LA HABANA, Cuba, diciembre, www.cubanet.org -Aunque este solsticio del 21 ha atraído la atención y la imaginación de muchos también en Cuba, la verdad es que importa mucho más lo que ha ocurrido a lo largo del año. Y no por los acontecimientos cósmicos supuestos y reales que se relacionan con el año 2012, sino por lo que ha ocurrido en el país durante este tiempo. Si los primeros meses estuvieron teñidos por la visita del Papa y lo ocurrido en torno a ella, la segunda mitad de año ha sido más trepidante. La sospechosa muerte de Oswaldo Payá en julio lo marcó todo y es una sombra que flota sobre las constantes olas represivas que quieren detener la empecinada marea de la oposición.
Para colmo, en octubre, el huracán Sandy llegó a asolar varias provincias orientales, principalmente Santiago de Cuba, que tardará mucho tiempo en sentir verdadero alivio por los muchos males que quedaron tras la catástrofe y que se suman al hecho de que esa una de las provincias más afectadas ya en la realidad cotidiana por los desastres de la economía del país.
Resulta fascinante y espantoso al mismo tiempo cómo estamos viviendo los engranajes íntimos de eso que llaman historia, de esa monstruosa máquina de sucesos cuyo combustible es la sangre, el llanto y el sudor de nuestra vida única. Sucesos que tienen lugar en las cárceles, en las estaciones de policía, en las calles, en las casas. Por todo el país. Aunque muchísima gente no se entera, ocurren día y noche, cada día y cada noche. Aunque muchísima gente no se entere, esos sucesos están en plena consonancia con la vida real que debe enfrentar esa muchísima gente, esa mayoría silenciosa, que de algo sí se ha enterado: sea cuando haya sido la fecha de fallecimiento del Gran Sueño, la Gran Mentira que se escondía tras él está brillando hoy en todo su miserable esplendor.
El eclipse mediático de Fidel Castro desvela la soledad de los Viejos de la Montaña, revela su final terror y su autismo a ultranza que quiere disfrazarse de actualización e intenta acallar la boca de la realidad a patadas. Sus pandillas se vuelven frenéticas y desnudan la brutalidad última del proyecto de poder. Y, sin embargo, crece el número de los que no renuncian a la esperanza y a la acción cívica, aun si parecen absurdas, porque son atributos absolutamente humanos, de la más humana naturaleza, y porque son la fuerza más genuina con que se puede enfrentar un despotismo cuya principal condición no es ser deshumanizado, sino ser deshumanizador. Ya Bujarin hablaba de que, tras una campaña de terror estalinista, la peor consecuencia eran “los profundos cambios psicológicos de los comunistas que, en vez de perder la razón, pasaron a ser burócratas profesionales para quienes el terror era ya un método normal de gobierno y una elevada virtud obedecer cualquier orden emanada desde arriba”, e insistía en la ocurrencia de una “autentica deshumanización de la gente que trabaja en el aparato soviético”.
En medio de una situación tan grave como la que vivimos, tenemos que aprender a leer lo que puede enseñarnos cada pequeño acontecimiento del entramado general, cada simple oración del texto que estamos viviendo. Los hechos que cubrieron casi todo el mes de noviembre, comenzando con la detención de Yaremis Flores y terminando con la liberación de Antonio Rodiles, por ejemplo, puede servir para intentar conclusiones, que pueden ser diversas, pero que no pueden negar algunas evidencias.
La firme unidad de opositores y activistas rindió frutos, sin duda alguna. El proyecto Estado de SATS salió moralmente fortalecido, y con él la joven disidencia. Los represores demostraron, además de su flaqueza ética, su debilidad legal. Aunque lo intentaron, no pudieron sacar de la escena y meter en prisión a Antonio Rodiles, única manera que concibieron para dar al traste con su proyecto, y ni siquiera pudieron detener los encuentros durante el tiempo en que se encontraba detenido. Si algo consiguieron fue reforzar su liderazgo no solo al frente de Estado de SATS, sino también entre los que encabezan de la Demanda Ciudadana por Otra Cuba.
Poco después de la liberación de Rodiles, se reunió en su casa un grupo de colaboradores y amigos y se aprovechó la ocasión para entregar el premio Tolerancia Plus al padre José Conrado. Este sacerdote, reconocido defensor de la sociedad civil sin discrepancia con su labor pastoral, llamó a no permitir la humillación y la represión y recordó cómo Oswaldo Payá, que jamás dejó de luchar, jamás se permitió tampoco el odio, y nos recordó lo que habló José Martí sobre la cierta cantidad de decoro que el mundo necesita tanto como cierta cantidad de luz, de manera que a veces el decoro de muchos hombres debe ir solo en unos pocos.
La inauguración del Festival Poesía Sin Fin en el espacio de Estado de SATS, el Día Internacional de los Derechos Humanos, fue un evento más que afortunado, más que regocijante y exitoso. Unos días antes se había inaugurado en El Vedado el Foro del Comité Ciudadano para la Integración Racial y el opositor Manuel Cuesta Morúa se refirió a “este clima represivo que está rodeando todos los intentos de la sociedad civil cubana”, que poco después lo llevaría a él y a otros asistentes y organizadores del Foro a los calabozos.
“Desafortunadamente”, dijo Cuesta Morúa, “el gobierno cubano parece que va a estar haciendo exactamente lo mismo hasta el día antes del cambio que va a haber en este país”.