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General: La manipulación mediatica en manos del poder
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مبعوث: 14/05/2013 22:05 |
Por Aurora Labio
Número 43
Introducción
A mitad de los años
setenta, Herbert Schiller escribía The Mind Managers1,
una obra que se adelantaba a su tiempo al analizar los mecanismos
utilizados por los medios de comunicación para manipular
a la opinión pública. El análisis del escritor
estadounidense no puede estar más de actualidad. Treinta
años después, los procesos de concentración
y transnacionalización han convertido a la comunicación
y la información en negocios seguros, por sus beneficios
y por su capacidad de influir sobre la población mundial.
Una sociedad globalizada en términos
económicos, es una sociedad uniformada en términos
culturales e informativos. No es nuevo esto que decimos. De hecho,
cuando en los ochenta se produzca el intento de establecer un Nuevo
Orden Económico Internacional, vendrá ineludiblemente
asociado a la creación también de un Nuevo Orden Mundial
de la Información y la Comunicación. Se ponía
así de manifiesto que la hegemonía de una elite de
naciones sobre el resto no era sólo una cuestión económica,
sino que estaba produciendo al mismo tiempo desigualdades en el
acceso y distribución de contenidos.
Desde entonces, estas condiciones
no han mejorado, sino que se han agudizado con la complacencia de
un sistema que se autolegitima a través de los medios de
comunicación. No es el único mecanismo utilizado.
En realidad, las propias reglas de la dinámica capitalista
ayudan a que los medios sean, en ocasiones, el refugio en el que
descansar. En otras, facilitan la comprensión de un solo
modo de ver el mundo, el único posible, que convierte en
extraño al pensamiento alternativo. En ambos casos, la definición
de los mensajes se encuentra perfectamente estructurada para plantear
pocas dudas al sistema, fomentar su supervivencia a través
del consumo y relajar las mentes sobre el cómodo diván
del entretenimiento.
En esta tarea, resulta especialmente
interesante el análisis de la capa superficial de los contenidos,
empeñados en demostrar valores como libertad, pluralismo
e independencia. Ya hemos advertido en otros estudios que los propios
medios alaban las bondades del sistema. Hablan así de la
prensa como el cuarto poder, rechazan que exista cualquier posibilidad
de censura en las democracias actuales y venden el espejismo de
unas sociedades en libertad.
Analizando esto que decimos en el
caso de Estados Unidos, Schiller advertía en la citada obra
sobre la existencia de hasta cinco mitos en la estructura de los
contenidos. Aunque coincidimos con el autor norteamericano, echamos
en falta en su análisis el establecimiento de relaciones
entre dichos mitos, cuya última intención se entiende
sólo a partir de su interdependencia.
Una reinterpretación
de los mitos de Schiller
Schiller comienza
haciendo referencia a la exaltación del individualismo, bajo
cuyos preceptos se fomenta la propiedad privada como culminación
del bienestar humano. Ello, sin embargo, requerirá de un
contexto adecuado, imperturbable, que permita asumir esta realidad
sin que aparezcan dudas. Es así como aparece el segundo mito,
la neutralidad, a la que nos hemos referido más arriba cuando
hablábamos de la apariencia de un sistema ideal que niega
la manipulación como forma de control social. Es decir, el
individuo puede vivir tranquilo acumulando bienes como el resto
de sus semejantes y con la seguridad de estar protegido por un modelo
de estado neutral en todas sus ramificaciones. Precisamente, en
este contexto cobra sentido otro de los mitos, el del pluralismo
de los medios, garantes de la conformación de una opinión
pública bien formada. La creencia de que la cantidad de canales
y la abundancia de información aseguran la diversidad y el
pensamiento alternativo se configura como uno de los ejes más
determinantes de la manipulación. Los ciudadanos confían
en los medios, a los que tradicional y teóricamente, se les
han otorgado los valores sobre los que se asientan las democracias
actuales. La discrepancia otorga además el valor definitivo
de pluralidad, aunque se trate sólo del disfraz de un verdadero
elemento herético. Si este último apareciera, el sistema
realmente terminaría por expulsarlo o engullirlo.
A estos mitos se le unen dos más,
opuestos y complementarios a la vez: el que se refiere a la ausencia
de análisis sobre los conflictos sociales y el que apela
a las emociones humanas que justifican la demanda de un tipo concreto
de mensajes. De esta forma, se evitará poner el acento en
profundizar sobre las desigualdades existentes. A cambio, se procederá
a sustituir estos contenidos por caudales informativos banales que,
al fin y al cabo responden a las exigencias y peticiones del público.
La interrelación de estos
mecanismos en la estructura del mensaje asegura el orden y la incapacidad
de reacción. Es el triunfo del sistema sobre el individuo,
relegado a su papel de productor y consumidor de bienes, plegado
a los intereses del deber y tener antes que a los del querer y ser.
Sobre esta cuestión ha escrito Armand Mattelart:
En nombre de los imperativos categóricos
del planeta tecno-financiero, arquetipo de las redes emancipadas
de las fronteras históricas y de las culturas diferentes,
la utopía neoliberal le ha fijado al devenir del globo
un horizonte insuperable, de que ha sido proscrito el ideal de
igualdad y justicia, donde la matriz utopiaza se ha inspirado
durante mucho tiempo. Nada de grandes tema, grandes conflictos,
sino soluciones técnicas, una ‘gestión gerencial
desembarazada de preocupaciones de hegemonía política’,
según el vocabulario puesto en circulación por las
grandes agencias mundiales de intermediarios. Nada de grandes
relatos de liberación, sino fragmentos tecnoutópicos
de mirada miope. Con la desaparición de la guerra fría
y del equilibrio del terror, las sociedades humanas habrían
alcanzado el `punto final de la evolución ideológica
del hombre’. Por consiguiente, ninguna necesidad para los
ciudadanos ascendidos a consumidores/públicos soberanos
de resistir al orden establecido, sino la obligación neodarwiniana
de adaptarse al nuevo entorno competencial del librecambismo mundial.
No ya sólo la survival of the fittest, la supervivencia
de los más aptos, sino la survival of the fastest,
la de los más veloces. (...) Sólo está legitimada
la ‘república mercantil universal’ en su versión
remozada: la global democratic marketplace2.
No resulta así inocente la
emanación de unos mensajes informativos por parte de unos
medios de comunicación que han perdido (si es que alguna
vez lo tuvieron) su carácter independiente, para pasar a
formar parte de corporaciones conectadas directamente con intereses
económicos y políticos. De esta forma, la globalización,
en términos informativos, nos hace que hablemos del poder
mediático, entendido éste como una ramificación
más del poder político-económico en el mundo.
Siguiendo a Ramón Reig, “toda
estructura de Poder precisa de un discurso, de unos mensajes que
la consoliden”3. Evidentemente,
estos contenidos fomentarán la legitimidad del Sistema, no
sólo a través de la publicidad que incita al consumo,
sino también a través de informaciones homogéneas
donde es imposible la réplica. No ha de confundir el receptor,
en este sentido, las diferencias líneas ideológicas
de los medios –marcadas en muchas ocasiones por la necesidad
de cubrir cuotas de mercado- con el mensaje unánime que alaba
las bondades de la Economía de Mercado.
La mercantilización de los
medios es tal que los contenidos se intoxican para lograr la venta
del producto informativo. La espectacularidad como característica
indispensable está presente en la mayoría de las parrillas
televisivas de todos los países. Tampoco la prensa denominada
más seria ha podido huir de la tabloidización de sus
contenidos, que paulatinamente van dando prioridad a temas más
ligeros y que cumplan de forma fundamental la función de
entretener.
Además, incluso algunas informaciones
encierran una publicidad encubierta basada en los intereses empresariales
de la compañía a la que pertenece el medio. Es el
caso de la promoción de ciertos escritores, que publican
en la editora del Grupo, o de ciertos cineastas que reciben el respaldo
de su filial audiovisual. Es la muerte definitiva del Cuarto Poder
y el descubrimiento de una nueva forma de hacer periodismo, sometido
a las leyes del mercado y a sus formas de manipulación.
Grupos, poder y manipulación
En la actualidad,
el panorama mediático nos muestra una maraña de empresas
de la comunicación al servicio de un mismo interés:
el sistema de economía de mercado. Por eso, aunque podamos
descubrir tendencias políticas en muchos medios de comunicación,
mantenemos la tesis de que la verdadera ideología dominante
en dichos medios se alinea con las bases sobre las que se asienta
el capitalismo.
Si queremos entender todo esto en
sentido práctico, sólo tendremos que detenernos en
el estudio que la propia realidad periodística nos muestra
a diario. Nos referimos, de manera concreta, a la cantidad de noticias
de las que se hacen eco los propios medios de comunicación
y que constituyen la mejor prueba de las complejas relaciones que
se establecen en la estructura informativa. Descubrimos así
la imposibilidad de entender los medios como empresas aisladas que
asumen su función pública como tarea prioritaria.
Más allá de esto, los intereses y las relaciones entre
las grandes corporaciones del sector, y de otras industrias, se
nos revelan como elementos claves para comprender el sometimiento
informativo a la ideología neoliberal.
Podemos comprobar esto a través
de un ejemplo en el que aplicaremos consideraciones de metodología
estructuralista. En junio de este 2002, saltaba la noticia de que
Rupert Murdoch, magnate de la comunicación tras el que se
encuentra el grupo News Corporation, compraba la plataforma digital
italiana Stream al grupo Vivendi. Meses antes, atendiendo a otra
noticia, nos enterábamos de que Fox News, también
de News Corporation, superaba en audiencia a la cadena norteamericana
CNN, del conglomerado America On Line-Time Warner.
El análisis de esta información
nos lleva a establecer una serie de vínculos a partir de
los cuales podemos llegar hasta otros sectores, corporaciones, medios
y países. Por ejemplo, Vivendi es, además de un grupo
comunicativo, una empresa dedicada al suministro de agua. Además,
dentro de la información, llega hasta España gracias
a Canal Plus, donde curiosamente existe el canal CNN Plus, derivación
española del canal estadounidense que, como hemos visto,
está en manos de AOL-Time Warner. Y desde CNN Plus llegamos
hasta el grupo Prisa, grupo español que, por ejemplo, también
tiene intereses en México, donde llega con Santillana, El
País Internacional y Radiópolis.
La lectura de estos datos abre el
camino a la comprensión de cómo son sólo unas
pocas las corporaciones las que dominan el mercado de los medios
globales Esto tiene unas consecuencias directas, desde el momento
que son estas compañías las catalizadoras de unos
mensajes predeterminados y configurados con fines propagandísticos
para el mantenimiento de esa estructura de poder, de la que emanan
y a la que se deben para su supervivencia.
Sobre esta cuestión, Chomsky
y Herman han escrito:
Los medios de comunicación
de masas actúan como sistema de transmisión de mensajes
y símbolos para el ciudadano medio. Su función es
la de divertir, entretener e informar, así como inculcar
a los individuos los valores, creencias y códigos de comportamiento
que les harán integrarse en las estructuras institucionales
de la sociedad. En un mundo en el que la riqueza está concentrada
y en el que existen grandes conflictos de intereses de clase,
el cumplimiento de tal papel requiere una propaganda sistemática4.
Son también estos autores
los que nos hablan de una serie de filtros aplicados a la información
por parte de los medios de comunicación que funcionan como
censuras implícitas en los mensajes para el mantenimiento
de un estado de cosas. Desde la dirección de la información
por la estructura de poder, al sometimiento publicitario y la configuración
empresarial que domina a los medios de comunicación.
El poder mediático en el
mundo se encuentra así en manos de unas corporaciones con
intereses dentro y fuera de la comunicación que, además,
es entendida no como servicio público, sino como negocio
generador de beneficios. Esta realidad social contemporánea
es fruto de un avance capitalista precipitado tras la Segunda Guerra
mundial, que ha supuesto un reparto informativo del mundo que se
corresponde con el político y económico. Se trata
de una segunda ola en el proceso de globalización, donde
se ha impuesto una única forma de pensamiento:
Grupos más potentes que
los Estados llevan a cabo una razia sobre el bien más precioso
de las democracias: la información. ¿Tratan de imponer
su ley al mundo entero o, por el contrario, desean abrir un nuevo
espacio de libertad para el ciudadano? Ni Ted Turner, de la CNN;
ni Rupert Murdoch, de News Corporation Limited; ni Bill Gates,
de Microsoft; ni otras tantas decenas de nuevos amos del mundo,
han sometido jamás sus proyectos al sufragio universal.
La democracia no se ha hecho para ellos. (...) No tienen tiempo
que perder, sus productos y sus ideas atraviesan sin obstáculos
las fronteras de un mercado globalizado. (...) Procedentes (una
vez más) de Estados Unidos, pero alegremente retomadas
por los europeos, estas nuevas prédicas sirven a los intereses
del capitalismo mundial5.
De esta manera, en el terreno informativo,
también hay unas empresas que dominan el mundo y que se sitúan
en la zona desarrollada del planeta. Es así como comprobamos
que los seis grandes grupos de comunicación en el mundo son
norteamericanos y europeos, y que extienden su área de influencia
más allá de sus fronteras contribuyendo a difundir
un flujo informativo que conecta con sus intereses occidentales.
Asentados como una parte más
del poder económico, estos grupos cuentan además con
el beneplácito y la manga ancha de una elite política
que los protege y los ampara. En apariencia se hablará de
pluralismo, pero en la práctica se desregulará el
mercado para proseguir con las concentraciones y el ritmo cada vez
más salvaje en el sector. El buen entendimiento entre los
elementos políticos, económicos y mediáticos
permitirá, además, el intercambios de favores. El
ejecutivo apoyará el crecimiento y la ampliación en
los límites de la propiedad, mientras las corporaciones mantendrán
la unidireccionalidad del mensaje para evitar el “desorden
social”. Esta práctica puede alcanzar cotas de propaganda
en momento de crisis, como quedó puesto de manifiesto en
la Guerra de Irak a través de los medios americanos. Se trataba
de mantener favorable a la opinión pública, por lo
que los medios de este país se tornaron unánimes a
la hora de realizar un periodismo patriótico. La maquinaria
ha de seguir funcionando, aunque en el camino pueda quedar más
que herida la verdad.
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من: Quico º |
مبعوث: 14/05/2013 22:05 |
El mensaje manipulado: un
ejemplo a través de la Guerra de Irak
Como acabamos de
ver, la información sufre hoy en día las consecuencias
de un sistema mercantilizado que antepone el resultado económico
a la función pública. No es extraño así
que, en la consecución de este interés, el mensaje
sufra un proceso de manipulación que puede resultar más
que evidente, pero que también puede diluirse a través
de mecanismos no reconocibles por el receptor.
Si esto ocurre con la información
diaria, la que se produce en momentos de crisis resulta todavía
más contaminada por la confluencia de intereses mercantilistas
con fines propagandísticos. Entre estas circunstancias, vamos
a destacar especialmente, las técnicas utilizadas durante
las distintas fases de la Guerra del Golfo, desde la primera incursión
norteamericana a comienzos de los noventa hasta la última
invasión en toda regla ocurrida durante 2003.
En efecto, la primera Guerra del
Golfo, en 1991, puso de manifiesto las diferentes tácticas
empleadas para manipular la información por parte de los
medios occidentales, especialmente los norteamericanos. De hecho,
cuando se produce el bombardeo sobre Bagdad, la única televisión
que retransmite las imágenes es la CNN, de la que tomarán
la señal el resto de las cadenas de todo el mundo. Podemos
así afirmar que se trató de un conflicto donde se
censuró, se manipuló e incluso se inventó información.
En este sentido, la complicidad entre los grandes medios y la cúpula
político-militar hizo posible la retransmisión de
unos contenidos desvirtuados:
Indeed, to understand how television
became ‘Pentavision’, it is necessary to consider
not just how negative dimensions of the management system prevented
news media from reporting certain aspects of the war but how readily
reporters succumbed to the positive side of news management, relaying
event through the eyes, and in the terminology, of the military.
(...) Euphemisms were the order of the day. Emitting a stream
of ‘bovine scatology’ (one of Schwarzkopf´s
more colourful coinages, though applied by him to journalists’
stupid questions rather than to the briefings) the briefer used
opaque jargon to obscure reality, so that civilian casualties
became ‘collateral damage’ while ‘degrading
capabilities’ was the preferred substitution for bombing7.
Así, durante los meses que
duró la guerra se puso de manifiesto que los periodistas
acataban las órdenes de sus empresas, las cuales tampoco
dudaron en hacer suyas las consignas dictadas por el gobierno. Se
trataba de hacer un periodismo patriótico, en el que la distinción
entre quiénes eran los buenos y quiénes los malos
quedara completamente clara. No sólo se censuró información,
sino que en ocasiones se mintió y se inventaron falsas noticias
con una más que sobrada intención propagandística:
En 1990, la organización
Ciudadanos por un Kuwait Libre, consiguió convencer a una
América reticente de la necesidad de que estallara la guerra
en el Golfo. Sostenido por George Bush padre, este grupo hizo
creer a la prensa mundial que los soldados iraquíes habían
matado a niños kuwaitíes, retirándolos de
las incubadoras; una cínica operación de intoxicación,
brillantemente realizada gracias al savoir faire de un miembro
competidor del Rendon Group8,
Hill y Knowlton, cuyo antiguo responsable de la Oficina de Washington,
‘Torie’ Clark, es hoy portavoz del Pentágono9.
Cuando siete años después,
la administración Clinton bombardeó de nuevo la ciudad
iraquí, la historia se repitió. Fue también
la CNN, sorprendentemente instalada allí como única
emisora internacional, la que volvió a emitir para el resto
del planeta. Desde miles de hogares, los espectadores contemplaron
una lluvia de bombas, al tiempo que escuchaban el mensaje del presidente
estadounidense para justificar la acción. Alzándose
como salvador de su país y del mundo entero, Clinton arremetió
contra Sadam Hussein acusándole de no colaborar con los inspectores
de la ONU que se encontraban en Irak para comprobar si poseía
o no armas de destrucción masiva. Y el mundo entero creyó
el mensaje, aunque se produjera en medio de un proceso que cuestionaba
la permanencia en el cargo de Clinton debido al asunto Lewinsky.
Entre uno y otro acontecimiento
se pudo percibir, sin embargo, cierta variación a la hora
de informar por parte de los medios occidentales, a excepción
de los norteamericanos. Tras la contienda de 1991, fueron muchas
las voces que se alzaron en contra de la manipulación informativa
que se había llevado a cabo con un absoluto desprecio a la
verdad. La crítica dio paso a la toma de conciencia por parte
de la profesión periodística, especialmente en Europa.
Por este motivo, cuando se producen los bombardeos de 1998, podemos
observar una variación en la manera de informar de muchos
profesionales que, a pesar de las recomendaciones norteamericanas,
intentaron mostrar una versión alternativa.
Insistimos en que estos planteamientos
no van a afectar a los medios norteamericanos que en 2003 vuelven
a alinearse con las directrices propagandísticas del gobierno
norteamericano. En febrero de ese año, Colin Powell muestra
en la ONU unas fotografías como pruebas irrefutables de que
Sadam Hussein tenía armas de destrucción masiva en
su territorio. Algo más que cuestionables, las imágenes
se convierten en la justificación necesaria para iniciar
la segunda Guerra del Golfo que significará finalmente el
desmantelamiento del régimen iraquí.
Durante la invasión, los
medios del país se tornan unánimes en el apoyo a la
administración Bush. Los mecanismos utilizados demuestran
que la manipulación puede ser ejercida de múltiples
maneras. Entre las más burdas, encontramos la censura explícita
llevada a cabo por el gobierno norteamericano sobre el informe remitido
por el Gobierno de Irak a la ONU en relación a las armas
de destrucción masiva.
Tal y como publicó el periódico
alemán Die Tageszeitung en diciembre de 2002, y
puso de manifiesto Project Censored 2004, el ejecutivo
norteamericano quitó literalmente 8.000 de las 11.800 páginas
del informe original. En ellas se hacía referencia, según
un artículo publicado por Michael I. Niman en The Humanist
y en ArtVoice en la primavera de 2003, a las implicaciones
que los diferentes gobiernos norteamericanos tenían en la
provisión de armamento prohibido a Irak:
The missing pages implicated 24
U.S.-based corporations ante the successive Ronald Reagan and
George Bush Sr. Administrations in connection with the illegal
supplying of Saddam Hussein’s government with myriad weapons
of mass destruction and the training to use them10.
Pero no sólo se ocultó
información, también se intentó censurarla
afectando a la propia labor informativa. Ya hemos contado en otro
artículo que, poco antes de que las tropas norteamericanas
entraran en Bagdad, el Pentágono había pedido a los
periodistas que abandonaran la capital iraquí. Conscientes
del poder sobre la opinión pública, las tropas norteamericanas
preferían no contar con testigos directos en su entrada a
la ciudad, símbolo definitivo de la caída del régimen
de Sadam. Además, Colin Powell advirtió a los periodistas
del peligro que corrían “no sólo por la amenaza
de una potencial acción militar, sino por el peligro de que
Sadam Husein tome rehenes”11.
Un día antes de la toma de Bagdad, la amenaza se cumplió
cuando un tanque estadounidense disparó contra el Hotel Palestina,
donde se alojaba la prensa internacional. Dos profesionales de la
información, entre ellos el cámara español
José Couso, murieron en el ataque, justificado ante la opinión
pública como una acción en una zona de intensos combates.
Aunque la versión ofrecida fue más que puesta en duda
por otros periodistas presentes en Bagdad, el entonces presidente
del Gobierno declaró públicamente que los informadores
“conocían el alto riesgo que podía suponer su
presencia allí, riesgo que desgraciadamente se había
materializado”12. La afirmación
fue hecha por José María Aznar en un encuentro con
George Bush, cuya política en la guerra fue perfectamente
asimilada por el ejecutivo español, también en materia
informativa:
No fue Powell el único
que públicamente pidió a los periodistas que huyeran
y dejaran de hacer su trabajo. El propio gobierno español
se dedicó a llamar a los responsables de los medios de
comunicación que tenían reporteros en la zona para
que los sacaran de allí. Desde Moncloa, desde vicepresidencia
de Gobierno, desde el Ministerio de Defensa, desde la sede del
Partido Popular en la calle Génova, se instaba a directores
y responsables de televisiones, radios y periódicos a que
levantaran a su gente de Bagdad. Las llamadas las efectuaban directamente
ministros y secretarios de Estado. Hubo una auténtica psicosis
de evacuación forzosa entre los reporteros que estábamos
en Bagdad porque el gobierno español asumía la política
comunicativa estadounidense. Se trataba de librar una guerra ilegal,
no avalada por las Naciones Unidas, y contra la que se posicionaba
la mayor parte de la opinión pública, por eso, cuanto
menos testigos hubiera mejor13.
Esta estrategia de control tuvo
también otra ramificación a través de los “periodistas
empotrados”. Es decir, no sólo se mandaron consignas
a los medios de manera general, sino que el Pentágono se
encargó de incluir a informadores dentro de las unidades
militares. La iniciativa fue calificada como un “rotundo éxito”
por parte del Pentágono, pero cabe preguntarse por qué
fue tan celebrada a la vista de los requisitos impuestos. Por ejemplo,
entre las reglas a cumplir por este tipo de periodistas se encontraba
el que no emitieran informaciones sobre operaciones en curso a menos
que fueran autorizadas por el comandante al mando. En el mismo sentido,
sólo se podrían publicar datos relevantes a la fecha,
hora o localización de las misiones y acciones militares
si eran descritos en términos generales. Se producía,
de esta forma, una rendición de la labor informativa al mando
militar, quedando los periodistas “cautivos, prisioneros”14
de las unidades a las que acompañaban.
Si esta tarea de control se produce
de manera efectiva, existe otra forma de manipulación informativa,
en este caso por omisión. Nos referimos a la ocultación
de elementos que pueden provocar una actitud negativa de la opinión
pública respecto a la Guerra de Irak. Famosas fueron las
fotos de los ataúdes con banderas norteamericanas que transportaban
los cuerpos sin vida de soldados caídos en Irak, pero tampoco
cuentan nada los medios de aquellos heridos en la guerra. La consigna
es que no se vean las secuelas que el conflicto está dejando
también sobre el ejército norteamericano, en la mayor
parte de las ocasiones jóvenes menores de treinta años
que quedan mutilados de por vida ante el desconocimiento de la población
en general. Según información publicada en El
Mundo en enero de 2004:
Al menos 10 soldados americanos
resultan heridos cada día en Irak. La proporción
es ya de siete por cada uno de los 496 muertos, pero el Pentágono
es cada vez más impreciso. El último parte oficial
habla de 2.89 heridos, aunque hace tres semanas trascendió
la noticia de que se han producido otras 8.581 ‘evacuaciones
médicas’ desde que empezó la guerra, muchas
de ellas causada por la misteriosa neumonía que unos atribuyen
a las vacunas del ántrax y otros al uranio empobrecido15.
Todas estas técnicas intentarán
además la exaltación patriótica, con oscuros
ejemplos, como el del rescate de la soldado Lynch, más cerca
de un guión de Hollywood que de la auténtica realidad.
Se trataba de una forma de apelar a las emociones de la población,
que recibe con entusiasmo las actitudes heroicas que rescatan además
el mito de la patria como sentimiento colectivo16.
Así pues, la combinación
de elementos simplificadores, la censura y el control de la información
fueron determinantes a la hora de lanzar un mensaje manipulado y
al servicio de la elite dominante en Estados Unidos. Un año
después de la invasión a Irak, el ejecutivo estadounidense
reconoció que no había encontrado armas de destrucción
masiva en Irak y que era también improbable encontrar nexos
de unión entre Al Quaeda y el régimen de Sadam Hussein.
Poco importaba. Los estadounidenses habían asumido el mensaje
manipulado: la Guerra de Irak formaba parte ya de la política
internacional de su país.
Notas:
1
Vid. en español: SCHILLER, Herbert I. : Los manipuladores
de cerebros, Ed. Gedisa, 2ª Edición, Barcelona,
1987. La primera edición es de 1974, Buenos Aires.
2 MATTELART, Armand: Historia
de la utopía planetaria. De la ciudad profética a
la sociedad global, Ediciones Paidós Ibérica,
Barcelona, 2000, pp. 431-432. Título original: Histoire de
l’utopie planétarie: de la cité prophétique
à la société globale. Publicado en Éditions
La Découverte s& Syros, París, 1999.
3 Vid. REIG, Ramón: Dioses
y Diablos mediáticos, Urano Tendencias, Barcelona, 2004,
p. 125.
4 CHOMSKY, Noam y HERMAN, Edward:
Los guardianes de la libertad, Traducción de Carme Castells,
Grijalbo, Mondadori, Barcelona, 1990. Vid. PINEDA CACHERO, Antonio:
“El modelo de propaganda de Noam Chomsky; medios mainstream
y control del pensamiento”, en Ámbitos, número
6, Universidad de Sevilla, 2001.
5 RAMONET, Ignacio: La tiranía
de la comunicación, Editorial Debate, Barcelona, 2002,
pp. 165-166.
6 Vid. SIERRA, Francisco: “Guerra
informativa y sociedad televigilada”, en Voces y Culturas,
nº 15, I Semestre 2000, pp. 89-105.
7 CARRUTHERS, Susan L.: The
Media at War, Ed. Macmillan Press Ltd., London, 2000, pp. 142-143.
8El autor se refiere a la empresa
Rendon Group, dedicada a la ejecución de campañas
de propaganda clandestina por encargo del Pentágono.
9 “Los dos frentes de la
noticia”, Suplemento El Semanal, 30 de marzo de 2003,
p. 20.
10 Véase Censored
2004, Media Democracy in Action, Seven Stories Press, New York,
USA, 2003, p. 42. Extraido del artículo “What Bush
Didn’t Want You to Know about Iraq”, firmado por Michael
I. Niman en The Humanist and ArtVoice, March/April 2003.
11 SISTIAGA, Jon: Ninguna
guerra se parece a otra, Ed. Plaza y Janés, Barcelona,
2004, p. 133.
12 Vid. “Aznar dice que
los periodistas muertos ‘asumieron el riesgo’”,
en El Mundo, jueves 10 de abril de 2003, p. 14.
13 SISTIAGA, Jon: Op. Cit.
pp. 133-134.
14 Vid. FERREIRA, Leonardo y
SARMIENTO, Miguel: “Prensa en Estados Unidos ¿un siglo
de ética perdida?, en Chasqui, nº 85, Marzo
2004, pp. 63-64.
15 Vid. “Los lisiados
ocultos de Bush”, en Crónica, El Mundo, domingo
11 de enero de 2004, pp. 6-7.
16 Vid. LABIO BERNAL, Aurora:
“Medios de comunicación y propaganda. El caso de Elián
González”, en Estudios sobre el Mensaje Periodístico,
número 9, 2003, pp. 189-202.
Referencias:
AA.VV.: Censored 2004, Media
Democracy in Action, Seven Stories Press, New Cork, USA, 2003.
CARRUTHERS, Susan L.: The Media at War, Ed. Macmillan Press
Ltd., London, 2000.
CHOMSKY, Noam y HERMAN, Edward: Los guardianes de la libertad,
Traducción de Carme Castells, Grijalbo, Mondadori, Barcelona,
1990.
FERREIRA, Leonardo y SARMIENTO, Miguel: “Prensa en Estados
Unidos ¿un siglo de ética perdida?, en Chasqui,
nº 85, Marzo 2004, pp. 63-64.
LABIO BERNAL, Aurora: “Medios de comunicación y propaganda.
El caso de Elián González”, en Estudios
sobre el Mensaje Periodístico, número 9, 2003,
pp. 189-202.
MATTELART, Armand: Historia de la utopía planetaria.
De la ciudad profética a la sociedad global, Ediciones
Paidós Ibérica, Barcelona, 2000.
PINEDA CACHERO, Antonio: “El modelo de propaganda de Noam
Chomsky; medios mainstream y control del pensamiento”, en
Ámbitos, número 6, Universidad de Sevilla,
2001, pp. 191-210.
RAMONET, Ignacio: La tiranía de la comunicación,
Editorial Debate, Barcelona, 2002.
REIG, Ramón: Dioses y Diablos mediáticos,
Urano Tendencias, Barcelona, 2004.
SCHILLER, Herbert I. : Los manipuladores de cerebros, Ed.
Gedisa, 2ª Edición, Barcelona, 1987.
SIERRA, Francisco: “Guerra informativa y sociedad televigilada”,
en Voces y Culturas, nº 15, I Semestre 2000, pp. 89-105.
SISTIAGA, Jon: Ninguna guerra se parece a otra, Ed. Plaza
y Janés, Barcelona, 2004.
“Aznar dice que los periodistas muertos ‘asumieron el
riesgo’”, en El Mundo, jueves 10 de abril de
2003, p. 14.
“Los dos frentes de la noticia”, Suplemento El Semanal,
30 de marzo de 2003, p. 20.
“Los lisiados ocultos de Bush”, en Crónica, El
Mundo, domingo 11 de enero de 2004, pp. 6-7.
Dra.
Aurora Labio Bernal
Universidad de Sevilla, España
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