Las claves del corralito de Chipre
La
banca de Chipre, sobredimensionada, está a punto de quebrar (no puede
afrontar sus compromisos de pago). Para evitarlo, la Unión Europea ha
decidido concederle al país una cuantía de 10.000 millones de euros.
Este “rescate” tiene un objetivo parecido al rescate de la banca española:
evitar que las entidades financieras no paguen a sus acreedores. Es
decir, el rescate de la Unión Europea es una cantidad de dinero que en
última instancia terminará en manos de las entidades financieras y otros
agentes que prestaron dinero a los bancos chipriotas. No es un rescate
al país, es un rescate a la banca de Chipre (que ha invertido mal el
dinero de sus depositantes y acreedores).
Hasta aquí, pocas diferencias con los rescates a otros países como
España, Grecia, Portugal e Irlanda. La novedad se ha dado en las medidas
que tiene que realizar el país para poder recibir el dinero del
rescate. Siempre que la Unión Europea concede un rescate, exige que el
país que lo recibe ponga en marcha una serie de políticas concretas.
Mientras que en el resto de países las medidas han ido encaminadas a
aumentar impuestos como el IVA o el IRPF, disminuir los gastos de las
administraciones públicas, flexibilizar el mercado laboral… en el caso
de Chipre la medida estrella ha sido la quita en los depósitos. Esto
consiste en que todos los ahorros depositados en los bancos verán
reducida su cantidad en un 6,75% (9,99% para los que tengan más de
100.000 euros). Es decir, una persona que tenga 10.000 euros en el banco
pasará a tener 9.325 euros (perderá 675 euros de golpe). Dinero que
recauda el gobierno chipriota y que terminará en manos de los acreedores
de los bancos del país.
A nadie se le escapa que esta quita a los depositantes chipriotas es
un robo clarísimo. La transmisión del dinero es muy evidente: se extrae
dinero directamente de los ahorros de los ciudadanos para pagar los
platos rotos por la banca. Es normal que multitud de voces condenen esta
quita; se trata de un atracado descarado. El depositante chipriota ve
de golpe y porrazo cómo ha disminuido su capacidad adquisitiva; ve que
lo han empobrecido de la noche a la mañana. Un robo, al fin y al cabo,
ordenado por la Unión Europea y ejecutado por el gobierno de Chipre para
pagar a los acreedores.
Pero el resultado de esta quita a los depositantes es prácticamente
el mismo que en el caso de otros países rescatados: empobrecimiento de
todos los ciudadanos. El objetivo de la extracción de parte de los
depósitos es recaudar dinero, algo muy parecido a lo que ocurre cuando
un gobierno (como el español) aumenta el IVA o el IRPF. La diferencia
está en que la quita de los depósitos recauda dinero en muy poco tiempo,
mientras que las medidas implantadas por otros países tardan un tiempo
en cosechar resultados. Pero los ciudadanos españoles nos empobrecemos
igual (o más) que los chipriotas aunque no veamos las cifras de nuestras
cuentas de ahorro disminuir como en el caso de los ciudadanos de
Chipre. Tener que pagar más en impuestos como el IVA o el IRPF, o en
tasas como las judiciales o las de las matrículas universitarias, es
otra forma de hacer más pobre a la ciudadanía. Eso sí, es una forma
menos descarada que la de extraer el dinero directamente de los
depósitos en los bancos.
Ignoro cuánta prisa puede tener el gobierno chipriota por recaudar el
dinero, pero teniendo en cuenta que las negociaciones del rescate a
Chipre comenzaron hace dos años, solamente puedo concluir que esta
medida es el reflejo de una torpeza infinita por parte de los
gobernantes chipriotas y europeos. Para llevar a cabo su objetivo no era
necesario acometer una medida tan impopular y tan hiriente como la de
extraer dinero de las cuentas bancarias de los ciudadanos. Podría
haberse recaudado dinero de muchísimas otras formas, como está
ocurriendo en el resto de países europeos (no sólo los del sur). El robo
es de la misma cuantía pero la forma en la que se materializa es muy
diferente.
Además, la quita a los depositantes tiene otras consecuencias de
enorme envergadura. Puesto que debe pasar un tiempo para que pueda
consumarse el robo (es necesario aprobar una ley), los depositantes
podrían verse animados a retirar todos sus ahorros para no perder ni un
euro. Con la intención de evitarlo, el gobierno chipriota ha cerrado las
entidades financieras y sólo permite sacar 1.000 euros diarios de las
cuentas de ahorro. Se ha tenido que imponer un corralito en toda regla.
Es la primera vez que ocurre en la zona euro y ello tendrá repercusiones
importantes. Por un lado, se constata una vez más que a las autoridades
no les interesa proteger los ahorros de los ciudadanos; prefieren
proteger a los grandes acreedores a pesar de que según la legislación
vigente deberían ser ellos los primeros en asumir pérdidas (léase este
artículo referente al caso español: “¿Qué pasaría si los bancos españoles en problemas no recibieran ayudas y se les dejara caer?”).
Por otro lado, ahora ningún ciudadano europeo podrá dormir tranquilo
pensando que cualquier día podría ocurrirle lo mismo en su país. Los
gobiernos europeos han dedicado mucho tiempo y esfuerzo para
convencernos de que era imposible que se diese un corralito en un país
de la Unión Europea. Los hechos han demostrado que no sólo es posible,
sino que las autoridades están dispuestas a acometer este tipo de
medidas con tal de que los platos rotos los paguemos todos los
ciudadanos y no los grandes inversionistas que son al fin y al cabo
quienes deberían hacerlo.