La obra de José Martí ha sido motivo para la creación de músicos, escritores y pintores. En tal sentido destaca la colección que inspirada en un texto martiano, aparecido en La Edad de Oro (Tres héroes), realizó el pintor Juan Moreira, nunca antes exhibida en Cuba y que ahora se halla a disposición del público en la Casa del ALBA Cultural.
El propio artista recibió una sorpresa, pues no imaginó que cuadros suyos creados para un material de la televisión algo más de 30 años atrás, volvieran a él como si fueran recién pintados. Portador de esa sorpresa fue el cineasta sueco Ulf Hultberg, reconocido internacionalmente por haber dirigido el filme El clavel negro, sobre el papel que desempeñó el embajador de su país en la salvación de militantes de la Unidad Popular tras el golpe fascista en Chile en septiembre de 1973.
Hultberg viajó a Cuba a inicios de los ochenta del pasado siglo para dirigir una serie de televisión que debía mostrar a los espectadores de su país la historia de la Isla y, de modo particular, cómo esa historia se reflejaba en la formación y las actitudes de los niños de la época. El ambicioso proyecto se concibió como una coproducción entre el canal sueco SUTV 2, el ICRT y el ICAIC. El realizador solicitó la colaboración de varios artistas cubanos para la complementación visual de la narración fílmica. Así entraron a formar parte de la serie Manuel Mendive, Eduardo Muñoz Bachs, Carlos Cruz Boix, Isavel Gimeno y Juan Moreira.
Las obras de cada uno de ellos debían encajar en los diversos capítulos de la serie. Hultberg le reservó a Moreira una intervención en el sexto, sobre el ya aludido relato martiano. El caso fue que Hultberg conservó aquellas obras de Moreira, las cuales ha exhibido primero en Suecia y ahora en Cuba.
Moreira recreó las figuras de los próceres exaltados por Martí: el mexicano Miguel Hidalgo, el argentino José de San Martín y el venezolano Simón Bolívar, héroes de la primera independencia latinoamericana; y en constante diálogo con ellos, nuestro Apóstol.
Las piezas de Moreira pueden y deben leerse como escenas de un retablo de maravillas, que dan cuenta de la historia narrada desde la sensibilidad de la imaginería popular. Esto último se halla también determinado en buena medida por lo que el artista coloca al fondo de las figuras humanas, ejemplares de la flora y la fauna continental asumidos de manera alegórica, con una minuciosa realización tanto en la aplicación acertada del color plano como en el firme trazo de una línea de contornos. El pintor consigue impregnar de un tono mítico sus realizaciones pero sin alejarlas de la escala humana.