“Aquí pensaban seguir jugando a la democracia, y el pueblo que en su desgracia se acabara de morir, y seguir de modo cruel con el robo como norma, sin fijarse ni en la forma y en eso llego Fidel” Carlos Puebla
Me resulta imposible hablar de Fidel sin reconocer su influencia en mi vida. Recuerdo la adolescencia entre mi primer manifiesto y el resumen del Capital. Con 14 años a cuestas la repugnancia me crecía con cada atrocidad que el imperialismo cometía. Su entraña fascista, las matanzas que ocasionaban en el mundo, las guerras abiertas y las sucias y cubiertas también por el robo de las riquezas de los países del tercer mundo, su increíble cinismo, lograba que fuese fácil abrazar el socialismo con una fe a prueba de balas.
Jovencito, con más fe que argumentos, soñaba de día y de noche con la caída del Imperio y sus secuaces en el Mundo y ver finalmente que la tierra fuera un paraíso como dice la letra de la Internacional. Pero la realidad golpearía con su crudeza.
De repente un día nos anunciaba que se iniciaban los cambios en la URSS (Glasnost y Perestroika) que fue el inicio del fin. Y como naipes de un castillo caían países enteros a la voracidad del capitalismo, borrando décadas de luchas por derechos que desaparecían con las promesas de futuros mejores de los profetas del imperio, que nunca se cumplieron.
Y como arte de magia también, en el Perú como Latinoamérica se cerraban los locales de las distintas izquierdas. Y las guerrillas confundieron dialogo con rendición en Centro América, ocasionando miles de muertos del bando del pueblo y que los ejércitos mercenarios azotaran con furia en Guatemala y El Salvador.
Y las izquierdas que ingresaron con mucho esfuerzo en el sistema electoral se asustaron casi todas. Cambiaron de denominaciones, los comunistas y socialistas mas consagrados ahora eran “progres”, “alternativos” y se apuraban en declarar que el marxismo leninismo era historia enterrada con la caída de la URSS. Que el Che era un romántico y que Cuba un caso excepcional, que caería pronto, haciendo coro a las proclamas del Imperio.
Decían que había que reconocer la derrota y que había que acomodarse a los nuevos tiempos, los mismos que cargaban las banderas rojas hasta el día anterior a la debacle soviética. Y que había que voltear la página decían otros, como inicio de su “vergüenza” social de reconocer que militaron en la zona roja de la política.
Y claro, yo estaba al borde del colapso. Veía con rabia y dolor como destruían Izquierda Unida. Padecía con las delirantes declaraciones de algunos sectores que creían que el fin de la URSS era el inicio del verdadero socialismo.
Para empeorar la crisis, o mejor dicho mi crisis, prender la radio o la tele era escuchar y ver como se burlaban de los que militaban en el socialismo. Ya sin la URSS y el bloque de los países del Pacto de
Varsovia todos los chacales del imperio y la burguesía local, contaban los minutos para ver a Cuba como plato final en la mesa del tío Sam.
De los chistes de mal gusto sobre Cuba, este es el más cruel que recuerdo: que era el país más grande del mundo, su gente vivía en Miami, su cementerio quedaba en el África y su gobierno estaba en Moscú. Refiriéndose a las crisis balseras, a la lucha heroica del pueblo cubano por la liberación y contra el colonialismo en el África y su estratégica relación con la Unión Soviética, respectivamente.
Todo estaba para desmoralizar a cualquiera, incluido este chiquillo clase mediero. Dicen que los grandes hombres aparecen en los momentos cruciales de la historia. Y en eso llego Fidel, en medio de tanta mediocridad, cobardía y traiciones, se puso a la altura de los hechos.
Fidel desnudo las mentiras del “perfeccionamiento del socialismo” que suponían los cambios en la URSS y aclaro que eran más bien el camino al capitalismo, cosa que se demostró en los años que siguieron. Señalo que el solo hecho que estas “reformas” fueran aplaudidas por los jefes del imperialismo ya era una señal de lo mal encaminado de todo esto.
Y Fidel grito a plaza llena que si la URSS desapareciera, cosa que no deseaban jamás, aun en ese momento, Cuba y la revolución cubana seguirían luchando y seguirían resistiendo. Y escucharlo fue como una luz en la oscuridad. Sentí en el alma todos los motivos hermosos del socialismo, de la revolución, latir al mismo tiempo.
Y entendí que era Fidel. Era ese hombre que después de la derrota militar del cuartel Moncada dijo que si se le vuelve a presentar la oportunidad lo haría exactamente igual. Que una vez preso escribió su propia defensa, cito como autor intelectual de la rebelión a Martí, conto las miserias que pasaba el pueblo cubano por culpa de una tiranía arrastrada al imperialismo y termino diciendo “La Historia me absolverá”.
Este hombre fue desterrado a México y desde ahí organizo la futura guerrilla. Y fue apresado también allá. Pero al salir junto a los demás compañeros, su moral revolucionaria, su fe en la victoria y su compromiso con su patria estaban intactos.
Luego, lo del desembarco del Granma ya era para pensárselo. Un viaje muy duro para la mayoría, una delación que termino en masacre y al final solo 7 combatientes y 12 fusiles. Cuenta Raúl Castro, que cuando le dio este balance, Fidel le dijo: ahora si ganamos la guerra. El hermanito pensó lo que cualquiera hubiera pensado: se volvió loco.
Pero Fidel, un gigante en estrategia militar, se las invento para unificar a todos los que estaban en contra de Batista y sus maleantes en el Poder y en poco tiempo acabaron con la dictadura.
Otro momento importante en la vida de Fidel fue la invasión en Playa Girón. El Imperio Yankee financio, entreno y organizo a mercenarios. Pero termino siendo su primera derrota en América Latina. En poco más de dos días, con centenares de civiles asesinados por las armas del imperio, Cuba dijo: ¡no pasaran! Y Fidel estuvo al pie del cañón, sin excusas, como un soldado de la patria más.
La crisis de los misiles puede explicar aquella frase de Fidel: “que importa la vida de un hombre o de un pueblo, cuando está en juego el destino de la humanidad”. Cuba se apretaba a colocar armas defensivas y eso era el motivo suficiente para que los gringos bloquearan con aviones, barcos y submarinos de Guerra.
Desaparecer Cuba con bombas atómicas era más que seguro. Pero Cuba con Fidel al mando dijeron que era preferible desaparecer literalmente del mapa, que claudicar a su derecho de la defensa patria.
Fidel y su coherencia con la causa del socialismo han sido blancos de múltiples intentos de asesinato. Se saben de al menos 640. Puros envenenados, franco tiradores, bombas y hasta bellas espías. Todas fracasaron. Al bajar de un avión, un periodista norteamericano le pregunto a Fidel si llevaba chaleco antibalas. Fidel le contesto que él llevaba un chaleco moral. Y si es moral su chaleco, ese grosor lo hace impenetrable contras lo que le tiren los fascistas.
Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Carter, Reagan, Bush, Clinton, W Bush y Obama son los 11 Presidentes que juraron acabar con el socialismo en Cuba y con la vida de Fidel, abierta o secretamente. Algunos de ellos ya murieron si ver su deseo hacerse realidad. Y todos estos engendros pasaran a la lista de los mas canallas asesinos que encabezo el Imperio.
Mientras por Fidel, encendemos velas en nuestros corazones para que nos siga acompañando en esta lucha que el tomo de Bolívar y Martí, que soñó junto al Che y Camilo.
Yo nunca he visto otro caso de cuanta coincidencia hemos tenido los revolucionarios del mundo al sentir que cuando Fidel se resbalo y rompió la rodilla y el hombro teníamos ganas de meternos por la pantalla y evitar su caída. Cuantas lágrimas nos saco el viejo cuando supimos que estuvo en etapa grave. A cuantos se nos quito el ateísmo por un rato y miramos al cielo a pedir ayuda para que se aliviara pronto.
Fidel esta de mantel largo y cumple 86. En estas líneas no pretendo dármelas de historiador, para escribir de Fidel hace falta un armario lleno de libros sobre su obra. Solo quería escribir con la misma admiración hacia Fidel de aquel chiquillo de 14 años que no deja de ponérsele la piel de gallina cuando escucha la voz del Jefe. Y decirle gracias por todo, por tanto, por seguir siendo esa vocecita en la conciencia que impide que miles aflojemos en la lucha.
Y que seguro Guevara, allá donde este, dirá junto a nosotros que si nos preguntan cómo queremos que sean los hombres y mujeres del mañana, diremos con toda convicción: que también sean como Fidel.
Hasta la Victoria Siempre
Guillermo Bermejo Rojas