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General: ¡Espero que te guste!
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From: t-maria2 (Original message) |
Sent: 28/02/2013 23:38 |
¡Espero que te guste! ME ENCANTARÍA CONOCER AL AUTOR DE ESTA REFLEXIÓN. QUIEN ME LO HA ENVIADO TAMPOCO SABE DE QUIEN ES.
(Hace
tiempo que no he abierto un correo tan ético y moral y espero que sea
de un sentimiento de una generación juvenil, 12 sobre diez) La
generación que construyó España “ ¿Quiénes son los pobres? Los nietos de
los ricos”. Aforismo castellano Cuando analizas lo que ocurre en una
empresa o una sociedad, debes buscar las causas que provocan su
situación, porque sólo trabajando sobre las causas, puedes cambiar los
efectos. Y no tengo ninguna duda de que una de las principales causas de
la prosperidad que vivimos en los años pasados fue la actitud de la
generación de nuestros padres, y una de las principales causas de la
crisis, es haber perdido esa actitud. Recuerdo que hace años, un
empresario brillante que viajó a China para hacer negocios, me
comentaba: “China va a ser imparable. Cuando llegas allí el ambiente te
recuerda la España de los años 70. Todo el mundo quiere trabajar mucho,
ahorrar, comprarse su casa, su coche, que sus hijos vayan a la
universidad… Cuando una generación está así centrada, no hay quien la
pare”
Este pensamiento me hizo reflexionar entonces y me ha vuelto a
la memoria al contemplar a las tres generaciones que convivimos. Mis
padres tienen en torno a 70 años, y siempre han sido un ejemplo de
trabajo, honradez, austeridad, previsión y generosidad. Pertenecen a una
generación que, como dice mi padre, les tocó el peor cambio: de jóvenes
trabajaron para sus padres y de casados para sus hijos. Son gente que
veían el trabajo como una oportunidad de progresar, como algo que les
abría a un futuro mejor, y se entregaron a ello en condiciones muy
difíciles. Son una generación que compraba las cosas cuando podía y del
nivel que se podía permitir, que no pedía prestado más que por estricta
necesidad, que pagaban sus facturas con celo, y ahorraban un poco “por
si pasaba algo”, que gastaban en ropa y lujos lo que la prudencia les
dictaba y se bañaban en ríos cercanos, disfrutando de tortillas de
patata y embutidos, en domingos veraniegos de familia y amigos. Y tan
sensatos, prudentes y trabajadores fueron, que constituyeron casi todas
las empresas que hoy conocemos, y que dan trabajo a la mayoría de los
españoles. Sabían que el esfuerzo tenía recompensa y la honradez formaba
parte del patrimonio de cada familia. Se podía ser pobre, pero nunca
dejar de ser honrado.
La democracia significaba libertad y
posibilidades y seguir viviendo en armonía y respeto. Y cometieron los
dos peores errores imputables a esa generación: 1) “Que mis hijos no
trabajen tanto como trabajé yo”. Nos cargamos la cultura del esfuerzo y
del mérito de un plumazo, convirtiendo el trabajo en algo a evitar. 2)
“Como tenemos unos ahorrillos, hijo, tu gasta, que para eso están tus
padres”. Con lo que mi generación empezó a pensar que el dinero nacía en
las cuentas corrientes de sus padres, que daban la impresión de ser
inagotables y que los bancos eran unas fuentes inagotables de hipotecas,
rehipotecas y contrarehipotecas. Y entonces, eclosionó nuestra
generación (yo soy del 63). La generación de los nuevos ricos, la
generación de “los pelotazos”, del gasto continuo, de la especulación,
de la ingeniería financiera, de la exhibición del derroche, la de lo
quiero todo y lo quiero ya, la de “papá dame”. Y todos nos volvimos
ricos (en apariencia), todos nos convertimos en gastro-horteras.
¿Conocéis a alguien que se atreva a comer un bocata de chorizo? Le
corren a gorrazos por paleto. Ahora hay que comer hamburguesas
deconstruidas al aroma de los almendros al atardecer. ¿Y qué decir del
vino? Pasamos del Don Simón con Casera, al Vega Sicilia sin fase de
descompresión. El vino ya no está “bueno”, ahora tiene matices a fruta
del bosque, con un retrogusto alcohólico, que adolece de un cierto punto
astringente, con demasiada presencia de roble. Esto, por supuesto, a
golpe de docenas de euro, que para ser un “enterao” hay que pasar por
taquilla. ¡ Y es que pocas cosas cuestan tanto, como ocultar la
ignorancia! Somos la generación de “endeudarse para demostrar que eres
rico”. Increíble pero cierto. - ¿Sólo debes 500.000 €? Es que eres un
cutre. Mira, nosotros debemos ya 2.000.000 y nos están estudiando una
operación por otros 2 más.
- Vosotros sí que sabéis sacar provecho al
sistema… Ojalá yo algún día pueda deber esas cantidades. ¡Cuánto envidio
tus préstamos! En Alemania no daban abasto a fabricar Mercedes, Audis,
BMW para los españoles. Irrumpió Europa en nuestras vidas y llegó en
forma de mega infraestructuras que producían mega comisiones para todos
los involucrados. ¡Viva el cazo! ¡Viva el yerno del Rey! ¡Que se besen
los padrinos! Además llovían las subvenciones, nos daban una fortuna por
plantar viñas y luego a los dos años otra fortuna por arrancarlas.
Que llegaba un momento que no sabías si tenías que plantar o arrancar. A
propósito, ¿Qué toca este año? Si algún “tarao” dice que hay que parar
esto, se le lapida y “que no pare la fiesta”. Por supuesto que todos
estamos de acuerdo que esto es imposible que se sostenga, pero hay que
empezar a recortar por el vecino, que lo mío son todo derechos
esculpidos en piedra en la sacrosanta constitución. De la siguiente
generación mejor no hablar (lo dejaré para otro post). Esa es la
generación que dice el aforismo que será pobre, por ser nieta de ricos.
Si somos incapaces de volver a los valores con los que se construye una
sociedad sostenible, nos hundiremos, eso sí, cargados de
reivindicaciones. En mi casa siempre he tenido un ejemplo vivo de
cordura, honradez y esfuerzo. Y no han sido menos felices que nosotros.
Los psiquiatras, de hecho, dicen que al revés, que han sido bastante
más. Debe ser que la sencilla tortilla, el melón fresquito, comprar el
sofá cuando se podía, poner las cortinas cosidas por nuestra madre, con
ayuda de la abuela, trabajar y echarle huevos para emprender (aunque no
lo llamaban así) no debía ser mala receta. Desde aquí quiero dar las
gracias a mis padres y a toda esa generación que nos regalaron un país
cojonudo, que nos hemos encargado de arruinar (entre todos, que
todos hemos aplaudido la locura), y que sólo con que nos descuidemos un
poquito más, le vamos a dejar a nuestros hijos un protectorado chino,
donde serán unos esclavos endeudados y tendrán unas historias
legendarias sobre la prosperidad que crearon sus abuelos, empeñaron sus
padres y son incapaces de imaginar los nietos. Estamos a tiempo de
cambiarlo, pero cada vez tenemos menos. Podemos encontrar maestros en
casa.
Cuanta razón tienes desconocido amigo.
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