Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

LA CUBA DEL GRAN PAPIYO
¡ Feliz Cumpleaños Shidarta !                                                                                           ¡ Feliz Cumpleaños Gran Gabiyo !
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
 Conociendo Cuba 
 CANCION L..A 
 FIDEL CASTRO.. 
 Fotos de FIDEL 
 Los participantes más activos 
 PROCLAMA AL PUEBLO DE CUBA 
 
 
  Herramientas
 
General: Respuesta a un discípulo de trotsky
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 21/04/2013 12:15
RESPUESTA A UN DISCÍPULO DE TROTSKY

Por: Luis Miranda

INTRODUCCIÓN

El conocido periodista peruano, César Hildebrant, que gusta ufanarse, presentándose a si mismo como versado, virtuoso e invencible en la confrontación de ideas, ha demostrado ser un anticomunista contumaz que ha hecho del antistalisnismo su caballito de combate. Repitiendo todas las mentiras inventadas por Hitler y Trotsky, difama y calumnia a J.V. Stalin y a la Unión Soviética, sin aportar argumentos serios ni menos señalar hechos históricos concretos y veraces que respalden toda su cháchara reaccionaria, limitándose a repetir la «Leyenda Negra», difundida por el amigo querido de Hitler,William Randholph Hearst.

Nada nuevo nos dice Hildebrandt, y al igual que su media hermana, es anticomunista hasta el tuétano, sólo que más astuto, pues se arropa de una vestimenta «democrática y antidictatorial». Todo vale en este mundo capitalista, donde los marketeros venden una imagen, segmentan el mercado y le sacan el máximo beneficio.

Veamos al del ceño fruncido a través de sus «interesantes» artículos.

DEFINIENDO AL «STALINISMO»

En el artículo «El infierno perfecto», Hildebrandt se apoya en… un momentito… en Isaias Berlin, anticomunista encallecido que, según el mismo Hildebrandt, no condenó la invasión norteamericana en Cuba en los años 60, ni la de Vietnam en los 70, prácticamente pronorteamericano, y por ende proimperialista, pero que según Hildebrandt, define muy exhaustivamente el estalinismo.

Veamos lo que dice Berlin, definiendo al stalinismo:

«Pero si usted acusa a la gente de romper leyes que no rompió, si la acusa de delitos que no cometió, de actos que ni siquiera puede comprender, acaba reduciéndola a papilla...Hobbes concebía una ley que, de ser obedecida, permitía sobrevivir. Las leyes que hizo Stalin eran tales que uno podía ser castigado por obedecerlas o desobedecerlas, al azar. No había nada que se pudiera hacer para salvarse. A uno lo castigaban por transgredir o acatar leyes que no existían. No había salvación».

¿Qué le parece esta mermelada? Y el bueno de Cesar, se refocila de esta «sesuda» definición del stalinismo… Prácticamente Hildebrandt menosprecia el sentido común de la gente, tratando a sus lectores como imberbes en Historia contemporánea. Pues, según el oráculo de Berlín, los rusos que pasaron por tres revoluciones en el siglo XX, tirándose abajo el zarismo y todo lo que representaba, y posteriormente derrocando del poder a los capitalistas, por arte de magia, se volvieron mansos frente al Poder Soviético y aceptaron todas las «incongruencias» del Nuevo Poder. Que barbaridad, el ciudadano, según Berlín y su discípulo, era castigado cuando obedecía la ley y cuando la desobedecía… Lo que no dice Berlín y su pupilo es que la URSS en los tiempos de Stalin tenía una Constitución y un ordenamiento legal impecable, donde la población participaba a todo nivel y en todas las instancias del nuevo Estado… Además los trabajadores no estaban divorciados de la propiedad, era una propiedad social, ellos sentían y sabían que estaban construyendo una nueva sociedad… y que esa nueva sociedad les pertenecía…

CRITICANDO A CHAVEZ

En otro artículo el susodicho califica, prácticamente al socialismo que se estaba construyendo durante el periodo staliniano, de peor que el capitalismo.

Leamos lo que dice este parto de los montes:

«El capitalismo es espantoso. Pero el estalinismo (que es el marxismo en la historia) es peor…».
«… Me alegra, en todo caso, pertenecer a la porción de humanidad que no admite que esta sinrazón capitalista prevalezca creyendo que no hay alternativas. Lo que digo es que el estalinismo no es una de ellas…».
Y después se despacha contra La República Democrática Alemana y Cuba, para que al final exclame: «¿Eso es lo que está queriendo implantar Chávez en Venezuela?».

Este señor, de conocimientos generales, no entiende nada sobre Sistemas Económicos. Para él el capitalismo que el cree conocer tiene alternativas distintas al Socialismo, que los sistemas económico sociales son como mercancías o modelos, que se exhiben en las vitrinas de las grandes tiendas, y que basta el buen gusto del cliente para solicitar un modelo de sociedad a su medida y a sus exigencias.

Dice: «El capitalismo es espantoso, pero el stalinismo es peor». ¡Qué confusión de términos!, para empezar el capitalismo es un sistema económico y el stalinismo no lo es. Seguramente el susodicho se refiere a cómo se construyó el socialismo en la URSS, y que la historia ha consignado como la ruta staliniana, comparándolo con las desgracias del capitalismo. Debo recordarle a Herr Hildebrandt que el Socialismo construido en tiempos de Stalin nunca padeció de crisis económica, como es natural en el capitalismo; prueba de ello es que en los años de la Gran Crisis (1929-1933), que como terremoto remeció el mundo capitalista, la Unión Soviética gobernada por los bolcheviques crecía a niveles nunca antes visto en la historia, las industrias florecían en todo el territorio soviético, incluso en los urales la industria fue la base del desarrollo de toda esa extensa región olvidada y atrasada en los tiempos del zarismo. Los bolcheviques sacaron de la pobreza a este extenso país, creando abundante trabajo y prácticamente desapareciendo el desempleo, incluso contribuyó a generar empleo para miles y miles de extranjeros, principalmente técnicos norteamericanos que llegaban contratados.

Claro que el camino recorrido no fue fácil, fue toda una epopeya que demandó inmensos sacrificios, sin embargo las metas se cumplían, los planes quinquenales ordenaban e integraban la marcha económica de este inmenso país. El analfabetismo fue erradicado de raíz, la cultura llegó a todos los habitantes, los poetas, literatos, escritores surgieron del pueblo, las universidades y centros de estudios se multiplicaban a lo largo y ancho del país. La prensa internacional, abrumada por el avance vertiginoso de la economía soviética se vio obligada a reconocerle los méritos, que un periodista pequeño burgués regatea, llamando a este superdesarrollo «El Milagro Soviético».

El susodicho escribe pestes de Cuba y de la RDA, y pregunta ¿Si este camino seguirá Venezuela con Chávez?

Para información del susodicho, cada país, después de culminar la etapa antiimperialista, de liberación nacional, llamada también democrática burguesa, necesariamente para completar la liberación tendrá que iniciar una nueva etapa, la etapa de la revolución socialista, y obligadamente la forma que adopte su revolución y la propia construcción dependerá de las características propias de cada país, sin embargo hay regularidades que necesariamente se repiten en todo proceso revolucionario y en todo sistema. Si esas regularidades no existiesen las sociedades no estarían gobernadas por leyes económica sociales, sino por los caprichos de los líderes políticos, y eso sabemos no es cierto. Cada proceso, si bien es cierto recoge las particularidades de cada país, también es cierto que lo determinante son las leyes inmanentes a cada sistema.

Brasil, Argentina, Bolivia, chile, Venezuela son países capitalistas, tienen diferencias que parten de las características propias de cada país, de su estructura productiva, de sus recursos naturales, del nivel de organización y del nivel de dependencia de sus burguesías con el capital financiero imperialista, pero todas ellas son reguladas por las leyes del capitalismo en su fase imperialista. Todas ellas están sometidas a la ley fundamental del imperialismo.

Lo mismo sucede con el socialismo, deviene del capitalismo, y presenta regularidades que no pueden ser obviadas, so pena de restaurarse el sistema antiguo, tal como se dio en la URSS. Lo que sucede es que ciertos plumíferos a sueldo, creen que en la construcción del socialismo las clases sociales derrotadas no presentan resistencia y se asimilan pacíficamente al nuevo torrente jefaturado por el nuevo Estado Proletario. Pero eso es imposible, pues la socialización de los medios de producción, de las fábricas, de las tierras, de los recursos naturales, de las máquinas, se oponen rabiosamente los ex patrones, conspirando día y noche en pos de recuperar sus privilegios.

Asimismo, «la alternativa al capitalismo tormentoso», que no puede ser el Stalinismo, según el «sociólogo» Hildebrandt, solo existe en la imaginación fantasiosa de un personaje que no ahonda nada. A qué alternativa se refiere, ¿qué tipo de sociedad es ésta? ¿Cómo se digiere este sancochado? ¿Habrá querido decir «Autogestión Yugoslava? ¿Perestroika? ¿Cuál es la alternativa? Difícil saberlo.

ORGANIZADOR DE DERROTAS

El «letrado» de Hildebrandt, hasta cuando habla de Montesinos no desaprovecha el papel para injuriar a Stalin, y de pasada elogiar a Trotsky, lo cual es natural pues Hildebrandt es un trotskista vergonzante. Veamos lo que dice este «sagaz» periodista, cuando aborda el caso Montesinos:

«Si Stalin, según Trotsky, fue el gran organizador de derrotas, Montesinos fue el organizador de la vieja podredumbre que obligó a San Martín y a Bolívar a decretar el fusilamiento para los peruanos que seguían robando en plena guerra de la independencia».
Que caray, las cosas que uno lee. ¿Organizador de derrotas? Si se refiere a Trotsky, estaría en lo cierto, pero afirmar que Stalin es un organizador de derrotas es muy temerario, tanto para el judas de Trotsky como para su pupilo… sino echemos una ojeada a la historia. Situémonos en la Guerra Civil rusa, en los primeros años de la revolución, cuando Stalin tuvo que reemplazar a Trotsky en el frente de guerra, y conducirlo a la victoria… Señor Hildebrandt, acaso Ud. Ignora que con Trotsky los bolcheviques estaban perdiendo la guerra civil… Veamos los dos enfoques, según Trotsky el ejercito rojo, para atravesar el Caucaso y enfrentar al enemigo tenía que optar por el camino más corto, mientras que Stalin planteaba el camino más largo. Por el camino más corto el ejército rojo tenía que cruzar en medio de los cosacos y en medio de gentes hostiles al nuevo poder, mientras que en el camino más largo estaban los trabajadores y gentes que se identificaban con el nuevo poder. Ud. ¿Qué camino hubiese optado, Señor periodista?, el camino de su líder espiritual, o el camino que al final aprobaron cruzar, el de la propuesta de Stalin.

¿Organizador de derrotas? ¿Quién? Los hechos, son testarudos, y hay que tomarlos en cuenta. La propia segunda guerra mundial, tuvo en Stalin una figura destacada en el arte y la ciencia de conducción. Las propias Cumbres celebradas entre los tres grandes del bloque aliado, demostraron la capacidad negociadora de Stalin. La conversión de Rusia, de un país atrasado, semianalfabeto, conflictivo, a una potencia mundial integrada, al punto de derrotar a la Alemania hitleriana y sentar las bases de un nuevo campo socialista, son propias de un triunfador… Nadie que esté en su sano juicio puede negar que mientras la URSS estuvo bajo la conducción de Stalin, ese inmenso país marchaba unido y consciente de su destino… y sobre todo, la URSS, como potencia mundial, era el contrapeso contra los excesos guerreristas del Imperio. Y todo fue obra de los comunistas soviéticos bajo la dirección de J. Stalin.

ARCHIVOS SECRETOS

En su artículo «Cumbres Borrascosas», el «enterado» de Hildebrandt afirma, sin sonrojarse: «¿Y Stalin mató a tantos para que Rusia tropezara con el Chicago de los 30?».

Y en el artículo la «Devolución Cubana»:

«Yo no represento a ningún gran medio –al contrario: los he combatido a pie y sin medias tintas– y, sin embargo, sostengo, como los millones de cubanos que se expresarán en asamblea de calle y sol a la hora señalada, que en Cuba hay una dictadura perversa que desacredita a la izquierda y caricaturiza el socialismo. Yo no encarno el imperialismo yanqui –al que siempre despreciaré– y, sin embargo, sostengo que el régimen de Castro sólo puede entusiasmar a quienes jamás denunciaron los crímenes de ­Stalin (conociéndolos), no se atrevieron a condenar lo que hicieron las tropas soviéticas en Berlín, Budapest o Praga y dividieron el mundo en dos bandos maravillosamente definidos: ellos –los reaccionarios, los débiles, los réprobos, los vendidos al oro yanqui, los que amaron a Heberto Padilla a pesar de su debilidad– y nosotros, los que manejamos el estatal Estanco de la Virtud».

Que tal virtuoso este Hildebrandt, que hace del auto halago una costumbre en su vida pública. Claro, el vende esa imagen; se tira contra Alan García, cuando casi toda la población está asqueada del genocida y ladrón de 5 esquinas; reconoce el avance de la Bolivia de Evo, cuando toda la comunidad internacional apoya dicho proceso democrático; se tira contra Montesinos, cuando ya todos saben que este es el compañero de viaje de Fujimori; condena la matanza de la aviación israelí en Gaza, cuando hasta el Secretario General de la ONU denuncia dicho acto criminal del sionismo. Pero, zas, hace un giro, y se abalanza sobre la Revolución Cubana, exigiendo lo que el Imperio le exige, ni más ni menos. Critica que Raúl Castro sea hermano de Fidel, y que sea viejo… O sea, reduce la política a problemas de generación y de familiaridad, ¡qué simpático es este Hildebrandt! Y de pasadita, deja el veneno de los «crímenes de Stalin». Y después dice: «Yo no encarno al Imperialismo Yanqui».

Pero eso si, para el señor Hildebrandt, el Jefe de la Construcción del Socialismo resultó un matón, un criminal, mismo Hitler y Mussolini juntos. Qué audaz este periodista para lanzar tamaña barbaridad, y sin ningún argumento, ningún dato, nada de nada, como una cosa ya sabida y que no necesita fundamentación alguna. Que zamarro resulta este Hildebrandt. Dice que no encarna al Imperialismo yanqui, pero comparte su estrategia, sus gustos y su fobia antistaliniana.

Hildebrandt, escribe sobre la leyenda negra inventada por los publicistas hitlerianos, dando todo el crédito a esas patrañas inventadas para justificar la invasión alemana en la URSS, tipifica de asesino, criminal, etc. a Stalin, pero no dice nada del golpe de Estado de los revisionistas soviéticos, del asesinato de Beria y de miles y miles de leales al régimen soviético, no habla de la purga a que fue sometido el PCUS, posterior a la muerte de Stalin, con el objetivo de cambiar el rumbo del Estado Soviético, eliminando toda oposición a la restauración del capitalismo, objetivo que se habían propuesto los Krushov, los Bresnet, los Mikoyan, proceso que culmina con el traidor de Gorvachov. No habla de que toda esta depuración fue criminal, no habiendo juicios de por medio, como si se dio en tiempos de Stalin, cuyos juicios tuvieron las garantías legales, fueron públicos…

Pero a Hildebrandt, no le interesa la verdad histórica, portándose como un servil de la transnacional de Hearst. Pues, trata a Stalin como un genocida patológico, de aquellos que gozan con causar daño. Pero los hechos históricos se abren paso ante la calumnia orquestada en los laboratorios de los países imperialistas. Además Hildebrandt no dice nada nuevo, todo en él es superficial, ni siquiera esta al nivel del inglés Conquest en inventar cifras contra Stalin.

Acaso Hildebrandt habrá leído «Mi Lucha», y se habrá enterado que ahí se gesta toda la propaganda antisoviética, orientada a enlodar a Stalin y presentarlo como un endemoniado dictador. Acaso no recuerda lo que decía Goobels «miente, miente que algo queda», presentándolo a Stalin como matón del pueblo ucraniano, y a Hitler como su salvador. Todo encaminado a justificar la invasión del ejército nazi en suelo soviético, y su posterior apropiación del granero de Europa, como se le conocía a Ucrania. Sin embargo, todo era mentira, todo era parte de la propaganda nazi, y esto lo sabían los propios países occidentales, sino leamos parte de la carta que el embajador francés Charles Alphand escribió el 13 de Setiembre de 1933, y entre otras cosas dice lo siguiente con respecto a Ucrania, desmintiendo la leyenda de la «hambruna»:

«… hemos mirado por las ventanas durante el trayecto de 3,000 kilómetros, y no se ha podido trucar completamente la población, que nos ha parecido en el mejor estado físico y de vestuario que la de las ciudades del norte, de donde venimos. Nuestro coche ha podido aplastar pollos de más de cuatro meses; nos hemos dado cuenta de la extensión de esos campos que acaban de proporcionar una cosecha que todos están de acuerdo en calificar de excepcional. Si verdaderamente millones de hombres estuvieran muertos de hambre en esas regiones, los infortunados hubieran comido sus pollos antes de pensar en alimentarse de cadáveres. Hubieran sido necesarios millones de soldados para impedirles comerse las semillas».

Conclusión: no existió tal hambruna, inventada por los nazis, y propagandizada por sus herederos.

Y Hildebrandt no dice nada de la labor de los nazis en inventores de la calumnia, ni menos dice nada del levantamiento de los llamados archivos secreto del Comité Central de la Unión Soviética, donde se demuestra que no existió ningún genocidio en tierras soviéticas, salvo las que cometieron los hitlerianos cuando invadieron el país de los soviets. Acaso no sabe que toda una pléyade de cuentistas a sueldo, desde Goobbels, Hearst, Conquest, Medelevev y Soljenitski, entre otros chupamedias del imperialismo, «competían» con sus estadísticas sobre la magnitud de los supuestos genocidios del pueblo soviético, algunos en su exageración enfermiza llegaron a afirmar que habían muerto 60 millones de soviéticos como consecuencia de la represión stalinista; pero todos estas estimaciones estadísticas elaboradas en las agencias de espionaje de los países imperialistas se cayeron como castillos de naipes, cuando Gorbachov, antistalinista contumaz, se vio obligado a abrir los archivos para que un Comité de investigadores, que de comunistas no tenían ni el pelo, evaluase los documentos secretos y constatase si hubo o no muertos, y su magnitud. Resultado: nada de lo que estos zánganos afirmaron durante tanto tiempo fue cierto. Sin embargo, un tal Hildebrandt, se suma al coro de los antistalinistas, y continúa falsificando la historia con prédicas ya refutadas por la constatación científica de gente imparcial y ajena al comunismo.

Lo que pasa, es que Hildebrandt es anticomunista, y como tal tiene la misión de ensuciar la memoria de Stalin, y con ello descalificar su obra, restarle méritos es su labor, y esa obsesión no es casual, obedece a toda una política internacional, del cual el pequeño Hildebrandt es solo un tornillo de esta maquinaria anticomunista internacional.

Sigue ...


Primer  Anterior  2 a 3 de 3  Siguiente   Último  
Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 21/04/2013 12:16
Viene ....
 

SIBERIA MODERNA

En otro de sus «interesantes» artículejos, al que titula LA REFORMA DEL ALMA, el amanuense Hildebrandt dice:
«Stalin, el padrecito, sostuvo alguna vez que los escritores eran ingenieros del alma. Como se sabe, para el constructor de los más grandes campos de concentración de la Siberia moderna el alma era un mural donde había que pegar las estampillas del realismo socialista y la ingeniería del alma consistía en lograr que la unanimidad fuese moco de pavo frente a lo que él se proponía hacer y logró hacer después de asesinar a todos sus rivales».

Vuelve a la carga, una y otra vez, para martillar en la mente de sus lectores, que Stalin es sinónimo de «asesino en serie». Que tal patraña de este plumífero, él cree que va a cambiar los hechos históricos con su perorata de literato amanerado, que siempre se preocupa de meter términos rebuscados en sus escritos para darle a sus ensaladas algo de gusto y puedan ser devorados por sus lectores. Habrase visto tamaña osadía.

Habla de los grandes campos de concentración de la Siberia moderna, como un dato irrefutable, amparándose en su «prestigio» de periodista «independiente» e «incorruptible». Permítame indicarle que, entre 1930 y 1940, según datos oficiales, las cárceles soviéticas, llegaron a alojar un máximo de 2 millones y medio de presos, entre delincuentes comunes y políticos, y «ojo, pestaña y ceja», en una época muy difícil para el Estado y la sociedad soviética, rodeado de enemigos y con presencia de saboteadores y terroristas internos. Pero, EE.UU., en una época más tranquila, 1996, sin los enemigos golpeando las puertas, tenía una población de 5,5 millones de presos, según datos provenientes del Departamento de Justicia Norteamericano. Y sin considerar que en la prisión de EE.UU. la esclavitud sexual, el tráfico de drogas, la escuela del delito, son los insumos de esta sociedad carcelaria, donde el delincuente no se reeduca para convertirse en una persona útil para la sociedad, muy por el contrario, de la prisión salen peores de cómo entraron, como en todo país capitalista, sin hablar del Perú, donde los delincuentes continúan delinquiendo desde su celda.

Seguramente Hildebrandt toma como fuente a Conquest, agente inglés dedicado a falsificar cifras para enlodar al Estado Soviético. Y éste marrano dice – en uno de sus libros – que en 1939 había 9 millones de presos políticos y otros 3 millones habían muerto de 1937 a 1939; además que en 1950 había 12 millones de presos políticos. Como observan, el agente inglés se especializa en los años del periodo de Stalin; porque sobre los años posteriores, gobernados por quienes estaban restaurando el capitalismo, ahí no dice nada.

Ahora, después de echar mano a los archivos secretos, ya se sabe que en 1939 no había 9 millones de presos políticos, sino 2 millones de presos, y de esos 454 mil estaban condenados por delitos políticos. Asimismo, los muertos en los campos de trabajo, desde 1937 a 1939, fueron cerca de 160 mil y no 3 millones como escribía Conquest.

Por lo visto Hildebrandt, siempre acucioso para otras cosas, aquí patina, habla de la Siberia, seguro pensando en emular a Conquest o a su ídolo Soljenitse, que no hablaba de 9 millones, sino de 60 millones de muertos. ¡Que bestias para vomitar cifras millonarias, sin asco! Pero, a estas alturas quien le va a hacer caso a estos sinvergüenzas, claro, Hildebrandt, el «crítico» de Hildebrandt, el «insobornable» Hildebrandt, si les hace caso, porque al igual que ellos beben de la misma acequia.

LA QUINTA COLUMNA

Cuando Hildebrandt nos dice «asesinar a todos sus rivales», seguro se refiere a Bujarin, Tukhatchevsky, Piatakov, Krestinsky, Grinko y el propio Trostky, enemigos jurados y terroristas antisoviéticos, financiados por el nazismo y el imperio Japonés. Los cuales se habían comprometido con el Imperio Alemán en preparar las condiciones para la derrota soviética ante la Alemania Hitleriana. Estos traidores eran la quinta columna del nazifascismo, los mismos que fueron juzgados y sentenciados en juicios públicos, con presencia de la prensa y la diplomacia internacional, en base a las leyes soviéticas. Estos sentenciados, fueron condenados por ser los cabecillas de todos los actos de sabotaje contra la economía soviética, de todos los actos de terrorismo contra ciudadanos soviéticos. Seguramente Hildebrandt, identificado con los «rivales» de Stalin, no mide o es un irresponsable, pues él, que se ufana de demócrata, se pone al lado de los terroristas «soviéticos» y de quienes los financiaban: la Gestapo.

Cuando leo las frivolidades del periodista cuando escribe «asesinar a todos sus rivales» me trae a la memoria lo dicho por el embajador norteamericano Joseth Davis, quien fue testigo de excepción en los procesos seguidos contra los llamados «rivales» de Stalin. Este señor, que no era comunista, y menos stalinista, que creía en la propiedad privada, escribía sus reportes a Rossevelt informándole de todo lo que ocurría en la URSS. Davis, al final y en base a todas sus cartas e informes oficiales, escribió un libro que tituló «Misión en Moscú», del cual incluso la WARNER BROS se atrevió a hacer una película. Pues bien, este embajador dijo lo siguiente, a raíz de la invasión alemana a la Unión Soviética, en 1941:

«Pasando por Chicago, camino hacia mi hogar, a principios del mes de Junio, fui solicitado por mi antigua universidad para hablar en el Club Universitario en combinación con las Sociedades de Wisconsin. Era justamente tres días después de que Hitler había invadido a Rusia. Alguien en la reunión preguntó: `¿Qué hay sobre las quintas columnas en Rusia?´ Inmediatamente respondí: `No existen; sus miembros fueron fusilados´.»

Además, a continuación añade:

«En el tren ese día aquel pensamiento quedó patente en mi cerebro. Es algo extraordinario, cuando uno se detiene a pensar acerca de ello, que en esta última invasión nazi, ni una palabra haya aparecido detrás de las líneas rusas, sobre `el trabajo interno´. No hubo o no se produjo la tan mencionada agresión interna en Rusia, cooperando con el Alto Comando Germano.»

Así es, el embajador norteamericano, con una honradez de la cual Hildebrandt está años luz, expresa sinceramente lo que observa, mientras que el escribidor, que no estuvo ahí, y toma como fuentes a quienes tampoco estuvieron ahí, sino al nazi Gobbels, al pronazi Heartz, al agente del IRD inglés Conquest, al monárquico y traidor soljenitzen, y a todos los reaccionarios que han escrito pestes del Estado Proletario dirigido por Stalin y los bolcheviques. A ellos si les cree, sin nombrarlos, sin calar que en la práctica se pone al lado de los fascistas alemanes, quienes cuando invadieron Praga, contaron con las organizaciones de Henlein, el mismo caso se dio en Noruega con Quisling, en Bélgica con los Degrelles belgas, los tisos eslovacos… en China …, De todo esto era consciente el embajador Davis, mientras que Hildebrandt, con la ventaja de que los sucesos históricos están concluidos y solamente hay que analizarlos sin presiones, salvo que haya intereses en ocultar o torcer la verdad histórica, de que se justificaba, para bien de la humanidad, de que fuesen eliminados los quintacolumnistas, los traidores, los saboteadores y los terroristas internos, que trabajaban para el milenio hitleriano.

Para muestra tomemos la declaración de Krestinsky, Subsecretario de Estado, quien dijo durante el juicio:

«Llegamos a un arreglo con el general Seeckt y Hess para realizar lo que permitiría a la Reichswehr crear un número de focos de espionajes en el territorio de la URSS… En retribución por esto, el Reich se comprometía a pagarnos 250,000 marcos anualmente como subsidio.»

Grinko, Secretario del Tesoro, dijo:

«Yo sabía y estaba vinculado con gentes de las organizaciones ucranianas, así como también del Ejército Rojo, quienes estaban preparando para abrir las fronteras al enemigo. Yo operaba particularmente en la Ucrania, es decir, en la principal puerta por la que Alemania entraría con sus ejércitos para arrasar a la Unión Soviética.»

Rosengoltz, Secretario de Comercio, dijo:

«Yo llevaba varias informaciones secretas al Comandante en Jefe de la Reichwehr … Subsecuentemente, establecía vinculaciones directas con el embajador en la U.R.S.S. a quien periódicamente daba informaciones de un carácter secreto.»

Todas estas declaraciones están escritas negro sobre blanco en el libro de Joseth Davis, testigo de excepción de tales acontecimientos. Además, el mismo Davis, agrega lo siguiente:

«Knyazev contó cómo había planeado y ejecutado la destrucción de trenes de tropas, significando grandes pérdidas de vida, siguiendo la empresas directivas o instrucciones del servicio de espionaje extranjeros. Confirmó también, como había recibido instrucciones de estos «servicios de espionaje», «para organizar incendios en los almacenes militares, cantinas, y embarques del ejército», y la necesidad de utilizar «medio bacteriológicos en tiempo de guerra, con el objeto de contaminar los trenes de tropas, las cantinas, y los campamentos militares con bacilos virulentos».

Creo que estas citas, aunque prolijas, ayudan a visualizar mejor la actuación de los quintacolumnistas al servicio del hitlerismo, y por consiguiente a desenmascarar a los falsos moralistas, a quienes se esconden bajo la etiqueta de «periodistas independientes».

SOLJENITSIN

Otra perla del escribidor, es que es fanático del apátrida Soljenitsin, si, de aquel admirador de los nazis, que en plena guerra mundial, cuando todavía no era escritor ni cuentista, fue expulsado del ejército por faltas graves. Y en plena Guerra mundial, cuando la Alemania Nazi sometía pueblos enteros, y los países aliados, se agrupaban para enfrentar el ataque despiadado del enemigo, Soljenitsin, pateaba para el lado nazi.

El periodista, en su artículo «Muerte de un grande», dice:

«Soljenitsin tenía todos los méritos de sus antecesores –Tolstoi y Dostoievski principalmente- pero había hecho del típico descriptivismo ruso un arte inigualable, un arterío que parecía incorporar en su torrente todos los elementos (incluyendo malezas, podredumbre) y llevarse de encuentro cualquier defensa que el lector opusiese. Con él no había escapatoria. Leerlo era ser hipnotizado».

Quien no sabe, en el mundo literario y político, que Soljenitsin era un mediocre escritor, cuyo único mérito para el imperio era que Soljenitsin comulgaba con el antisovietismo y el antiStalin. Pero, además Soljenitsin era un fanático del zarismo, él pedía y luchaba a su manera por la vuelta a la monarquía.

Hildebrandt, en uno de sus artículos ya analizados por este servidor, critica a Berlín por no haber condenado la guerra de Vietnam; pero Soljenitsin es un millón de veces más extremista que Berlín, pues después de la derrota norteamericana ante el heroico Vietnam, este Soljenitsin se atreve a pedir que EE.UU. nuevamente intervenga militarmente al sufrido pueblo vietnamita. Y no solamente eso, sino que aboga por la vuelta del colonialismo portugués. Y en el caso de España, argumenta la necesidad del regreso del Franquismo. El abogaba por el colonialismo, por esas razones, más que suficientes, le dieron el premio Nobel a este reaccionario impenitente, que Hildebrandt, mostrando un desconocimiento de la literatura rusa, lo coloca al lado de Tolstoi y Dostoievski. En suma un extremista derechista resultó este Soljenitsin, hoy defendido y halagado por el «demócrata» Hildebrandt. ¿Qué les parece?

TRATADO SOVIÉTICO ALEMÁN

Pero esto no es todo el antistalinista Hildebrandt, al final no pudo con su genio, y nuevamente hizo su contribución con la siguiente nota:

«Y, sin embargo, el trotskismo reclutó muchas veces a los marxistas más honestos, a los más generosos y a los más auténticos. Mientras el estalinismo pactaba con Hitler, el trotskismo lloraba aún el asesinato de su líder a manos de un agente de la NVKD dirigido desde Moscú.

Que chistoso este Hildebrandt, ahora resulta que él, es el más honesto, más generoso, más auténtico… y el stalinismo … «pactaba con Hitler». Este señor debería leer las Memorias de Churchill, ahí, antes que sea Primer Ministro Inglés, a propósito del tratado soviético-alemán, dijo: «Stalin sabía que el alemán sería menos terrible tras un año o dos de guerra con los occidentales…»

Los soviéticos, abanderados de la unión de los países antifascistas, como queda registrado en la historia durante los debates en la Sociedad de la Naciones, exponía, a través de su Comisario de Relaciones Exteriores Litvinov, el principio de la «Seguridad Colectiva». Sin embargo nadie lo escuchaba, dado que mientras que EE.UU impulsaba la «No Intervención», Inglaterra y Francia la política de «Apaciguamiento». Sus capitalistas industriales y financieros, abastecían con recursos y maquinarias a la Alemania fascista, cómo si no se estuviese al borde de la guerra. Ellos, los países imperialistas llamados «democráticos», perseguían el desangramiento de la Unión Soviética a manos de los japoneses y alemanes, por eso llegaron al extremo de sacrificar Checoslovaquia, entregándolo a la Alemania fascista, a través del deshonroso Tratado de Munich. Incluso, cuando se sabía que Polonia iba a ser la próxima víctima, la democrática Inglaterra le niega un préstamo que iba a servir para fortalecer su defensa… En ese contexto histórico, donde los ingleses bajo el premierato de Chamberlein «paseaban» a los soviéticos con simulacros de negociación, que lo único que perseguían era mantener en la incertidumbre al Estado Soviético, La URSS toma la decisión de firmar un TRATADO DE NO AGRESIÓN con Alemania, y de esta manera desbarata todo plan siniestro de aislar y arrinconar a la Unión Soviética, y sobre todo le otorga tiempo para prepararse para la guerra, ampliar sus fronteras, alejándolas de las ciudades, trasladar su industria al Este, y redondear su maquinaria de guerra para defenderse y defender a la humanidad del ataque que se le venía de un capitalista imperialista.

De todo esto se habla en las cartas que le enviaba el embajador norteamericano J. Davies a su presidente, cartas que posteriormente fueron publicadas y llevadas al cine bajo el título de «Misión en Moscú»… Claro, que después llegó el macartismo y este libro, así como la película fueron silenciadas y perseguidos hasta los actores y los productores… pero esto es otro rollo, que seguramente no le interesa saber al Señor Hildebrandt.

El tratado soviético alemán, no convertía a la URSS en aliado de Hitler. Fue un TRATADO DE NO AGRESIÓN, que la Alemania nazista propuso a la URSS y esta aceptó, como respuesta al rechazo de Inglaterra y Francia a suscribir un tratado de alianza político militar con los soviéticos para el caso de que se produjera una agresión alemana a cualquiera de los tres países.

El tratado soviético – alemán, no convertía a la URSS en aliado de Alemania, era un tratado simple, como tantos otros, no era un tratado exclusivo. No eliminaba la celebración de Pactos semejantes con Inglaterra y Francia, además quedaba en libertad de oponerse a un ataque alemán contra Turquía y Yugoslavia, como reconoce la periodista Anna Louise Strong. El tratado comprometía a ambos países a no tomar parte en una agresión contra el otro. Lo cual favorecía a la URSS, pues este país no era agresor, y necesitaba tiempo para prepararse ante la agresión que se le venía. Y los que vociferan, ocultando la verdad histórica, de que el llamado «pacto» era un acuerdo para repartirse Polonia y definir sus esferas de influencia, mienten descaradamente, y son desmentidos por los acontecimientos que posteriormente se dieron. Uno de tantos acontecimientos fue el de Inglaterra posterior a la derrota de Francia y su entrega como país a manos de los fascistas alemanes. Como bien sabemos Inglaterra era la próxima víctima, y su situación era extremadamente delicada, con una población desunida y desorientada por la política de Chamberlain. Ya en Alemania, los corresponsales de prensa se estaban preparando para el «Tours» a Londres. Sin embargo, la URSS, siempre la URSS, anteponiendo su «antipatía» a una Inglaterra gobernada por antisoviéticos guerreristas, interviene Besaria «distrayendo» a Hitler, y a la vez que aseguraba sus fronteras, sembraba incertidumbre en las filas hitlerianas, que ya se habían apoderado de Dinamarca, Noruega, Holanda, Bélgica y Francia, ocupando la costa europea del atlántico. Inglaterra que ya había tenido un choque en Dunquerque, dejando regado todo su equipo motorizado, estaba a la espera de una agresión inminente que lo sepultaría como país. Hay que considerar que Alemania se venía con todo el poderío que le daba controlar las economías de casi toda Europa.

Recordemos las palabras de Hitler al respecto:

«Mientras a partir del 5 de mayo de 1940, nuestros soldados destruían el poder franco-inglés en el occidente, los movimientos militares rusos en nuestra frontera oriental, continuaban desarrollándose en forma cada vez más peligrosa».

«Consiguientemente, desde agosto de 1940 juzgué que los intereses del Reich no permitían que nuestras fronteras orientales … permanecieran desguarnecidas frente a esa tremenda concentración de divisiones bolcheviques».

«Fue así como se creó una cooperación anglo-soviética, tendiente sobre todo a paralizar en el este de Europa, fuerzas tan poderosas que el alto mando alemán no podía ya comprometerse a llevar a una conclusión definitiva la guerra en el oeste, sobre todo por lo que se refiere a aviación».

Para Hitler la URSS cooperaba con Inglaterra al avanzar sobre Besarabia, y a pesar del tratado soviético – alemán. Pero, Hildebrandt, el periodista «acucioso», no piensa lo mismo, solo lanza su veneno «los stalinistas pactaban con Hitler», y no toma en cuenta el contexto histórico, el se reduce a afirmaciones que ningún historiador serio podría aceptar, pero el es Hildebrandt, el periodista «intachable», «agudo» e «inteligente» y él no necesita de ciencias históricas que lo apoyen, para el basta y sobra su afirmación que ningún centro académico aceptaría.

FRENTE UNICO

El principio de «Seguridad Colectiva» para detener la guerra y enfrentar a los agresores, expuesta y defendida por la URSS en tiempos de Stalin, estuvo ligada al principio de Frente Único, aplicada para todas las fuerzas políticas amantes de la paz y contrarios a los guerreristas alemanes, italianos y japoneses. Este principio de Frente Único, que fue vital para unir a todas las fuerzas antifascistas en el mundo, es cuestionada e ironizada por Hildebrandt en su mismo artículo:

«Y mientras los estalinistas se contaminaban de política «frentista» y construían con cara seria partidos ortodoxos devotos de Rusia –o «democracias populares» que tenían el deber, cuando era imprescindible, de ametrallar al pueblo-, los trotskistas anunciaban que el verdadero triunfo del marxismo de veras caería en forma de diluvio».

Increíble tamaña miopía o mala intención de parte del escribidor de 5 esquinas, que incluso llega a decir «los stalinistas … ametrallan al pueblo». Y de pasada, presenta a los trotskistas como candorosos e ingenuos, pero eso si auténticos…

A FALTA DE ARGUMENTOS

Hildebrandt, astuto anticomunista, presenta su obsesión antistalinista con afirmaciones o denuestos sin profundizar en nada. Incluso, que yo sepa, nunca ha escrito un artículo sobre Stalin o el stalinismo; siempre ha abordado otros temas, y en un párrafo u otro ha sembrado su veneno, intentando intoxicar al lector con «verdades» «irrefutables», que no necesitan argumentos… A veces habla de Montesinos, y … como no queriendo la cosa derrama su stalinismo en unas cuantas líneas… Y esta técnica diversionista responde a la ausencia de argumentos serios, fundamentados históricamente y con rigor científico. Y ante esta ausencia de fundamentos de donde agarrarse, zas pone en boca de Stalin frases dichas por terceras personas.

Esto se detecta en su artículo «Todos los fuegos, el fuego», dice:

«Lo que dicen que hacía Stalin cuando alguien le hablaba de cultura. O sea que busco mi revólver».

No, señor Hildebrandt, eso nunca dijo Stalin, eso lo dijo Goering, Señor Hildebrandt, Goering, el fascista alemán. Stalin nunca pronunció tamaña barbaridad y nada que se le parezca, por la sencilla razón que Stalin fue un Jefe Proletario, querido por el pueblo soviético, con una gran autoridad, un hombre íntegro, insobornable. Un hombre que tuvo el gran mérito histórico de transformar las ideas en hechos, el llevó a la práctica el marxismo leninismo, el encarnó la dictadura del proletariado, el fue el jefe, por eso los imperialistas no le perdonan tamaña osadía… Stalin, es el hombre más odiado por todos los reaccionarios del mundo, el encarnó la realización del socialismo, y eso nunca se lo van a perdonar.

Por eso el "inteligente" de Hildebrandt, torciendo la verdad, y a falta de argumentos, apela a la mentira, poniendo frases pronunciadas por el carnicero de Goring en boca de Stalin.

No, Señor Hildebrandt, no fue Stalin quien dijo esa barbaridad, fue Goering, Hildebrandt, Goering, revise sus apuntes y tenga mesura, pues como dice el refrán para mentir y comer pescado, hay que tener cuidado.

Pero, Hildebrandt, así como miente, también insulta, para eso si es bueno; y ahora, como esta de moda que el gobierno aprista está lleno de ratas, el zamarro de Hildebrandt en uno de sus últimos artículos vomita todo su anticomunismo contenido, bautizando uno de sus trabajos con el título de Ratas Rojas», ocurrente el granuja. Y con este zafarrancho de tinta intenta «demostrar» que los comunistas son ratas… Veamos lo que dice el sicofante del antistalinismo en el Perú:

«Ratas hay para todos los gustos, por supuesto. Pero a mi las que más me divierten son las ratas stalinistas».

«Estas crecieron al calor de la agencia de viajes del PCUS, se alinearon con el que mandó matar a sucesivas muchedumbres del campo y la ciudad – o sea el camarada Stalin-, …»

Y después, como intentando reforzar sus diatribas, con argumentos históricos, el pequeño Hildebrandt escribe lo siguiente:

«…los asesinatos en Berlín (1953), a los de Budapest (1956), las purgas dignas de Gengis Khan».

Y sigue enumerando acontecimientos, que según él, demostrarían que los stalinistas son ratas. Sin embargo, el escribidor no dice tres cosas: primero que Stalin había muerto en 1953, anterior a todos esos acontecimientos que él enumera; segundo, que quienes gobernaron después de Stalin fueron los Revisionistas con el cerdo de Jruschov como cabecilla, y estos fueron quienes revisaron todas las políticas stalinianas que convirtieron a la URSS en una potencia mundial y que permitieron el surgimiento del campo socialista, sin olvidarnos que estos revisionistas rehabilitaron las memorias y las ideas de los enjuiciados en el Proceso de Moscú, que limpió de conspiradores y terroristas que preparaban el terreno para la invasión fascista a la URSS; y tercero, lo de Checoslovaquia, Hungría y Berlín, no fueron más que los intentos del Imperialismo y la reacción interna de restaurar el capitalismo en dichos países, o acaso Hildebrandt cree que esos movimientos violentistas en dichos países no fueron financiados desde el exterior. El se rasga las vestiduras por la intervención soviética en dichos países, pero calla en todos los idiomas la labor de zapa del Imperio. Al final, señor Hildebrandt, Ud. no se ha percatado pero la rata es Ud., pequeña pero rata al fin, de que clase o de que cloaca del trotskismo, no se, ni es importante saberlo.

RESPUESTA DEL REVISIONISMO «PERUANO»

Después de un historial de artículos, donde el periodista «imparcial» suelta su veneno contra Stalin y la obra de los bolcheviques, algunos se sienten heridos porque en uno de sus últimos pasquines el fulano no solamente habla de Stalin sino de todos los comunistas, a los que trata de ratas rojas. Y, bueno, los que se alinearon con quienes restauraron el capitalismo en la URSS, y que todavía fungen de «comunistas», han respondido; uno de ellos es Gustavo Espinoza, quien luego de reconocer el papel de Stalin en la historia, zas coincide con el periodista; leamos lo que dice este encallecido revisionista:

«Stalin, y el proceso soviético de su tiempo, se explican en el marco de la historia. Y aunque en su época se cometieron crímenes muchos de los cuales fueron, sin embargo, deformados por distorsionadas versiones posteriores; ellos no obnubilan el entendimiento humano. Sin la epopeya de la URSS en los años de la II Guerra Mundial, el mundo habría perecido bajo la barbarie del dominio pardo. Ni siquiera tú habrías sobrevivido a la ignominia».

Por un lado reconoce la epopeya de la URSS, y por otro lado sentencia que se cometieron crímenes. ¿Cómo se puede entender que el conductor de dicha epopeya, que salvó a la humanidad de la barbarie, sea a la vez un criminal? Porque al hablar de crímenes se está hablando implícitamente de criminales. Y sin lugar a dudas que hubieron crímenes, pero estos fueron cometidos por los enemigos de la revolución, por quienes pretendían con sus actos terroristas y saboteadores abrirles las puertas a los agresores nazistas. Así también hubieron crímenes después de la muerte de Stalin, ejecutando sin juicios, ni nada, a los comunistas leales a Stalin y al comunismo. De estos criminales no dijo nada ni dice nada «boquita de bebe».

Veamos a otro discípulo de Jorge del Prado, un tal Italo, que después de reconocer lo obvio, escribe lo siguiente:

«Juzgar el rol de Stalin en este periodo es intentar hacer un balance de la suma de todos sus actos. Stalin es quién sienta las bases del desarrollo industrial, tecnológico y científico de la URSS, es quién lleva adelante con éxito la campaña de alfabetización y logra sacar del estado de atraso en que vivían amplios sectores de la población rusa. Stalin es el gran estratega militar que logra derrotar a Hitler y contribuye de manera decisiva a la liberación de Europa…»

«Pero Stalin también es el que impuso una visión de socialismo autoritario que frenó el impulso creador de las masas populares y reemplazo el concepto de dictadura del proletariado por la dictadura unipersonal de Stalin. Lo que debió ser una excepción durante el duro periodo de la segunda guerra mundial se transformó en una regla luego del triunfo militar sobre la Alemania fascista. Y quienes luego de Stalin le sucedieron en la conducción del Estado Soviético solamente se quedaron en la crítica de los métodos autoritarios y el culto a la personalidad que se desarrolló en la última fase de la vida de Stalin, pero no tuvieron la claridad suficiente como para impulsar los cambios democráticos que el socialismo soviético necesitaba para renovarse y fundirse con el destino del pueblo soviético.»

Este enfoque del revisionismo ramplón, no tiene pies ni cabeza. Por un lado se reconoce que Stalin es quien sienta las bases del desarrollo industrial, tecnológico y científico de la URSS; es el gran estratega militar que derrota a Hitler y libera a Europa; saca a Rusia del analfabetismo y el atraso, todo eso se reconoce; pero se agrega que ese gran hombre, ese gran conductor, ese gran líder, llevó a cabo todo eso, bajo una «visión de socialismo autoritario». En pocas palabras, el Señor Stalin condujo al triunfo del socialismo en un solo país, no orientándose en el marxismo leninismo, sino en una visión de «socialismo autoritario». Qué manera de razonar de estos señores, que no tiene nada de dialéctica y si mucho de metafísica.

Además, Italo, que tiene un enredo en su cabeza, critica a los restauradores del capitalismo en la URSS, pero a su modo, indicando que estos señores no tuvieron claridad para impulsar los cambios democráticos y renovarse. Habrase visto, o sea los verdaderos criminales del socialismo en la URSS, los responsables de la desintegración de la URSS, los que desaparecieron el campo socialista, y los que por todo eso, dejaron solo a EE.UU. sin el contrapeso que históricamente jugaba la Unión Soviética, les faltó democracia y renovación…

Por consiguiente, estos señores, comprometidos con los restauradores del capitalismo en la URSS, son tibios con César Hildebrandt, y al igual que César Hildebrandt son antistalinistas encallecidos.

COROLARIO

Por último, y como reconoce el propio Hildebrandt, el Trotskismo es impracticable, salvo para confundir y calumniar. Nunca se ha aplicado sus recetas a ningún país, ni a ninguna realidad, y sólo se ha usado para dividir y confundir a las masas populares, para denigrar la obra de los marxistas leninistas. Ellos, los imperialistas, se valen de los trotskistas para practicar el entrismo en los movimientos revolucionarios, para debilitarlos; mientras que Stalin, sigue vigente, y su obra sigue alentando a los revolucionarios, e impulsando las revoluciones en el mundo.


Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 21/04/2013 14:18


Lenin sobre Trotsky:


“¡Ese es Trotski. Siempre fiel a si mismo; se revuelve, estafa, posa a la izquierda y ayuda a la derecha”.


 
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados