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General: Antonia Muñoz / Opinión sobre el gobierno de calle
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 10/08/2013 08:35

 

Creemos fervientemente en el gobierno de calle, creemos y practicamos cotidianamente el contacto con la gente, porque tiene la bondad de relacionar a los ciudadanos directamente con sus gobernantes, donde los primeros no son sólo público espectador o receptor de informaciones o recomendaciones; sino interlocutores. Me gusta el gobierno de calle porque permite una comunicación bidireccional, una comunicación activa, una comunicación verdadera. El gobierno de calle es una insustituible oportunidad para conocer directamente de boca de los actores y de los sufrientes, lo que está ocurriendo fuera de las oficinas gubernamentales, y fuera de los informes que pueden elaborar quienes dirigen los gobiernos a nivel de las diferentes instancias. En este sentido, no olvidar la sabiduría popular: el papel aguanta todo lo que le pongan. Lamentablemente, aunque duela reconocerlo, hay funcionarios- que no servidores públicos- aficionados a la antiética práctica de maquillar cifras y disfrazar situaciones, con la equivocada idea de quedar bien. Digo equivocada, porque la mentira tiene patas cortas; por lo tanto, por más que corra, la verdad siempre la alcanza. En este sentido, es inexcusable que una o un revolucionario olvide lo que nos dejara como legado nuestro Libertador: “La verdad pura y limpia es el mejor modo de persuadir” (Carta al Gral. Urdaneta, 03 de agosto de 1829).

El gobierno de calle es una excelente oportunidad para en un día hacer una Contraloría Colectiva de un determinado sector del gobierno, donde a su vez, los gobernantes pueden dar lecciones prácticas de ser buenos oyentes, buenos hablantes, y además, de practicar la autocrítica; y lo que es mejor, los gobernantes pueden demostrarse a sí mismos y a quienes los observan y evalúan, que son capaces de oír las críticas de acuerdo al modo que nos recomendó el Libertador Simón Bolívar: “… El que gobierna una gran familia, tiene que pasar por todo, sea agradable o no. Ud. no debe incomodarse porque le digan el dictamen de los otros; a mí me lo dicen todos los días y no me incomodo, porque el que manda, debe oír aunque sean las más duras verdades, y , después de oídas, debe aprovecharse de ellas para corregir los males que producen los errores. Todos los moralistas y filósofos aconsejan a los príncipes que consulten a sus vasallos prudentes y que sigan sus consejos; con cuanta más razón no será indispensable hacerlo en un gobierno democrático, en que la voluntad del pueblo coloca sus jefes a la cabeza, para que le hagan el mayor bien posible y no le hagan el menor mal… ” (Carta al Gral. José Antonio Páez el 19 de abril de 1820”).

Las anteriores recomendaciones para el gobierno de calle, tal cual como se sugieren en esta reflexión, no puede ponerlas en práctica un Presidente de la República, porque si el primer mandatario de un país tuviera que dialogar al menos semestralmente con cada sector que hace vida en el país, sin apuros, durante un día de trabajo, tendría que consumir todo su valioso tiempo, escuchando y dando respuestas. Sin embargo, en nuestra opinión, esto si lo pueden hacer perfectamente los Ministros y sus Viceministros a nivel de cada entidad Federal.

En conclusión, lo que se está sugiriendo es que los Ministros dispongan de unos 48 días al año para sentarse, semestralmente, con las y los voceros que designen los grupos o comunidades de cada área de trabajo en cada una de las entidades federales del país. Para que cada asamblea sea productiva deben colocarse reglas muy claras y de obligatorio cumplimiento. Aquí proponemos algunas: 1. Que cada sector de cada ministerio en cuestión, haga reuniones estadales previas para discutir los temas que deseen plantear por escrito al alto funcionario, y a la vez se designe la o el vocero que asistirá a la asamblea por cada comunidad o colectivo, quien además de entregar el planteamiento, tendrá un derecho de palabra de unos 2- 3 minutos, no para dar un discurso y plantear asuntos personales; sino para expresar brevemente lo fundamental de la situación en cuestión.

La segunda regla, es que las o los voceros en dicha asamblea deben ser seleccionados por las comunidades o grupos organizados, y nunca por las o los funcionarios que dirigen las diferentes instancias de los gobiernos, incluidos los comunales. Una de las maneras que tienen algunos de coartar el derecho de los ciudadanos a decir la verdad, es descalificar a ciertos ciudadanos, colocándole el mote de conflictivos, tira piedra, quinta columna y hasta escuálidos. Aquí es oportuno recordar palabras del líder del pueblo uruguayo, José Gervasio Artigas: “Con la verdad ni ofendo ni temo”. Sin embargo, decir la verdad no es sinónimo de ofender, insultar o calumniar. Por lo tanto, la tercera regla de oro para que las asambleas se realicen de forma civilizada, es la observancia del respeto que nos debemos entre nosotros y con los otros. Deben quedar proscritas las descalificaciones y las ofensas. Si algo debe distinguir a una o un revolucionario es su apego a la verdad, su disposición a conocer la verdad de los hechos y no basar sus planteamientos en rumores, suposiciones o en “me dijeron”.

En este sentido, y con base a los planteamientos anteriores, honremos a nuestro amado Comandante Chávez, trabajando con dedicación y convicción para a mediano y largo plazo lograr la consecución del OBJETIVO NACIONAL 2.4. Convocar y promover una orientación ética, moral y espiritual de la sociedad, basada en los valores liberadores del socialismo. Si gobernamos con amor y por amor; si gobernamos con respeto entre nosotros y con los otros; si gobernamos para todos; si gobernamos con tolerancia, que no es sinónimo de permisividad, reformismo o de claudicar principios; si gobernamos reconociendo los méritos a los otros; si gobernamos con la humildad de quien gobierna obedeciendo al pueblo; si gobernamos con justicia y honestidad…Nosotros seguiremos venciendo y honraremos por siempre la memoria de nuestro amado Comandante.

San Juan de los Morros 31 de julio de 2013



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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 10/08/2013 08:39

 

A veces tenemos la convicción que a los seres humanos nos gusta hacer difícil lo que pudiera ser relativamente fácil. En este sentido, considero que en muchas circunstancias las procesos podrían resultar más expeditos, si se establecieran claramente las reglas de juego; y lo que es más importante éstas se cumplieran y se aplicaran a todos por igual. Esto lo decimos a propósito de la necesidad de normar las relaciones entre los seres humanos, como condición indispensable para que funcionen las instituciones donde aquellos interactúan. Esto es verdad si la institución a considerar es la familia, la escuela, la iglesia, los clubes de cualquier naturaleza, los sitios de trabajo, los partidos políticos, y finalmente, la sociedad en general. Por supuesto que estamos claros que las relaciones entre los humanos son complejas, porque cada quien es un ser único e irrepetible. No en vano el refranero popular establece que: CADA CABEZA ES UN MUNDO Y QUIEN LO ENTIENDE ES UN LOCO. No tienen los mismos gustos e intereses, ni siquiera los hermanos que son hijos de los mismos padres, criados bajo el mismo techo y que reciben los mismos cuidados y afectos. Los hermanos morochos nunca son iguales ni física ni espiritualmente. Ni siquiera las y los gemelos tienen el mismo carácter, gustos, intereses o habilidades.

Mi abuela materna, quien nos enseñó tanto, a partir de su correcta conducta y de su trato de hermandad con nuestros vecinos; cuando se refería a una familia donde cada quien hacía lo que le daba su real gana, solía decirnos: EL PROBLEMA ES QUE EN ESA CASA NADIE TRANCA LA PUERTA. Lo que quería significar nuestra abuela analfabeta, es que en esa casa no había reglas para normar el comportamiento de sus miembros o éstos no las respetaban. Para no hacer esta introducción tan larga, paso al grano y le expreso a quienes me honran con la lectura de esta reflexión, que la convivencia en cada familia, escuela o partido político, sería más amigable y más productiva para el país, si se establecieran reglas claras y las mismas se cumplieran. En esta oportunidad, quiero referirme al desasosiego y a la incertidumbre que se arma cada vez que se van a escoger las y los mejores candidatos para los puestos de cada contienda.

Cuando se trata de candidatas o candidatos en función de gobierno, es sumamente fácil decidir si alguien debe seguir gobernando un país, un estado o un municipio, por referirme sólo al poder Ejecutivo, pero lo expresado es aplicable a cualquier cargo de elección popular. La regla está establecida claramente en el Artículo 72 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV): TODOS LOS CARGOS Y MAGISTRATURAS DE ELECCIÓN POPULAR SON REVOCABLES… Sin embargo, no se trata de que esto se convierta en un arma de chantaje, como suelen hacerlo algunas y algunos politiqueros de esos que abundan en la fauna política, unos por falta de formación política revolucionaria y otros por exceso de intereses personales y mala intención contra revolucionaria.

Si hacemos un esfuerzo por ser medianamente objetivos y justos, además de hacer unesfuerzo por entender el espíritu de la Ley, se puede evaluar cada año a cualquier servidor público electo por voluntad popular. Si además permitimos que la población haga la Contraloría Social, sin coacción indebida y sin etiquetar de conflictivo, V columna, brinca talanquera o escuálido, a todo aquel que se atreva a llamar a lo bueno, bueno y a lo malo, malo; entonces tendremos en los cargos de elección popular a las y los mejores, en términos de gobernar con el pueblo y para el pueblo, que es sinónimo de gobernar obedeciendo. Lo anterior involucra dos valores socialistas indispensables para gobernar de acuerdo a lo que establece La CRBV, el LIBRO ROJO y los Planes Socialistas de la Nación: pulcritud administrativa y eficiencia. Aquí no puede aceptarse aquello de: él roba, pero hace”.

Para quienes no han gobernado nunca o no han ejercido un cargo a través del cual pueda ser evaluado como gerente público, se le debe evaluar de acuerdo a su trayectoria personal y pública. Por supuesto, no puede faltar la evaluación política que se le haga a cada aspirante a la luz de los Principios Fundamentales y Generales; así como a la luz de los Estatutos del Libro Rojo o de los principios establecidos en cualquiera de los partidos que apoyan la revolución. Insistimos que la honestidad y la eficiencia no pueden faltar como atributos que adornen a quienes aspiren a gobernar en nombre de la Revolución Bolivariana. Sería mortal para la Revolución, si el pueblo venezolano llegara a percibir que: hacerlo bien o hacerlo mal, da lo mismo. No hay nada que desencante, desmotive e inmovilice más que la injusticia. No hay nada que En política, como en cualquier desempeño humano hace mucho daño a la organización, como el desconocimiento de los méritos de la militancia.

En relación a lo anterior, nunca está de más recordar las lecciones que nos dejó Bolívar: “Es muy importante premiar a tiempo… “El premio del mérito es el acto más augusto del ser humano. La ingratitud, es el crimen más grande que pueden los hombres atreverse a cometer… “Los hombres de luces y honrados son los que debieran fijar la opinión pública. El talento sin probidad es un azote. Los intrigantes corrompen los pueblos, desprestigiando la autoridad… “La impunidad de los delitos hace que estos se repitan con más frecuencia, y al fin llega el caso que el castigo no basta para reprimirlos… “La clemencia con los criminales es un ataque a la virtud… “Tengamos una conciencia recta y dejemos al tiempo hacer prodigios…”. Si seguimos las enseñanzas de Bolívar y de Chávez… Nosotros venceremos por siempre.



 
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