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General: Desaparece la caficultura colombiana
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Respuesta  Mensaje 1 de 4 en el tema 
De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 27/02/2013 11:26

Desaparece la caficultura colombiana

 
 
 
Pedro Echavarria
 
 

El subsidio que paga el gobierno de $6.000 por arroba de café y solo para el 30% de la cosecha, son una mínima parte de los ingresos que el mismo gobierno les ha retenido a los campesinos cafeteros. Además, paños de agua tibia para una enfermedad terminal. La producción cafetera del país ha descendido hasta solo ocho millones de sacos, equivalente al cincuenta por ciento de los diez y seis millones que produjo a principio de la década de los noventa.

 
La razón de este dramático deterioro de la actividad no es otra que las pérdidas que esta genera y que en buena parte se deben a la retención de los justos ingresos de los campesinos cafeteros, vía excesivos impuestos parafiscales, con la falsa promesa de que es un ahorro para el futuro. Cuál futuro? El cultivo del café se acerca dramáticamente a un punto de no retorno: el promedio de edad de los caficultores supera los sesenta años; el 65% de las plantaciones no tienen una vivienda en el predio; y el 95% de estas solo generan hoy en día un promedio de ingresos brutos equivalentes al 30% de un salario mínimo sin prestaciones ni seguridad social. Cualquier aumento en la producción no permitiría entonces unos ingresos suficientes para alimentar las familias cafeteras que se encuentran en su mayoría en la miseria absoluta.
 
Estos excesivos impuestos parafiscales que durante décadas totalizaron más de US$60 billones a precios constantes de hoy -diez veces el valor actual de todas las fincas cafeteras- no permitieron la formación de un patrimonio a los campesinos y se despilfarraron en su totalidad en la gigantesca burocracia de la institucionalidad, en pérdidas continuas en la comercialización, y finalmente en la bancarrota por mala administración de inversiones como: Bancafé; Aces; y Flota Mercante Grancolombiana, entre muchas otras.
 
La drámatica situación de la caficultura, actividad que genera uno de cada tres empleos rurales del país y de la cual subsisten las economías de seiscientas cabeceras municipales, crea un caldo de cultivo para los narcoterroristas: guerrilleros; paramilitares; que los vinculan a sus actividades o los desplazan a los centros urbanos donde incrementan los cinturones de miseria.
 
Actualmente los precios del café están casi a los niveles de los precios fijados durante el pacto de cuotas al café durante 1962-1989, por lo cual es fácil deducir que después de soportar cinco décadas de inflación y la fuerte revaluación del peso es un imposible hacer rentable la actividad.
 
La solución no puede ser entonces un incremento desproporcionado de la producción ampliando la frontera cafetera en 100.000 hectáreas en medio de la actual sobreoferta y precios de venta a pérdida, lo que deterioraría aún más los precios.
 
Mucho menos solución lo sería endeudar al campesino para que pierda su propiedad al no poder pagar sus créditos. La solución tiene que ser un apoyo integral respecto de tecnología, productividad, diversificación y comercialización para que se complementen los cultivos de café con productos de pan coger, acompañando este apoyo con una tasa de cambio que los proteja, tal y como lo ha hecho exitosamente Brasil.
 
La paz que busca el país no depende entonces de ilusiones, buenas intenciones y falsas promesas, se logra solo con acciones integrales, recursivas y pragmáticas que den un bienestar social a la población y en especial al sector rural, históricamente descuidado.
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De: Ruben1919 Enviado: 27/02/2013 11:29

OTRA RIQUEZA ARREBATADA AL PUEBLO

Amalia Iriarte; T. R. 28, Agosto 15 de 1977

Abriendo trochas a través de las cordilleras, tumbando monte y sembrando las vertientes más empinadas, el pueblo construyó las zonas cafeteras de 16 departamentos, y desde hace siglo y medio planta, abona, desyerba los cafetos, recoge y beneficia el grano. Hacia 1830 Colombia empezó a exportar café y al final del siglo XIX, cuando hicieron crisis el tabaco, el añil y la quina, hasta entonces productos básicos de su comercio exterior, las laderas de Los Andes se cubrieron de cafetales que, gracias al empeño de miles de labriegos, climas propicios y abundantes tierras aptas, produjeron frutos de óptima calidad en cantidades crecientes. Al iniciarse el siglo XX cae Colombia en garras del capital monopolista norteamericano y la economía nacional empieza a depender de los precios inest - ables del café, manipulados por los grandes pulpos compradores en la Bolsa de Nueva York. Ya en 1919 la rubiácea constituyó el 680/o de las exportaciones colombianas y desde 1942 no ha bajado sino esporádicamente del SOO/o. A lo largo de este siglo, en la medida en que se elevan sus precios y aumenta su consumo, los monopolios imperialistas acaparan progresivamente este producto del trabajo popular, mediante unos cuantos terratenientes e intermediarios organizados en la Federación Nacional de Cafeteros y un pequeño grupo de grandes firmas exportadoras.

"Boleando azadón y esperando a ver si mañana ..."

Al constituirse el café en nuestro producto principal, campesinos de toda la región andina acometieron, a golpe de hacha y machete, el desmonte de las vertientes de las 3 cordilleras. Miles de familias antioqueñas colonizaron selvas, abrieron caminos y fundaron ciudades en las tierras baldías que hoy ocupan los departamentos de Caldas, Quindío y Risaralda, y en ellas conformaron la zona cafetera más importante de Colombia.

De la compleja serie de ocupaciones que genera el cultivo, la más dura es la del jornalero, quien desempeña con sus manos todas las labores que requiere el cafeto. En época de cosecha, hombres procedentes de todo el país se concentran en las galerías de pueblos y ciudades cafeteras, a donde el domingo irá a buscarlos principalmente el contratista de las grandes haciendas, pero también el propietario de la pequeña finca, que alcanza a responder por la mísera paga. Durmiendo en el suelo de los galpones, a veces sobre los mismos costales que les dan para empacar el grano, alimentándose con agua de panela y sancocho de plátano que les descuentan del jornal y trabajando "de seis a seis con media hora para almorzar", pasan su vida desde la edad en que ya pueden arrancar las pepas rojas del arbusto. Toda la familia ha de ganarse el pan: mujeres, viejos, muchachos de 12 aííos que no han hecho nada diferente desde que poseen memoria, niños de 7 a 8 años que al menos ya son capaces de llevar al cafetal la comida de sus padres. Así pasa el tiempo, "boleando azadón y esperando a ver si mañana...... como lo expresaba un labriego de Calarcá.

Les pagan a destajo y de la intensidad con que trabajen en el día depende que puedan o no prolongar su precaria existencia. Al final de la tarde entregan en el beneficiadero el café recogido y después de varias horas de cola que los retienen a veces hasta medianoche, les van anotando lo recolectado. A través de los años, cosecha tras cosecha, los trabajadores se organizan y condicionan la cogida del grano a un alza de salarios, desafiando intervenciones del ejército, amenazas y coacciones de toda clase. Sólo así han logrado incrementar sus menguados ingresos. Para la cosecha de 1974, los jornaleros de Gigante, Huila, paralizaron la recolecci¿)n hasta conseguir un aumento de $ 13 a $ 14 por arroba, y en febrero de 1977, de $ 14 a $ 18. En 1973, en Chinchiná y Manizales, entraron en paro, realizaron concentraciones en las galerías y mítines en los cafetales. A pesar de que los dirigentes de la huelga fueron encarcelados y la región fue totalmente militarizada, consiguieron que de $ 1.50 se aumentara el kilo a $ 2.

Por otra parte, el cuidado de las fincas pequeñas, o de los tajos de café en las grandes haciendas está a cargo de agregados y alimentadores, campesinos sin tierra que, por una remuneraci¿)n semejante a la del jornalero, deben responder por los cultivos, las cosechas, la contratación y alimentación de los trabajadores. A cambio de sus enormes responsabilidades, disfrutan de una humilde vivienda en la finca. Su contrato es generalmente verbal y con suerte logran permanecer mal de un año en un mismo sitio. A veces cuidan una finca por 20 años, al cabo de los cuales salen sin un centavo.

"Plan Cosecha"

A causa de la frecuencia y combatividad de estas protestas, el ejército ha convertido las áreas cafeteras en verdaderas zonas de guerra. En las poblaciones y veredas de alta producción hay retenes e incluso batallones enteros que controlan estrictamente la entrada y salida de gente, como sucede en Pueblotapado y Quebradanegra, Quindío. Se requisa al campesino que transita por los caminos, se le exige la autorización escrita de un propietario para llevar de un lugar a otro cualquier fruto de la tierra, se espía al trabajador durante sus labores, se detiene a los que en alguna forma manifiestan su inconformidad.

Y desde el movimiento de los andariegos en Chinchiná, en 1973, cada año se lanza en Caldas el flamante "Plan Cosecha" gigantesco operativo de¡ ejército, la policía, el DAS y el F-2 en coordinación con el Comité Departamental de Cafeteros, consistente en que a diario "personal de los 3 cuerpos de seguridad hace guardia a pie, a caballo, en automóvil, por rastrojos, puentes, cruces de caminos por donde el campesino recolectar de¡ grano tiene que transitar". (La Patria, agosto/27/76). Es decir, que mientras más intensamente trabaja y produce más, el jornalero es tratado peor que un delincuente por las autoridades. Millones de kilos de café parten entonces de los cultivos, se venden en Nueva York a más de $ 200 cada uno, pero al que lo recoge le pagan máximo $ 3 y la miseria en la zona, lejos de disminuir, se agudiza en tales épocas. Proliferan los enfermos, los que se arriendan a cambio de la comida y un rincón para dormir, los que proceden de regiones distantes y después de meses de trabajo no tienen ni para el pasaje de regreso. Se cierran las escuelas para disponer de¡ trabajo infantil y se obliga a los presos a participar en la faena. He ahí la dura y dolorosa situación de los verdaderos forjadores de la riqueza cafetera que tanto enorgullece y engorda a la oligarquía colombiana.

"Como corcho en remolino"

De las 314.1 58 fincas de la región cafetera, que según el censo de 1970 se registraron en Colombia, 218.408 son menores de 10 hectáreas y 43.228 entre 10 y 20. Cultivos mayores de 100 sólo existen 247. De tal manera, el 84% de las plantaciones son pequeñas y medianas. En ellas abundan despulpadoras rudimentarias. Allí el café seco se amontona y vierte a mano en los costales, los acueductos son insuficientes y muchas veces los productores se ven obligados a lavar la cosecha en las quebradas. Tanto para el que extiende sus puchos de café a la vera de¡ camino, como para el que cuenta con casillas y elbas, el secado es lento y depende del sol. Puesto que una vez arrancado del palo el café no da espera, todas estas limitaciones acarrean pérdidas al minifundista sin recursos para instalar silos o guardiolas que sequen artificialmente el grano. "Aquí tuvimos una cosecha en que se perdía el café en la mata -nos explicaba un cultivador de Calarcá- y fue necesario dejar arrumes en los potreros porque se coparon los secadores y no había a dónde llevarlo. Y si queda mal ’beneficiado’, porque no hubo modo, entonces vienen los descuentos en la Compra".

Tanto el minífundista de media hectárea que vende por kíios el café que va recogiendo y jornalea parte del año, como el pequeño propietario que carece de recursos para trabajar su tierra y tiene que hacer compañía con un administrador, repartiendo con él por mitad lo que deje la cosecha, y hasta el agricultor de 15 6 20 hectáreas que contrata 10 6 más recolectores y dispone de un beneficiadero relativamente completo, todos están sometidos por igual a la feroz explotación de la usura institucionalizada en la Caja Agraria, el Banco Cafetero y las Cooperativas de Caficultores, entidades controladas por la Federación. Así mismo, todos se identifican en que de la tan cacareada "bonanza de los cafeteros", no les quedó nada, y si mucho, algunos sólo lograron salir de deudas. Se alistan entonces para un nuevo préstamo, porque para la mayoría de productores de café "la cosecha es para pagar y la peladez para endeudarse".

Muchos de los campesinos que en las zonas cafeteras están en poder de la Caja Agraria terminan perdiendo sus tierras. Todo lo que ganan se les va en cancelar intereses, y con frecuencia se alcanzan y, para evitar el embargo, venden por lo que quieran darles. Y de remate, la mayoría de los caficultores se hallan permanentemente empeñados a los intermediarios de los grandes exportadores, quienes les suministran dinero para cubrir desde los jornales hasta el mercado para la familia, a cambio de mantenerles pignorado toda la producción. "Somos como corcho en remolino, que cuando parece que va a coger la corriente, vuelve a quedar en el mismo sitio", nos decía un caficultor.

Es antes que nadie el campesino, que sufre en carne propia los efectos del atraso que caracteriza el cultivo del café en Colombia, quien siente la necesidad de tecnificar la producción mediante la siembra de variedades que permitan una mejor utilización de¡ suelo y rindan mayores cosechas, y de introducir la mecanización en el procesamiento de¡ grano. Pero la usura gubernamental y los altos precios del abono impuesto por la Federación, mantienen el proceso productivo atrasado y estancado.

Grandes exportadores, grandes vendepatria

En 1976, el 79% de nuestro café lo exportaron entidades diferentes a la Federación, de las cuales 4 firmas familiares vendieron mucho más de la mitad y el resto se lo repartieron 30 empresas.

Asociados con tostadoras norteamericanas y financiados por éstas, los grandes exportadores entregan a los monopolios extranjeros gran parte de las ganancias.

"Plan Cosecha"

A causa de la frecuencia y combatividad de estas protestas, el ejército ha convertido las áreas cafeteras en verdaderas zonas de guerra. En las poblaciones y veredas de alta producción hay retenes e incluso batallones enteros que controlan estrictamente la entrada y salida de gente, como sucede en Pueblotapado y Quebradanegra, Quindío. Se requisa al campesino que transita por los caminos, se le exige la autorización escrita de un propietario para llevar de un lugar a otro cualquier fruto de la tierra, se espía al trabajador durante sus labores, se detiene a los que en alguna forma manifiestan su inconformidad.

Y desde el movimiento de los andariegos en Chinchiná, en 1973, cada año se lanza en Caldas el flamante "Plan Cosecha" gigantesco operativo de¡ ejército, la policía, el DAS y el F-2 en coordinación con el Comité Departamental de Cafeteros, consistente en que a diario "personal de los 3 cuerpos de seguridad hace guardia a pie, a caballo, en automóvil, por rastrojos, puentes, cruces de caminos por donde el campesino recolectar del grano tiene que transitar". (La Patria, agosto/27/76). Es decir, que mientras más intensamente trabaja y produce más, el jornalero es tratado peor que un delincuente por las autoridades. Millones de kilos de café parten entonces de los cultivos, se venden en Nueva York a más de $ 200 cada uno, pero al que lo recoge le pagan máximo $ 3 y la miseria en la zona, lejos de disminuir, se agudiza en tales épocas. Proliferan los enfermos, los que se arriendan a cambio de la comida y un rincón para dormir, los que proceden de regiones distantes y después de meses de trabajo no tienen ni para el pasaje de regreso. Se cierran las escuelas para disponer del trabajo infantil y se obliga a los presos a participar en la faena. He ahí la dura y dolorosa situación de los verdaderos foriadores de la riqueza cafetera que tanto enorgullece y engorda a la oligarquía colombiana.

"Como corcho en remolino"

De las 314.1 58 fincas de la región cafetera, que según el censo de 1970 se registraron en Colombia, 218.408 son menores de 10 hectáreas y 43.228 entre 10 y 20. Cultivos mayores de 100 sólo existen 247. De tal manera, el 84% de las plantaciones son pequeñas y medianas. En ellas abundan despulpadoras rudimentarias. Allí el café seco se amontona y vierte a mano en los costales, los acueductos son insuficientes y muchas veces los productores se ven obligados a lavar la cosecha en las quebradas. Tanto para el que extiende sus puchos de café a la vera del camino, como para el que cuenta con casillas y elbas, el secado es lento y depende del sol. Puesto que una vez arrancado del palo el café no da espera, todas estas limitaciones acarrean pérdidas al minifundista sin recursos para instalar silos o guardiolas que sequen artificialmente el grano. "Aquí tuvimos una cosecha en que se perdía el café en la mata -nos explicaba un cultivador de Calarcá- y fue necesario dejar arrumes en los potreros porque se coparon los secadores y no había a dónde llevarlo. Y si queda mal ’beneficiado’, porque no hubo modo, entonces vienen los descuentos en la Compra".

Tanto el minifundista de media hectárea que vende por kílos el café que va recogiendo y jornalea parte del año, como el pequeño propietario que carece de recursos para trabajar su tierra y tiene que hacer compañía con un administrador, repartiendo con él por mitad lo que deje la cosecha, y hasta el agricultor de 15 ó 20 hectáreas que contrata 10 ó más recolectores y dispone de un beneficiadero relativamente completo, todos están sometidos por igual a la feroz explotación de la usura institucionalizada en la Caja Agraria, el Banco Cafetero y las Cooperativas de Caficultores, entidades controladas por la Federaci6n. Así mismo, todos se identifican en que de la tan cacareada "bonanza de los cafeteros", no les quedó nada, y si mucho, algunos sólo lograron salir de deudas. Se alistan entonces para un nuevo préstamo, porque para la mayoría de productores de café "la cosecha es para pagar y la peladez para endeudarse".

Muchos de los campesinos que en las zonas cafeteras están en poder de la Caja Agraria terminan perdiendo sus tierras. Todo lo que ganan se les va en cancelar intereses, y con frecuencia se alcanzan y, para evitar el embargo, venden por lo que quieran darles. Y de remate, la mayoría de los caficultores se hallan permanentemente empeñados a los intermediarios de los grandes exportadores, quienes les suministran dinero para cubrir desde los jornales hasta el mercado para la familia, a cambio de mantenerles pignorado toda la producción. "Somos como corcho en remolino, que cuando parece que va a coger la corriente, vuelve a quedar en el mismo sitio", nos decía un caficultor.

Es antes que nadie el campesino, que sufre en carne propia los efectos del atraso que caracteriza el cultivo del café en Colombia, quien siente la necesidad de tecnificar la producción mediante la siembra de variedades que permitan una mejor utilización de¡ suelo y rindan mayores cosechas, y de introducir la mecanización en el procesamiento del grano. Pero la usura gubernamental y los altos precios del abono impuesto por la Federación, mantienen el proceso productivo atrasado y estancado.

Grandes exportadores, grandes vendepatria

En 1976, el 790/o de nuestro café lo exportaron entidades diferentes a la Fede’ración, de las cuales 4 firmas familiares vendieron mucho más de la mitad y el resto se lo repartieron 30 empresas.

Asociados -con tostadoras norteamericanas yfinanciadospor éstas,losgran-

des exportadores entregan a los monopolios extranjeros gran parte de las ga-

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nancias que produce el café y que le pertenece legítimamente a nuestro pueblo. Las sociedades multimilionarias poseen inmensos depósitos, trilladoras, flotas de tractomulas y talleres de mantenimiento. Especulan a través de miles de intermediarios localizados hasta en los más remotos rincones de las zonas cafeteras; se comunican por télex con sus agentes en Nueva York, lo que les permite imponer precios al agencista y al productor; acaparan en espera de alzas, y cuentan con todas las seguridades para el transporte. Han salido favorecidas con todas las medidas de López. Se han quedado con el Título de Ahorro Cafetero, TAC, y continúan dominando hegem¿>nicamente el mercado interno. Por todas estas circunstancias, son las únicas capacitadas para realizar ese 300/o que, según Arturo Gómez Jaramillo, alcanz6 el contrabando de¡ café durante 1976.

El monto total de la producción de café destinada a las exportaciones, incluyendo el contrabando y la reserva que para fines de comercio internacional almacena el Fondo Nacional de¡ Café, ascendi¿> en 1976 a un valor de 62.000 millones de pesos colombianos. De esta suma, los grandes traficantes privados se las arreglaron, con la ayuda desde luego de¡ gobierno, para apropiarse como ganancia neta 11.500 millones de pesos. Ya se dijo que cuatro familias controlan cerca de dos terceras partes de las ventas, quedando tan jugosa entrada en manos de un puñado de potentados que además tiene el monopolio de la trilla y el transporte de¡ grano. El Fondo Nacional de¡ Café, bajo el control de la Federaci¿)n Nacional de Cafeteros, obtuvo por concepto de retención (64 kilos de cada cien enviados al exterior de vendedores particulares), por impuesto ad-valorem y por sus propias exportaciones, 22.000 millones de pesos. Al gobierno le correspondieron s¿)Io 5.000 millones de pesos, en impuestos. Y a los productores llegaron 23.500 millones de pesos, con la diferencia de que las primeras cifras se contabilizan como utilidades y a esta última tendrán que descontarse todos los costos de la producción. En resumen, el sector privado, o sea unos pocos exportadores y el Fondo, manejado por ellos mismos, se embolsillaron el 540/o de los ingresos de la producción cafetera con destino al consumo externo, mientras los cientos de miles de productores apenas recibieron el 380/o y el gobierno el 80/o.

La mayoría de los productores no puede almacenar sino que a medida que lo va recogiendo se apresura a deshacerse de su café y "a como lo estén pagando", para cancelar deudas en el granero, atender algunas necesidades e la semana y llevar la remesa a la familia; es, por lo tanto, víctimá de los altibajos del precio del grano, sin defensa en las caídas ni pago justo en las alzas.

La parte del león

El pequerio agencista o comprador también trabaja con dinero prestado

que le suministran los pulpos exportadores, con la condici¿)n de que les lleve

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todo el café que consiga en la región. Financiando a su vez a los pequeños y medianos agricultores bajo el compromiso de que le vendan la cosecha, el agencista adquiere toda la producción posible en municipios, veredas y corregimientos donde hay muchos como él. En Belén de Umbría, por ejemplo, hay más de 25 Compras. Como el productor, el pequeño comprador está sujeto a las oscilaciones de¡ precio y a la codicia de¡ exportador, que le descuenta arbitrariamente si juzga de mala calidad el grano, o bien espera a que los precios desciendan para hacer la liquidación. Ganándose un promedio de $ 20 por arroba, asume todos los riesgos hasta traspasar a la firma comercializadora lo cosechado en miles de distantes veredas. De ahí, de la puerta de¡ exportador para adelante, comienza el gran negocio.

A excepci¿)n de la producción de Café Liofilizado de Chinchiná, cuya distribuci6n le entregó la Federaci6n a la firma Tenco, filial de Coca-Cola, todo el café colombiano se exporta apenas trillado. Los inmensos monopolios imperialistas como la Nestié, la General Foods y la Foiger Coffee de la Procter and Gambie, negocian con nuestro principal producto, realizando ganancias astronómicas. En períodos de alza, sacan al mercado el grano comprado barato y lo venden al consumidor por sumas exorbitantes, como está sucediendo en EE.UU., donde se ha llegado a pagar más de 4 dólares por libra de café molido. Y en épocas de superproducci¿>n y depreciación gozan de las bonificaciones y descuentos que les otorga el gobierno de Colombia. Ellos, que se quedan con la parte de¡ león, industrializan y comercializan el grano en todo el mundo, y son sus voceros los que deciden precios, cuotas y condiciones que nuestros gobernantes se precipitan a aceptar. Ante esta situación indignante, no queda sino la unión de los productores contra los representantes de los monopolios, tal como lo han logrado los países productores de petróleo con la OPEP, importante experiencia del Tercer Mundo.

La Federación de Cafeteros

En 1927, un grupo de terratenientes e.intermediarios fund6 la Federación Nacional de Cafeteros, que ha contado desde entonces con el apoyo irrestricto de todos los regímenes, empezando por el de Abadía Méndez, quien creó un impuesto destinado a financiaría. Su ascenso fue vertiginoso: ya en 1930 disponía de varias oficinas internacionales, el primer almacén de depósito, base del gigantesco emporio de Almacafé, granjas experimentales, un aparato organizativo nacional, y, por Iniciativa de su presidente de aquella época, Mariano Ospina Pérez, de la Caja Agraria, entidad de crédito a su servicio. En 1940 el Estado, con la creaci¿>n del Fondo Nacional del Café, le entregó el manejo de un alto porcentaje de sus ingresos fiscales y el control de la política cafetera e@terior. Goza, pues, para sus maniobras, de la ambigüedad de ser una entidad gremial de derecho privado que maneja cuantiosas sumas de dinero público. Con ellas cre6 en 1946 la Flota Mercante Grancolombiana. Ac-

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tualmente ejerce dominio sobre el Banco Cafetero, Almadelco, Café Liofilizado, Banco Cafetero de Panamá, Concasa, Café Colombia-Argentina, y posee grandes inversiones en la Caja de Crédito Agrario, Ibero American Bank, Compañía Agrícola de Inversiones, Banco Real de Colombia, corporaciones financieras de Caldas, Valle, Tolima y Norte de Santander, Ingenio Azucarero de Risaralda, consorcios pesquemos, fábricas de empaques y Artesanías de Colombia, entre otras entidades.

La composición de sus Comités Departamentales y Municipales está determinada burocráticamente desde arriba: la mitad de los miembros la elige el comité superior, y el resto, los cedulados de¡ municipio o departamento. Pero por estatutos, puede obtener cédula cafetera únicamente quien "posea o explote para sí o su familia un predio rural en el cual se hallen sembradas, por lo menos, 2 hectáreas de cafetos, o en caso de ser menor su extensi¿)n, que su producción anual no sea inferior a 375 kilos de café pergamino". Estos requisitos antidemocráticos, y además el hecho de que no se hagan campañas de cedulaci¿)n, excluyen de la Federación a un altísimo porcentaje de caficultores.

Fuera de exportar el 21 O/o de¡ café y fijar su precio interno, la Federación importa fertilizantes a costos prohibitivos, sustrayendo por este concepto parte de la renta de los productores nacionales, cuando no arruinándolos. La creación de todos los impuestos cafeteros son determinados conjuntamente por el gobierno y la Federación, y buena porción de su recaudo va a parar a las arcas de ésta. Su contacto con el cultivador se limita a las Cooperativas, cuya política de compras sintetiza así un campesino: "yo no les vendo porque allá, esté como esté, el café que uno les lleva siempre les parece pasilludo y mal administrado y pagan con TAC".

"Bonanza cafetera", calamidad popular

En sus visitas a las zonas cafeteras, el presidente López ha tratado de justificar, con los más retorcidos argumentos, por qué los altos precios alcanzados por el café no se traducen en el más mínimo bienestar sino en creciente carestía en los sectores que producen el grano, mientras todos los aspectos de la política de la "bonanza" favorecen a la Federaci¿)n, a los grandes exportadores y, I¿)gicamente, a los monopolios extranjeros. Los Títulos de Ahorro Cafetero, presentados como una "bonificación" que se daría al productor para aplazar la entrega de un determinado porcentaje de¡ incremento del valor, ,,evitar el desbordamiento inflacionario" y "estimular el ahorro de los caficultores", resultó ser una de las más impopulares medidas del "mandato de hambre". A pesar de los esfuerzos por demostrar que los TAC defienden al campesino, éste los rechaz¿) desde el comienzo, pues con ellos se le estaban realmente reduciendo sus ya de por sí magras ganancias, dándoles a cambio un papel de disminuido interés, gravado con impuestos, redimible a 3 años y que lo sometía a la extorsión de los especuladores financieros.

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La Federación y el gobierno no han estipulado una reiaci¿)n justa entre el precio externo alto y el que se le reconoce al caficultor: este último por ejemplo permaneció en $ 25.45 la libra desde el 26 de noviembre pasado, cuando estaba a $ 70 en Nueva York, hasta 5 meses después, cuando el café alcanzó su máximo nivel de $ 120 la libra. Sin embargo, la Federación, única entidad obligada a pagar lo establecido, ha dejado el mercado bajo el control de los exportadores, presentándose el fenómeno de que mientras las disposiciones oficiales fijaban en junio a $ 7.300 la carga, el exportador la compraba a $ 6.600.

A su turno, la Caja Agraria prosigue quebrando a cientos de pequeños y medianos caficultores, pignorando sus cosechas y rematando sus fincas.

Debido a todo lo anterior, después de la "bonanza", en las zonas cafeteras se trabaja en las mismas o peores condiciones de miseria y atraso. Escasea y se encarece la comida, suben el transporte y el combustible continuamente, los servicios públicos en municipios y ciudades son insuficientes. Los caminos vecinales, por los cuales paga impuestos el caf ¡cultor, son trochas que él mismo tiene que sostener para poder sacar sus productos al mercado. La electrificación y acueductos rurales, financiados por los propietarios, son tan precarios que en épocas de cosecha es común no tener con qué lavar el café ni cómo prender los motores de despulpadoras y guardiolas. Y los salarios de los trabajadores se congelan en los niveles mínimos.

Pero la respuesta a tales iniquidades la darán los jornaleros, agregados, pequeños y medianos productores y demás trabajadores de¡ café, desenmascarando a los que hoy les arrebatan el derecho al bienestar y al progreso, recogiendo la experiencia de sus iuchas y organizándose al lado del resto del pueblo en un gran frente revolucionario que rescate nuestra riqueza de las garras del imperialismo y sus agentes, y lleve a la práctica el principio de que "la prosperidad de Colombia será hija y sólo hija de su liberación".

T. R. 28, Agosto 15 de 1977


Respuesta  Mensaje 3 de 4 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 27/02/2013 11:54

LA CAFICULTURA COLOMBIANA ESTÁ SIENDO DESPLAZADA DEL MERCADO MUNDIAL

Intervención del senador Jorge Enrique Robledo en la Comisión Quinta del Senado, 15 de mayo de 2007, en el debate sobre política cafetera

Es mi deber y el de esta Comisión volver a mirar la situación de la caficultura colombiana a la luz de las últimas políticas, no sin antes recordar que este debate se ha debido hacer a finales del año pasado, pero se aplazó por decisión de la Presidencia de la Comisión de ese entonces.

El debate va a tener dos partes. Una primera, que hubiera preferido no hacer, pero que me toca repetir por las actitudes del Ministerio de Hacienda y la Federación, y en la que insistiré, señor ministro y señor gerente, cuantas veces sea necesario, porque son interrogantes que ustedes no han respondido satisfactoriamente y sobre los cuales hay mucha preocupación en las zonas cafeteras. En la segunda parte voy a mirar cuidadosamente cuál es el estado actual de la caficultura en Colombia. Estoy muy preocupado con la situación de la economía cafetera. Pienso que está bastante peor de lo que aduce la propaganda de la Federación, propaganda bastante buena, hay que reconocerlo, para los propósitos que ha sido definida. Y finalmente, voy a llamar la atención sobre un hecho muy grave y es la falta de solidaridad del gobierno nacional con la suerte de los caficultores, la falta de respaldo, en especial frente a las descomunales pérdidas que están sufriendo los productores por causa de la reevaluación de la moneda, pérdidas que no han merecido de parte de la Federación, que dice representarlos, ninguna actividad seria encaminada a echar atrás ese proceso o por lo menos a compensar a los caficultores, tal como están compensando por ejemplo a bananeros y floricultores.

Sigo reclamando, señor gerente y señor ministro, que entre las cifras que ustedes entregan en conjunto –cosa que no deja de ser curiosa pero así es, que los cuestionarios los responden idénticos Federación y Ministerio de Hacienda–, hay una que siempre se da sobre traslado de precio externo a precio interno, que hace de Colombia, cafeteramente hablando, el mejor país del mundo. En el 2006, por ejemplo, se dice que el 98% del precio externo se trasladó al interno. Francamente, y mientras no me lo comprueben con cifras demostrables, en eso no puedo creer. No puedo creer que costos de comercialización, de fletes, de seguros, de trilla, etc., valgan apenas 2%. Hoy me tomé el trabajo de averiguarlo y no es cierto. Primero, porque hay una astucia en la presentación de la cifra y es que se hace ver la contribución cafetera como si fuera precio neto que le llegara al productor y eso no es cierto. Segundo, porque si se va a incluir la contribución cafetera, no cabe alegar que todo eso le termina regresando finalmente al productor, porque tampoco es cierto. Los solos sueldos de don Gabriel y de toda la cúpula de la Federación se convierten en costos, luego no es posible que eso se sume en un análisis riguroso. Me parece entonces que la cifra está inflada.

A precios de hoy, no es la cifra que me dan sino la del año pasado, pero son muy parecidas, al productor le llega, sin contar contribución, el 82% del precio externo, bien lejos del 93% que se dice para el 2005 y del 98% que se dice para el 2006. Y si descontamos contribución, que es a mi juicio como se debiera calcular esto con claridad para no llevar a la gente a engaños o a confusiones, estamos hablando del 88%. O sea, 82% sin la contribución, 88% con la contribución. Lo otro que nos dicen es que por cada peso que dan los cafeteros de contribución se les regresan, en platas no sé traídas de dónde, entre 6 y 7 pesos más, o sea, la multiplicación de los panes y los peces por cuenta de la cúpula de la Federación, cuyas habilidades no pongo en duda, pero no tanto para multiplicar panes y peces. Así pues, francamente, me permito ponerlo en duda. Y nos lo debieran intentar demostrar, porque es que nos lo dan como hecho, pero no nos lo demuestran y yo me resisto a creer. Ahora, si están diciendo que todo lo que se gastan en zonas cafeteras los municipios y los departamentos se lo gastan porque la Federación está allí, pienso que sería por lo menos desproporcionado arrogarse esa relación, porque tampoco es cierta.

El caso Best y el fraude en las importaciones de café

Hay un asunto que me molestó particularmente, señor ministro y señor gerente de la Federación, y es que en el 2004 hice aquí mismo una denuncia muy grave con respecto a un correo electrónico enviado por el señor Jean Bestebreurtje, o Jean Best, como le dicen en los medios de la Federación, dirigido a don Roberto Vélez, gerente comercial de la Federación y con copia a otros jefes de la misma, donde el señor Best habla de engañar al consumidor introduciéndoles a las mezclas del café interno que consumen los colombianos mezclas de café suramericanos y asiáticos. Utiliza frases como estas. “El consumidor de estas marcas –se refiere a Águila Roja, Colcafé y Luker–, no se dará cuenta de la participación de robusta en la mezcla”. Ese día, al hacer la denuncia, pedí explicaciones al respecto.

Escribe también el señor Best que una manera fácil o más barata de hacer las importaciones, o en sus propias palabras, “una solución menos onerosa sería declarar por ejemplo, una tostaduría en Santa Marta como zona franca ficticia y nacionalizar el producto semitostado a la salida de esta zona”. Lo segundo puede ser francamente una actividad criminal confesada por esta misma persona. Cuando le pregunto a la Federación y al gobierno, en el debate que íbamos a hacer el año pasado, ministro y gerente me contestan: “Este despacho no tiene conocimientos del tema, sin embargo, se ha trasladado consulta a la Federación”. Francamente les digo que me molesté con la respuesta, porque esta es una Comisión del Senado, que merece todo el respeto. No es posible que después de pedirse una investigación en el 2004, en el 2006 la respuesta sea que van a preguntar qué es lo que está pasando, y en un hecho que puede ser grave tanto por el engaño a los consumidores colombianos y por la actitud de la Federación de andar facilitando importaciones de café a Colombia, como por lo que podría ser una actividad criminal.

Luego de mi protesta, la semana pasada por fin se me responde con algún grado de seriedad al respecto, pero tengo que decir que no me satisface la respuesta, doctor Silva y ministro, porque, primero, dicen que todo es problema del señor Best, “que es a instancia propia, insistimos”. Ustedes sabrán si le echan la culpa a Best y liberan a los funcionarios de la Federación, pero la explicación de que hay que entender lo de la zona franca ficticia como una zona virtual no se deduce de ninguna parte de este documento y no deja de ser una interpretación por lo menos bien extraña. Hubiera querido inclusive encontrar una carta del doctor Vélez, subgerente comercial de la Federación, protestándole a Best por este tipo de comunicados que les manda, y sin embargo, eso no sucede. Luego aquí queda una sombra de duda, que sigo pidiéndole a la Federación que me explique de manera satisfactoria. Quisiera conocer las respuestas de la Federación de Cafeteros a estas cartas de Best y a las que él dice que envió antes para ver qué estaba pasando en realidad. Si el propósito, que parece estar confeso, era engañar a los consumidores colombianos y cometer además algún tipo de delito mediante una zona franca ficticia, porque, repito, las explicaciones no son satisfactorias, quisiera entonces conocer los documentos anteriores y las respuestas del señor Vélez de Federación de Cafeteros a esta carta. No debiera ser tema del debate, pero, doctor Silva, le prometo que se lo voy a traer cada año si no encontramos una respuesta satisfactoria a este asunto, que aun cuando a alguien le pueda parecer menor, creo que tiene que ver con atender con seriedad y respeto a las Comisiones del Senado.

Procafecol o el abuso de un bien público

Lo otro que quiero mencionar y que tampoco debiera ser tema de hoy, pero que se nos va a volver tema de siempre, es el caso de las tiendas Juan Valdez y de Procafecol. Recordemos un poco los hechos. Como se mencionaba en esta Comisión ya hace rato, en diciembre 10 del 2002 se abre la primera tienda. En diciembre 23, o sea, trece días después, el ministro de Hacienda Roberto Junguito, de manera ilegal, como lo afirma la Contraloría General de la República, autoriza que las marcas Juan Valdez, que pertenecen al Fondo Nacional de Café y no a la Federación de Cafeteros, se le cedan a Procafecol, una empresa privada de propiedad de la Federación Nacional de Cafeteros. Junguito entrega ilegalmente esas marcas y en junio de 2003, Carrasquilla, ministro de Hacienda, lo confirma. La cesión sigue siendo contraria a las normas. En agosto del 2003 un ciudadano demanda el trámite y apenas en septiembre 6 del 2004, o sea, año y medio después de estar montado el negocio con las marcas pertenecientes al Fondo Nacional del Café, se firma el primer contrato entre Procafecol y el Fondo Nacional del Café. Es decir, el negocio nace de una manera abiertamente irregular.

Después de que se acabó todo lo que tenían los cafeteros, se perdió la Flota, se perdió el Banco Cafetero, se perdió todo, entonces al final, como un amigo me decía con tono de ironía, “miraron y lo único que quedó fue el letrero, y entonces se dijeron, ahora vamos por el letrero”. Y se establece el negocio de las marcas Juan Valdez y se establece mal. De entrada se saca a los cafeterosdel negocio, o sea, al Fondo Nacional de Café, y se monta a Procafecol.

No voy a entrar a fondo en esta discusión. Tan solo voy a mencionar los dos pleitos que tenemos. El primero, las marcas pertenecientes al Fondo Nacional del Café y no a la Federación de Cafeteros ni a Procafecol están registradas no a nombre del Fondo Nacional del Café, sino de la Federación de Cafeteros, a pesar de que la Contraloría y la Procuraduría les han dicho en muchas ocasiones que así no se hace. Y a pesar de que están violando el Artículo 7º, literal G del contrato con el Fondo Nacional del Café, que les ordena textualmente “indicar en forma expresa el nombre del Fondo Nacional del Café cuando se realice cualquier actividad que sea financiada con sus recursos”. Ese es un pleito en el que llevamos ya tres años y se empecinan en no hacerlo. Voy a insistir cuantas veces sea necesario en que la cúpula de la Federación debiera registrarlas a nombre del Fondo Nacional del Café, que no es lo mismo que la Federación Nacional de Cafeteros, aun cuando, si uno es astuto y maneja los hechos, pueda transmitir la idea de que sí son idénticos, pero quienes entendemos de esto un poco sabemos que no es lo mismo. El Fondo Nacional del Café son recursos públicos, mientras que la Federación de Cafeteros es una institución privada. Ella puede administrar al Fondo, pero no es la dueña del Fondo, son dos cosas completamente distintas.

El negocio además lo hicieron muy mal. Miren lo que dijo en su momento la Procuraduría, y repito, lamento tener que seguir machacando en este punto, pero es que siguen ustedes en el lío, doctor Silva, y no lo aclaran. Dijo la Procuraduría cuando se hizo el contrato: “Considera: que la Federación Nacional de Cafeteros incurrió en culpa grave asimilable en materia civil al dolo por el error inexcusable en que incurrieron empleados altamente calificados en materia jurídica y financiera relacionados con sus funciones, por ejemplo, confundir a Procafecol S.A. con Federación de Cafeteros, siendo dos personas jurídicamente independientes con naturaleza objeto y fines diferentes. Hacer caso omiso del reglamento contractual que le era obligatorio a la Federación como administradora del Fondo y desconocer que el dinero tiene un costo de oportunidad y por tanto genera intereses cuando se paga extemporáneamente”.

Una denuncia bien grave y el problema sigue ahí sin resolver. Le digo a la Federación de Cafeteros, qué pasa con la inscripción de las marcas, y no, siguen inscritas a nombre de Federación de Cafeteros, a pesar de que Contraloría y Procuraduría insisten en que así no se debe hacer. No sé si esto se haya vuelto un problema como de machismo institucional, doctor Gabriel Silva, no hacer algo tan simple como es inscribir unas marcas a nombre del Fondo Nacional de Café, tal como lo ordenan las leyes de la República.

Hay otro problema aún más grave. Después de que duraron dos años en hacer el contrato con Procafecol para que pagara unas regalías por la explotación de la marca, esta es la hora en que ni la Contraloría ni la Procuraduría ni este Congreso han recibido una respuesta satisfactoria que nos diga por qué concesionaron esas marcas al precio que lo hicieron. Estamos pidiendo desde hace rato un estudio que nos aclare por qué cobran eso y no otra plata. Una explicación, cualquiera que sea, pero que nos muestren el estudio para nosotros poder juzgar si el alquiler de esas marcas, llamémoslo alquiler, corresponde con el valor de las marcas o no, porque aquí hay un problema muy grave, que de entrada arroja serias dudas sobre este contrato. La Federación de Cafeteros, como administradora del Fondo, hace el negocio a favor de una firma de su propiedad, o sea, es un negocio de esos de yo con yo. Entonces, la Federación administra el Fondo, dueño de las marcas, y se las cede a una firma perteneciente a la Federación de Cafeteros. Ojala todos los negocios en el mundo fueran así de buenos.

¿Dónde están los estudios? Esto de no entregar los estudios es de una gravedad inaudita. La Contraloría dice que “la Federación no entrega los estudios porque la Federación argumenta que los estudios fueron pagados con la plata de la Federación de Cafeteros y como la Federación es una empresa privada, no está obligada”. Es textual lo que les estoy diciendo. Aquí tengo la carta de la Contraloría, doctor Silva, y estoy citando entre comillas. Dice además: “Fueron pagados con recursos de la Federación”. Otro hecho bastante escandaloso, por decir lo menos. A la Federación se le piden los estudios para ver cómo le va al Fondo Nacional del Café, es decir, al patrimonio público, y ella, la entidad encargada de cuidar el patrimonio público, aduce que no entrega los estudios porque los pagó de sus propios recursos. Esto es parte del lío que tenemos con la Federación. Siempre que pedimos información sobre asuntos internos de la Federación, se nos contesta: no, es que Federación es entidad privada y no entrega la información. Esa frase aparece en este cuestionario no sé cuántas veces, no la voy a citar para no alargarme.

Pero miren la contradicción. Señor ministro de Hacienda, en la respuesta que usted da, dice que “la Federación no tiene acceso a la información relativa a las ponderaciones, valor económico, peso, de cada una de las variables que se utilizan en el modelo de determinación de regalías y en consecuencia no puede modificarlos o influenciarlos”. Entonces aquí sí quedamos en el mundo de la nebulosa. Porque la Federación no puede darnos los estudios para que los conozcamos los congresistas porque los pagó con recursos propios, y el ministro de Hacienda y la Federación de Cafeteros, los dos, añaden que no pueden modificarlos o influenciarlos porque no tiene acceso a la información relativa a las ponderaciones. Pregunto, ¿quién diablos tiene acceso a las ponderaciones? Nadie. ¡Entonces cómo ponderaron! Se están enredando en sus propios cuentos, señor ministro y señor gerente de la Federación. Pero el problema de fondo sobre el que les quiero llamar la atención a los cafeteros ¿es cuál? Que la Federación de Cafeteros tomó las marcas del Fondo Nacional del Café para montar un negocio privado y particular, a través de Procafecol, y los cafeteros colombianos y nosotros todavía no sabemos por qué valoraron las marcas Juan Valdez y 100% Café de Colombia como las valoraron, y eso me parece absolutamente inaceptable, señor ministro y señor gerente de la Federación. Me parece el colmo que el gobierno nacional, que tiene el poder último en el Comité Nacional de Cafeteros, permita manejos tan inauditos como éste. Y llamo la atención sobre estas relaciones de tipo incestuoso, en que la Federación de Cafeteros, con solo cambiar de silla, se vuelve como un ente público, o por lo menos algunos de sus dirigentes como funcionarios públicos, pues así están catalogados en cierto sentido por el contrato del Fondo Nacional del Café, pero cambian de silla y se vuelven privados. Al final, el problema grave es que no nos dan la información suficiente para que en el Congreso valoremos qué está sucediendo.

Y le quiero insistir, señor gerente. Mientras ustedes no aclaren estas denuncias, vamos a seguir cada año hablando aquí de ellas, porque es inaudito que no se nos den lo datos de cómo valoraron las marcas y que encima nos digan cuando les preguntamos que no se necesita valorarlas para cederlas en concesión. Uno entonces se pregunta: y cómo se sabe el alquiler de una cosa si no se sabe el precio de la cosa. Son asuntos elementales de los negocios.

Yo sé que Procafecol es un negocio privado y se supone que está como prohibido mirarlo, pero como ahí hay plata de los cafeteros, yo me asomo. Y me llaman la atención las pérdidas tan grandes de Procafecol, señor gerente de la Federación: 1.129 millones en el 2005, 4.620 millones en el 2006, y esperemos que esto no termine en otra tragedia en que unos compatriotas pierdan una plata o termine, si se quiere peor, en manos de unos cuantos tiburones del capital financiero transnacional, que se queden con un negocio que ha debido ser desde el principio de los cafeteros. Y he visto mucho ruido en los medio de comunicación. Cómo estará de bien Procafecol, nos dicen, que el Banco Mundial va a invertir 20 millones de dólares, 12 en inversión y 8 en crédito. La gente es maldadosa, y alguien me dijo, pregúnteles si esa inversión la hace el Banco Mundial porque el negocio es bueno o porque es malo. Una pregunta bien interesante. ¿Y por qué hago la pregunta, doctor Silva? Porque normalmente las bancas institucionales o estatales no intervienen en negocios que sean buenos, pues se supone que los hacen los particulares. ¿Por qué no es son First National o el Banco de Colombia los que van a invertir ahí? Es una pregunta que simplemente dejo como una inquietud, porque no tengo la respuesta, pero no deja de ser curiosa que no sean los privados los que inviertan, sino una institución, la verdad, no sé cómo definirla, pero no en todo caso privada en el sentido tradicional, porque el Banco Mundial funciona con una lógica parecida a la de los bancos estatales.

Ruidosa publicidad para encubrir la ruina cafetera

Entremos ahora sí al tema que nos ocupa. Hace mucho rato, doctor Mauricio Jaramillo, los colombianos estamos viendo casi a diario en todos los medios de comunicación buenas noticias sobre el mundo del café: que al cafetero no sé quién del Huila le dieron un montón de plata por una libra del grano, etc., y tengo que reconocer que siempre ha gozado de buena prensa la institucionalidad cafetera. Lo de las tiendas Juan Valdez nos lo presentan como una de esas actividades audaces de las gentes de negocios de Colombia que van a competir con Starbucks a escala mundial, lo que también suena excelente. Esto conduce a que el gobierno les tiene embolatados más de 1.2 billones de pesos a los cafeteros por cuenta de la reevaluación e intentó hace unas semanas subirles los gravámenes. Entonces, fíjense ustedes, mucha imagen de que todo está muy bien, pero pérdidas inmensas para los cafeteros por cuenta de la reevaluación. Lo nuevo fue que en el Plan Nacional de Desarrollo no les aumentaron los gravámenes a los cafeteros porque en el Congreso, en una actitud sensata y en una unidad de todos, logramos impedir que el incremento se diera. Lo anterior me obliga a examinar, en aras de informar a los colombianos, si es verdad que el negocio del café sea tan bueno y si las cosas andan tan bien para que no importe mucho 1.2 billones perdidos en reevaluación o para que no importe mucho que les claven a los productores más gravámenes de los que ya padecen. Aclaremos de paso que los cafeteros pagan en el sector agropecuario los gravámenes más altos.

Me asomo entonces a un asunto que es el eje de este debate. ¿Cuál es el futuro de la caficultura? Doctor Gabriel Silva y señor ministro, les digo que muchos colombianos estamos muy preocupados con el porvenir de la caficultura. Pensamos que es un negocio que está sufriendo gravísimos problemas de tipo estratégico, que no vemos que se estén atendiendo. El negocio, como lo voy a explicar en cifras, viene siendo desplazado en proporciones muy grandes del mercado mundial. La debilidad estructural de los cafeteros es cada vez mayor, como también el empobrecimiento. Voy a dar algunas cifras.

En 1997 salió publicada una encuesta cafetera y la conclusión del editorial La República, del 11 de diciembre de 1997, fue contundente: “Se avanza en un acelerado proceso de proletarización de la caficultura”. En el capitalismo no hay peor condición que la del proletario, que la del obrero, porque es el que no tiene nada. Es una manera de decir La República, aquí lo que hay es un proceso de empobrecimiento bárbaro, más que campesinos, dice casi el diario, se están volviendo es como jornaleros y en ese sentido habla de proletarización. También La República compara los datos nuevos con el censo cafetero anterior y concluye: “Esto no se está fortaleciendo sino que se está debilitando”. Las cifras son muy elocuentes. Voy a dar unas cuantas, pero podría dar muchas más. La cifra primordial es esta: el área promedio de los cafetales en los últimos 30 ó 35 años pasó de 3,5 a 1,5 hectáreas. ¿Qué sucedió? Qué cayó el tamaño de las fincas y de los cafetales. ¿Por qué? Porque disminuyó el área sembrada y aumentó de manera notoria el número de propietarios. Viene habiendo un proceso de subdivisión de las fincas, de por sí ya pequeñas. Buena parte de los cafeteros se están volviendo algo así como personas con una casita, una parcela pequeñísima y unas cuantas matas de café y les toca en muchos casos jornalear una parte del año para no morirse de hambre.

Todas las cifras de la encuesta cafetera del 97 son impresionantes: 95% de los cafetales, menos de 5 hectáreas, el 88% de los cafetales menos de 3 hectáreas y el 62% de los cafetales menos de una hectárea. Lo de la proletarización de que habla el diario de La República no es un invento, es una frase sacada de la estadística. El 31% de los cafeteros sin energía eléctrica, 63% sin acueducto, 94% sin alcantarillado, 59% con necesidades básicas insatisfechas, pobreza del 31%, miseria del 28%, hacinamiento crítico del 15%. En resumen, quien las lea dirá que esto no ocurre en Colombia, sino en Burundi, pero no, ¡es en Colombia!

Y los nuevos datos, de algunos que han estado saliendo (muy mala la información a este respecto, doctor Gabriel Silva). El que me contestó las preguntas no tiene ni idea de qué estaba hablando o sabe tanto que no me dijo nada, porque realmente me costó un trabajo horrible entender las cifras. Pero de todas formas a estas últimas, y lo doy como una cifra nueva, les logré encontrar que los hogares cuyos niños entre 5 y 15 años no van a la escuela en la zona cafetera son el 18%. Pero hay otra que me impresionó más. Cuando se hace un análisis de los bienes que poseen las familias cafeteras, aparece que en electrodomésticos en general (equipo de sonido, televisor, radiola, etc.), cifra que es increíble y me la acaba de dar Federación de Cafeteros, el 43% de los hogares de la zona cafetera carece de todos. Esto es casi increíble pero es verdad. Significa pobreza de enormes proporciones.

Ruptura del Pacto aceleró la crisis

Lo que ha sucedido en todos estos años, y la responsabilidad de la Federación de Cafeteros es manifiesta, obedece a razones del simple funcionamiento del capitalismo, a tendencias más o menos naturales, pero uno esperaría, doctor Óscar Iván Zuluaga que estas tendencias se hubieran revertido allí donde existe un aparato institucional tan poderoso como este y que gasta tantos recursos. Porque si a mí me dicen: los paneleros evolucionaron así, uno responde, bueno, pero es que ahí nunca ha habido instituciones, nunca ha habido nada, y este es el capitalismo y así es la vida. Pero cuando yo veo una institucionalidad que ha costado sumas astronómicas, que tiene fama en el mundo por su presencia y opulencia, entonces a uno le entran serias dudas. Los análisis que ustedes me dan, doctor Gabriel Silva, sobre la situación de la caficultura de los últimos años cubren apenas los últimos cinco y aquí lo que hay que hacer es un balance de qué pasó en la caficultura después de roto el Pacto Internacional del Café en 1989. Recordemos que el Pacto imponía precios altos a la caficultura. Fueron años de una cierta bonaza cafetera, porque estaba prohibido comprar y vender café colombiano en el mundo a menos de 1,20 dólares la libra. Cuando hoy llega el precio externo a un dólar con 20 es un milagro. Al inicio del actual gobierno estaba a menos de 70 centavos, no por gestión del doctor Uribe, sino de los avatares de la economía cafetera mundial. Hoy estamos como a 1,13 y parece un buen precio, cuando, repito, antes de 1989 estaba prohibido comprar y vender a menos de un dólar con veinte centavos.


Respuesta  Mensaje 4 de 4 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 27/02/2013 11:54

Hubo realmente un cambio estructural en la caficultura colombiana. Federación dice que Colombia salió muy bien librada de ese cambio estructural y añade que se debe a ellos. Es más, alega que la contribución cafetera es la que explica el modelo cafetero que tanto admiran en el resto del mundo. No se qué tanto lo admiren, pero lo que sí voy a demostrarle con cifras, doctor Gabriel Silva, es que la caficultura sufrió una caída bárbara en toda su economía desde el rompimiento del Pacto Internacional del Café. No es cierto que la caficultura colombiana haya salido bien librada del proceso de rompimiento del Pacto Internacional del Café. Otros países, como lo voy a demostrar, han salido mejor librados a pesar de no tener tantas instituciones como la economía cafetera colombiana. Veamos:

Producción. Pico máximo de producción, año 1991, 16 millones de sacos, caímos hasta 9 y estamos alrededor de 12. O sea, hay embolatados 4 millones de sacos.

Exportaciones. Llegamos hasta 16 y medio millones de sacos, hoy estamos del orden de 10 y medio. O sea, una caída de cerca de 4 millones de sacos. Estamos chequeando cifras de 1990 para acá, para que el análisis sea completo, no solo del 2000 para acá, doctor Silva.

Inventarios. En 1990, 6.7 millones de sacos, en el 2006, uno y medio millones de sacos. O sea que en parte la economía cafetera de estos años se ha sostenido sobre la base de gastarse los ahorros, digámoslo así. Seguramente era necesario, no lo estoy discutiendo, pero muestro lo que ha sucedido.

Importaciones a Colombia. Este es un hecho nuevo. Por primera vez desde el siglo XIX, en estos últimos años Colombia pasó de ser exportador de café a importador de café, aunque hace las dos cosas. En el 2004, importó 102 mil sacos, en el 2005, 421 mil sacos, en el 2006, 376 mil sacos y un miembro del Comité Nacional de Cafeteros dice que el contrabando es más o menos igual. Podemos estar hablando entonces de 800 mil a un millón de sacos de café extranjero que están entrando a Colombia. El Tiempo tituló un día “Uno de cada 3 tintos que se toman en Colombia, se hace con café extranjero”. Este es un ejemplo de la debilidad de la caficultura. Los cafeteros colombianos no están siendo capaces de producir el café que somos capaces de vender, tanto en el exterior como en el mercado interno.

Hay otros hechos graves. Las cifras que les voy a dar comparan a Colombia con otros países y miren ustedes lo que tenemos:

Participación en el mercado mundial cafetero según países. Hay unos que bajaron, como Colombia, y hay otros que subieron. Colombia pasa desde 1990 de tener el 17% del mercado mundial a tener el 12%. Pero la caída es más grande si se mide desde 1992, porque cae del 21% al 12%, o sea, 43%, lo que significa que nos están sacando del mercado mundial cafetero. En comparación, Brasil pasa del 21% en el 90 a 29.8% en el 2006. Brasil sí puede afirmar que le fue bien frente al problema del rompimiento del Pacto del Café. Tuvo la misma crisis que padecimos aquí, la misma caída de los precios, pero reaccionó positivamente y está, digamos, saliendo ganador del proceso. Ahí está el caso de Honduras, de 2.2% a 3.2%, bueno, un crecimiento pequeño, pero ahí se sostiene. India, de 2,5% a 4% del mercado. Vietnam, del 1,4% al 15% del marcado. Ese sí es un triunfador, es más, nos sacó del segundo puesto en la producción cafetera mundial. Quedamos nosotros ya de terceros. Estas son las realidades de las cifras.

Participación por calidades. Esto puede ser todavía más grave, porque las malas calidades, en las que no está Colombia, están sacando del mercado a las buenas, en las que sí estamos. Miren los porcentajes. Los suaves colombianos, desde el punto máximo de participación hasta el que tenemos hoy, en cifras del 2006, estamos en -45%. Los otros suaves, que son los Centroamericanos, intercambiables con los nuestros, caen -31%, entre su nivel máximo de participación y el de la actualidad. En cambio, miren lo que pasa con los brasileños y con los robustas. Los brasileños suben 49% del punto mínimo de participación a lo que están hoy, y los cafés robustas suben 41%. A estos sí que les ha ido bien después del rompimiento del Pacto Internacional del Café, mientras que a nosotros nos ha ido muy mal. Con un agravante: el consumo mundial ha subido.

Participación de las exportaciones institucionales. Caen también. Eran del 54%, en 1989 y estamos en el 30%, el año pasado. Eso tampoco es bueno. Las instituciones cafeteras están perdiendo participación en el mercado, lo que agiganta el poder de las trasnacionales, a las que les interesan los precios bajos.

Envejecimiento de los cafetales

El envejecimiento de los cafetales es un síntoma clásico que muestra la gravedad de las cosas que están pasando. Infortunadamente, las cifras que tengo no son tan completas como quisiera, pero en 1997 el café tecnificado joven era el 62% y en el 2006 es el 54%, una caída considerable. Se nos está envejeciendo la caficultura, lo que quiere decir que nos estamos quedando sin futuro, no estrictamente hablando, pero sí con un futuro cada vez más complicado, mayores costos, menos productividad y mayor dificultad para mantenernos en un mercado tan competido. El tecnificado envejecido casi se triplica porcentualmente hablando, pues pasó de 11% en estos ocho años a 29%, lo que también es un hecho gravísimo. Hay una cosa que pudiera parecer buena y es que el tradicional cae de 27% a 17%, aunque uno la verdad no sabe qué tan bueno sea, porque cuando las cosas están mal, esos tradicionales se protegen medio solos, mientras que el tecnificado es mucho más exigente en inversiones de recursos técnicos y económicos. Entonces, si se vienen tiempos malos, la disminución de los tradicionales, que por muchas razones es buena, porque deja ver productividades mayores, puede anunciar mayores complicaciones. En conclusión, a Colombia le ha ido supremamente mal y si la Federación Nacional de Cafeteros va a hacer algún tipo de balance institucional, tiene que reconocer que en sus narices la situación ha ido empeorando. Alguien me podría decir: en Colombia estamos en el país de la descomposición y hubiera podido ser peor, senador. Sí, hubiera podido ser peor, pero lo que tenemos es bastante malo.

El lío en el que se resume este asunto es si va a poder mantenerse Colombia en el negocio cafetero. Aquí va a haber café para siempre, pero si la caficultura se sigue envejeciendo, cada vez vamos a ser menos fundamentales en el mercado. El que nos volvamos marginales termina siendo muy grave, porque tendremos un montón de gente empobrecida hasta el alma y solo unos poquitos productores de tipo empresarial que ahí más o menos hacen lo que pueden en medio de las circunstancias. Que las cifras sean malas encierra un agravante, y es que en los últimos tres o cuatro años ha habido “buenos” precios, buenos entre comillas, pero esos precios mejores deben terminar cayendo, porque sabemos que el ciclo económico en el capitalismo es inexorable. Ya hay muchos bombillos prendidos que advierten que la economía mundial va para una desaceleración o una crisis y eso a Colombia le va a meter un mazazo de calibre heroico, porque la verdad es que el boom de la economía colombiana de estos últimos años no es fruto de las hazañas de la Seguridad Democrática. Eso no es cierto, amigos del uribismo, sino que es el reflejo de la situación por la que pasa la economía internacional. Puede venir otra caída de la economía cafetera, bueno, ya han caído los precios de 1,30 a 1,13 ó a 1,10, una diferencia bien notoria. O sea, vamos hacia abajo y lo cafetales están envejecidos.

La Federación me dice que, además de las 45 mil hectáreas que normalmente se están renovando cada año, hay que renovar 60 mil más, es decir, hay que hacer ya una renovación de 100 mil hectáreas año y que en los próximos cinco años hay que mantenerse renovando otras 80 ó 100 hectáreas año. Y ojo, porque exceptuando el año 2002, no se han renovado nunca. En el 2002 se renovaron 85 mil, en el 2003, 70 mil, en el 2004, 49 mil, en el 2005, 50 mil, en el 2006, 52 mil. Estamos bien lejos entonces de una verdadera renovación, y ojo, con precios más o menos buenos entre comillas, sobre todo del 2003 hacia acá, de modo que la situación es angustiosa y sobre ella es que quiero llamar la atención a los colombianos y al Ministerio de Hacienda. Todo está muy complicado, porque venimos de una pérdida grandísima, así haya un cierto repunte de los precios que ha beneficiado la caficultura. Pero están todos los bombillos rojos otra vez prendidos, y se necesita un esfuerzo que es por lo menos el doble de lo que los cafeteros son capaces de hacer ellos solos, porque el respaldo de las instituciones cafeteras ha sido muy exiguo. En esto no nos dejemos meter cuentos, es una suma relativamente pequeña que además sale de los bolsillos mismos de los cafeteros, sumas que se sacan de un bolsillo para otro. Les quitan a todos y les dan a unos cuantos, pero finalmente el problema sigue ahí.

Con el TLC, Estados Unidos podrá exportarnos café procesado

Lo del TLC quedó terriblemente mal negociado. Toquémoslo brevemente. Colombia no logró que le certificaran su origen, mientras que los gringos sí consiguieron que sus whiskys Bourbon quedaran certificados, y los peruanos el pisco. Colombia se quedó viendo un chispero con una cartica de intención a la que no califico de chistosa para no ser desobligante, pero podría uno muy bien decirlo. Ahí no se logró absolutamente nada. Con este agravante, colombianos. Estados Unidos, que ya hoy en día es uno de los mayores exportadores de café procesado del mundo, va a poder hacer exportaciones de café procesado a Colombia y afirmo que lo va a poder hacer con cafés asiáticos y africanos. La norma dice que no, que tiene que ser con cafés colombianos, pero también me explica Federación, y eso lo sabemos todos, que no es posible saber en un arrume de café, y menos todavía en café tostado o soluble, cuál es la composición de la mezcla. Averiguarlo es un acto de magia. Luego aquí podrá empezar a llegarnos café gringo tostado o soluble, procesado en Estados Unidos, pero producido con cafés robustas asiáticos o africanos, cosa que sería supremamente grave.

1.2 billones en pérdidas por una revaluación que tiene responsables

Paso a referirme a lo de las pérdidas por la revaluación. En el año 2004, 407 mil millones de pesos, en el año 2005, 677 mil millones, en el año 2006, 105 mil millones, según lo certifica la Federación de Cafeteros. Algunos analistas aseguran que es mayor, pero dejémoslo en esa suma. Eso da en total 1.189 billones de pesos, o sea, 1.2 billones de pesos ó 1.2 millones de millones, una plata astronómica tan solo en los últimos tres años, pérdida que no está afectando únicamente a los cafeteros sino a toda Colombia. La reevaluación es uno de los fenómenos más dañinos que puede sufrir un país, porque abarata las importaciones y encarece las exportaciones, luego golpea a todo el mundo, a quienes producen para exportar y a quienes producen para el mercado interno. El peor de los mundos.

El gobierno les ha dado 400 mil millones de pesos en subsidios a bananeros y a floricultores, pero a los cafeteros nada. Lo máximo que tenemos es que en estos días el señor ministro de Agricultura, que tiene el escaso honor de estar manejando el sector de la economía al que peor le va, pues crece a la mitad de lo que el resto de la economía, dice que tiene reservados 40 mil millones de pesos para el café en caso de que la reevaluación deteriore aún más el ingreso de nuestros caficultores. Le pregunto al señor ministro de Agricultura: ¿hasta dónde tiene que llegar el golpe a los cafeteros para que ustedes se apiaden de ellos? ¿Cuál es el crimen de los cafeteros para que no los respalden de verdad? ¿Que son muy pobres? ¿Qué no protesta la Federación de Cafeteros? Que debiera protestar, doctor Gabriel Silva, y le voy a dejar esto como ejemplo: mire, el domingo pasado y el anterior, los de las flores pagaron este aviso denunciando que revaluación es igual a desempleo y protestando, y eso que a ellos y a los bananeros les están dando 400 mil millones de pesos en subsidios. A los cafeteros no les dan un peso y la Federación de Cafeteros no dice ni pío. A mí me parece que no es una buena manera de manejar un gremio. El gobierno de Colombia debiera estar atendiendo este problema con recursos, porque la reevaluación, no voy a entrar en detalles, es responsabilidad del gobierno de Colombia. Aquí seguramente irán a alegar ahora que eso es como una especie de castigo de Dios, que nos llega desde afuera y ante el cual poco o nada puede hacerse. Por supuesto, no comparto ese criterio.

Y como si fuera poco, la Federación Nacional de Cafeteros intentó aumentar la contribución cafetera en el Plan de Desarrollo. La sal en la herida. Al caído, caerle. Los cafeteros empobrecidos por su propia estructura, por la mala orientación de la política cafetera, porque el gobierno los golpea con la reevaluación, y la solución de Federación de Cafeteros es aumentar la contribución. Nos hicieron listas enormes de todas las cosas buenas que se podían hacer con la plata del gravamen, y entonces, les repliqué en la discusión: es un placer gastarse la plata y uno puede hacer listas grandísimas de en qué gastarla, pero la pregunta del millón es quién la paga. El doctor Silva dijo, es que son los terratenientes los que se oponen. No, doctor Silva, ese impuesto cafetero es un impuesto indirecto, cuya naturaleza, por definición, y usted lo sabe bien, golpea más a los pobres. Un impuesto indirecto le cae con la misma fuerza al que vende un saco de café, porcentualmente hablando, que al que vende muchos sacos de café, y la manera como se retribuye excluye al grueso de quienes dieron la plata.

La Federación, cada vez peor administrada

No es barata la Federación de Cafeteros. La Federación, certificado por ellos mismos, les costó en 2003 a los cafeteros 71 mil millones de pesos. Doctor Manzur, si usted cultivara café en vez de los otros cultivos que tiene, qué diría de estas sumas: 2004, 71.375 millones de pesos, 2005, 72.158 millones de pesos. He estado intentando hacer un debate sobre el costo-beneficio de la Federación, lo que pasa es que no me dan la información suficiente. Qué tanto produce para lo que cuesta, a ver si vale la pena la ecuación. He sido amigo de las instituciones cafeteras, pero cada vez veo esto peor manejado, peor administrado, en una actitud de un oficialismo que a mí me parece horrible. Esto se ha ido volviendo más que una agremiación, como una especie de ONG, según ellos mismos lo han dicho y, con todo lo que quiera a las ONG, a mí me parece horrible. Los cafeteros no necesitan una ONG que haga obras de caridad con la plata de ellos, o que mantenga lealtades políticas con el establecimiento y que sean uribistas. No. Aquí vamos a necesitar una agremiación que defienda a los cafeteros como los debe defender y que le reclame por recursos al gobierno nacional. No es posible sacar la caficultura colombiana adelante si el Estado colombiano no respalda seriamente al sector, respaldo que ha de empezar por no golpearlos con la reevaluación, respaldo que tiene que empezar por muchas cosas, pero con la plata del gobierno nacional, no con la plata de los cafeteros, porque los cafeteros están empobrecidos y no tienen cómo dar los recursos suficientes. También en este sentido las cosas andan bastante mal.

Pregunto, por último: ¿y si se cae el precio externo? Porque se puede caer, ojalá no. Diría incluso que se va a caer, porque esa es la tendencia, lo que uno no sabe es cuándo. Y tenemos una caficultura perfectamente emproblemada y a mi juicio mal defendida por quienes ganan recursos bien grandes con los cuales hacer esa defensa.

Réplica

Empiezo lamentando que el doctor Gabriel Silva considere correos basura los documentos oficiales de la Federación de Cafeteros. Esa carta de la que estamos hablando, el correo electrónico del señor Jean Best, es un documento de la Federación de Cafeteros. Es más, en la respuesta que usted me da, doctor Gabriel Silva, no dice que esto sea un correo basura ni un documento apócrifo ni una falsificación. Usted lo que afirma es que es un documento de trabajo interno de la Federación. Ahora, si los documentos de trabajo interno de la Federación son correos basura, allá usted. Usted está en la libertad de calificarlos como quiera, pero pienso que la carta es bastante más grave que un correo basura. Es un documento mediante el cual un ciudadano extranjero que trabaja con la Federación de Cafeteros, porque tiene mil vínculos con ella, habla de no sé cuántas reuniones con los funcionarios de la Federación, doctor Gabriel Silva. Y el personaje dice que “el consumidor de estas marcas no se dará cuenta de la participación de robusta en la mezcla” y habla de “una zona franca ficticia”.

Le insisto, y lo hago formalmente: necesito, doctor Silva, y no me vaya a salir con el cuento de que se trata de documentos internos de la Federación, que me envíe las cartas anteriores y posteriores a esta de la que hablamos, que me envíe la lista completa de las cartas relacionadas con este asunto y ahí sí vamos a ver si esta es un correo basura, si el senador Robledo trae aquí correos basura o si el senador Robledo lo que trae es un documento que usted mismo reconoce que es de ustedes. Que cómo lo conseguí yo, se queja usted. Bueno, ese es otro problema. Alguien me lo envió, pero usted, en su respuesta oficial de esta semana, me dice que este es un documento de Federación de Cafeteros. Entonces no puede desmontarse por las orejas aquí tirando la especie de que es un documento falso. No, señor. Es un documento que le llegó a la Federación de Cafeteros y que le propone engañar a los colombianos y hacer una operación fraudulenta. Esto sí que es basura, pienso yo, que este tipo de cosas sucedan en la Federación Nacional de Cafeteros. Quisiera conocer la carta en la que la Federación de Cafeteros le rechaza al señor Best la propuesta, debidamente numerada para saber cuál es la fecha. Lo reto, doctor Gabriel Silva, a que me entregue el documento en el que el señor Roberto Vélez, el señor Édgar Moreno y el señor Manuel Vaquero, tres altos Jefes de la Federación, rechazaron lo que les proponía Best en esa carta. Aquí tenemos que ser serios. Usted lo llama correo basura, pero aquí me dice en las respuestas que se trata de un documento de la Federación de Cafeteros.

Segundo punto, lo de las tiendas Juan Valdez. No soy yo el que lo afirma, doctor Silva, es la Procuraduría General de la Nación y la Contraloría General de la República las que conceptúan que el negocio de las tiendas Juan Valdez se montó de manera indebida, violando las normas legales. Son ellos los que dicen que las marcas se han debido registrar como ordenan las leyes de la República. Tampoco eso se lo inventa el senador Robledo. Le leí un par de cosas, pero le puedo leer más al respecto. Le voy a leer especialmente la última respuesta de la Contraloría General de la República, del 25 de abril del 2007, con respecto a la valoración de las marcas, el problema que estamos debatiendo, sea valorarlas para una cosa u otra, sea que se valore el activo o solamente la concesión, yo eso no lo confundo, entiendo muy bien la diferencia. No entiendo muy bien, y tampoco usted me lo ha podido explicar, cómo se valora el arriendo de un bien si no se sabe cuánto vale ese bien. No logro entender cómo se cobra el alquiler por una casa si no se sabe cuánto vale la casa. Usted no solo no me lo ha explicado, sino que mantiene ocultos los documentos en los que supuestamente se hizo la investigación y aún no los ha entregado.

Le pregunté a la Contraloría General de la República: ¿tiene la Contraloría General de la República los estudios y análisis que soportan este negocio? “NO”, en letras grandes de la Contraloría. Repito la fecha de la respuesta, 25 de abril de este año. “NO”, me grita la Contraloría, no los tiene, la Contraloría, la entidad que debe vigilar qué pasa con los intereses del Fondo Nacional del Café, que son recursos públicos, sobre marcas también públicas, marcas que no son de la Federación de Cafeteros. Dice la Contraloría: “La Federación de Cafeteros, en las auditorías de las vigencias 2004 y 2005, no suministró los estudios y análisis que llevaron a la Dirección General de Propiedad Intelectual a recomendar el pago inicial de 20 mil dólares por el uso de las marcas en mención, argumentando que los estudios contratados fueron pagados con recursos de la Federación”. Es decir, se ampararon en el cuento de que ustedes son una empresa privada para no darle la información. Es lo que me informa la Contraloría. Si esto no es cierto, doctor Silva, dígaselo al contralor. Y agrega la Contraloría en la respuesta: “La Federación, ante la observación, no formuló ninguna acción correctiva”. La Contraloría ordena, corrijan esto y ustedes no lo hacen. Contraloría dice: “La Contraloría General de la República dio traslado a la Procuraduría de este hallazgo”, y agrega: “Y sobre los mismos hechos ya se obtuvo sentencia favorable de la justicia contencioso administrativa de primera instancia”.

Ustedes están dedicados a tirarse plata en abogados bregando a no entregar esos documentos. Entréguenlos. Si esos documentos son buenos, por qué se ocultan o por qué no se entregan. ¿O vamos a seguir con el prurito de que es que ustedes son empresa privada y hacen lo que se les da la gana con los recursos públicos que manejan? De eso es de lo que se trata. Insisto en exhortarle: por qué no los entregan sin necesidad de peleas, en una actitud cordial, de amabilidad suya, simplemente, que no tenga uno que apelar a la Constitución para que le entreguen los documentos. Si no están ocultando nada, por qué no los entregan. Si son buenos los análisis que han hecho, defiéndalos y listo. Si usted me demuestra que ambas marcas están bien concesionadas, yo no tendré inconveniente en reconocérselo, pero me lo tiene que demostrar. Yo por fe, me da pena, doctor Silva, no le creo. Usted tendrá gente que le crea por fe, yo no.

No voy a repetir las cifras ni usted va a enredar el asunto. El punto es que después del rompimiento del Pacto Internacional del Café cae la producción, caen las exportaciones, cae el tamaño de las fincas –bueno, venía cayendo desde antes, lo dije–, está mal la renovación de los cafetales, y, en síntesis, estamos ante una situación malísima. Ahora usted me replica, preocupado por el tiempo de su cargo, que a usted le ha subido la cosecha en los años en que ha estado al frente. Sí, y seguramente la principal explicación, porque usted no ha traído un peso nuevo, tiene que ver con que subieron los precios y los cafeteros están abonando más; yo eso me lo sé de memoria. Cuando los precios internacionales suben, que no suben porque usted los suba, ni suben porque los suba el doctor Álvaro Uribe Vélez, los cafeteros abonan más, hacen más prácticas culturales y normalmente sube la cosecha. Pero lo que insisto en afirmar es que el balance general no es bueno. Los brasileños, por la razón que usted quiera, avanzan y nosotros retrocedemos en la participación en el mercado mundial. Los vietnamitas, por la razón que usted quiera, avanzan y nosotros retrocedemos. Esas son las realidades que muestran las cifras. Ahora usted me dice: no, es que el mundo es así y nosotros no podemos hacer nada. ¿Cómo que nada? Quisiera que usted, por ejemplo, levantara una bandera de dignidad diciendo que el mercado mundial cafetero es un mercado villano con los intereses colombianos, que usted y el presidente de la República levantaran el reclamo ante el mundo denunciando a los países consumidores, que lo que hacen con estos pueblos es pisotearlos y hambrearlos. Usted me replicará que eso no es práctico. No sé si sea práctico o no, pero al Pacto Internacional del Café se llegó después de 30 años de reclamos de dignidad de nuestros países. Lo que pasa es que a ustedes les gusta es someterse frente a cualquier dictado que impongan las potencias y después decir que el problema no es la crisis que tenemos sino el senador Robledo. No, yo no me invento las cifras. Las cifras son las de ustedes, y muestran a las claras que esto va para atrás y que si no se toman correctivos serios, va a seguir para atrás. No veo con qué se van a tomar los correctivos serios, porque el envejecimiento de la caficultura es de hace años y ustedes no han puesto en práctica una sola medida que valga la pena. ¿Dónde está la plata para la renovación? De eso no se habló, ni se dijo ni una palabra al respecto.

Digamos, por último, un par de cosas, advirtiendo que dejo pasar bastantes más que merecerían algún tipo de comentario. En lo de la reevaluación, señor ministro de Hacienda, usted tiene razón cuando afirma que es un fenómeno originado en general por asuntos internacionales, de la misma manera que el crecimiento de la economía guarda la misma explicación fundamental. Pero qué es lo que estamos discutiendo. Que no sucede porque sí, sino como producto de la aplicación del modelo neoliberal que ustedes defienden tanto. La caída de los precios internacionales del café y la mayor hambre que tenemos entre los cafeteros es la globalización, es el neoliberalismo, es el “libre comercio”. Y la revaluación es lo mismo. No es que no se pueda controlar, sino que no se puede con los instrumentos de políticas que ustedes tienen. Porque cuando uno no consigue controlar la plata del narcotráfico que entra a borbollones a Colombia y le parece que esas son platas que deben seguir entrando sin problema, o cuando uno toma medidas insuficientes para desbaratar el negocito de cuatro especuladores localizados en Miami consiguiendo dólares a una tasa de interés y trayéndolos aquí a especular y a arruinar este país, ve que el problema de la revaluación es el neoliberalismo y que el problema no es soluble así y se convierte en la cuadratura del círculo. Esta es la discusión que tenemos.

La revaluación, doctor Silva, les está haciendo un daño descomunal a los cafeteros y no lo he visto a usted reclamando. O bueno, si no lo he visto, no lo he visto consiguiendo la plata. Sus reclamos secretos no han servido. Probablemente hayan sido mejores los reclamos públicos de los floristas, que usted desprecia. No estoy planteando que se acabe la Federación de Cafeteros ni mucho menos. La pude haber liquidado con otra gente en los años 90 y no lo quisimos hacer. No se trata de eso, usted eso lo debe conocer de manera más o menos precisa. Lo que sí afirmo es que tienen que demostrar que valen lo que cobran, porque no son baratos. Ya señalé que valen 70 mil millones de pesos al año y hay que ver lo que nos han costado en los años anteriores. Quisiera ver que sus funciones contribuyeran positivamente a cambiar las cosas y no quedaran en que si esto anda mal es porque caen las flores y qué le vamos a hacer y en que los asuntos internacionales son muy complicados y en que nuestra estructura es muy compleja. No. Lo que voy a decirle también se lo digo con toda franqueza: y por qué no tocan la estructura. Si el problema es la estructura, tóquenla, o por lo menos digan que se debiera tocar, pero no sigan presentando como la panacea unas cuantas dádivas que les dan a los cafeteros¸ pagadas por ellos mismos. Señor gerente, es que la plata que ustedes les distribuyen a los cafeteros, y el cafetero raso no lo sabe, pero yo sí, es plata que ustedes antes les han sacado a todos los cafeteros. A mí entonces esas actividades de tipo clientelista no me impresionan. A usted le parecerá que eso es una maravilla, pero a mí no. A esos compatriotas que se están muriendo de hambre intentó usted subirles la contribución cafetera. ¡A esos compatriotas no los respalda de ninguna manera el Estado colombiano frente a un empobrecimiento que profundiza el mismo Estado colombiano!

Nuestra dignidad no tiene precio

Pienso que ustedes no están cumpliendo como debieran. Y eso no va a modificarse haciendo insinuaciones malévolas. Mire, si de algo no tengo yo nada es de negociante ni de clientelista, y nuestras organizaciones las mantenemos con toda dignidad. ¿Y sabe cuál es la base de nuestra dignidad, doctor Gabriel Silva? ¡Que no somos dependientes del Gobierno! ¡No aspiramos a su puesto! Esté seguro de que no aspiramos a su puesto, porque nuestra independencia es la base de nuestra dignidad y no la vamos a permutar teniéndonos que someter a este presidente o a cualquier otro para mantenernos en el cargo. Porque digamos con franqueza que a usted no lo nombran los cafeteros colombianos. A usted lo nombra el presidente de la República, o se mantiene allí solo por eso. El día que el doctor Cárdenas Gutiérrez perdió el favorecimiento del doctor Andrés Pastrana, presidente de la República, ese día se cayó. Y por eso es que los dirigentes gremiales colombianos normalmente son tanto tan mansos cuando se trata de acatar los requerimientos del jefe del Estado y tan duros y tan aguerridos cuando se trata de atender los requerimientos de las gentes del común. Es que sus cargos dependen de eso.

Olvídese, entonces, si usted piensa que yo o el doctor Aurelio Suárez o cualquier dirigente de Unidad Cafetera vamos a permutar nuestros puestos a cambio de favores. Si usted mira los estatutos de Unidad Cafetera, organización que me enorgullezco de haber promovido, no tienen planteado bajo ninguna consideración reemplazar a Federación de Cafeteros. ¿Y sabe por qué? Por una sola razón. Porque no tenemos precio. No pueden comprar nuestro pensamiento. Es algo que nos enorgullece y es con ese pensamiento como aspiramos a cambiar a Colombia. Porque hoy la caficultura está tan mal como siempre y los problemas no se resuelven. Así ustedes hagan clientelismo y confundan gente y las encuestas les den que los quieren mucho. Pero usted sabe muy bien que confundir a un poco de compatriotas en la miseria y sin acceso a la información es una victoria que no enaltece a nadie. Ustedes pueden embelecar a la gente con cualquier cosa, pero aquí en estos escenarios los debates son completamente diferentes.

Tercera intervención

El doctor Silva dijo ahora que las renovaciones se habían hecho con las platas del Fondo Nacional del Café. Eso no es cierto. La porción que ponen las instituciones cafeteras se la han sacado primero a todos los cafeteros del bolsillo y solo a unos cuantos le echan un poquito entre el bolsillo, pero es por ahí el 10% o menos de lo que vale la renovación, que cuesta cerca de 6 millones de pesos por hectárea. Es que no es bueno, doctor Gabriel Silva, y en eso la Federación se la ha pasado toda la vida, ganar indulgencias con padrenuestros ajenos. ¡Nuestros pobres cafeteros sufren y sufren y sufren todo el día y su supervivencia además también la deben! Y por supuesto eso no lo podemos compartir de ninguna manera.



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