(Un texto de Luis Sepúlveda para Le Monde Diplomatique)
Se trata de un análisis que, en
lo fundamental, comparte El Revolucionario Escarlata, quien, no
obstante, debe puntualizar que no comparte el concepto de “democracia”
en el que parece creer el muy respetable señor Sepúlveda, pues por todxs
debería ser sabido que a mayor capitalismo, menor poder popular; y que
concretamente el Estado español, desde la desaparición forzada del
Gobierno republicano del Frente Popular (se ha de insistir mucho en
esto), no ha pasado del rudimentario reformismo político que ni siquiera
ha hecho de España un país formalmente democrático.
Por otra parte, el autor de este
blog alternativo no tiene fe alguna en los sindicatos alimentados por el
régimen hispánico, por lo que la única razón que ha motivado la
inclusión del video escogido al final del post es la gana de rellenar
espacio con lo primero que ha sido encontrado por ahí. Nada más.
Tras las necesarias aclaraciones, los invito a leer atentamente lo que sigue:
España vive sumida en una
realidad aterradora, con un gobierno empeñado en dar un día sí y al otro
también, zarpazos a la más que debilitada economía de los que todavía
tienen la suerte de tener un puesto de trabajo, o de cobrar una pensión
para la que trabajaron y cotizaron durante largos años de vida laboral.
El gobierno de Mariano Rajoy,
líder invisible de una derecha española que oscila entre la sumisión
total a los intereses de la banca, de los mercados y la Iglesia
Católica, y una visión esperpéntica de una recuperación que tan sólo la
derecha cree ver a largo, muy largo plazo, se evidencia como incapaz y
sin ninguna idea para afrontar el drama terrorífico del paro, de la
desocupación y del retroceso social, cultural y político a épocas que
los españoles creían superadas por la historia.
Cuando Mariano Rajoy asumió la
presidencia del gobierno en noviembre de 2011, había 5.273.600 parados,
cifra que correspondía al 22.83 % de la población económicamente activa.
La derecha española llegó al gobierno luego de dos catastróficos años
del final de la gestión de José Luis Rodríguez Zapatero, cuyo gobierno
fue incapaz de prever la crisis que afectaba al sistema financiero
internacional, y que ineludiblemente caería a corto plazo sobre la débil
economía española sustentada en dos ejes sumamente frágiles: la
construcción ligada a la especulación inmobiliaria y bancaria, y el
turismo. Lejos de asumir medidas urgentes para asegurar los puestos de
trabajo y los derechos sociales, el gobierno del PSOE prefirió bajarse
los pantalones sin el menor pudor ante las imposiciones del mercado, y
con la complicidad de la derecha hasta se atrevió a cambiar la
Constitución a espaldas de los ciudadanos, para asegurar objetivos de
déficit que la realidad ha demostrado imposibles de cumplir, a no ser
que para lograrlos se dejara caer todo el peso de la crisis sobre los
ciudadanos. Así lo hicieron, y la respuesta ciudadana fue una suerte de
vengarse de sí mismos al otorgar a la derecha la más aplastante mayoría
absoluta en la historia de la joven democracia española.
Con esa mayoría absoluta lograda
gracias a la incapacidad manifiesta del PSOE para enfrentar la crisis, y
a un programa electoral de la derecha que prometía detener el
desempleo, crear puestos de trabajo y no subir los impuestos como el IVA
o el de retenciones sobre las rentas que castigan a la clase
trabajadora, programa que Mariano Rajoy se encargó de traicionar en los
dos primeros meses de se gestión como jefe de Gobierno, tenían las manos
libres para emprender una serie interminable de reformas y recortes
sociales, de privatizaciones y de marginación social inimaginable hace
apenas dos años. La realidad ha demostrado que nada es más lesivo para
los intereses de los trabajadores y para la democracia que una derecha
armada con la mayoría absoluta en el parlamento.
El 13 de febrero de 2012 entró en
vigor una nueva Reforma Laboral, mucho más liberal y salvaje que la
aprobada por el PSOE, pues su meta fundamental era y es abaratar el
despido. Así, con la nueva Reforma Laboral, el paro subió a 5.630.500
desocupados, cifra que representa el 24.44% de la población
económicamente activa. La cuarta parte de los españoles en edad de
trabajar se vio enfrentada a la precariedad, a la pobreza, al despojo de
sus viviendas pues no podían seguir pagando los préstamos hipotecarios.
El paso de la pobreza naciente a una realidad de miseria marcaba el
comienzo del gobierno del Partido Popular.
En agosto de 2012 el paro
afectaba a 5.770.100 personas, el 25.2 % de la población en edad de
trabajo, y en los menores de 30 años el porcentaje alcanzaba el
escalofriante 50%. La mitad de los jóvenes españoles quedaban en la
indefensión, la pobreza se convertía en el sello de identidad de una
generación sin esperanzas ni futuro.
En noviembre de 2012 el paro
ascendía a 5.965.400, el 26.02% de la población en edad de trabajar, y
como una manera de saludar el éxito de la Reforma Laboral, el gobierno
de Rajoy facilita los despidos colectivos en la administración pública.
Funcionarios, enfermeros, bomberos, médicos, profesores, son lanzados al
paro, la desocupación y a la consiguiente pérdida de calidad de vida. Y
así llegamos al mes de abril de 2013, con 6.202.700 parados, con el
27.8 % de la población desempleada. Todo un éxito de las reformas
laborales, de las privatizaciones de salud, llamadas
“externalizaciones”, de educación, y con los más salvajes recortes a
todas las prestaciones sociales.
Bajo el lema de la austeridad en
España se sacrifica cualquier posibilidad de recuperación económica, y
los escándalos de corrupción, robos de dineros públicos, tráficos de
influencias, que afectan desde la casa real a casi todos los partidos
políticos de España, son la gran cortina de humo que intenta opacar la
realidad.
Los ciudadanos protestan, pero en
sus protestas es evidente la falta de alternativas viables, posibles,
reales, porque en España la denominada clase política dejó de pensar
hace varios años.
Hay reacciones frente el drama
del hambre, porque hay hambre, hay gente que se alimenta de lo que
encuentra en los contenedores de basura o en los comedores caritativos,
pero son reacciones que salvan la idea de solidaridad humana, mas sin un
relato movilizador que apunte directamente a los culpables de la
miseria. Hay hermosas reacciones solidarias frente a los desahucios , a
las expulsiones de gentes de sus casas porque no pueden pagar la
hipotecas, ha habido bomberos que se han negado a cortar las frágiles
cadenas con que algunos se han atado a las puertas de sus viviendas, y
una iniciativa ciudadana, que con más de un millón de firmas obligó a
los parlamentarios a considerar la dación en pago de las viviendas a los
bancos con los que habían contratado créditos hipotecarios, evitando
con esto quedarse sin casa pero con la deuda del crédito, fue aplastada
por la mayoría absoluta de la derecha.
En las calles de las ciudades
españolas, dos de cada cinco comercios han cerrado sus puertas y el
panorama desolador sugiere ciudades de posguerra. En España, lo peor del
capitalismo en su expresión más salvaje, la economía neo liberal de
mercado, ha declarado la guerra a los ciudadanos, y la está ganando.
Al dramático ¿qué pasa? o ¿qué es
lo que falló? desde la derecha, desde el PSOE y los partidos de sesgo
nacionalista se responde con eufemismos del tenor “vivíamos por encima
de nuestras posibilidades”, pero ninguna voz desde la política se atreve
a decir que el sistema capitalista en su conjunto es lo que ha fallado,
y que si existe una responsabilidad colectiva es la de haber permitido,
por acción u omisión, que el mercado desmantelara el Estado, la
institución encargada de velar por los derechos conquistados.
Los economistas más optimistas
consideran que España tardará entre 10 y 20 años en reducir la cifra de
paro a la mitad, y desde el gobierno se anima a los españoles a confiar,
ya no en las medidas y sucesivos garrotazos, sino en un eventual
milagro de la virgen del Rocío, santa patrona de la Ministra del
trabajo.
Ante el panorama desolador,
terrorífico, los más jóvenes empiezan a emigrar, y la consigna parece
ser: que el último en salir apague la luz.
España no padece los errores de
un gobierno de derecha, España sufre las consecuencias de una política
económica, social y cultural de derecha aplicada con todo el vigor,
crueldad y deshumanización que caracteriza a la derecha. Son
consecuentes. Eso nadie puede negarlo.