Aun cuando era evidente que Hugo Chávez tenía los días contados y estaba a punto de perder la batalla contra el cáncer, el presidente de Venezuela prefirió jugar con la apariencia de que todavía estaba al mando de la revolución y que volvería a su cargo muy pronto. Su ego era tan grande que estaba decidido a morir antes que dejar el poder, como finalmente ocurrió. Pero Chávez no es el primer jefe de Estado venezolano que fallece en el ejercicio de sus funciones, antes que él hubo otros dos que decidieron morir con las botas puestas.
El anterior fue el dictador Juan Vicente Gómez, que, al igual que Chávez, sufrió un cáncer fulminante que acabó con él en pocos meses a finales de 1935, tras casi treinta años en el poder.
No son pocos los paralelismos entre ambos jefes de Estado. Tanto Gómez como Chávez nacieron al oeste de Venezuela. El primero en la Mulera, en 1854, y el segundo en Sabaneta de Barinas, en 1954. Los dos creyeron firmemente en la filosofía bolivariana, hicieron de su gobierno un órgano personal y basaron su poder en el petróleo: uno introduciendo en el país a las grandes empresas extranjeras, a las que otorgó el monopolio de su explotación, y el otro regalando el carburante a los países con los que le interesaba fortalecer sus alianzas.
Gobiernos personales
El dictador Juan Vicente Gómez, con dureza y astucia (es considerado uno de los personajes más crueles de la historia de Venezuela), estableció el ejemplo más perfecto de gobierno personal que el país ha conocido en los últimos dos siglos. Algo en lo que Chávez, salvando las diferencias, no se quedó a la zaga.
Ambos jefes de Estado claro dejaron muy claro desde el principio que no estaban dispuestos a entregar el poder y que querían seguir gobernando, incluso en los peores momentos de su enfermedad. Por eso se pusieron entre ceja y ceja la reforma de la constitución para alargar el periodo de Gobierno y permitir su reelección. Sin embargo, mientras Gómez lo consiguió en varias ocasiones, Chávez perdió su referéndum en diciembre de 2007, llegando a preparar, según destapó ABC en septiembre, una serie de comandos armados para tomar el poder en el caso de que perdiera las últimas elecciones.
Estas reformas constitucionales permitieron a Gómez –que se había apoderado del país en diciembre de 1908 aprovechando un viaje al extranjero de su compadre, el presidente Cipriano Castro, con el pretexto de que este planeaba asesinarle– perpetuarse sucesivamente en el poder durante 27 años, hasta que muere en el lecho, el 17 de diciembre de 1935, como jefe absoluto de Venezuela.
Chávez ha sido presidente los últimos 14 años de su vida, hasta que un cáncer de colon ha acabado matándole sin que aceptara en ningún momento ceder la presidencia a su segundo. A Gómez se lo llevó en el poder un cáncer pancreático, cuya terquedad le llevó a no dejárselo tratar. «La sucesión del dictador no será fácil. ¿Cuál de sus generales goza del mismo prestigio que él?», se preguntaba ABC en la noticia de su muerte publicada el 19 de diciembre de 1935.
La muerte repentina de Alcántara
Antes que Gómez y Chávez fue Francisco Linares Alcántara, que se convirtió en el primer presidente de Venezuela que fallece siendo presidente, con la diferencia de que a éste no le dio tiempo a perpetuarse en el sillón.
Tan solo gobernó un año y medio (1877-1878), en los que llegó a conceder la amnistía a los presos políticos de su predecesor, Antonio Guzmán Blanco, y a hacer que regresaran decenas de miles de venezolanos desterrados, sin por ello dejar de perseguir con saña a sus adversarios.
Pero no le dio tiempo a más. El 21 de noviembre de 1878 salió de Caracas hacia La Guaira y, en el camino, contrajo una afección bronquial que le obligó a guardar reposo en cama. Su estado empeoró rápidamente y en apenas nueve días murió en La Guaira con tan solo 53 años, cinco menos que Chavez.