Jennifer Rodríguez Carmenate, natural de Encrucijada, en la provincia Villa Clara, al centro de Cuba, reside en Italia desde hace más de 8 años. Tiene un hijo con su esposo italiano. Siempre se ha cuidado de no quejarse ni protestar ante ninguna de las absurdas leyes gubernamentales que afectan a las mujeres casadas con extranjeros, para poder visitar tranquilamente la Isla. Pero eso no ha impedido que las miradas malignas y envidiosas se posen sobre ella. Mucho menos que sea víctima de la policía política.

Alguno de sus diabólicos vecinos ha presentado una denuncia contra ella, por lo cual fue llevada, sin previa explicación, para la estación de la policía de Encrucijada, donde quedó en manos de un oficial de la Seguridad del Estado, comúnmente nombrado Pupo.

Mediante el tal Pupo, Jennifer se enteró de que había sido detenida bajo la acusación de varios hechos delictivos: tenencia ilegal de carne de res en su frigorífico, tenencia ilegal de langostas, y lo que no podía faltar, jineterismo (prostitución). Otra cubanita más que viene a darle manutención a sus enamorados, como le expresó Pupo burlándose sardónicamente.

En presencia de su pequeño hijo, de cinco años de edad, la subieron a un auto policial, mientras los vecinos parecían alegrarse de lo que estaba sucediendo. Pero Jennifer no hizo resistencia. Se dejó llevar por aquellos que ya conocía de antemano, por el pellejo que había tenido que dejar muchas veces clavado en las sucias paredes del bien llamado Soleador, una especie de campo de concentración que posee el gobierno en las playas de Varadero para encerrar, desnudas bajo sol, a las mujeres que como Jennifer salen en busca de un extranjero para lograr una vida más desahogada.

Durante más de 6 horas la retuvieron, inútilmente, porque los esbirros del oficial Pupo no encontraron fundamento alguno, ya que no tenían pruebas para sus acusaciones.

Sólo los cargos de relevancia que ocupa este oficial de la policía política dentro de la provincia de Villa Clara, le permitieron hacerle esta campaña de vejación y desprestigio moral a Jennifer, animado, según se comenta a nivel popular, por un amigote, Augusto Pérez Cañete, uno de sus colegas de la Seguridad del Estado en el municipio de Encrucijada, vecino muy cercano a la vivienda que hoy goza en Cuba esta residente italiana.

También se dice que en realidad trataban de sacarle dinero a Jennifer y, de paso, adueñarse de los productos por los cuales la acusaban de tenencia ilegal. Pero el único alimento que ocuparon en la casa tenía un respaldo de vales documentados por las propias tiendas en divisas donde compró legalmente la carne y las langostas.

Solamente el papeleo y el disgusto al que se vio obligada esta mujer dentro de su propio país, le costó un auténtico quebradero de cabeza. Pero al salir de la estación policial, solicitó al gobierno de Cuba protección oficial para ella y para su hijito, acusando directamente al tal Pupo de atropello premeditado y además realizado en presencia de su niño, que es ciudadano italiano.

¿Le dará cauce legal el gobierno a la acusación de Jennifer Rodríguez Carmenate? Seguramente no, pero al menos sabrán los esbirros como Pupo que en lo sucesivo tienen que andar con pies de plomo ante esta cubana que, quizás por haber salido a conocer el mundo real, aprendió a defenderse definitivamente.