La prensa británica lleva varios días encendida por la publicación, este martes, de un informe oficial según el cual en un solo hospital de la red sanitaria pública, el de Stafford, la falta de atención y la negligencia habrían producido, al menos, 1.200 muertes innecesarias de pacientes entre 2005 y 2009. El primer ministro David Cameron tuvo ayer que pedir perdón por esos desmanes en un debate parlamentario destinado sobre el escándalo. Y prometió que otros cinco hospitales serán investigados tan minuciosamente como el de Stafford. El diario The Independent dice hoy que serán los de Colchester, Tameside, Blackpool, Basildon y Lancashire. Y el Telegraph asegura que en esos cinco centros se habrían producido otras 3.000 muertes innecesarias por culpa de la malas prácticas sanitarias.
Aunque están en curso otras investigaciones a este respecto, la atención estrictamente médica no es el objeto principal del informe en cuestión, que ha producido una ola de indignación entre los británicos, para los cuales su confianza en el NHS, el sistema nacional de salud, “es lo más parecido a la fe religiosa”, según han destacado varios periódicos, citando lo que dijo hace más de veinte años el entonces ministro del presupuesto Nigel Lawson. “Esa confianza ha sido traicionada”, dijo ayer Cameron.
El texto, de más de 2.000 páginas, describe de manera exhaustiva “fallos espantosos y graves negligencias” en el trato dado a los pacientes y a sus familias por parte del personal auxiliar. La lista de barbaridades incluye actuaciones como permitir a los enfermos beber agua de los jarrones de flores y que las recepcionistas tomaran decisiones sobre sus tratamientos. Pero también implica a la dirección del hospital de Stafford “por haber ignorado las señales de alarma y haber puesto los intereses corporativos y el control de los costes por delante de la seguridad de los pacientes”.
“El informe ha identificado al culpable: es la cultura del NHS, que mira por el negocio y no por los pacientes”, escribe Randeep Ramesh en el Guardian. “Se denuncia una cultura inspirada en la ideología de los dirigentes empresariales, en la que éstos ven el vaso medio lleno, cuando en realidad está vacío. Porque subraya que la “baja calidad” que ponía en riesgo a los pacientes era tolerada y que existía una cultura institucional que “daba más importancia a la información positiva sobre el servicio que la información que podía ser una causa de preocupación”.
A fin de reducir costes, el hospital de Stafford, y posiblemente los demás que van a ser investigados, permitía que parcelas crecientes del tratamiento de los enfermos quedara exclusivamente en manos del personal auxiliar, por debajo del nivel de los enfermeros y enfermeras, que en Reino Unido no tiene que someterse a ninguna prueba ni figurar en registro colegial alguno para ser contratado. “Desde hace años se ha denunciado este hecho, pero muchos en el NHS se han resistido a que se cambie el procedimiento, debido al aumento de costes que supondría regular la actividad de ese amplio sector del personal hospitalario, que percibe bajos salarios”, añade Ramesh.
Pero si es la política de recortes de los gastos sanitarios la que ha generado esa cultura de ahorro insensato por parte de los directivos hospitalarios, la perspectiva de una más honda privatización de la sanidad británica –acercarse al modelo norteamericano es el objetivo de Cameron y de los conservadores- plantea incógnitas aún mucho más preocupantes. La polémica al respecto arde en Gran Bretaña. Los conservadores han entendido que las 1.200 muertes innecesarias de Stafford refuerzan la necesidad de acelerar los planes de privatización, hace poco aprobados en el parlamento con el voto contrario de la oposición laborista. Para los defensores de la sanidad pública, en cambio, que la cultura empresarial en la gestión hospitalaria provoca males terribles, que la privatización agravaría hasta extremos imprevisibles.
Ese debate también está abierto en España. También aquí se están denunciando hasta la saciedad los riesgos que implican los recortes y la privatización del sistema. La diferencia con Gran Bretaña –cuyo NHS, tanto sus épocas de esplendor como las de las reformas, ha sido el referente principal referente de lo que se ha hecho en nuestro país- es que allí esa polémica tiene lugar también sobre la base de informes oficiales que no tienen reparo en denunciar las verdades. Y genera auténticos debates parlamentarios. En los que cada uno dice lo que le interesa. Pero que sirven, al menos, para que la gente sepa lo que piensan unos y otros.
Fuente: http://www.eldiario.es/miradaalmundo/recortes-sanidad-britanica-matan-pacientes_6_98750130.html