LA HABANA, Cuba, agosto, www.cubanet.org -Poco a poco, el cólera ha ido ganando terreno a lo largo y ancho de la Isla. Si trágica es la sucesión de casos que incluyen decenas de muertos, también lo es el ocultamiento de la prensa oficial frente a lo que se supone sea una epidemia grave.
Los mensajes que invitan a hervir el agua y lavar bien los alimentos, para evitar el contagio, chocan con las tradicionales carencias que enfrentamos.
El racionamiento del combustible para la cocina, y el limitado acceso al agua, la que es preciso almacenar en la mayor cantidad posible, son problemas de vieja data que se ahora se vuelven dramáticos. Ambas carencias contribuyen a la proliferación de virus, bacterias y parásitos, sin que existan los recursos ni las estrategias para satisfacer necesidades de miles de familias, localizadas en las franjas más angustiantes de la miseria.
Muchas de las enfermedades que vienen azotando con fuerza a los cubanos, están asociadas a la caída en picada de los parámetros higiénicos, a nivel nacional, con muy pocas excepciones.
Es el fruto de las fracasadas políticas estatales, respecto a los servicios sociales de primer orden, tales como el suministro estable de gas y agua, la imposibilidad de garantizar la limpieza de calles y locales abandonados y, por otro lado, la actitud de la gran parte de la población, que practica una especie de código de la selva, donde es normal el lanzamiento de basura (y excrementos) desde los balcones a la vía pública, entre otros procedimientos que exponen el masivo quebrantamiento de las reglas de civilidad.
Lo sucedido recientemente en el restaurante La Roca, ubicado en el capitalino municipio Plaza, con la infestación de varios comensales por causa de una deficiente supervisión y manipulación de los alimentos, describe la continuidad del ambiente ideal para el auge de este tipo de incidencias. Y no se trata de una excepción. En un número significativo de cafeterías del Estado no se cumplen normas de higiene.
En un vaso con zumo de caña o vaso de refresco, dentro de un pan con croqueta, o entre una suculenta ración de mariscos, como les sucedió a los clientes de La Roca, podrían estar los gérmenes que conducen al hospital o al cementerio. No hay manera de tener la certeza de que aquello que se bebe o se come está exento de microorganismos patógenos.
En Cuba no existe la infraestructura idónea para que haya una gastronomía de calidad. Los centros que han logrado superar el entorno de mediocridad e indolencia, son únicamente algunos de los que comercializan en pesos convertibles. Y aun en tales sitios las apariencias pueden ser engañosas.
Por el momento, el dengue parece llevarle cierta ventaja al cólera, pese a que los casos detectados con esta última patología continúan en aumento. También habría que citar la aparición de personas aquejadas con malaria y otras infecciones que se desarrollan a partir del declive en todos los servicios de Salud Pública, y en el retroceso, no menos crítico, de la decencia y las buenas costumbres.
Recuperar el terreno perdido a golpe de decretos y aburridos spots publicitarios, es otra de las formas en que el régimen prefiere perder el tiempo. Pero la higiene y el respeto mutuo no volverán fácilmente al redil de una sociedad en quiebra. Eso queda pendiente para el futuro, tal vez no tan cercano como algunos sueñan.