Un viaje por Cuba es un recorrido por su gente y su música. La alegría allí siempre es protagonista.
La Habana (Cuba). El mar ‘está rizado’ y un grupo de jóvenes juega a enfrentarse a las olas que se estrellan con violencia en el malecón. Una decena de personas aprovechan cada centímetro de sombra mientras esperan a las esporádicas guaguas (buses). Palmeras reales se asoman entre el paisaje plano, verde, de tierra roja.
La vida en La Habana anda tan despacio que ya le perdió el paso al mundo. Cada rincón parece tener su canción. Siento que estas calles ya las bailé en otra fiesta, las viví en otra vida, las probé en otro tragos.
Es fácil perderse en las entrañas de la ciudad vieja, pero uno siempre se encontrará con la música. Un improvisado grupo de viejitos canta en la calle uno de los verdaderos himnos de esta tierra: “El cariño que te tengo, yo no lo puedo negar. Se me sale la babita. Yo no lo puedo evitar...”.
Si Compay Segundo no hubiera muerto hace diez años diría que está entre ellos cantando.
Como todo caribe, el cubano es también un coqueto espontáneo. Bajitas, gordas, altas, casadas, monas, veteranas, ninguna escapa a algún silbido o beso lejano. Mucho menos las mismas cubanas… esas mujeres grandes y finas, de voces densas y andar cadencioso, cuya alegría es imposible guardar en una sola foto.
Una morena con una vistosa canasta llena de maní empacado en papel acaba con mi antojo de un bocado callejero. Feliz por la venta y feliz de posar en las fotos canta con toda su garganta: “Caserita no te acuestes a dormir, sin comerte un cucurucho de maní. Maaaníiiiiiii”.
Se hace tarde y las ganas de cerveza se suelen imponer al hambre. Varios tragos después y con un helado de guayaba que se derrite entre los dedos me doy cuenta de que no estoy lo suficientemente empalagada como pasar por alto un olor a cacao que me despierta al instante. Alguien abrió la puerta del Museo del Chocolate, una pequeña tienda imposible de ignorar para cualquiera con nariz y con el más mínimo amor por el mejor invento del mundo.
De noche se vuelve más complicado conseguir un taxi, así nunca haya trancones en La Habana. Luego de intentar parar a cuanto carro se nos atraviesa un conductor que no tiene problemas en detenerse, sacar a su esposa del asiento delantero y dejarla en la calle para que seis personas quepamos en su Chevrolet modelo 49. Destartalado pero fuerte, va tosiendo un humo gris que nos deja el pelo oliendo a gasolina. Le pedimos algo de son (¿o ron?), pero el carro ni tiene casetera.
El conductor no tiene más remedio que subirle el volumen a la emisora, donde suena Volare de los Gipsy Kings, “Cantare oh oh oh oh”, y se nos olvida que llevamos los pies hinchados de tanto caminar.
Varadero Baila
Se mueven con la cadencia de décadas de amor, sin prisa y con elegancia. Ellas con vistosos abanicos y ellos con guayaberas tan pálidas como sus canas. Es la entrada de la Academia ABC de Varadero, donde nos recibe un grupo de danzoneros que juntos suman fácilmente más 1.000 años.
Sin timidez, una pareja de ucranianos sube al escenario y acaban con nuestro escepticismo cuando los vemos moverse al ritmo de un cha cha chá. “Solo 4 meses”, dicen con orgullo cuando se les pregunta cuánto tiempo llevan aprendiendo a bailar. Con toda la paciencia del caso, una instructora toma de las manos a un turista chino y le explica: un, dos, tres, un, dos, tres. Tras varias movidas infructuosas, el chino –que no entiende ni papa de español– logra seguir el paso y una verdad salta a la luz: fácil aprenderse el paso cubano, imposible igualarlo.
Varadero se parece a cualquier pueblo costero, pero lo benefician kilómetros de playas impecables y un mar tranquilo. El sol me rostiza la cabeza a través del sombrero, pero ver el agua celeste refresca enseguida.
La oferta musical y audiovisual cubana se ofrece en una variedad sorprendente de idiomas y géneros. El son es solo uno de sus capítulos. Como hogar de la santería, mezcla de la religión católica y cultos africanos que sobrevivieron a la conquista, hoy los afro cantan con descaro en las rumbas: “Que viva Changó, que viva Changó, señores”.
13 Puesto de colombia
Colombia ocupa el puesto 13 entre los mayores emisores de turistas a Cuba. Este año, la isla espera a más de 2 millones de visitantes de todo el mundo.
Rebeca Lucía Galindo
Enviada especial de EL TIEMPO
Matanzas, Pinar del Río y Playa Girón, algunas escalas
Matanzas
Llamada la ‘Venecia’ de Cuba, fundada a finales del año 1600, Matanzas alberga el orgullo de haber vivido la primera sublevación de negros de Cuba.
En el centro de la ciudad está el cielo de los hipocondriacos: el Museo Farmacéutico. Es una botica francesa fundada el primero de enero de 1882 y que hoy conserva más de un millón de medicamentos, fórmulas y plantas. Muy recomendado para los amantes de las antigüedades.
Playa Girón
El lugar cuenta con el Museo Girón, un sencillo espacio con fotografías, objetos y armamentos, donde se rememora la historia de la invasión de Bahía Cochinos (1961).
La zona, que marca un hito de la revolución cubana, es también uno de los puntos más apetecidos por los amantes del buceo y el snorkel.
Las costas de Playa Girón, Playa Larga y Punta Perdiz, con el agua más azul entre los azules, es escenario perfecto para observar la vida marina. Increíble pensar que semejante paraíso fue una vez zona de guerra.
Pinar del Río
Se llaman mogotes y parece que hubieran caído del cielo. Ese es el paisaje que ofrece Pinar del Río, en el occidente de Cuba. Viñales, una de sus ciudades más turísticas, está a dos horas de La Habana. Zona tabacalera por excelencia, es posible visitar las vegas y observar el proceso de fabricación de los famosos habanos.
La zona es orgullosa de su legado campesino. Hogar del cerdo asado, el arroz congrí (con frijoles negros), la yuca con mojo (salsa de aceite, cebolla y ajo), el chicharrón carnudo y la ropa vieja de chivo (carne desmechada).
Antes de ir a Cuba ...
Se recomienda llevar euros y no dólares. Un Peso Cubano Convertible (CUC) equivale a 1 dólar, pero es tasado por un impuesto de 10 por ciento. Un euro equivale a unos 1,30, aunque la tasa varía. La mayoría de tiendas y hoteles reciben ambas divisas y tarjetas de crédito Visa y Mastercard que no sean emitidas en Estados Unidos. No reciben American Express.
Para entrar a Cuba los colombianos no necesitan visa, pero sí una tarjeta de turismo que cuesta 18 dólares. Se puede adquirir a la llegada a Cuba. Para salir de la isla, no olvide reservar 25 CUC para pagar el impuesto de salida.
Copa (con escala en Panamá) y Avianca (escala en San Salvador o San José) vuelan a La Habana desde Bogotá. Desde 400 dólares.
Internet es costoso (desde 7 dólares la hora), de regular calidad y no suele estar incluido con la habitación de los hoteles.
Son raros los trancones en Cuba. Si quiere recorrer la isla con independencia, se recomienda el alquiler de un carro o una moto. Detalles en www.transtur.cu
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