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General: La metáfora de la langosta y el cardenal
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From: Ruben1919  (Original message) Sent: 05/03/2013 19:28

La metáfora de la langosta y el cardenal

Por: Juan Arias | 05 de marzo de 2013

Langostas cocinadas vivas

A LOS LECTORES

Varios lectores, al leer mi post de hoy, La langosta cocinada viva para el cardenal, se quejan porque esperaban por el título que se tratase de una metáfora de lo que está ocurriendo en las altas jerarquías de la Iglesia.

Lo es, aunque implícita. Podría traducirse así: “Ellos también se comen vivos”. Y no se trata de una apreciación mía, sino de una grave acusación hecha por el papa emérito Benedicto XVI a los cardenales en su último discurso como papa.

El papa Ratzinger denunció con dolor, las “divisiones en la Iglesia”, y el pecado de la búsqueda de “los propios intereses”.

Las crónicas de estos días junto con el famoso documento secreto de los escándalos de sexo y dinero, que desconocen aún hasta los cardenales, dan a entender la dura y grave lucha de poder desencadenada en el Vaticano y que ha sido una de las causas que han llevado al Papa a renunciar a su cargo.

Hasta Benedicto XVI se vio públicamente criticado por uno de los cardenales de mayor relieve de la Iglesia: el arzobispo de Cracovia, Stanislaw Dziwisz, que había sido el secretario particular y brazo derecho de Juan Pablo II durante todo su pontificado.

Dziwisz criticó públicamente la decisión del Papa de renunciar al cargo, acusándolo de haber abandonado la cruz, con estas palabras: “De la cruz no se baja”. El papa Ratzinger llegó a defenderse explicando que él no había “bajado de la cruz”, y que seguía clavado en ella, aunque de “forma diferente”.

Cuando hasta un Papa llega a hacer públicas las intrigas de poder que zarandean a la jerarquía y hasta abandona el papado, es porque algo muy grave está ocurriendo.

El lenguaje tiene siempre una fuerza especial. Y las metáforas más.
Sí, mi texto sobre las langostas cocinadas vivas, pretende ser también metáfora y emblema de ese infierno astral que está viviendo la Jerarquía de la Iglesia en la que, como destaqué en mi último post, creen sin embargo millones de cristianos de a pie que se sacrifican, trabajan, luchan y exponen su vida en los infiernos de la pobreza y de la falta de libertad, fieles a su fe en el Maestro que “no tenía donde reclinar su cabeza”.

SIGUE EL POST DE HOY QUE PRETENDÍA SER UNA METÁFORA

He leído en un diario italiano que un periodista vio a un cardenal escoger en un restaurante romano una langosta viva que le fue cocinada ante sus ojos. No puedo confirmar si la noticia es cierta. Recuerdo, sí, que esos restaurantes con pecera de langosta vivas a la entrada de algunos restaurantes existían cuando yo vivía allí. Lo mismo que en muchas otras ciudades del mundo. La que es conocida en Roma, cerca del Vaticano, es la trattoria de Venerina, que durante años frencuentó el entonces cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación de la Fe, heredera del Tribunal de la Santa Inquisición, despues Santo Oficio.

En aquella trattoria, Ratzinger pedía casi siempre el mismo plato: fetuccini Porto Vieste, con gambas y calabacín. Tenían para él siempre un lugar reservado.

Trattoria de VenerinaY esa noticia me llega justo cuando acababa de leer una de las últimas investigaciones acerca de que algunos crustáceos, como las langostas, contra lo que se pensaba, “sienten dolor” al ser cocinadas vivas. La pregunta que enseguida se han planteado biólogos y defensores de animales, así como especialistas en gastronomía es si es ético ese comportamiento.

En el estudio, publicado en el Journal of Experimental Biology, se defiende que las langostas, que suelen ser echadas vivas en agua hirviendo para que muriendo de esa forma su carne pueda resultar más sabrosa, perciben la misma sensación de dolor que experimentaríamos los humanos si nos arrojaran en una caldera de agua hirviendo y nos dejaran allí hasta morir.

Según Bob Elwood, biólogo de la universidad Queen´s de Belfast, en Irlanda, al contrario que los mamíferos, estos crustáceos no gozan de ningún tipo de protección, bajo la vieja presunción de que ni sienten ni padecen igual. Ahora que, a través de una serie de experimentos realizados con choques eléctricos que no voy aquí a describir, se ha podido comprobar que las langostas cocidas vivas sufren como gato o conejo, la pregunta es “si es ético” seguir sacrificándolas de esa forma antes de llegar a nuestro plato.

Langosta (2)
Se pregunta también si es justo infligirles tal sufrimiento en nombre de la alta gastronomía. “Cuando una langosta es echada en una olla con agua hirviendo intenta, arrastrada por el dolor agudo, agarrarse con sus tentáculos hasta llegar el borde del recipiente, al igual, dicen los biólogos, que un ser humano se agarraría con las manos en un tejado para no caer al suelo” explica David Foster Wallace, escritor americano autor del famoso escrito Piensa en la langosta. Y esa sensación que se suele tener de que la langosta al ser hervida viva “grita como un niño”, se debe en realidad, según los expertos, al ruido que hacen con sus patas para intentar huir del horror de aquel martirio.

El biólogo marino Marcelo Pinheiro afirma que diferenciar en la legislación sobre la defensa de los animales entre mamíferos y langostas por ejemplo, es como si entre humanos hiciésemos esa distinción con personas excluyendo a los indios. Explica: “Cuando se trabaja con producción animal es preciso entender la necesidad de matar a algunas especies animales para alimento de los humanos, pero debemos causarles el menor sufrimiento posible, sin infligirles, como a las langostas, un plus de dolor gratuito e innecesario”.

Mejor, pues, que los cardenales de la Santa Iglesia reunidos en Roma, aunque acostumbrados -según la leyenda- a recibir siempre el famoso “boccato di cardinale” (lo mejor de lo mejor de la gastronomía), se abstengan, por ética, de saborear langostas sacrificadas ante sus ojos con aquel terrible sufrimiento que, según la tradición de la Iglesia, sufrió el apostol Juan, el predilecto de Jesús, arrojado vivo a un tanque de aceite hirviendo del que al parecer, por un milagro de Dios, consiguió salir vivo.

Las langostas, sin embargo, no suelen ser merecedoras aún de milagros divinos.

Plato favorito del cardenal RatzingerPlato favorito del cardenal Ratzinger en la trattoria romana Venerina.



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From: Ruben1919 Sent: 08/03/2013 00:00
He leído en un diario italiano que un periodista vio a un cardenal escoger en un restaurante romano una langosta viva que le fue cocinada ante sus ojos.


 
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