Símbolo de la resistencia a la opresión e icono mundial de la lucha contra la discriminación y el racismo, Nelson Mandela nació en Sudáfrica el 18 de julio de 1918 y fue su primer presidente negro electo democráticamente entre 1994-1999. Durante 27 años Madiba, como se le conoce popularmente, fue prisionero político en distintos penales sudafricanos. Destacando la cárcel de Robben Island, famosa porque representaba la ambigüedad de ser un lugar de tortura, exilio y segregación, y al mismo tiempo, una bandera de lucha permanente por la dignidad humana y las libertades civiles de la población negra. El ejemplo de Mandela es también un recordatorio de que la intolerancia, transformada en acciones sistemáticas de discriminación y persecución, nunca logra los resultados esperados. El apartheid sudafricano fue un caso paradigmático de institucionalización de la intolerancia y del racismo en el sistema político. El cual inició su declive con las elecciones democráticas que fueron posibles gracias a un acuerdo político, para construir una nueva Sudáfrica con democracia multirracial, entre el presidente Frederik de Klerk y Nelson Mandela, líder del Congreso Nacional Africano. Por esto, ambos recibieron el Premio Nobel de la Paz. En lengua afrikáans, apartheid significa literalmente separación. Este sistema, promovido por los Bóer, un grupo étnico de origen holandés, se tradujo en una forma de organización política, económica y social que tomaba decisiones y asignaba tareas en función del color de piel de las personas. El apartheid era un sistema de segregación, surgido de un régimen que sostenía el desarrollo separado de las razas sobre un mismo territorio. Éste fue el fundamento ideológico y político para decidir los destinos de la nación y de sus bienes, sin la intervención de sus habitantes negros, quienes constituían la abrumadora mayoría del país.
La minoría racista que se adueñó del poder en 1948 hizo del apartheid una política de Estado, afirmando la necesidad del dominio y control de los blancos sobre “las razas que se encuentran en un nivel más bajo de civilización”. Cuando los colonizadores blancos llegaron a África para apropiarse de sus tierras y riquezas, dos concepciones del mundo entraron en conflicto. Para los nativos un individuo no podía ser propietario de la tierra porque se trataba de un bien común; así era y fue siempre. En contraste, los ingleses (en Nigeria, Camerún, Rodesia y Sudán), portugueses (en Angola y Mozambique), belgas (en el Congo), franceses (en Argelia, Marruecos, Senegal, Guinea y Costa de Marfil), italianos (en Libia, Somalia y Eritrea) y holandeses (en Sudáfrica) impusieron la propiedad privada. Surgieron anuncios de “prohibido el paso”, vallas, muros y nuevos títulos de propiedad. También establecieron la obligación de pagar impuestos, lo que trajo como consecuencia nuevas formas de esclavitud, pues la población negra era obligada por la fuerza a trabajar para cumplir las exigencias de los colonizadores. Cuando los africanos en distintas regiones del continente se sublevaron, fueron masacrados.
En Sudáfrica, miles de personas fueron despojadas de sus bienes y segregadas por motivos raciales. La expansión colonial inició cuando los holandeses cedieron en 1806 sus posesiones en la costa sur de África a los ingleses, y éstos promovieron una inmigración en gran escala de ciudadanos británicos. Entre 1820-1830 arribaron a Sudáfrica los Bóer o afrikáners, que inmediatamente entraron en conflicto con los originarios pobladores Zulú y con los ingleses. Numerosos habitantes de habla holandesa, decepcionados de las autoridades británicas e indignados por la abolición de la esclavitud en 1834, emprendieron una emigración masiva hacia el interior del país conocida como Great Trek. A principios de 1850, crearon dos naciones Bóer independientes: el Estado Libre de Orange y la República de Transvaal. En 1910, las repúblicas Bóer y las colonias británicas formaron la Unión de Sudáfrica. La población negra no intervino en el proceso ni gozó de derecho alguno en la formación del nuevo orden político. Con el tiempo Sudáfrica se convertiría en una nación poderosa, moderna e industrializada, pero con una creciente división racial. El gobierno impuso la desigualdad entre negros y blancos, afirmando que “la igualdad no ocurrirá ni en la Iglesia ni en el Estado”, restringiendo radicalmente los derechos de la población negra. En 1950 se aprobó la “Ley de zonas de agrupamiento”, que la expulsó hacia zonas fuera de las ciudades, y se promulgó la “Ley de pasaportes” que regulaba el ingreso a las mismas en función del color de la piel. Aparecieron por doquier letreros de “sólo para gente blanca”, tanto en establecimientos fabriles y comerciales como en parques y baños públicos. Se prohibían y castigaban severamente los matrimonios mixtos y, en particular, el sexo interracial. Por eso hoy, rendimos homenaje a Nelson Mandela un gran luchador por la igualdad democrática, y traemos algunas lecciones para nuestro país, impulsando una reforma a las instancias que hemos construido para combatir la discriminación y defender los derechos humanos en México.
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