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General: LA IMAGEN DEL DIA: Guerrillero Heroico
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Respuesta  Mensaje 1 de 6 en el tema 
De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 08/10/2013 23:14

LA IMAGEN DEL DIA: Guerrillero Heroico

8 octubre 2013  13 Comentarios
Che Guevara

Foto: Ismael Francisco/Cubadebate.

“Si hace falta un paradigma, si hace falta un modelo, si hace falta un ejemplo a imitar para llegar a esos tan elevados objetivos, son imprescindibles hombres como el Che, hombres y mujeres que lo imiten, que sean como él, que piensen como él…”

Fragmento del discurso pronunciado por Fidel Castro en el Acto Central por el XX Aniversario de la Caída en Combate del Comandante Ernesto Che Guevara, efectuado en la ciudad de Pinar del Río el 8 de Octubre de 1987.

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Respuesta  Mensaje 2 de 6 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 08/10/2013 23:23
 

El Che grande, muy grande, enorme

8 octubre 2013 | Haga un comentario

 

El Che Guevara se mantuvo firme hasta el último momento. “¡Póngase sereno y apunte bien! ¡Va a matar a un hombre!”, dijo al tembloroso soldado boliviano, Mario Terán, a quien le dieron la orden de ejecutarlo

 

 

“Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario”, de esta manera se despediría de sus cinco hijos el Comandante Ernesto “Che” Guevara, al partir de su querida Cuba hacia nuevas luchas por la redención de los pueblos.

Altruismo, valentía, solidaridad, internacionalismo, amor a la humanidad y la vida, compañerismo y entrega absoluta por la convicción de que nada vale más que la libertad plena del ser humano, son algunas de las características que describen a este médico argentino-cubano líder de la Revolución Cubana, quien -como dijera Fidel Castro- fuera pionero en el trabajo voluntario como ejemplo moral en la construcción de la mujer y el hombre nuevo, necesarios para avanzar hacia una sociedad socialista donde impere el bien colectivo.

“Su padre ha sido un hombre que actúa como piensa y, seguro, ha sido leal a sus convicciones. Crezcan como buenos revolucionarios. Estudien mucho para poder dominar la técnica que permite dominar la naturaleza. Acuérdense que la revolución es lo importante y que cada uno de nosotros, solo, no vale nada”, escribiría en la breve misiva a sus pequeños hijos e hijas, en una muestra de entrega total a la lucha internacionalista de combatir el imperialismo donde quiera que esté.

Era el año 1965, seis años después del triunfo de la Revolución Cubana, Guevara se despide también del comandante Fidel Castro, y renuncia a sus cargos en la dirección del Partido, de Ministro y del grado de Comandante, para luego arribar hacia a la República Democrática del Congo y luego a Bolivia, con el fin de apoyar movimientos de liberación nacional.

Un año antes, en su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, Guevara destaca el ímpetu que se levanta en Latinoamérica contra los gobiernos dictatoriales, serviles al imperialismo norteamericano, y condena el asesinato perpetrado por la Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) contra Patrice Lumumba, líder congolés anticolonialista, vislumbrando las causas que lo llevan a apoyar el movimiento insurgente del país africano. Así como .

“Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos. Yo puedo hacer lo que te está negado por tu responsabilidad al frente de Cuba y llegó la hora de separarnos”, escribió el Che en la carta que en octubre de 1965 leyera Fidel en el Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba.

“En los nuevos campos de batalla llevaré la fe que me inculcaste, el espíritu revolucionario de mi pueblo, la sensación de cumplir con el más sagrado de los deberes: luchar contra el imperialismo donde quiera que esté”, sentenciaría el comandante Guevara en la misiva entonada por Fidel como un canto frente a la multitud que lo escuchaba.

Tras no lograr sus objetivos en el Congo, en 1966 el Che se dirige a Bolivia para encabezar una guerrilla en contra de la dictadura militar de René Barrientos.

En esa época el continente suramericano estaba plagado por regímenes autoritarios represivos apoyados por Estados Unidos a cambio de esquilmar las inmensas riquezas de la región, por lo que la lucha armada de diferentes movimientos guerrilleros se generaba como respuesta de los pueblos empobrecidos y vilipendiados.

Sin el apoyo de algunos sectores de la izquierda boliviana, después de ganar varios asaltos al ejército de ese país, pero enfrentando severos problemas logísticos, el líder guerrillero fue herido en combate y detenido por soldados locales el 8 de octubre de 1967, asesorados por los rangers estadounidenses y agentes de la CIA, en la quebrada del Churo y trasladado a la escuela de La Higuera, a 50 kilómetros de Vallegrande, departamento de Santa Cruz, donde sin juicio previo fue asesinado y sepultado en un lugar desconocido, hasta 1997.

“Si queremos un modelo de hombre, un modelo de hombre que no pertenece a este tiempo, un modelo de hombre que pertenece al futuro, ¡de corazón digo que ese modelo sin una sola mancha en su conducta, sin una sola mancha en su actitud, sin una sola mancha en su actuación, ese modelo es el Che!”, exaltaría el comandante Fidel Castro, el 18 de octubre de 1967, en una la velada solemne a su memoria en la Plaza de la Revolución de La Habana.

Además de médico, político, escritor y periodista, el Che Guevara fue ejemplo del Hombre Nuevo, necesario para avanzar con paso firme en la construcción de una sociedad socialista, para un mundo mejor. Porque tal como expresara en su escrito El socialismo y el hombre en Cuba: “la revolución se hace a través del hombre, pero el hombre tiene que forjar día a día su espíritu revolucionario”.

UN GIGANTE

En una entrevista a modo de documental titulada “Cuando pienso en el Che”, en 1987, el comandante Fidel Castro, señala la causa por la que el imperialismo desaparece sus restos mortales.

“Los yanquis quisieron desaparecerlo. No obstante, el Che se convirtió en un gran símbolo para el mundo entero. El hombre ejemplar, revolucionario, heroico”, expresa. Y así es, Ernesto Che Guevara se convirtió en un gigante que transcendió a la muerte, como solo los grandes hombres de la humanidad pueden hacerlo.

El Che Guevara se mantuvo firme hasta el último momento. “¡Póngase sereno y apunte bien! ¡Va a matar a un hombre!”, dijo al tembloroso soldado boliviano, Mario Terán, a quien le dieron la orden de ejecutarlo.

Diez años después, Terán confesaría a la revista Paris Match que fue el peor momento de su vida y que dudó como 40 minutos antes de asesinarlo porque lo veía “grande, muy grande. Enorme”.

“Muy grande lo veía, era un gigante. ¡Claro que tenía que verlo grande! aquel enano que no fue sino la mano del imperio tembloroso cumpliendo la orden de ejecutarlo”, expresaría el comandante venezolano Hugo Chávez, al recordar al guerrillero heroico, quien es figura ejemplar de los procesos de cambio que desde hace más de una década vive Latinoamérica.

Texto/AVN

Respuesta  Mensaje 3 de 6 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 08/10/2013 23:41

Hasta Siempre - Comandante Che Guevara - Carlos Puebla ...

www.youtube.com/watch?v=7s2fTVm1gGk
24/06/2008 - Subido por livingethically
(with photos & videos) Original song by Carlos Puebla for My Loving Che Guevara.

Respuesta  Mensaje 4 de 6 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 08/10/2013 23:43

Silvio Rodriguez - America te hablo de Ernesto - YouTube

www.youtube.com/watch?v=YKk9ESjZSNQ
25/11/2007 - Subido por juanguitropa
Cuenta Silvio que en su 1era visita a Chile se encontraba en un estadio lleno de retratos en sus murales de ...

Respuesta  Mensaje 5 de 6 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 08/10/2013 23:53

Zamba Del CHE - YouTube

www.youtube.com/watch?v=7beUY6CufA4
31/07/2007 - Subido por Oskar Schindler
Zamba Del CHE - YouTube. Subscribe 102. Top Comments. tushte74 2 years ago. HASTA LA ...

Respuesta  Mensaje 6 de 6 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 09/10/2013 00:10

“Evocación”: una reseña

9 septiembre 2013  8 Comentarios

Por Silvia Soriano Hernández

evocacion-aleida-march-cheAsí han pasado los años, unos con más intensidad que otros. He sido siempre la misma y a la vez diferente, marcada por alegrías y cicatrices, pero negada a petrificarme como una estatua hierática.

Aleida March

Volví, por el camino de la derrota, con un ejército de sombras.

Che Guevara

 

Como punto de partida para esta reflexión retomaremos las ideas que expone Paul Ricoeur en su obra La memoria, la historia, el olvido donde, desde sus primeras líneas, advierte que de acuerdo a su propuesta la fenomenología de la memoria estructura dos preguntas: ¿de qué hay recuerdo?, ¿de quién es la memoria?, para añadir más adelante que acordarse de algo es acordarse de uno mismo. Sirva este preámbulo para acercarnos al libro que comentamos. Ya desde el título se hace inferencia a dos personas: esto es, la vida de quien recuerda unida a la vida de un otro ausente pero cuya presencia es apabullante pese a tantos años de su muerte física. Es así que al acordarse del Che, Aleida March va acordándose de sí misma y también al recrear al Che, ella recrea su vida, aunque su vida al lado del personaje en cuestión fuera muy breve y tanto la de él como la de ella trasciendan ese período. En este caso la memoria pertenece a la viuda del Che y su recuerdo se vincula a sí misma, a él y a la Cuba revolucionaria en la que ambos confluyeron y que da profundo sentido a su relación. Por ello afirma desde las primeras líneas, «me he dispuesto a ordenar lo que pudiera ser una breve historia de vida, un tanto diferente, porque más que contar pormenores de la mía propia, sirve de pretexto o excusa para narrar memorias, las mías junto al Che»,[1] «los otros que no son si yo no existo, / los otros que me dan plena existencia» como dijera Octavio Paz.

Es menester mencionar que nos faltaba este trabajo para completar mucho de lo que se ha dicho sobre el personaje –sin dar a entender que se cierra un ciclo- en dos de los libros que se escribieron como conmemoración del treinta aniversario del asesinato de este: Ernesto Guevara también conocido como el Che, de Paco Ignacio Taibo II, y La vida en rojo, de Jorge Castañeda. Las fuentes consultadas  (tanto vivas como de archivo) de las dos obras son muy similares pero ninguna incluye entre estas a la viuda del Che. Ahora ella toma la palabra escrita y deja testimonio de ambas vidas.

Así es como Aleida March nos obsequia —con todo lo que el término implica— una obra que se agradece en muchos sentidos. Su evocación remite a su tierna infancia y al entorno familiar, a las carencias y penurias, comunes a la población rural en la Cuba de la primera mitad del siglo XX, que sin embargo no opacaron su niñez feliz. Sus estudios la llevaron al magisterio no tanto como opción sino en su contexto como la única posibilidad de acceder a una educación. Las dificultades de conseguir un empleo frente a la falta de escuelas y cómo le fueron llegando las noticias de un grupo revolucionario que había tomado el cuartel Moncada el 26 de julio de 1953 en Santiago de Cuba. Afirma asimismo que cuando en 1956 llegó a sus manos La historia me absolverá encontró allí la expresión de sus propios ideales así como la senda que debería seguir. De allí su ingreso al Movimiento 26 de Julio en el que muchos cubanos confluían para derrocar a la dictadura de Fulgencio Batista y el comienzo de su vida como combatiente. Resalta que eran pocas las mujeres, pero con grandes convicciones y que la minoría numérica les facilitaba despistar a un enemigo cada vez «más cruel y despótico». Recuerda la combinación de la lucha desde la sierra y dentro de las ciudades para afirmar categórica:

Doy fe, como combatiente de la lucha clandestina, de que nuestras fuerzas contaban con valiosos compañeros, abnegados y arriesgados; de que el enfrentamiento en la ciudad se desarrollaba en condiciones muy difíciles, pues no se sabía con certeza quienes podían delatarte, y de que el enemigo se ensañaba despiadadamente sin importarle sexo, edad ni rango. No creo que las comparaciones beneficien a nadie. Estoy segura, dada mi experiencia como guerrillera, que ambas modalidades de lucha son necesarias, cada una con sus especificidades, y de igual importancia, con independencia de los errores que se hubieran podido cometer en una u otra.[2]

Cuando llegó al campamento donde se encontraría con el ya popular Che, menciona la extrañeza de varios de los combatientes que, al ver a una mujer tan joven, le preguntaron si era novia de alguno de los recién llegados. También pone énfasis en que en esa época la mayoría, incluida ella, carecía de formación política y que tenía muchos prejuicios contra el comunismo. Al conocer de cerca al guerrillero dice: «Sólo me iba quedando clara una cosa: “la fama”, por la que se conocía al Che, se diluía para dar paso a la admiración y al respeto». A la par comienza a conocer al Che poeta. La batalla de Santa Clara ocupa varias páginas de sus recuerdos. Los sentimientos de amor comienzan a aflorar en los minutos en que el peligro acecha de cerca, en un instante en que se encontraron frente a una tanqueta enemiga que desconociendo las fuerzas de los guerrilleros retrocede: Seguimos juntos sin que ocurriera ningún contratiempo. «Fue entonces —según me confesó en uno de los escasos momentos de reposo, mucho tiempo después— cuando se percató de lo que sentía hacia mí, ante el temor que le provocó pensar que hubiera podido sucederme algo. Por supuesto, no era el momento para confesiones, mas tampoco podía impedirse que brotaran los sentimientos».[3]

Llegó el tiempo en que decidió «vestirme nuevamente como la mujer que era» y que a la par del proyecto revolucionario comenzara a plantearse su vida personal al lado de quien consideró el primer amor de su vida. Después del divorcio del Che de su primera esposa se realiza la boda entre ambos y a pesar de lo pleno de su existencia era «obvio que en este aprendizaje no estaba incluido cómo actuar en facetas tan complejas y cotidianas como eran las de conjugar las funciones de esposa, madre y trabajadora a la vez. Había que transitar aceptando riesgos y dificultades».[4] Repite algunas veces lo negado que era el Che para bailar y su nulo oído musical a la par de recordar que a su regreso de algunos países socialistas comenzó a cuestionarse las diferencias que existían entre unos y otros. Habla de su gusto por el dulce de leche y de cómo ansiaba tener un hijo varón así como del trabajo voluntario como creación del Che. Aleida se integró en 1960 a la recién formada Federación de Mujeres Cubanas y considera que cambiar la situación de las mujeres era una tarea compleja y llena de obstáculos como el machismo y la incultura, pero,

[…] sin la obra creadora de la Revolución, muchas de nuestras nuevas funciones no hubieran sido posibles. Puedo poner mi caso como ejemplo: atender la casa, el trabajo y los niños, que fueron naciendo a casi uno por año. Sin las ventajas que para todas significó la construcción de los Círculos Infantiles, el seminternado en las escuelas primarias, las becas y otras tantas de igual importancia, no hubiéramos acometido con la misma intensidad todo lo que nos propusimos (p. 105).

Y así sigue narrando cómo los viajes y con ellos las ausencias de su compañero comenzaron a ser más frecuentes. El Che se iba en pos de sueños que anhelaba concretar y que ella compartía pero que no podía soñarlos con él. Le llegó un sobre: «Era su adiós: que no imaginé así, pero me di cuenta de que lo había hecho de la forma que más se acercaba a sus sentimientos y a su modo de decir. Con ello me había dejado una parte de lo mejor de sí, y me daba a entender que yo estaba incluida en su mundo para siempre».[5] Él se fue, ella se quedó a educar a los hijos de ambos. Ella quería irse con él, él prefería que permaneciera en Cuba, ella mantiene una pregunta constante «¿debí haberme ido con él?», sabedora de que la separación les dolía a la par. La noticia de la muerte del compañero y el apoyo constante de Fidel Castro se mezclan con su determinación de seguir viviendo. El olvido, voluntario e involuntario, también forma parte de sus memorias: «Es difícil reproducir con exactitud todo lo que hice a partir de esos momentos», cuando Batista huye de la Isla: al mencionar los nombres de los compañeros que marchaban junto a ellos para La Habana hay «otros que se me extravían en el recuerdo»: de los encuentros del Che con otros revolucionarios latinoamericanos a los que ella asistió pero de los que no tomó notas, «tengo que lamentarlo más que nunca ahora que quiero contarlos y soy consciente de las limitaciones de la memoria debido a los años transcurridos»; de cuando su padre enfermó y su esposo dejó todas las obligaciones para acompañarla en un momento tan difícil. Las apreciaciones del Che para desarrollar la industria cubana «forman parte de mis recuerdos más entrañables». Cuando fue a encontrarse con él después de su salida del Congo «no puedo precisarlo del todo». Para afirmar: «desgranar desde la memoria hechos que pertenecen a historias comunes sobre personas o acciones relevantes».

Hay que mencionar con Aleida a todos esos jóvenes que apostaron por una sociedad más justa y que aparecen en sus recuerdos combatiendo, muriendo y sobreviviendo; esa juventud de cierto momento histórico que ofrendó su vida por un cambio revolucionario. También hace mención a las madres de aquellos: «No sólo los jóvenes estaban dispuestos a entregarse a la lucha, sino también muchas madres comprendieron que a ellas les correspondía ocupar su espacio en ese esfuerzo mancomunado».[6] A diferencia de las también ex guerrilleras guatemaltecas y salvadoreñas que han compartido con nosotros trozos de sus vidas en otros libros, Aleida escribe desde el triunfo con todo el peso emocional que esto conlleva.

Con ella, como con muchas otras mujeres de la segunda mitad del siglo XX latinoamericano que se incorporaron a las luchas de liberación nacional en sus propias naciones neocoloniales, podemos afirmar de nuevo: lo personal es político. Las lágrimas, frustraciones, miedos, penas y alegrías símbolos precisos de las emociones, no son escondidos por la autora, por el contrario, afloran desde lo profundo de su presente enriquecido —y matizado— por su pasado.

El libro abre con unas palabras preliminares de Alfredo Guevara que titula «Aleida nuestra»; cierra con un anexo donde se incluyen unas hojas fotografiadas del escrito de puño y letra del Che, «La piedra», finalmente intercala en las páginas centrales varias fotografías de ambos, solos y acompañados por sus hijos y otros familiares, así como poemas y frases de tarjetas postales de diversos momentos en que el Che le escribiera para conjurar las ausencias.

 

* Tomado de Cuadernos Americanos, Año XXVII, No. 144, vol. 2, Universidad Autónoma de México, México, 2013, pp. 241-244.
[1] Aleida March: Evocación, mi vida al lado del Che, Ocean Sur, México, 2011, p. 9.
[2] Aleida March: ob. cit., p. 35.
[3] Aleida March: ob. cit., p. 59.
[4] Ibídem, p. 99.
[5] Ibídem, p. 105.
[6] Ibídem, p. 25.
 


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