He sido creado para el éxito, porque Dios me ha dado un espíritu de poder, amor y autodisciplina. Cada objetivo que me fijo me ofrece plenas oportunidades para crecer y aprender. Si cometo un error, ajusto mi rumbo. Reconozco que los retos son parte integral del viaje.
Progreso según los supero. Aprendo a medida que hago uso de la sabiduría, la imaginación, la fe y la fortaleza sagradas. Para darme ánimo, recuerdo mis logros pasados y los de los demás. El triunfo suscita gozo y un sentimiento de satisfacción en mí. Reconozco y celebro mis éxitos, grandes y pequeños. Doy gracias por la ayuda divina que he recibido a lo largo del camino.
Gracias a tu ayuda, es grande su poder; le has dado honor y dignidad. Lo has bendecido para siempre; con tu presencia lo llenas de alegría.—Salmo 21:5-6