02 de junio de 2013, 01:21Por Néstor Rosa-Marbrell*
San Juan (PL) Con una arquitectura que trae reminiscencias de ciudades españolas, el Viejo San Juan constituye un microcosmos de la esencia puertorriqueña, donde se abrazan los orígenes europeos de la ciudad con ciertos destellos de modernidad producto de la influencia estadounidense.
Varios factores contribuyen a mantener al corazón de la capital boricua como un punto de referencia único, al que han cantado bardos como Noel Estrada, autor de la omnipresente En mi Viejo San Juan, considerada un himno.
Aparte de una población permanente de poco menos de 400 mil habitantes y de los barcos cruceros que atracan cada semana por varias horas con cientos de turistas en sus recorridos por el Caribe, la ciudad fundada en 1521, acoge múltiples actividades culturales.
Aquí están edificios públicos como el ayuntamiento, el Palacio de Santa Catalina, sede del Ejecutivo al que también se conoce como La Fortaleza, el Departamento de Estado y los fuertes San Cristóbal y San Felipe del Morro.
La ciudad mantiene una vibrante vida cotidiana, a pesar de que en las últimas dos décadas muchos de sus más emblemáticos comercios nativos han desaparecido, como la tienda González Padín o la ferretería Los Muchachos o, en 2012, los centenarios restaurantes españoles La Mallorquina, fundado en 1848, y La Bombonera, en 1902, producto de la inestabilidad económica.
Al Viejo San Juan también dan vida diurna una variedad de tiendas, oficinas y escuelas públicas, además de tres universidades -el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, la Escuela de Artes Plásticas y la Universidad Carlos Albizu-, mientras que en las noches múltiples restaurantes, bares y hoteles -como El Convento, que una vez fue tal- brindan el toque cosmopolita a la ciudad.
La preservación de sus edificios históricos, gracias a la iniciativa en la década de los 60 del siglo pasado del historiador y arqueólogo Ricardo E. Alegría, fundador del Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP), ha evitado la destrucción de la antigua ciudad, cuyas murallas la Unesco declaró en 1983, junto a edificaciones como el Palacio de Santa Catalina, Patrimonio de la Humanidad.
Alegría (1921-2011) logró a través del ICP y la Oficina de Preservación Histórica que las edificaciones en el Viejo San Juan mantuvieran su fachada original, con sus singulares balcones españoles y colores específicos, aunque en su interior sufrieran alteraciones.
Esto, con las angostas calles construidas para carruajes tirados por caballos y que hoy atestan modernos vehículos, dan a la ciudad amurallada un toque muy particular que contrasta con otras del Caribe.
La lucha dada por Alegría evitó también que continuara la remoción de los adoquines de las calles del San Juan antiguo para asfaltarlas. Hoy, uno de los proyectos que se desarrolla es, precisamente, readoaquinarlas para recuperar su toque histórico.
"Es una cuestión cosmética", expresó al respecto a Prensa Latina el arqueólogo Jorge Arturo Rodríguez, a la vez que consideró que es mejor continuar con este procedimiento que dejar las calles con brea. El doctor Rodríguez reveló que hay una propuesta del gobernador Alejandro García Padilla para asignar 39 millones de dólares con el propósito de crear veredas temáticas históricas en distintas áreas de la añeja ciudad.
"El Viejo San Juan", abona el historiador, "posee una importancia patrimonial, arqueológica de un valor incalculable. Tiene varias áreas, como el sistema de murallas, que ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco".
Ese sistema de murallas que una vez mantuvo protegida la isleta de San Juan comenzó a construirse en el sur de la ciudad en 1634 y se prolongó hasta mediados del siglo XVIII, cuando se terminó en el norte para completar casi cinco kilómetros. Así, el único modo entrar era por una de las cinco puertas.
De estas perdura la Puerta de San Juan, próxima al Palacio de Santa Catalina, levantado en 1635 para contener los ataques de cosarios como el inglés Francis Drakes, y que desemboca directamente a la catedral de San Juan, por la que entraban los obispos y dignatarios españoles de la época para agradecer a Dios por la travesía a salvo.
Según el doctor Rodríguez, el Viejo San Juan es uno de los sitios habitacionales más antiguos, pues data desde los inicios de la colonización en América, además de que cuenta con "un potencial arqueológico y museográfico ilimitado, aunque está subvaluado".
Entre los múltiples museos que enumera están el de Ballajá, que tiene la sala del indio americano; Casa Blanca, la Galería Nacional, el Museo de la Farmacia, el que honra al violoncelista catalán Pablo Casals, la Casa Museo Felisa Rincón de Gautier, quien fuera alcaldesa de San Juan por 23 años; el Museo del Niño y el de las Raíces Africanas.
Las fortificaciones San Cristóbal, levantada en 1783 por los españoles en una extensión de 10 hectáreas, y El Morro, como parte de la defensa de la ciudad de los ataques de ingleses y holandeses, se encuentran hoy bajo jurisdicción del Servicio Nacional de Parques del Departamento del Interior de Estados Unidos.
El arqueólogo Rodríguez reveló que ya se terminó la rehabilitación de Casa Blanca, fundada hacia 1521 después que Juan Ponce de León, primer gobernador español en Puerto Rico, decidió mudar el primer asentamiento poblacional de los conquistadores, la Villa de Caparra, entre San Juan y Guaynabo.
Por la acogedora ciudad están dispersas varias fuentes, como la de las Raíces; esculturas como la alegórica al rescate del barrio Ballajá, el Tótem Telúrico, que conmemora los 500 años de la llegada de los europeos o la estatua del compositor Tite Curet Alonso, quien legó a Puerto Rico numerosos éxitos musicales, sentado en un banco de la Plaza de Armas, frente a la alcaldía de San Juan y de espaldas al edificio en que residió los últimos años de su vida.
Hasta hace unos pocos años, el más alto edificio del Viejo San Juan era el del Banco Popular, construido con un estilo art déco en 1939, pero a mediados de la década de 1990 se levantaron otros frente a los muelles donde atracan los barcos turísticos y donde está la terminal del ferry que conecta a la ciudad con el municipio de Cataño.
Un escenario muy acogedor lo brinda el Paseo de la Princesa, donde se encuentra el edificio que hoy ocupa la Compañía de Turismo de Puerto Rico, que hasta la década de los 70 del siglo pasado fue la Cárcel de la Princesa.
Allí estuvieron mucho antes encarcelados el mártir nacionalista Pedro Albizu Campos, los poetas revolucionarios Juan Antonio Corretjer y Francisco Matos Paoli y el periodista comunista César Andreu Iglesias, entre otros.
Hoy en ese edificio no queda rastro de tan tétrico pasado, pues allí se torturó a presos nacionalistas y comunistas. Desde la base naval estadounidense de La Puntilla se emitían radiaciones hasta la celda de Albizu Campos para quemar su cuerpo, que terminó lleno de llagas.
Las denuncias del luchador nacionalista en ese sentido contribuyeron a que se le tildara de "loco", aunque hoy se conoce, gracias a la perseverante investigación del historiador Pedro Aponte-Vázquez, que todo era cierto, según documentos desclasificados por Washington.
Hay mil cosas más que ofrece el Viejo San Juan, como sus templos católicos o su calle de San Sebastián, centro ancestral de la bohemia, donde hoy se puede encontrar a poetas, pintores o escritores, al igual que hace 60 años o más.
Esta emblemática arteria, escenario de la multitudinaria Fiesta de la calle San Sebastián, tiene desde hace más de dos décadas en la fachada del edificio en que estaba el original Café Hijos de Borinquen, que reunía a intelectuales, escritores y periodistas, la obra "Don Pedro y los pitirres" del aclamado artista Dennis Mario Rivera.
Este es un homenaje a Albizu Campos, pero además es una alegoría a la resistencia del pueblo puertorriqueño, a 115 años de dominación colonial de Estados Unidos, basada en el axioma de que "cada guaragua tiene su pitirre", pues no importa el poder del enemigo, siempre habrá oportunidad de derrotarlo.
* Colaborador de Prensa Latina en Puerto Rico
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