Actualización: Winnie Mandela en el acto de presentación de su libro el día 9 de agosto.
Nomzamo Winifred Zanyiwe Madikizela, conocida como Winnie Mandela, la carismática ex mujer de Nelson Mandela, sigue manteniendo a sus 76 años una gran popularidad entre la población negra, que la venera como “madre de la patria” y le reconoce décadas de sufrimiento y lucha en contra del apartheid.
Nunca fue sólo "la mujer de". Siempre controvertida, durante los 27 años que su marido estuvo preso, ella se mantuvo activa en la clandestinidad y tuvo que pasar penurias, como perder los trabajos con los que mantenía a sus dos hijas pequeñas, torturas, destierro a centenares de kilómetros de su casa, arresto domiciliario o reclusión incluso sin juicio. Y todo sola porque, en muchas ocasiones, intentó esconder la verdad a su marido. Mandela relata que estos sufrimientos de su mujer en el exterior le mortificaban en su celda. Pero Winnie plantó cara al régimen, saltándose las prohibiciones y desafiando las órdenes de no moverse de su casa o de presentarse en la comisaría.
Su libro 491 Days: Prisoner Number 1323/69 (Pam MacMillan) se publicará coincidiendo con la celebración del Día de la Mujer en Sudáfrica, el 9 de agosto.
El periodo más largo que pasó presa fue entre mayo de 1969 y septiembre de 1970. Nelson Mandela cumplía cadena perpetua en Robben Island cuando, aplicándole la Ley Terrorista, la policía la detuvo en su casa de Soweto, en presencia de las dos hijas, y la confinó en solitario en la prisión de Pretoria. En total, 491 días que ahora sirven para el título de un libro que recupera el diario secreto que escribió durante su cautiverio, así como algunas cartas que se cruzó con su entonces marido y las autoridades penitenciarias. 491 Days: Prisoner Number 1323/69 (Pam MacMillan) se publica coincidiendo con la celebración del Día de la Mujer en Sudáfrica, mañana 9 de agosto.
Winnie siempre pensó que el documento se había perdido pero, cuatro décadas más tarde, la viuda de su abogado en aquella época encontró los escritos entre las pertenencias del letrado y se los devolvió. Al recuperar esos folios enseguida pensó en que su publicación daría visibilidad a la lucha de las mujeres en contra del apartheid y serviría de vacuna para que el país “nunca degenere” a los niveles de terror de aquellas oscuras décadas. Así, se lo comentó a Swati Dlamini, una de sus nietas, que no lo dudó y ahora es una de las coeditoras de la obra. Durante un año han estado poniendo orden porque en la mayoría de los casos las hojas no estaban fechadas.
En el libro describe su rutina de andar "kilómetros y kilómetros" por su celda de apenas 1,4x4,5 metros, en un intento "desesperado de matar el tiempo" y no perder la noción de en qué día estaba. Los carceleros le permitían salir al patio sólo 10 minutos dos veces por semana y cada día revisaban si había recogido "la cama", que en realidad consistía en "cuatro mantas" con las que protegerse del "frío suelo". Winnie ya avanza en su diario que la Historia decidirá si el régimen racista o sus luchadores son los que tienen la razón, asegurando que los dos "equipos" están determinados "a ganar a cualquier precio". Nelson Mandela también empezó en la cárcel a escribir un diario que décadas más tarde se convertiría en sus memorias, con el título El largo camino a la libertad. Y como Winnie, también lo sacó de la cárcel sin que lo advertieran los funcionarios, a través de su letrado que lo conservó sin que nadie lo supiera.
A pesar de la dureza de la estancia, la entonces joven esposa escribe a su marido que comer o dormir como seguramente lo estaba haciendo él en una prisión a 1.200 kilómetros les acercaba y a ella esto le permitía un "acercamiento psicológico". Las instituciones penitenciarias censuraban y controlaban las cartas de ambos, así que en muchos casos estas letras nunca llegaron a sus destinatarios o simplemente se perdieron o se destruyeron con el paso del tiempo. Mandela terminaba sus misivas con un "buena suerte, mi amor. Un millón de besos y toneladas y toneladas de amor".
En el epílogo, Winnie advierte de que dos décadas después de alcanzar la democracia de la mano de su marido, Sudáfrica está en riesgo de caer de nuevo en el pozo del apartheid. “Esto me espanta”, escribe para después añadir que al principio no quería releer sus propias anotaciones porque su etapa de activismo clandestino afectó seriamente a sus hijas, hasta el punto de que “casi mueren”.Cuando fue liberada tras los 16 meses recluida sin juicio alguno, Winnie se encontró a las menores (de 10 y 11 años) “hambrientas y con llagas” y con la orden de vivir en una zona rural alejada de Johannesburgo. Esta es la Winnie más desconocida, preocupada porque la ausencia de figura paterna no condujera a las niñas a la delincuencia. De hecho, en el epílogo, su amigo Ahmed Kathrada define a esta luchadora como una "virtual madre soltera", ya que sus dos niñas sólo vieron a su progenitor "ocasionalmente" cuando se les permitía visitarlo en la prisión.
No obstante, ni esto ni el dolor de la cárcel hicieron claudicar a Winnie.“Nunca me he arrodillado”, asegura esta mujer, que desde hace unos meses ha vuelto a las primeras páginas de los diarios, ya sea porque se la ha visto visitar a su ex marido en el hospital de Pretoria acompañando a hijas y nietos o porque la Fiscalía sudafricana delibera si la acusa por la desaparición y asesinato de dos jóvenes negros durante el apartheid.
La figura de Winnie se aleja así de la imagen inmaculada de la que goza el viejo ex presidente sudafricano. Fue condenada por el secuestro de un niño de 14 años y por fraude. Sin embargo, hoy vuelve a tener la sombra de la sospecha, aunque su ex marido siempre la ha defendido y ha atribuido estas acusaciones a ataques a una gran activista. A principios de 2013, se encontraron en un cementerio de Soweto dos cadáveres que fueron identificados como Sibuniso Tshabalala y Lolo Sono, dos activistas antiapartheid de 19 y 21 años desaparecidos en noviembre de 1989. Las familias de los chicos siempre señalaron a Winnie y a su Mandela Football Club, una especie de guerrilla especializada en reclutar a jóvenes negros aprovechando torneos deportivos, en luchar contra el régimen racista y castigar a los chivatos.
Precisamente, Tshabalala y Sono habían sido señalados como espías y, supuestamente, los guardaespaldas de Mandela se los llevaron de sus casas y nunca más se supo de ellos. Hasta ahora.
En 1997, Winnie y los padres de los jóvenes declararon ante la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, presidida por el Arzobispo Desmond Tutu, para investigar los crímenes en los dos bandos. Winnie Mandela aseguró que nada tenía que ver con las desapariciones y rechazó cualquier medida de clemencia. Sin embargo, la comisión dictaminó que la activista tenía que “aceptar la responsabilidad de la desaparición” de los jóvenes pero la advertencia no pasó de ahí y Winnie salió indemne. Poco después, en 2001, su suerte cambió y fue condenada por el secuestro de Stompie Moektesi, un niño de Soweto de 14 años acusado también de colaboracionista con Pretoria, y asesinado a cuchilladas por un guardaspaldas de Winnie. La justicia permutó los seis años de cárcel por una multa y esto le permitió ser elegida diputada al Parlamento. De hecho, Winnie es entre la base negra un auténtico ídolo por sus posturas radicales, que le han llevado a enfrentarse con la cúpula del partido gubernamental, ANC en sus siglas en inglés. “Winnie es nuestro ídolo y Mandela es más un icono para el extranjero”, dice Kef Mokoena, militante de ANC y, como la ex primera dama, con domicilio en Soweto.
Su relato carcelario no es el primer libro de Winnie, quien se estrenó en 1985 con Part of my soul went with him (Una part de mi alma se fue con él) en donde cuenta cómo le fue la vida durante los 27 años en que Nelson estuvo encerrado. Aunque la mujer siempre apoyó al Mandela preso, su matrimonio hizo aguas al poco de que el icono de la paz saliera de la prisión, el 11 de febrero de 1990. La pareja viajó por Estados Unidos y Europa e intentó reanudar la vida familiar en el gueto de Soweto pero ya nunca volvió a ser lo mismo. Mandela fue investido sin la presencia de su mujer, que ya estaba inculpada por incitar a la violencia, pero públicamente jamás le ha recriminado sus acciones. La pareja sigue manteniendo una relación cordial, incluso después de que en su 80 cumpleaños Mandela contrajera nupcias con la mozambiqueña Graça Machel, a la que Winnie trató de despreciar llamándola "concubina".