El primero de agosto de 1953 --hace 60 años-- el dictador Trujillo nombró a
Balaguer ministro de Relaciones Exteriores, la posición más relevante en el
gabinete de una sociedad primitiva que comenzaba a buscar proyección en el
ámbito internacional.
Al juramentarlo en el cargo, el dictador le ordenó a su flamante ministro que
se mudara inmediatamente de la humilde habitación del hotel Presidente donde
vivía, bajo el argumento de que un canciller de su gobierno no podía dar
semejante imagen de pobreza.
Es así como Balaguer por primera vez se vio obligado a ocupar una “suntuosa
residencia” de Gazcue, el sector más exclusivo de “Ciudad Trujillo”, ubicada en
la calle Doctor Báez número 10, muy próximo al Palacio Nacional que estaba
todavía en construcción.
La residencia era propiedad de un amigo del tirano, Ramón Saviñón Lluberes,
conocido como “Mon Saviñón”, creador y primer administrador de la Lotería
Nacional Dominicana, “la amiga del pobre y del rico”.
El arrendamiento de la lujosa residencia fue por dos años y la pagó el propio
Trujillo por adelantado.
Balaguer se alegró mucho, “no porque el Jefe lo mudara dentro de un oropel
que no quería, sino porque aseguraba el puesto -- creía él-- por un período de
dos añosö”, decía de forma pícara su amigo Font Bernard.
Nunca se sintió a gusto...
Aunque por primera vez pudo acoger en su
casa a su madre doña Celia y a tres de sus hermanas, Balaguer nunca se sintió a
gusto en aquel caserón lujoso.
Al vencerse el plazo del arrendamiento, Trujillo llamó a su canciller para
informarle que lo estaba nombrando ministro de Educaciónö
Pero le dio otra “ingrata sorpresaö”. Le regaló una nueva casa.
El dictador le entregó la llave de la Máximo Gómez número 25, próxima a otras
dos residencias también adquiridas por Trujillo, una de las cuales, las más
amplia y lujosa, se la donó a la iglesia Católica para la instalación de la
Nunciatura Apostólica.
La nueva residencia de Balaguer costó 52 mil pesos, una fortuna en la época.
Le pidió al dictador que ordenara le descontasen en sumas parciales ese monto de
su sueldo, pero el dictador ni siquiera lo dejó terminar.
Balaguer no concebía ese tipo de obsequio, aún consciente de que era esa la
norma del dictador con aquellos funcionarios y colaboradores más leales de su
régimen.
La diferencia es que Trujillo estaba acostumbrado a que sus funcionarios le
pidieran ese tipo de favorö Pero Balaguer jamás le pidió nada. Tal vez por eso
siempre lo trató con distinción y respeto.
Una doble personalidad
En su libro Memorias de un Cortesanoö,
Balaguer se refiere a la doble personalidad de Trujillo, negreado y discriminado
por una aristocracia que nunca le dio cabida en los años previos a su llegada al
poder.
En cambio, asumió hábitos y costumbres de una clase social a la que no
pertenecía, imponiendo un protocolo y un estilo de vestir inadecuado.
Por eso no le aceptó que siguiera viviendo con humildad una vez lo designó
ministro de su gobierno.
Balaguer, contrario a Trujillo, murió como siempre quiso vivir: sin ninguna
ostentación de riqueza, en el patio de la casa que le regaló su
jefe...