Lo mejor de la poesía viva de Chile se ha dado cita en este libro para cantar desde diferentes ángulos, la gesta revolucionaria de Cuba. Si la sola concepción de esta antología fue ya una gran idea, el hecho de que entre las veintinueve voces líricas seleccionadas estén justamente los prestigios más sólidos y las mejores esperanzas de nuestro actual mapa poético, constituye un fenómeno que trasciende su propia importancia literaria. Es indudable que el antólogo, Vicente Parrini, ha realizado aquí un trabajo valioso y de gran interés, tanto en un sentido literario como en un sentido político. No en balde está en vías de agotarse la segunda edición del libro.
Entre los veintinueve poetas seleccionados por Parrini figuran, desde luego, algunos nombres definitivamente consagrados en la poesía de habla española: Pablo Neruda, Juvencio Valle, Gonzalo Rojas, Pablo de Rokha, Ángel Cruchaga Santa María, a los que agregamos sin vacilar dos nombres más recientes: Efraín Barquero y Enrique Lihn. Por otro lado, ¿qué antología de poesía chilena contemporánea podría excluir a Mario Ferrero, a Rolando Cárdenas, a Fernando González Urízar, a Teófilo Cid, a Hernán Cañas, a Raquel Señoret, a Víctor Franzani? Y entre los más jóvenes, no podemos dejar de mencionar en forma especial a Pedro Lastra, a Raúl Mellado, a Hernán Lavín, a Hernán Miranda, a Rodrigo Maturana, a Ruperto Salcedo y a Mario Rotta, que aportan excelentes trabajos a esta antología.
¿Quiénes faltan en “Cuba sí”? Se echan de ver algunas ausencias notables, seguramente por no tener composiciones que incidieran en el sentido preciso de esta antología. Nicanor Parra, desde luego. Pero estamos ciertos de que, junto con Parra, también gritan ¡Cuba Sí! Otros poetas jóvenes cuya ausencia en este libro lamentamos: Jorge Teillier, Óscar Hahn, María Angélica Alfonso, Luis Vulliamy, Ennio Moltedo.
Dicho está: lo mejor de nuestra poesía en vigencia, está con Cuba (del otro lado, solo quedaría tal vez Miguel Arteche, poeta respetable pero embotellado en su visión reaccionaria). ¿Es posible desconocer la significación de este hecho al momento actual del proceso literario chileno?
Desde los más diversos ángulos, los poetas chilenos cantan a Cuba Revolucionaria en este libro. El sentido épico y la trascendencia histórica universal de la hazaña del pueblo cubano están presentes en “La Luna Sobre Cuba”, notable poema de Luis Enrique Délano, como también en la “Oda a Cuba”, de Pablo de Rokha, torrencial y violenta como toda su poesía, y en “¡Cuba es Nuestra!”, de González Urízar, que contiene una bien lograda exaltación de los nombres geográficos de la isla. Mucho más brevemente, Juvencio Valle logra encerrar toda la grandeza de la gesta cubana en su sobrio “Soneto a Fidel”.
El impacto sobre la conciencia de los pueblos de América y la identificación continental con los propósitos y esfuerzos de la revolución, aparecen luminosamente expresados en el poema “A Fidel Castro” de Pablo Neruda. Tomados del libro “Canción de Gesta”, los versos de este romance heroico resumen con cálida energía la significación americana, el sentido de aliento y de horizonte que trajo a todos nuestros pueblos la consolidación del socialismo en Cuba. Es el ya famoso poema de Neruda que comienza:
“Fidel, Fidel, los pueblos te agradecen
palabras en acción y hechos que cantan
por eso desde lejos te he traído
una copa del vino de mi patria”.
Con un sentido similar, y también en endecasílabos asonantados; escribe Raúl Mellado un hermoso “Presente para Cuba”. Ahora bien, esta apasionada voluntad de seguir el ejemplo del pueblo cubano, la impaciencia por la aurora que tarda en llegar a nuestro Chile, arranca de Gonzalo Rojas uno de los mejores poemas de la antología, su “Juramento a Fidel”:
“Vendrá, nos dice el aire: vendrá, vendrá la luz.
Pero cuándo, por dónde? Cuál será nuestra sierra?
O ya estará aquí mismo Fidel, en este aquí que nos junta en el viento más áspero, en el aire de los pobres de América?
Fidel, no habrá invasor contra la realidad.”
Otro ángulo del cantar a Cuba lo describe Enrique Lihn en sus “Palabras del Hombre del Garrote”, al ubicarse satíricamente en el punto de vista del enemigo. También apuntan directamente al enemigo imperialista los versos de Carlos Poblete, como lo dice el título de su composición: “¡Salid de Guantánamo!”
Muchos otros enfoques del amor a Cuba se dan en este libro. Resulta sorprendente que veintinueve poetas chilenos, sin proponérselo, hayan elaborado una especie de gigantesco mural lírico donde las más diversas facetas de la gesta cubana y de su repercusión en la conciencia de América y del mundo, aparecen entrelazadas en armoniosa y potente estructura.
Incluso algunos de estos poetas han cantado a Cuba ligándola a sus más inmediatas y personales vivencias. Así, cuando Mario Rotta conversa con su pequeña hija en “A Tamara, sobre Cuba”, o cuando Rolando Cárdenas escribe “Será Pensar en Cuba”, o cuando Mario Ferrero compone su temporal soneto “Si Digo Cuba”. Pero pensamos en especial en el excelente poema “La Tierra de Todos”, de Pedro Lastra, que nosotros seleccionaríamos como uno de los tres momentos cumbres de esta antología, junto a los poemas de Neruda y de Gonzalo Rojas.