Brasil ha vivido este domingo una de sus jornadas más dramáticas de
las últimas décadas. Al menos 232 jóvenes murieron asfixiados y
aplastados en un incendio declarado en la discoteca Kiss de la localidad de Santa María, a 307 kilómetros de Porto Alegre,
capital del Estado de Río Grande do Sul. Según se desprende de las
primeras investigaciones, la puerta principal del local estaba cerrada
en el momento en que las llamas y la intensa humareda provocaron el caos
dentro del local. Según medios locales, algunos testigos que
consiguieron salvarse del fuego y los gases tóxicos narraron que los
guardias de seguridad de Kiss impidieron la salida de los jóvenes al
pensar que pretendían abandonar el establecimiento sin pagar.
El estudiante de Medicina Murilo de Toledo Tiecher narró lo siguiente al diario Zero Hora:
“Cuando comenzamos a gritar que se estaba iniciando el fuego, el
guardia de seguridad abrió los brazos para impedirnos la salida. Unas
cinco o seis personas se abalanzaron sobre él derribándolo y después
echaron la puerta abajo. Esa fue la única salida”.
En cualquier caso, la hipótesis no se contradice con lo confirmado
por el coronel Guido Pedroso de Melo, comandante del Cuerpo de Bomberos
de Río Grande do Sul: “Gran parte de los muertos estaban amontonados en
la salida. La mayoría murió por asfixia. Lamentablemente, las personas
se quedaron confinadas porque la salida principal estaba cerrada”. Según
fuentes oficiales, la discoteca, donde se celebraba una fiesta universitaria,
tenía la licencia de funcionamiento vencida desde agosto del año
pasado. Santa María es una localidad de 262.000 habitantes conocida en
Río Grande do Sul por ser un polo universitario que alberga a la
Universidad Federal de Santa María (UFSM). Durante estos días, pese a
tratarse del principal periodo vacacional de Brasil, las clases se
desarrollaban en la UFSM por una alteración de su calendario académico.
Se trata del segundo mayor incendio de la historia de Brasil. El
primero se produjo hace más de 50 años, en 1961, cuando 503 personas
fallecieron en el incendio del Gran Circo Brasileño, en la localidad de
Niteroi, satélite de Río de Janeiro.
Aparte del trágico balance mortal, el comandante del Batallón de
Operaciones Especiales (BOE) Cleberson Braida Bastianello, informó de
que 117 personas se encuentran hospitalizadas con lesiones de diversa
gravedad, algunas de ellas en estado muy grave. Haciendo un simple
cálculo se puede llegar a la conclusión de que pocas
personas salieron ilesas del incendio, puesto que en el momento de la
tragedia se contabilizaron en la discoteca entre 300 y 400 jóvenes. El aforo del local es de 2.000 personas.
Según los primeros relatos, el fuego se inició a las 2.30 de la
madrugada del domingo, cuando el vocalista de la banda que tocaba en ese
momento encendió una bengala en el escenario que inauguró una suerte de
espectáculo pirotécnico. Las deflagraciones alcanzaron el techo de la
discoteca prendiendo rápidamente el material de aislamiento acústico. A
partir de ese momento, las llamas comenzaron a extenderse y una humareda
altamente tóxica provocó el pánico generalizado dentro del local. La
única salida de emergencia tampoco fue suficiente para que los
asistentes abandonaran la discoteca a tiempo.
Los bomberos no tardaron en llegar al lugar, aunque solo consiguieron
controlar el incendio a las 5.30 de la mañana. Las labores de rescate
de cuerpos bajo los escombros se prolongaron dramáticamente durante las
horas siguientes. Inicialmente se hablaba de entre 40 y 100 fallecidos,
pero los peores pronósticos se fueron cumpliendo con el paso de las
horas. Fueron necesarios camiones para transportar los cadáveres desde
el lugar de la tragedia hasta el Centro Deportivo Municipal, donde se
realizaron los trabajos de identificación. “Había tantos cuerpos que no
podíamos llegar al fondo de la discoteca”, narró el teniente coronel
Moisés da Silva Fuchs, integrante del primer contingente de bomberos que
llegó al lugar.
Según informaciones oficiales, el 90% de los fallecidos presentaba
síntomas de asfixia e intoxicación. “La espuma de aislamiento genera un
humo altamente tóxico”, explicó el coronel De Melo.
Las imágenes de dolor y conmoción se prolongaron a lo largo de la
jornada de ayer en los principales canales de televisión brasileños.
Psicólogos, médicos, enfermeros, asistentes sociales, voluntarios,
soldados y policías no daban abasto para atender a todas las personas
que pedían información sobre el paradero de sus familiares y amigos. En
este sentido, una fila humana de más de 500 metros rodeó el Centro
Deportivo Municipal. Mientras tanto, seis centros hospitalarios
trabajaban a todo trapo para atender a los heridos.