LA HABANA, Cuba, octubre, www.cubanet.org –Si, por medio de las miles de detenciones y condenas a prisión que se ejecutaron durante la Operación Coraza, el régimen de La Habana no pudo acabar con el tráfico y consumo de estupefacientes, es obvio pensar que el asunto, para decirlo en términos beisboleros, pica y se extiende.
Del 2003 a la fecha se observa un rebrote del problema. O sea, que en los poco más de 10 años transcurridos, desde que se procedió a castigar a traficantes y consumidores, incluso violando varias cláusulas de la ley de procedimiento penal , la cantidad de cubanos que fuman marihuana, inhalan polvo de cocaína o ingieren sustancias psicotrópicas, ha ido en aumento.
A raíz de las palabras de José Machado Ventura, el número dos del partido comunista (único), en la clausura del recién celebrado 8vo. Congreso de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), se infiere la preocupación que existe en la cúpula a causa del incremento de la adicción a las drogas.
¿Qué ha pasado con los sistemas de control social, que de acuerdo con la propaganda, funcionan de manera articulada y con un éxito irrecusable?
¿Cuándo procederán a publicar las estadísticas sobre temas que podrían generar una gran crisis a nivel nacional?
Respecto a la primera interrogante, es obvio que los destacamentos de civiles y militares que vigilan las costas para evitar el arribo de paquetes de narcóticos arrojados en mares aledaños no han cumplido con las expectativas.
Tampoco los CDR han estado a la altura de sus responsabilidades. Ambas realidades confirman la generalización del relajo y la creciente apatía.
Sobre este tópico, nada se puede esperar que no sea el aumento de la represión.
Salvo referencias generales y algunos spots televisivos que invitan a no consumir sustancias prohibidas, no habrá información, ni estrategias de prevención sobre este problemas social que ya afecta a decenas de miles de cubanos, fundamentalmente jóvenes.
No creo que los cerebros del Ministerio de Interior estén preparando una segunda oleada represiva similar a la de la primavera de 2003.
La vida ha demostrado la escasa efectividad de la fuerza bruta para disuadir tanto a narcotraficantes como a consumidores habituales.
En Cuba ya existe un mercado de drogas que no cederá su espacio. Hay demanda y no faltarán proveedores en un negocio muy lucrativo.
En estos trajines no solo participa gente del pueblo llano. Músicos, artistas, hijos y parientes de encumbrados personajes de la nomenclatura y deportistas de alto rendimiento figuran entre los cada vez más cubanos que regular u ocasionalmente inhalan “nieve”, se relajan con “maría” o toman píldoras que, mezcladas con alcohol, producen efectos alucinógenos.
La intervención de Machado Ventura en el cónclave cederista, relacionada con el fenómeno de las drogas, evidencia otro fracaso de la revolución que pretendió formar un perfecto “hombre nuevo”.
La capacidad de los CDR para estar pendiente de la vida ajena es ya del pasado. Su eficiencia como instrumento represivo se ha deteriorado considerablemente.
¿Cuántos encarcelarán en lo que resta de año por la venta o el consumo? ¿Cuál es el número actual de presos por tales delitos?
Es difícil saberlo, a no ser por los rumores que circulan por todo el país. Es solo a partir de esos rumores que podemos tener una idea de la magnitud del problema, porque el gobierno –que controla todos los medios- nos niega el derecho a conocer lo que realmente pasa en nuestro país.
La falta de información en que nos sume el ejecutivo nos hace más vulnerables ante los efectos colaterales de este asunto que incentiva la corrupción, la delincuencia y la desestructuración de las familias.
La censura trata de infundirnos una confianza ficticia, una idea de seguridad que no corresponde con la realidad. Hace tiempo que el narcotráfico en Cuba es un grave problema.