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General: Francisco se desnuda para cubrir la desnudez del Papa
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Resposta  Missatge 1 de 2 del tema 
De: Ruben1919  (Missatge original) Enviat: 06/05/2013 20:48

Francisco se desnuda para cubrir la desnudez del Papa

Leonardo Boff
Clasificado en:     Cultura: Cultura, Religion, |   Social: Social, |
Disponible en:     Español       Portugues    
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Saben los historiadores que el Papa del tiempo de san Francisco, Inocencio III (1198-1216), llevó el papado a un apogeo y esplendor como nunca lo había habido antes ni lo habrá después. Hábil político, consiguió que todos los reyes, emperadores y señores feudales, con algunas excepciones, fuesen sus vasallos. Bajo su regencia estaban los dos poderes supremos: el Imperio y el Sacerdocio. Ser sucesor del pescador Pedro era poco para él. Se declaró «representante de Cristo», pero no del Cristo pobre, que andaba por los polvorientos caminos de Palestina, profeta peregrino, anunciador de una radical utopía, la del Reino del amor incondicional al prójimo y a Dios, de la justicia universal, de la fraternidad sin fronteras y de la compasión sin límites. Su Cristo era el Pantocrator, el Señor del Universo, cabeza de la Iglesia y del Cosmos.
 
Esta visión favoreció la construcción de una Iglesia monárquica, poderosa y rica pero absolutamente secularizada, contraria a todo lo que es evangélico. Tal realidad sólo podía provocar una reacción contraria entre el pueblo. Surgieron los movimientos pauperistas, de laicos ricos que se hacían pobres. Predicaban por su cuenta el evangelio en la lengua popular: el evangelio de la pobreza contra el fasto de las cortes, de la sencillez radical contra la sofisticación de los palacios, la adoración al Cristo de Belén y de la Crucifixión contra la exaltación de Cristo Rey todo poderoso. Eran los valdenses, los pobres de Lyon, los seguidores de Francisco, de Domingo y de los siete Siervos de María de Florencia, nobles que se hicieron mendicantes.
 
A pesar de este fasto, Inocencio III fue sensible a Francisco y a los doce compañeros que lo visitaron, desharrapados, en su palacio de Roma, para pedirle permiso para vivir según el evangelio. Conmovido y con remordimientos, el Papa les concedió un permiso oral. Corría el año 1209. Francisco no olvidaría este gesto generoso.
 
Pero la historia da sus vueltas. Lo que es verdadero e imperativo, llegado su momento de maduración, se revela con una fuerza volcánica. Y se reveló en 1216 en Perugia adonde fue el Papa Inocencio III a uno de sus palacios.
 
Súbitamente el Papa muere después de 18 años de pontificado triunfante. Pronto se oyen los sonidos lúgubres del canto gregoriano provenientes de la catedral pontificia. Se entona el grave planctum super Innocentium («el llanto sobre Inocencio»).
 
Nada detiene a la muerte, señora de todas las vanidades, de toda la pompa, de toda gloria y de todo triunfo. El ataúd del Papa está frente al altar mayor cubierto oropeles, joyas, oro, plata y los signos del doble poder sagrado y secular. Cardenales, emperadores, príncipes, monjes y filas de fieles se suceden en la vigilia. El obispo Jacques de Vitry, llegado de Namur y nombrado después cardenal de Frascati, es quien lo cuenta.
 
Es medianoche. Todos se retiran apesadumbrados. Solamente la luz vacilante de las velas encendidas proyecta fantasmas en las paredes. El Papa, en otro tiempo siempre rodeado de nobles, está ahora solo con las tinieblas. Y de pronto unos ladrones entran sigilosamente en la catedral. En pocos minutos despojan el cadáver de todas las ropas preciosas, del oro, la plata y las insignias papales.
 
Ahí yace un cuerpo desnudo, ya casi en descomposición. Se hace realidad lo que Inocencio III dejara registrado en un famoso texto suyo sobre «la miseria de la condición humana». Ahora ella se muestra con toda la crudeza en su verdadera condición.
 
Un pobrecito, sucio y miserable, se había escondido en un rincón oscuro de la catedral para velar, rezar y pasar la noche junto al Papa. Se quitó la túnica rota y sucia, túnica de penitencia, y con ella cubrió las vergüenzas del cadáver ultrajado.
 
Siniestro destino de la riqueza, grandioso el gesto de la pobreza. La primera no lo salvó del saqueo, la segunda lo salvó de la vergüenza.
 
Y concluye el cardenal Jacques de Vitry: «Entré en la iglesia y me di cuenta, con plena fe, de cuán breve es la gloria engañosa de este mundo».
 
Aquel al que todos llamaban Poverello y Fratello nada dijo ni nada pensó. Sólo hizo. Quedó desnudo para cubrir la desnudez del Papa que un día le aprobara el modo de vida. Francisco de Asís, fuente inspiradora del Papa Francisco de Roma.
 
- Leonardo Boff es Teólogo/Filósofo y autor del libro Francisco de Assis: ternura e vigor (Vozes) 1999.
 


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De: Ruben1919 Enviat: 07/05/2013 19:44
EL FIN DE LOS PAPAS


Según San Malaquías, después de Juan Pablo II sólo habrán dos Papas más en la Iglesia Católica. 

La profecía de los Papas, atribuida a San Malaquías, anuncia que se acerca el final de la dinastía papal. El próximo Papa será el número 111 y puede ser el último.

Las profecías están escritas adjudicando a cada papa un lema. Muchos de los lemas proféticos parecen haberse cumplido y puede que también sea certera la última profecía que indica que únicamente uno o dos papas más ocuparán la silla de San Pedro.

Las llamadas profecías papales de San Malaquías se publicaron a finales del siglo XVI, con los nombres de los futuros papas y los lemas que los identificaban, aunque habían sido escritas en 1139, hace 800 años, por el irlandés San Malaquias. 

El profeta dejó en Roma una lista de 113 títulos latinos, uno por cada Papa que reinaría a partir de su época Estos títulos predicen los nombres de los futuros Papas, su lugar de nacimiento, sus blasones o títulos o los hechos más importantes sucedidos bajo su papado. Tras el actual Papa, sólo quedan dos lemas más en la lista.

El Vaticano

La gloria del olivo

Según Malaquías, el sucesor de Juan Pablo II es “Gloria Olivae”, de la gloria del olivo u olivo glorioso. Puede que el nuevo Papa sea benedictino, orden conocida también como olivetana. El lema puede significar también que figurará una rama de olivo en la enseña papal.

También se ha como la posibilidad de que el próximo Papa pueda ser de origen judío, ya que la rama del olivo es un símbolo antiguo de la raza judía.


Petrus Romanus

Y llegamos al último lema de San Malaquías: “Petrus Romanus” o Pedro el Romano. Los interpretes no se ponen de acuerdo: algunos ven el fin del mundo en esta profecía; otros ven una referencia a una renovación espiritual de la iglesia.

En efecto, las profecías de San Malaquías finalizan con veinticinco palabras en latín que se han traducido de este modo:

“En la última persecución de la Santa Iglesia Romana se sentará Pedro Romano, que apacentará las ovejas entre muchas tribulaciones; pasadas estas cosas, la Ciudad de las Siete Colinas será destruida y el Juez Terrible juzgará al pueblo”

Lo que está claro es que la profecía de San Malaquías prevé sólo dos nuevos papas a continuación del actual.


Un Papa huyendo de Roma

Además de San Malaquías, muchos otros han predicho el fin de las dinastías papales. En concreto, hay mucha literatura sobre el tema del Papa, huyendo o cautivo, pero siempre lejos de Roma. Nostradamus fue uno de ellos, pero hubo muchos más:

Jeane Dixon, que ya predijo una alianza entre EEUU y Rusia para luchar contra China, también dijo que hacia finales de siglo un Papa será herido. Y otro morirá asesinado hallándose lejos de Roma. A partir de tal hecho, la Iglesia tendrá un tipo de gobierno distinto al Papado. Lo mismo anticipa el tercer secreto de Fátima recientemente revelado.

Juan de Vatigueiro , en el siglo XIII, predijo que cuando el mundo se encuentre perturbado el Papa cambiará de residencia, y durante 25 meses no habrá ningún gobierno ni Papa en la Iglesia de Roma.

Juan de Rocapartida, 100 años después, profetizó que al acercarse el fin del mundo, el papa y sus cardenales habrán de huir de Roma en trágicas circunstancias hacia un lugar donde permanecerán sin ser reconocidos. El Papa sufrirá una cruel muerte en el exilio.

Nicolás de Fluh, en el siglo XV, previó que llegaría un tiempo en el que la Iglesia quedaría desolada, sin Pedro ni sus sucesores.

Helen Wallraf, vidente, declaró el siglo pasado que llegaría el día en que el Papa huya de Roma con la sola compañía de cuatro cardenales.

Anna Katerina Emmerick vio al Papa huyendo, débil y agotado por los muchos pesares y tribulaciones y al Vaticano quemado hasta los cimientos.

Don Bosco, mistico, advirtió al Papa Pío IX de que llegará un día en que una luz brillante resplandecerá en el cielo, en pleno fragor de una batalla. En ese instante, el Papa y sus servidores abandonarán el Vaticano pasando por una plaza cubierta de muertos y heridos. Todo el país sufrirá una gran pérdida de población y la tierra se agitará como arrasada por un huracán y caerá un fuerte pedrisco. Durante doscientos amaneceres, el papa y su séquito vagarán por tierras extranjeras.

Pio X tuvo una visión similar en 1909. Durante una audiencia, el Papa se desmayó y, al recobrar el conocimiento, dijo que llegaría un día en el que el Papa abandonará Roma y será transportado, enfermo, por encima de los cadáveres de sus cardenales. 

Fuente: http://www.portalmix.com/misterios/monograficos/findelmundo/elfindelospapas.shtml  



 
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