En guerra contra el salario
Fecha: Jueves 7 de febrero de 2013
Por: Fernando Rosso
El acuerdo entre el gobierno y las grandes cadenas de supermercados y de electrodomésticos que promete “congelar” por dos meses los precios, es un tardío reconocimiento de la inflación creciente. El pacto, como reconoce un diario oficialista, es de muy dudoso cumplimiento: “El acuerdo siempre es de palabra y no tiene ningún ribete formal. Esa modalidad (...) impide publicar los precios congelados y deja en un limbo las sanciones en caso de incumplimiento (Página/12, 6/2). La inflación ya viene licuando el salario desde hace años, incluso en enero se calcula que superó el 2%, y este acuerdo rige a partir de febrero.
Lo pactado no es un congelamiento, sino más bien una vía libre para que en el “día 61” (si no lo hacen antes) los empresarios remarquen los precios. La maniobra evidente consiste en mostrar a los trabajadores que no hay aumentos mientras se negocian las paritarias para intentar poner un techo al reclamo salarial. Es una herramienta más para su política de “cepo” a las paritarias, que incluye exigir acuerdos anuales, como condición para ser homologados por el Ministerio de Trabajo. Si esto se institucionaliza, y damos por supuesto que los empresarios y patrones cumplen lo acordado, ellos podrían subir los precios cada dos meses, mientras los trabajadores sólo actualizarían su salario, con “techo” y en cuotas, una vez al año.
El salario como variable de ajuste
El anuncio de Cristina de subir el 20% el mínimo no imponible del impuesto al salario, fue otra burla que multiplicó la bronca en amplios sectores de la base obrera. Los números hablan por sí solos: la inflación estuvo cercana al 50% desde la última vez que se actualizó (2011), más del doble que la suba anunciada. Pero además no se tocaron los montos de las escalas (la famosa “tablita de Machinea”) vigentes desde hace 13 años, que implica incrementos en los descuentos aunque se tenga el mismo o menor poder adquisitivo. Con esta suba del mínimo, deja de tributar “ganancias” una franja de trabajadores por uno o dos meses, hasta que se cierre la ronda de paritarias, cuando volverán a caer bajo el garrote del impuesto, la misma o mayor cantidad de trabajadores. Mientras tanto esto actúa como chantaje en las negociaciones, donde hay “que elegir entre dos opciones de ajuste a su salario, si acepta menores aumentos paritarios puede no verse afectado, pero si exige recomposición salarial de acuerdo a la inflación, el recorte viene por el impuesto” (Declaración del PTS, 29/1).
Los topes y montos de las asignaciones familiares que se mantienen intactos son otra vía para licuar los aumentos que se consigan. Las asignaciones por hijo disminuyen a medida que suben los salarios y se dejan de cobrar si uno solo de los miembros de la familia pasa los $7.000, mil pesos abajo de lo que se calcula la canasta básica. El vergonzoso haber mínimo de nuestros jubilados está en $2.165 y el salario mínimo, vital y móvil, $2.875.
Para el gobierno, más allá de sus “peleas” mediáticas, los enemigos no son las corporaciones capitalistas (pág. 3). El blanco es el movimiento obrero y ante las crisis del “modelo”, el ajuste es al salario. Si pasa esta política, las paritarias, reivindicadas por los kirchneristas como uno de sus “logros”, darán como resultado una caída mayor del poder adquisitivo de los trabajadores.
Plan de lucha, programa y asambleas
Ante esta ofensiva antiobrera, la CGT y CTA oficialistas están cada vez más deslegitimadas. La muestra es el difícil “equilibrio” que debe hacer la burocracia de CTERA (docentes) en las paritarias: su gobierno “nacional y popular” le ofrece 17% mientras ellos piden 30%. El más suelto de lengua, Lescano de Luz y Fuerza, ya amenaza aliarse con Moyano. Caló el jefe de la CGT “Balcarce” tuvo que criticar y separarse de las medidas de “su” gobierno.
Hugo Moyano y Pablo Micheli de la CGT y CTA opositoras volvieron a reunirse. Este último anunció una marcha al Ministerio de Trabajo para el 14 de marzo a la que “quizá” se sume Moyano y declaró que “podría” haber un paro “en el primer semestre”. Voceros de Moyano, por su lado, hablaron de otra marcha al Congreso para reclamar por las asignaciones. Ninguna medida unitaria y contundente que responda a la guerra desatada contra los salarios. Hay que exigirles un plan de lucha unificado de toda la clase trabajadora que incluya la fecha de un nuevo paro para imponer un piso nacional en las paritarias, no menor al 30-35%. Hay que impulsar asambleas en todos los gremios, incluidos los oficialistas, para preparar y votar estas medidas, así como elegir delegados paritarios revocables que representen a la base, para no dejar las negociaciones en manos de la burocracia sindical. Contra el programa de abierto ataque al salario hay que pelear por anular el impuesto (y que tampoco se aplique sobre los haberes de los jubilados) y por la universalización y actualización de las asignaciones familiares. Por un salario mínimo equivalente al costo de la canasta familiar y el 82% móvil.
Que la plata para los salarios salga de gravar la renta financiera y el juego, y cobrarles ganancias a los jueces, así como del ataque a las ganancias de los capitalistas. A la prepotencia patronal que busca imponer mayores ritmos de trabajo, con extensión de la jornada laboral y hasta con despidos, acusando de “faltadores” a los trabajadores con problemas de salud, hay que oponerle el reclamo de repartir las horas de trabajo entre ocupados y desocupados para que todos tengamos acceso al trabajo.
Si el gobierno pacta aumentos de precios bimensuales con los empresarios, no nos puede imponer a los trabajadores aumentos anuales. Hay que exigir la escala móvil de salarios, es decir, una indexación y ajuste bimensual o trimestral en base a la inflación real, una “cláusula gatillo” que evite que se pierda en pocos meses lo arrancado en paritarias. Que la CGT y la CTA opositoras pongan en pie un Instituto de medición de la inflación como alguna vez prometieron, para no basarse en los mentirosos números del INDEK.
Hay que incorporar a toda la clase trabajadora a lucha por la defensa de nuestros derechos, lo que implica exigir el fin de las tercerizaciones, el trabajo en negro y la precarización laboral, por el pase a planta de todos los contratados.
Es iluso exigir el “control de precios” a los mismos monopolios remarcadores como los supermercadistas, es como pedir a los empresarios que hagan un “autocontrol” de sus ganancias. Los sindicatos deben llamar a poner en pie comités obreros y populares de control de precios, junto a las organizaciones barriales, donde participen los trabajadores de los supermercados y grandes comercios. Que abran sus libros contables para demostrar que la remarcación permanente es para mantener sus ganancias y no porque sufran ninguna pérdida. Hay que eliminar los impuestos regresivos como el IVA a los productos de consumo popular.
Los proyectos patronales y nosotros, la izquierda
Mientras la inflación desnuda los límites estructurales del “modelo”, la falta de sucesión presidencial pone en crisis por arriba al proyecto político kirchnerista. Lo nuevo y más significativo, es el tránsito hacia la oposición política de cada vez más amplios sectores obreros. La disconformidad apunta más abiertamente contra las medidas del gobierno (impuesto al salario y “cepo” a las paritarias), por lo tanto es más política. Ante este escenario, Moyano y Micheli, lentos para definir un plan de lucha, son rápidos para apuntalar proyectos políticos patronales. Moyano empuja Scioli o a Massa, y ya se habla de una posible candidatura de Micheli por el FAP de Binner para las legislativas. El impresentable Barrionuevo se muestra abiertamente con De la Sota.
Para la izquierda obrera y revolucionaria se abren grandes posibilidades si damos la batalla por ganar influencia, sindical y política, entre los trabajadores que pasan a la oposición. Tenemos el desafío de organizar a la nueva militancia obrera que crece en las fábricas y empresas, como vienen haciendo las agrupaciones que impulsa el PTS, junto a compañeros independientes, en las principales concentraciones de obreras del país. Y también dar la batalla en las elecciones para que tenga voz una izquierda de los trabajadores con una campaña activa de apoyo al FIT, que debe actualizar su programa para llegar a millones. El FIT es un importante punto de partida para pelear por la independencia de clase y la construcción de una izquierda obrera, contra las variantes políticas patronales. En la disputa por arriba y por abajo, por organizar a la vanguardia militante de la clase obrera y por ganar influencia política entre los trabajadores y la juventud, están las bases para que emerja una izquierda de los trabajadores, una alternativa revolucionaria para concretar la perspectiva de lucha por un gobierno de los trabajadores, para que la crisis la paguen los explotadores.