenas un grano son.