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General: La Madre de la Patria argentina , María Remedios del Valle
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Reply  Message 1 of 8 on the subject 
From: Ruben1919  (Original message) Sent: 30/06/2013 12:30
La Madre de la Patria, María Remedios del Valle
- | 26 de Julio de 2010 ≈ 8:03 | tamaño de texto -+ | versión para imprimir

Texto gentileza del Dr. Rodolfo E. Parbst para la lista Conozcamos la historia

Negra, mujer y pobre, combatió como un soldado más durante la Guerra de la Independencia. Manuel Belgrano le otorgó el grado de Capitana del Ejército.

Murió en la miseria, mendiga en la Buenos Aires del siglo XIX. Un texto contra el olvido. El rescate de un personaje necesario para comprender la Historia argentina

Por Diego Rojas

En 1827, Buenos Aires era una comarca de grandes dimensiones. Según el viajero francés Arsène Isabelle, la habitaban alrededor de noventa mil personas, de las cuales treinta mil eran extranjeros. “Todo anuncia aquí una ciudad comercial, una metrópoli digna de mejor suerte”, aventuraba en un escrito.

No se equivocaría. Sin embargo, en esa época Buenos Aires era aún un pueblo que se ahogaba en barro, una ciudad en la que el futuro se construía de promesas. En las inmediaciones de la plaza de la Recova, la iglesia de Santo Domingo, la de San Ignacio o la de San Francisco, un personaje estrafalario vendía empanadas y mendigaba monedas a los transeúntes. Era una mujer negra y vieja que tenía cicatrices en su cuerpo: todos los días llegaba hasta el centro, ya que vivía en un rancho en las afueras donde empezaba la pampa inabarcable. Se hacía llamar “La Capitana”.

Aseguraba que las marcas que portaba eran registros de la guerra por la patria, “de cuando de verdad se peleaba por la patria”, repetía mientras estiraba el brazo para tomar las limosnas que le entregaban los vecinos piadosos de la ciudad, que la consideraban una loca. Otra loca más. El mes de agosto siempre fue de un frío muy intenso, aun en 1827. El general Juan José Viamonte, héroe de la independencia, caminaba por la plaza de la Recova, la actual plaza de Mayo, cuando “La Capitana” extendió su mano. Viamonte se detuvo sorprendido: la cara de esa mujer negra, canosa y vieja le resultaba familiar. Le preguntó su nombre. “María Remedios del Valle”, respondió la anciana. Viamonte hizo un silencio. Luego gritó: “¡Pero si es la madre de la Patria!”.

La historiografía argentina siempre se vio envuelta en contiendas entre corrientes que postularon diversas lecturas sobre los hechos que construyeron a la nación. Mitristas, revisionistas, marxistas: cada tendencia versionó una Argentina para sostener el proyecto político que defiende en la actualidad. Desde la discusión sobre la figura de Rosas hasta el origen real de los colores de la insignia patria, todo ha sido sometido a discusión. Incluso, muchas veces se debatió sobre a quién le correspondía el título de “Padre de la patria”, si a Belgrano o a José de San Martín. Sin embargo, ninguna corriente se detuvo a analizar qué mujer podía detentar el rol de “Madre de la Patria”. Qué figura femenina podía ostentar las virtudes del valor, la abnegación, el patriotismo y haber formado parte de un proyecto político de liberación en los tempranos años de la Argentina.

¿La historia fue escrita bajo el signo de una cultura machista? ¿El país fue solamente construido por los hombres? “Existe toda una construcción social y cultural propia de la cultura occidental y cristiana donde la mujer siempre ocupa un papel relegado y subalterno al hombre. Nuestro país y nuestro continente no son ajenos a esta concepción”, asegura la historiadora Julieta Chinchilla. Sin embargo, María Remedios del Valle reúne los antecedentes necesarios para ser honrada con ese título. Como tantos otros héroes nacionales, posee una característica que los iguala: es una olvidada. Fue eliminada de la memoria historiográfica y del registro del imaginario popular. Además, era negra y pobre. Rasgos que ciertos arquitectos del relato de la patria quisieran extraviar.

Las primeras noticias sobre la carrera de guerra de María Remedios del Valle se remontan a su participación en el Cuerpo de Andaluces que defendió la ciudad en las Invasiones Inglesas. “Durante la campaña de Barracas, asistió y guardó las mochilas para aligerar su marcha a los Corrales de Miserere”, escribió el comandante de ese cuerpo de combate. El 6 de julio de 1810 se incorporó al Ejército Auxiliar para las provincias del Norte, en compañía de su marido y dos hijos: sólo ella regresó viva de las campañas militares de la gesta independentista. Se había embarcado en la conocida Campaña al Alto Perú en la que el abogado y patriota Manuel Belgrano comandaría batallas feroces contra el enemigo colonialista.

Fue parte del ejército compuesto por 1500 hombres, cuyas dos terceras partes formaban parte de la caballería -de los cuales sólo 600 poseían armas de fuego- y que contaba con apenas diez piezas de artillería. Esta escasez de fuerzas no le impidió protagonizar hechos gloriosos de nuestra historia, como el decisivo Éxodo Jujeño, que determinó el fin del avance de las tropas enemigas, y las victorias en las batallas de Tucumán y Salta. Durante las vísperas de la Batalla de Tucumán, Del Valle se presentó ante Belgrano para solicitarle que le permitiera atender a los heridos de las primeras líneas de combate. Belgrano, siempre reacio a la participación femenina en sus tropas, le negó el permiso. Pero esa mujer era empecinada. Durante la contienda, se filtró entre las líneas de retaguardia y llegó al centro de la conflagración, donde asistió y alentó a los soldados a batir al enemigo. La soldadesca, que era consciente del rol histórico que cumplía en esa lucha denodada contra los realistas, comenzó a llamarla la “Madre de la Patria”. Belgrano no pudo más que rendirse ante la evidencia de su valor y la nombró Capitana de su ejército. Comenzaba la breve leyenda que protagonizó María Remedios del Valle, eliminada de la memoria argentina hasta la escritura de estas líneas.

Cantaba John Lennon que la mujer es el negro del mundo. ¿Por qué sorprenderse del silencio que rodea a la historia de Del Valle si no sólo pertenecía al género femenino, sino que además tenía la piel oscura? La sociedad argentina, y los discursos que la construyeron, fueron pródigos en exclusiones. Las mujeres criaron a los hijos varones que hicieron la Historia, los negros no existieron. Sin embargo, desde Juana Azurduy comandando las tropas antirrealistas hasta la audacia de Mariquita Sánchez de Thompson en los días de preparación de la revolución de Mayo, pasando por una Machaca Güemes convertida en santo y seña del troperío salteño, las mujeres tuvieron un papel relevante en la historia de la independencia, sólo limitado por la coyuntura de la época, que la relegaba al lugar del solaz del varón guerrero.

Y no se debería olvidar que la población negra de Buenos Aires censada en 1810 arrojó la cifra de 9.615 personas de origen afro que convivían con 22.793 blancos, es decir más del 20 por ciento. Los negros argentinos fueron una parte sustancial e imprescindible de la lucha independentista, al punto que llegaron a cubrir el 65 por ciento de los puestos de batalla en las tropas comandadas por Belgrano y San Martín. En 1848 Domingo Faustino Sarmiento, el gran estadista y escritor, escribió en su diario de viaje a los Estados Unidos: “La esclavitud de los Estados Unidos es hoy una cuestión sin solución posible; son 4 millones de negros, y dentro de 20 años serán 8. Rescatarlos, ¿quién paga los 1.000 millones de pesos que valen? Libertos, ¿qué se hace con esa clase negra odiada por la raza blanca?”. Durante su presidencia, inaugurada en 1868, sobrevendrían la fiebre amarilla y la Guerra de la Triple Alianza, acontecimientos a los que se le atribuye el exterminio de los negros en el país. En 1887, el censo oficial computó sólo un 1,8 por ciento de negros sobre el total de la población.

Más tarde, el Estado se encargaría de silenciar su historia y los aportes que realizaron a la construcción de la nación. El espíritu europeísta de las clases dirigentes necesitaba una historiografía que contemplara un destino blanco y cristiano. A tal punto llegaron que los primeros retratos del general San Martín, en los que se notan sus rasgos amerindios, fueron españolizados mientras se lo elevaba a la categoría de héroe nacional. Aunque al sentido común argentino le guste señalar que descendemos de los barcos transoceánicos, un estudio realizado por Daniel Corach, que dirige el Servicio de Huellas Digitales Genéticas de la UBA, demostró que un 56 por ciento de la población tiene marcadores genéticos amerindios. O lo que es lo mismo: la mayoría de los habitantes del país tiene en su árbol genealógico algún poblador originario. Si ese dato es ignorado, ¿cómo extrañarse, entonces, por el olvido al que fue relegada la vida de María Remedios del Valle, una prócer que era mujer, negra, pobre y vieja?

El 14 de noviembre de 1813 las tropas del general Belgrano se enfrentaron a los realistas en Ayohuma, comandadas por el general español Joaquín de Pezuela. Los colonialistas venían de un triunfo en Vilcapugio, donde atacaron por sorpresa, y en la localidad salteña eligieron la misma táctica. Y tuvieron éxito. Después de una jornada de briosos enfrentamientos, sobre el campo de batalla yacían doscientos cadáveres de las tropas patriotas. Hubo otros doscientos heridos. Los españoles apresaron a quinientos soldados, entre los que se encontraba la capitana María de los Remedios del Valle, que había luchado a la par de sus compañeros de regimiento y que había sido herida de bala.

Las tropas dirigidas por Belgrano habían combatido más con prepotencia de victoria que con recursos para alcanzarla: habían protagonizado numerosos actos de valor para expulsar a una armada colonialista que los doblaba en combatientes y piezas de artillería. Pero fueron derrotados. Los realistas se encarnizaron con Del Valle: fue sometida a nueve días de azotes públicos. Una medida ejemplificadora: la saña sólo se explica como una decisión de sus captores para que su actitud no cundiera: a las mujeres les estaba vedado el arte de la guerra; a las negras, el espíritu de la heroicidad. Pudo escapar y regresó a las escuadras belgranenses.

Continuó empañando las armas y ayudando a los heridos en los hospitales de campaña. Nunca perdió el mote de “Madre de la Patria” entre la soldadesca y seguía con la fiebre de los fanáticos los derroteros de la bandera celeste y blanca. Cuenta Enrique Loudet, profesor de Historia, que cuando el pabellón patrio fue jurado en Jujuy, se la vio arrodillada junto a Martín de Güemes, el patriota salteño, y a Juan Antonio Álvarez de Arenales, uno de los hombres destacados de Belgrano. El hombre que la había designado capitana había decidido entregarle el mando de las tropas al general San Martín. Belgrano regresó a Buenos Aires, donde, en un primer momento, se ordenó su arresto debido a las derrotas militares sufridas. Fue absuelto de las acusaciones y liberado.

El 20 de junio de 1820 murió en Buenos Aires: había empeñado un reloj para pagarle al médico que lo atendía, tal era su grado de pobreza. Sólo un diario, El Despertador Teofilantrópico, consignó la noticia de su fallecimiento. A nadie más le importó. Del Valle lo recordaría siempre y, relegada por las autoridades porteñas al olvido, se lamentaría de la pobreza en que había muerto su general. Mientras tanto, ella vivía una miseria aún peor.

“¡Pero si es la madre de la Patria!”, exclamó el general Viamonte cuando reconoció, debajo de los harapos y las canas, a María Remedios del Valle. “Es ‘La Capitana’, la que nos acompañó al Alto Perú, es una heroína”, explicó a sus acompañantes. Conmovido, decidió ampararla y, diputado en la Junta de Representantes de la Provincia de Buenos Aires, el 11 de octubre de 1827 presentó un proyecto para resarcir el injusto abandono en que se encontraba y otorgarle una pensión que reconociera los servicios prestados a la patria. Veintitrés accedió a las actas de la sesión del 18 de julio de 1828, cuando por fin se debatió el tema.

El diputado Gamboa solicitó documentos que acreditaran el merecimiento de la pensión. Viamonte tomó la palabra: “Esta mujer es realmente una benemérita. Ella ha seguido al Ejército de la patria desde el año ‘10. Es conocida desde el primer general hasta el último oficial en todo el Ejército. Es bien digna de ser atendida: presenta su cuerpo lleno de heridas de balas y lleno, además, de cicatrices de azotes recibidos de los españoles. No se la debe dejar pedir limosna (…) Después de haber dicho esto, creo que no habrá necesidad de más documentos”. El diputado Aguirre objetó que Del Valle había rendido servicios a la Nación y que ellos eran los representantes de la provincia y el diputado Alcorta señaló que hacía falta más documentación. El debate se volvió ríspido: varios legisladores negaban la posibilidad de una pensión como las que recibían otros soldados de su categoría.

Tomó la palabra Tomás de Anchorena: “Efectivamente, esta es una mujer singular. Yo me hallaba de secretario del general Belgrano cuando esta mujer estaba en el Ejército. No había acción en que ella pudiera tomar parte que no la tomase y en unos términos en los que podía competir con el soldado más valiente. Admiraba al general, a los oficiales y a todos cuantos acompañaban al Ejército. Belgrano era un general muy riguroso: no permitía que siguiese mujer al Ejército y ésta era la única que tenía la facultad para seguirlo. Yo oí al mismo Belgrano ponderar la oficiosidad y esmero de esta mujer. Ella debe ser el objeto de la admiración de cada ciudadano y, donde quiera que vaya, debe ser recibida en brazos y auxiliada con preferencia a un general”. Luego de un arduo debate se decidió otorgarle la pensión y no sólo eso: a pedido del diputado Lagos, se votó crear una comisión que “componga una biografía de esta mujer y se mande a imprimir y publicar en los periódicos, que se haga un monumento y que la comisión presente el diseño de él y el presupuesto”. La sesión se cerró entre aplausos de emoción. Fue incorporada a la plana del Ejército por el gobernador Juan Manuel de Rosas y la mujer decidió cambiar su nombre por el de Remedios Rosas. Sin embargo, la Madre de la Patria murió en la miseria, sin dejar de mendigar monedas o alimentos en las calles céntricas de aquel Buenos Aires decimonónico.

La Historia argentina está llena de estos ejemplos de desmemoria: somos un país experto en el ocultamiento. El Estado y su burocracia vencieron y María Remedios del Valle murió sin cobrar un solo peso, sin monumento que la homenajee y sin un texto que cuente su vida. Tal vez, hasta este momento, en que estas líneas -que se escriben en vísperas del Día de la Madre- intentan rescatarla del olvido.



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Reply  Message 2 of 8 on the subject 
From: Quico º Sent: 08/07/2013 15:49

El imperio se mueve; ¡¡huelga de camiones!! en Chile fue a través de la ITT ¿Quién será en Argentina?


Reply  Message 3 of 8 on the subject 
From: Ruben1919 Sent: 09/07/2013 22:52
Cuando el gonoquico trae repetidamente la foto de Maria Remedios del Valle ....  no vayamos a creer que es por rendirle culto sino para burlarse de ella porque no le gustan los negros .... igualmente pasó alguna vez cuando apareció en una foto Chávez en compañía de Piedad Córdoba  que dijo que era que andaba muy mal acompañado .- Y no creo que sea veneración por Maria Remedios del Valle porque él sabe que ella se encargó de enfrentar y dar de baja a muchísimos chapetones genocidas de nuestros pueblos .- Viva la madre de la Patria argentina
 
 

Reply  Message 4 of 8 on the subject 
From: Ruben1919 Sent: 09/07/2013 22:56
No es sino mirar el penúltimo mensaje del gonorrea de antella para darnos cuenta de su deseo de que caiga Cristina porque la odia luego de la expropiación de repsol  jajajajajajajaj
 
y recuerda que fueron los camioneros parte de lo más reaccionario de Chile en el golpe a Allende .-

Reply  Message 5 of 8 on the subject 
From: Quico º Sent: 24/07/2013 23:42



¿El "independentista" criollo “ruben” defendiendo a la Madre de la Patria Criolla? ¿Será que por negra murió en la absoluta miseria, habiendo sido conocida como La Madre de la Patria Argentina? Aunque solo es una pregunta, seguro que para el ínclito criollo, es un insulto. SEGURO QUE PARA ÉL, ESO DE LOS PUEBLO ORIGINARIOS ES UN CUENTO CHINO.


Reply  Message 6 of 8 on the subject 
From: Ruben1919 Sent: 25/07/2013 02:11
"  Las tropas dirigidas por Belgrano habían combatido más con prepotencia de victoria que con recursos para alcanzarla: habían protagonizado numerosos actos de valor para expulsar a una armada colonialista que los doblaba en combatientes y piezas de artillería. Pero fueron derrotados. Los realistas( chapetones o españoles ) se encarnizaron con Del Valle: fue sometida a nueve días de azotes públicos. Una medida ejemplificadora: la saña sólo se explica como una decisión de sus captores para que su actitud no cundiera: a las mujeres les estaba vedado el arte de la guerra; a las negras, el espíritu de la heroicidad. Pudo escapar y regresó a las escuadras belgranenses.... "

Reply  Message 7 of 8 on the subject 
From: Ruben1919 Sent: 25/07/2013 02:19
Para que se " instruiga " gonorrea quico ... chapetón ... enemigo de todo lo "sudaca" ... marica y soplón jajajajajjja
 
Belgrano y la madre de la patria
Lunes, 20 de Junio de 2011 08:45    PDF Imprimir E-mail

MANUEL BELGRANOLa historiografía oficial dominada por el paternalismo histórico insiste en ignorar esta cuestión de lo femenino, unitivo y vinculante profundo, en la religiosidad popular que anima el tiempo histórico argentino y latinoamericano. Opinión Jorge Bolíva.

 

América Latina es un subcontinente mestizo cuyos componentes originarios son los indios, los españoles, los negros y los criollos (y los inmigrantes diversos que se fueron acriollando en una o dos generaciones).

El tiempo histórico se organiza desde el pasado al presente, y desde éste al futuro como proyección colectiva. Es visible que nuestros componentes no tienen el mismo pasado, como le ocurre a los chinos o a los japoneses; sin embargo han mostrado en el siglo XX y más aún en los primeros años del siglo XXI, una unidad profunda última en su afirmación de un proyecto común realizable.

Belgrano es, justamente, una figura que nos ayuda a entender el espíritu secreto de esta unidad que, más allá de la diversidad, otorga a nuestros pueblos una fuerza constructiva para un destino propio.

En el año 1979 la UNESCO publicó una serie de libros destinados a estudiar la experiencia del tiempo en las grandes culturas y reconoció que América Latina tenía una propia figura, diferente de la europea, de la china, de la árabe-musulmana y de la ilustrada racionalista de los países anglo-sajones. Saül Karsz escribió allí un texto altamente revelador de nuestra diferencia, que en muchos aspectos tenía una presencia misteriosa. Es un texto muy extenso, pero recurriremos a algunas de sus ideas fundamentales que nos ayudan a intuir este secreto que, quizás, Belgrano percibió como pocos.

Aunque la Emancipación de nuestros pueblos se hizo en contra del imperialismo español, la noción de tiempo histórico cristiano se hizo carne en todos las razas con las cuales se origina nuestro mestizaje. Y con particular fuerza.

Cuando Juan Pablo II valora en Puebla la originalidad de nuestra religiosidad popular, que une sincréticamente a la Madre Tierra con la Madre del hijo de Dios, está marcando un aspecto relevante de esta unidad profunda.

Ella no ocurre tanto en lo paterno sino preferentemente en lo materno. Lo unitivo y vinculante secreto de lo femenino es un aspecto que nuestra historiografía oficial ha ignorado o valorado poco.

El sacerdote y poeta revolucionario nicaragüense Ernesto Cardenal decía que “en nuestras luchas históricas” (para superar el tiempo “colonial”) subsistía “entre el tiempo interno y el tiempo externo, concebido como realización colectiva”, una fuerza “de origen religioso”, una “evangelización del tiempo” de origen cristiano latinoamericano, que impedía una lectura puramente profana del proyecto político subcontinental.

Es posible ver este espíritu vinculante popular en las intuiciones de Belgrano. Lo paterno, como en San Martín, se manifiesta en el proyecto integrador del “rey inca”. Decía el cubano José Martí “el futuro se aclara cuando emprende la liberación de aquellos a los que se les ha arrebatado el pasado y cuyo presente se encuentra alienado por ello.”

La historia oficial ha receptado con diversas valoraciones este proyecto “paterno”. Pero ha sido menos proclive a reconocer que en los colores de nuestra bandera, además del cielo patrio se encuentran también los correspondientes al manto de la Virgen del Rosario.

Existe, además, un hecho histórico ligado a la épica militar belgraniana que prácticamente es casi ignorado por nuestra historiografía dominante. En él vuelve a manifestarse este reconocimiento al protagonismo de lo femenino.

El hecho es narrado en el libro “En los umbrales de la historia argentina” de Carlos Ibarguren. El capítulo inicial de ese libro se llama “La capitana María Remedios del Valle, “madre de la patria”. Cuenta allí la historia de una mendiga que, vieja ya, vendía pasteles o recibía limosnas en la recova de la plaza de la Victoria o en el atrio de San Francisco.

Un día el General Viamonte al darle unas monedas la mira profundo y cree reconocerla. Le pregunta abrumado: “¿usted es la madre de la patria”? Y la viejecita contesta: “así me llamaban”. Viamonte insiste: ¿“usted es la capitana María Remedios del Valle? Y ella responde: “Ese es mi nombre y mi grado militar me lo dio el General Belgrano”.

Escribe el historiador que el general Viamonte no olvidó a la capitana y cuando fue elegido diputado a la Sala de Representantes presentó una solicitud de pensión para ella que tuvo entrada en la legislatura el 27 de septiembre de 1827. Pero el proyecto no avanzó. Viamonte insistió en la sesión del 18 de julio de 1828.

Y allí junto a la de él se unieron las voces del Diputado Silveyra, de García Valdés y del Dr. Tomás de Anchorena, que fue secretario del General Belgrano en la campaña del Alto Perú. Se destaca que el General Belgrano era muy riguroso en la materia y que sólo en pocas ocasiones daba la responsabilidad de capitán a una mujer.

Pero María Remedios de Valle, no sólo tenía valor y coraje para la pelea, sino que, después de las batallas, cuando los ejércitos se llenaban de heridos y de moribundos de bala o de sable, ella organizaba las asistencias médicas. Ponía fuertemente junto a su pecho a las víctimas sufrientes y escuchaba como éstos le decía: “madre”.

La soldadesca comenzó a llamarle “madre de la patria” en esos momentos de recogimiento y dolor que sucede a los combates. Se cuenta que Belgrano la llamó el día que después de la batalla de Salta le confirió el título de capitana y le dijo: María de los Remedios del Valle usted es más que una capitana, usted es la madre de la patria como la llaman mis conducidos, porque en el amor y en dolor de nuestros jóvenes soldados late la patria nueva”.

Pero, como concluye Carlos Ibarguren, aunque la legislatura, por unanimidad, le concede una importante pensión, esta nunca se efectiviza. La revolución de Lavalle contra Dorrego y su fusilamiento sume al país en años conflictivos y trágicos, los cuales deterioran el orden estatal que debía cumplir la reparación político-administrativa. Escribe entonces: “La “madre de la patria”, la capitana del Ejército de Belgrano, siguió pidiendo limosna y, heroína desconocida, murió como había vivido, en la indigencia y en el olvido.

Después de un siglo de su muerte –anota en 1932- debemos sacar su memoria de la oscuridad y grabar su nombre ignorado hasta hoy, en una escuela, en una calle o en un monumento que simbolice la pasión patriótica, el altruismo y el valor de las mujeres que contribuyeron a darnos patria.”

Tampoco Ibarguren tuvo éxito en los años posteriores, y aún hoy en Internet y en Wikipedia se la presenta como una heroína olvidada. La historiografía oficial dominada por el paternalismo histórico insiste en ignorar esta cuestión de lo femenino, unitivo y vinculante profundo, en la religiosidad popular que anima el tiempo histórico argentino y latinoamericano.

Belgrano fue, a mi juicio, el prócer que con intuición llamativa, reconoció esta presencia de lo femenino, de lo materno, como potencia proyectiva y constructora de futuros. Por ello, es posible que, en nuestra bandera, ya ella misma femenina, se encuentren, a la vez, los colores del cielo, paterno en su esencia, con los colores del manto de la virgen, cuya presencia desde Guadalupe a Luján contienen gran parte del secreto de la unidad latinoamericana.
 
TELAM
 
 

Reply  Message 8 of 8 on the subject 
From: Quico º Sent: 25/07/2013 22:00

Ella no ocurre tanto en lo paterno sino preferentemente en lo materno. Lo unitivo y vinculante secreto de lo femenino es un aspecto que nuestra historiografía oficial ha ignorado o valorado poco.

José Martí “el futuro se aclara cuando emprende la liberación de aquellos a los que se les ha arrebatado el pasado y cuyo presente se encuentra alienado por ello.”

Pero, como concluye Carlos Ibarguren, aunque la legislatura, por unanimidad, le concede una importante pensión, esta nunca se efectiviza. La revolución de Lavalle contra Dorrego y su fusilamiento sume al país en años conflictivos y trágicos, los cuales deterioran el orden estatal que debía cumplir la reparación político-administrativa. Escribe entonces: “La “madre de la patria”, la capitana del Ejército de Belgrano, siguió pidiendo limosna y, heroína desconocida, murió como había vivido, en la indigencia y en el olvido.

Después de un siglo de su muerte –anota en 1932- debemos sacar su memoria de la oscuridad y grabar su nombre ignorado hasta hoy, en una escuela, en una calle o en un monumento que simbolice la pasión patriótica, el altruismo y el valor de las mujeres que contribuyeron a darnos patria.”




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