Un terreno baldío y una bandera es lo único que queda en el sitio donde antes se alzaba el Palacio Nacional de Haití, que cayó desmoronado el 12 de enero de 2010 por un terremoto de 7,2 grados en la escala de Richter.
En las plazas de la zona metropolitana de Puerto Príncipe y
Petionville, donde por casi dos años vivieron parte del millón y medio
de haitianos —más de un 10% de la población total del país— que
perdieron sus casas en el seísmo, han vuelto a aparecer las estatuas del
esclavo desconocido y de los próceres de la Independencia. Pero a tres años de la tragedia, donde murieron más de 300.000 personas, centenares de miles de haitianos siguen viviendo en tiendas de campaña y la ayuda que la comunidad internacional se comprometió entregar para la reconstrucción de la isla aún no termina de llegar.
Una epidemia de cólera y sucesivas temporadas de huracanes han golpeado
al país en el ínterin y el “nuevo Haití” prometido aún está en obras.
“A pesar de todo el sufrimiento, Haití resiste”, ha dicho este sábado
el presidente haitiano Michel Martelly, que ha encabezado esta mañana
en Puerto Príncipe los actos conmemorativos del terremoto.
Martelly —músico, de 51 años— asumió el poder en mayo de 2011. Durante
el primer año de su mandato, la reconstrucción estuvo paralizada por
diferencias políticas internas que le impidieron formar Gobierno. De
acuerdo a su balance, 357.000 personas siguen viviendo hoy en 496
campamentos para damnificados, ubicados en varios puntos de la capital.
El mensaje que ha intentado enviar a la comunidad internacional, en
sucesivos viajes, es que Haití ya está “abierta para los negocios” y a
la espera de inversiones.
La opinión del secretario general adjunto para operaciones de paz de
Naciones Unidas, Hervé Ladsous, es que tres años más tarde, Haití
ha vuelto a la situación en la que se encontraba cuando fue golpeada
por el terremoto y ya era el epicentro de la pobreza del hemisferio
occidental. “Entre 2010 y 2012 la prioridad fue atender la urgencia.
Ahora que la situación ha cambiado, retomamos el contexto de antes de
2010, cuando realizamos muchos progresos”, ha dicho Ladsous este viernes
durante una conferencia de prensa en Puerto Príncipe. Tanto él, como el
grueso de los donantes internacionales, creen que la debilidad
institucional de Haití es una piedra de tranca para el flujo de la
ayuda. “Sin estado de derecho no hay que esperar inversores extranjeros
para crear empleo”, ha agregado al respecto.
Entre 2010 y 2011, 60 países de todo el mundo se comprometieron a
aportar más de 9.900 millones de dólares para la reconstrucción de la
isla en un plazo de diez años. Poco menos del 50% de la suma prometida,
5.300 millones de dólares, han sido entregados hasta ahora y el grueso
del dinero ha sido invertido en el pago de alimento y comida para los
supervivientes. Este viernes, la Comisión Europea ha anunciado que
aportará 30,5 millones de euros adicionales, que serían destinados a la
construcción de nuevas viviendas.
Algunas de las grandes organizaciones de derechos humanos que
trabajan sobre el terreno han criticado duramente el desempeño del
Gobierno haitiano y de los organismos multinacionales en el proceso de
reconstrucción. Amnistía Internacional ha denunciado el desalojo forzoso
de decenas de miles
de haitianos que vivían en campamentos de refugiados establecidos en
plazas públicas y terrenos privados de Puerto Príncipe. De acuerdo
con esta versión, 80.000 damnificados corren todavía peligro de ser
echados. “Como si el riesgo de ser presa de la inseguridad, las
enfermedades y los huracanes no fuera suficiente, muchas personas refugiadas en campamentos provisionales viven con el temor constante de ser desalojadas a la fuerza", ha dicho Javier Zúñiga, asesor especial de Amnistía Internacional, a través de un comunicado.
Médicos Sin Fronteras, la organización que se ha hecho cargo del grueso de las víctimas de la epidemia de cólera que ha matado a más 7.500 haitianos desde octubre de 2010,
también ha señalado la devastación del sistema nacional de salud. “El
proceso de transición ha sido demasiado lento. Las instituciones
haitianas son débiles, los donantes no han mantenido sus promesas, y el
gobierno y la comunidad internacional han fallado en establecer
prioridades claras”, sostiene Joan Arnan, jefe de la misión de MSF en
Haití.
La hambruna es otra de las amenazas. La tormenta Isaac, en agosto
pasado, y el huracán Sandy, en octubre, golpearon al incipiente sector
agrícola de la isla y desde entonces, cerca de dos millones de haitianos
corren el riesgo de morir de hambre. Las inundaciones arrasaron con las
cosechas en los departamentos del norte y las pérdidas fueron
calculadas en 170 millones de dólares. La Oficina para la Coordinación
de Asuntos Humanitarios de la ONU ha estimado que se necesitarán otros
144 millones de dólares para atender esta crisis.
Aún después de tres décadas de ayuda humanitaria e intervenciones, Haití sigue siendo un Estado en permanente emergencia.