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De: carlos305  (Mensaje original) Enviado: 24/08/2013 14:04

¿NO HAY VOCES POR LOS NIÑOS POBRES DE CUBA?

[18-05-2008]
Los niños pobres cubanos no cuentan hasta el momento con un magnate, ni organización, asociación, o corporación fundada por cubanos que quiera trabajar como ALAS para aglutinar intelectuales y personalidades del espectáculo y ofrecer un macroconcierto para su beneficio. Al menos voces que les canten nos sobran.

Según informó la Fundación América Latina en Acción (ALAS), se llevará a efecto el 17 de mayo un macroconcierto simultáneo en México y Buenos Aires con grandes personalidades del espectáculo, a beneficio de la organización para luchar contra la pobreza infantil. Noté que de 81 activistas solo había una cubana, la excelente cantante, compositora y pianista Lena.

Y en la junta de directores, compuesta por 18 personalidades, mucho menos encontré compatriotas. Eso da a entender que a los nuestros no les importan los pobres -que no lo creo- o no quisieron estar en una organización donde se olvidaron de la pobreza de los niños de nuestro país -lo más probable- o no quisieron invitar a personalidades cubanas -lo más seguro.

 Me hace pensar que por estar esa organización dirigida por personas en su mayoría simpatizantes de la extrema izquierda, para ellos lo que se hace en países socialistas está muy bien, aunque sea explotar a los niños y mal nutrirlos, o que desconocen todavía después de casi cinco décadas la realidad que se ha vivido en la mayor de la Antillas, lo que raya en la ignorancia, y eso que son “intelectuales” muchos de ellos.
 
Suponiendo esto último y creyendo en su buena fe, esa gente a pesar de tantos años en lo mismo no saben que toda la población cubana desde 1959 es víctima de la violación de sus derechos humanos. Desde que yo era niña, que ha llovido bastante, porque hoy en el 2008 soy una abuela blanca en canas, ya a los niños de mi país nos acabaron con las ilusiones de un Día de Reyes, igualmente el sueño de todo adolescente de poder viajar al exterior a unas vacaciones o visitar un familiar, además de que se nos obligaba y se obliga a pagar nuestros estudios con trabajo forzado en la agricultura, y después de graduados hay que servir donde y cuando el gobierno disponga, por siempre.

Ellos no saben que nos impusieron una libreta de racionamiento miserable y la carencia de alimentos básicos ha causado deficiencias graves en el crecimiento y enfermedades serias. Basta observar algunas fotos de nuestra capital que es la que mejor está de todo el país, para ver la mayoría de los niños desnutridos a simple vista, semidesnudos, jugando (sin juguetes) en lugares inhóspitos, llenos de peligros bajo edificaciones a punto de derrumbarse, o entre los escombros y basuras acumuladas, con aguas albañales estancadas, junto a roedores y alimañas que producen la falta de higiene que el gobierno mantiene, mientras desarrollan armamentos y propaganda para exportar.

Niños que se les prohibe acercarse a los turistas a pedir golosinas, visitar instalaciones turísticas, pequeños que no pueden escoger tomar leche ni comer carne de res, porque la primera se nos quitó desde hace décadas y sólo toca a un litro diario a los menores de 7 años y la segunda, cuesta a quien sorprendan comprándola o vendiéndola en el mercado negro, 25 años de prisión, que son más años que los que condenan por violar o robar.

Los de ALAS no se enteraron del llamado que hizo desde Isla de Pinos el 3 de enero de 2003 la Asociación Cubana SOS por Nuestros Hijos, presidida por Lázaro Ricardo Pérez García, a las organizaciones humanitarias internacionales, a las del exilio cubano y toda persona de buena voluntad para que le presten ayuda en medicamentos argumentando que “los reportes recibidos desde todas las provincias del país indican que las enfermedades imperantes en niños y jóvenes son la desnutrición, padecimientos respiratorios de origen alérgico y parasitismo”. Y ellos no son los únicos ni los primeros en denunciar esta tragedia.

Es que los simpatizantes del régimen dictatorial no consideran a Cuba en extrema pobreza, basándose en las estadísticas que ofrece el gobierno que controla todos sus medios de comunicaciones. Ellos miden la pobreza del cubano bajo parámetros ficticios como la “maravilla de la educación” (en un país que eliminaron la libre expresión y disminuyeron notablemente las decenas de periódicos diarios y revistas semanales independientes, donde no se permite el acceso a la internet para recibir la información libre de todas partes, y se prohibe la publicación de ciertos libros didácticos o autores marcados, que ampliaría la visión de sus estudiantes, sin contar a los alumnos mal nutridos que pretenden convertir en máquinas); la “bonanza de la salud pública” (sin mirar la falta de higiene general como verdadera medicina preventiva y la escasez de medicamentos básicos o medicinas vencidas u obsoletas, más la proliferación de negligencias médicas por no contar con suficiente personal capacitado, ni las nuevas técnicas al alcance de la población, todo al revés de lo que se brinda al extranjero); la “seguridad social” (no sé a que llaman esto, porque nada está seguro y es mucho peor a lo anterior); y dicen ridículamente que “la luz eléctrica y el agua potable como servicios que están al alcance de cualquier ciudadano cubano, incluso los más desfavorecidos económicamente” (por algo se han hecho famosos los “apagones” hasta con canciones por la perenne escasez además de que eran logros que ya tenía Cuba ganado desde mucho antes de 1959 y que se han convertido en una pesadilla faltante con la represión totalitarista).

Es preciso que estos simpatizantes sepan que estar obligados a ir a la escuela en Cuba y no les sea permitido vagar pidiendo limosnas por las calles, no quiere decir que sean educados, o estén instruidos, o que no pasen necesidades nutricionales. Preguntémosle a los que pasamos la niñez bajo ese socialismo cuántos vieron ofertadas en los mercados nuestras frutas típicas del país, o cuántos han degustado nuestros productos típicos del mar vendidos por el gobierno a la población, que antes de 1959 se vendían sin limitaciones, en abundancia y en moneda nacional, que nada tiene que ver su desaparición con el llamado por ellos “bloqueo asesino”.
 
Al menos los niños de esas naciones que les están cantando a su pobreza no son obligados a permanecer en su país por el capricho de un mal gobernante que se cree su dueño, ni son separados de sus progenitores porque estos piensen diferente a lo orientado por el gobierno, ni mucho menos se les niegue el permiso a reunirse con su padre o madre en el exterior cuando éste ha corrido con todos los gastos y trámites para que viaje conjuntamente o vaya a su encuentro. Estos niños cubanos necesitan solidaridad, igualmente los que injustamente tienen a su padre en prisión por simplemente no estar de acuerdo con esos abusos, que son marginados mucho más que los otros.

Lo más triste es esa indiferencia de tantas personalidades que no se han percatado de que Cuba continúa entre los peores países del mundo en todo sentido, algo que muy bien pueden afirmar los millones de turistas atraídos por el comercio sexual, que son famosos los niños y niñas hasta menores de 12 años que se han prostituido por necesidad y obligatoriedad, conducidos por trabajadores gubernamentales a los hoteles (todos del gobierno) vigilados por sus policías, y jamás la alta jefatura ha hecho el más mínimo esfuerzo para eliminar este tipo de explotación con los infantes.
 
La pobreza no tiene categorías y es horrible para todos los niños, aunque vivan en Estados Unidos que también los hay muy pobres. Es casi lo mismo que escribió en el mes de enero del 2003 Diosmel Rodríguez, que “el problema no es competir en calamidad. Los niños y los pobres son objeto de preocupación social donde quiera que se encuentren, la diferencia existe, en que en casi todo el mundo son reconocidos como tal, los medios de difusión no tienen ninguna restricción para reportarlos y divulgar su imagen a nivel mundial.

Esto no quiere decir que es la solución del problema, pero reconocerla ya es parte de la solución. Lo triste del caso cubano es que los pobres, más que pobres, los indigentes tienen que fingir felicidad. Cuando son entrevistados o c

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