Amante de la vida y de su
pueblo - eterno revolucionario -
Revolucionario, en el sentido que frente a cada hecho social y a
cada dilema, siempre optó con toda claridad por el hombre y por las
gentes; supo autoproducirse a la altura de su pueblo, adoptando las
identidades y ocupando los espacios necesarios para la revolución, para
la libertad. Sin disfraces ni vacilaciones, siempre el mismo: con su parada
firme y su paso ligero y cansado, sus bigotes largos y sus ojos profundos, su
voz combativa y llena de esperanza; siempre bien vestido y con colonias
finas....su figura y su presencia, nunca necesitó disfraces para convencer; y
siempre su presencia imponía un sello de realce a cualquier evento al que
asistía.
Entendía las pasiones humanas, y su capacidad de amar era
gigante - nunca falló como padre y como abuelo; porque por encima de todo
estaba siempre la felicidad de su familia. Si él estaba con nosotros, era
suficiente para encontrar soluciones.
Tuvo la ventaja de nacer el
1.917 a la luz de la esperanza de las revoluciones proletarias; de crecer en el
centro de la economía cauchera, donde el salario se ensangrentaba con la
esclavitud; de iniciar su juventud a la luz de las nuevas percepciones de
quienes retornaron diferentes de la Guerra del Chaco; y de contar con grandes
mujeres que le facilitaron su autoproducción: Su abuela - María Orihuela,
conocedora de las miserias e injusticias humanas; a quién él siempre recordó
con profunda admiración y cariño. Su madre - Justa Justiniano, le mostró la
crudeza de los sistemas patriarcales y le enseño los caminos de aquel infierno.
Su esposa - Elsa Henrich, incondicional y amorosa compañera, dueña de sus
glorias y respaldo en sus fatigas, poderosa sombra que le ayudaba a establecer
los límites entre la cordura y la pasión irreflexiva que despertaba en él
la injusticia.
Su profundo amor al Beni, le dieron la pasión y claridad para
recorrer los caminos sin pararse en los rincones, le permitieron entender que
oprimidos se transforman en opresores, y que las imágenes oficiales no reflejan
la realidad de estos rincones porque para entenderlos hace falta recorrerlos,
olerlos, penetrarlos y amarlos.
El Marxismo - Leninismo y el Partido Comunista, fueron su
alfabeto para entender el entorno social y su familia para transitarlo.
Reconocía el olor y significado de humanidad, por eso defendía con pasión tanto
a la Cuba de Fidel como a la Rusia de Lenín o al Ñancahuasu del Ché.
Su discurso era de esperanza y de rebeldía, y detrás de cada sombra
lograba visualizar la luz. Presente para ponerse a la estatura de cada gente y
dispuesto a encontrar respuestas a cada socorro - con el solo temor de perderse
alguna batalla; para él no era suficiente estar vivo, y con el pasar de los
años aceleraba su prisa en el camino.
Se lo puede recordar en múltiples identidades, pero quizás la
que cruza todas y se constituye en el eje principal de su vida social, es
la política; Comunista y Revolucionario por instinto, en el sentido que el
estudio era un hábito, pero mayor era su hábito por las gentes.
Perseguido, encarcelado y exilado por todos los gobiernos y
partidos políticos antipopulares del país, y a la vez protegido por el pueblo
en sus diversos sectores, fundamentalmente por los humildes, o como él decía
“protegido por los parientes pobres”. Fue siempre consecuente a sus principios
y a su partido, frente al pueblo y a la historia; bajo el principio que la
revolución esta en las calles, en los montes, en todos los rincones, todos los
días, en todos los sectores de la población y de la vida social, y es
posible y necesario transitarla minuto a minuto.
Hernán Melgar Justiniano, trató permanentemente de estar a la
altura de su pueblo y en todas sus batallas. Su vida fue necesaria, y su
ejemplo lo es aún más.
......Gracias
Papá
Tania
Melgar